OKUPACION DE TIERRAS PERIURBANAS. UN ASALTO A LOS MEDIOS DE PRODUCCION (PARA RURALIZAR LA CIUDAD??)


Introducción

En el colectivo Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH) articulamos nuestros proyectos en torno al concepto de territorio como vía de entrada al resto de los ámbitos del mundo en que vivimos. En esta época donde gran parte de los procesos más significativos de la “aldea global” se caracterizan por su inmaterialidad, como la economía financiera, por ejemplo, resulta necesario tener un algo sobre lo que poner los pies para poder actuar desde ahí. Es este propio suelo, la organización del territorio, lo que nos va a permitir deconstruir muchas de las grandes mentiras gracias a las que sigue funcionando esta aberración de sociedad. Desde esta óptica trataremos de acercarnos a algunos puntos que caracterizan al mundo que nos rodea, lo que nos ayudará a contextualizar el proyecto en el que nos hemos metido algunas personas de Bajo el Asfalto está la Huerta: una cooperativa unitaria de producción y consumo de hortalizas de cultivo ecológico en tierras okupadas en Madrid.

Necesitamos comer (casi) todos los días

En los años 60 el Banco Mundial impulsó la llamada “Revolución Verde”, que salvaría al mundo del hambre. Consistió en fomentar la explotación agrícola de gran escala, con alto consumo en petróleo y agrotóxicos (pesticidas, fertilizantes de síntesis…), semillas híbridas de alto rendimiento y, en definitiva, intensivas en capital dedicadas al monocultivo para la exportación. En la práctica esto supuso la explotación agrícola capitalista de territorios amplísimos, con un tremendo coste ecológico y social. En todo el planeta millones de personas son forzadas a abandonar sus economías de subsistencia para marchar a la ciudad o trabajar miserablemente en las explotaciones capitalistas agrarias o mineras. Es en estos años cuando se produce la gran explosión de la deuda externa de los países no industrializados por los préstamos para construir grandes infraestructuras e invertir en otros campos para esta transformación -hacia la mundialización- de la producción.
En los años siguientes, y hasta el día de hoy, la situación no ha hecho sino empeorar. Este modelo agrícola trae unos efectos directos de deforestación y desertización muy peligrosos, así como los indirectos: pérdida de biodiversidad, agotamiento y contaminación de acuíferos, infraestructuras de agua, energía y transporte…

Con los últimos adelantos en biotecnología aplicada el tema se complica aún más, al usarse algo muy peligroso y que aún no se conoce ni controla. Pero sobre todo porque la están monopolizando un puñado de empresas cuya ética es más que dudosa. Con las sucesivas fusiones de macro-transnacionales de los sectores químico-fármaco-agro-alimentario, toda la cadena alimentaria de al menos el 50% de quienes habitamos en las ciudades del planeta se encuentra en poder de una 15 empresas. ¡¡Glups!! Para ver la importancia de la batalla que se está dando en el sector, observemos que antes de romperse las negociaciones del Acuerdo Multilateral de Inversiones, en el seno de la Organización Mundial del Comercio, los dos puntos más importantes a tratar, según los EEUU, eran la biotecnología y el mercado agroalimentario. Y en la cumbre de la OMC en Seattle, otro de los puntos importantes para que esta fracasara fue la resistencia de la Unión Europea frente a los EEUU para no liberalizar más el sector, manteniendo algunas protecciones económicas, ecológicas, sociales-territoriales y sanitarias.
Debemos considerar también que los medios de producción agrícola presentan cada vez más difícil acceso: las semillas autóctonas, seleccionadas desde hace siglos y adaptadas a cada ecosistema local, son cada vez más difíciles de encontrar. Incluso se está intentando prohibir el uso de semillas no patentadas, lo que obliga a comprar a las multinacionales. Las semillas que sí están disponibles en cualquier parte son las semillas híbridas, que ofrecen una gran producción, pero sólo si se le agrega al suelo gran cantidad de agua y agrotóxicos, ya que no están en absoluto adaptadas a cada medio. Este modelo sólo es viable en grandes explotaciones de capital y resulta muy nocivo para el medio ambiente.

Por otra parte, aunque parezca que el campo se abandona, la tierra presenta muy difícil acceso. La transformación en los modos de producción ha hecho que un sólo agricultor o agricultora lleve hoy lo que antes llevaban 200. Además, se está roturando mucha tierra para cobrar subvenciones, aunque luego ni siquiera se recoja la producción; y la proliferación de las segundas residencias y el turismo rural están catapultando el precio del suelo, tanto rústico como urbano, lo que dificulta que nueva gente se pueda asentar en los pueblos. Por último, una miope política de espacios naturales protegidos, cuyo único principio consiste en poner vallas y cobrar dinero, y no en buscar formas de asentamiento humano realmente sostenible.

Nos tienen agarrad@s a través del consumo

Decimos que nos han traído a las ciudades para que trabajemos, pero también quieren que consumamos lo que el mercado ofrece, y no lo que nosotr@s podamos producir. En las ciudades modernas nos han hecho olvidar cómo se puede vivir sin el trabajo asalariado, y además es tremendamente difícil acceder, desde cero, a los medios de producción. Por tanto, estamos obligad@s a cubrir nuestras necesidades en el Mercado, a cambio de dinero.
Y no importa tanto que trabajemos o no. Han encontrado la forma de sacar beneficio económico a cualquier acto de nuestra vida. Ver la televisión, dar un paseo por la calle o someterme a un tratamiento gratuito de desintoxicación por drogadicción está generando grandes beneficios a alguien. Por eso se permiten el lujo de mantener a mucha gente que no produce nada directamente. Ell@s sólo quieren que cubramos nuestras necesidades en el mercado. Alguien lo pagará. Como ya hemos dicho, antes se han encargado de que no sepamos -o pensemos que no podemos- trabajar para nosotr@s mism@s (y aún así lo hacemos). Se tienen que introducir los productos en el mercado y convertirse los bienes en dinero. Si no, los propietarios del dinero no sacarían tajada.

También han conseguido hacer de la calle un lugar muerto e incómodo, para mandar a la gente a sitios donde sólo se consume: parques temáticos, centros comerciales… Los centros de las ciudades son muy bonitos en fotografía, pero han perdido los rasgos identitarios de cada ciudad. Las calles están llenas de humo y ruidos, dedicadas plenamente a los coches… Y la gente acude a socializarse a los centros comerciales, donde puedes participar del anonimato sintiéndote parte de la gran masa que consume, ya sea ocio o lo que sea. Las tiendas de los barrios desaparecen, y todo el territorio urbano se articula para que, subjetivamente, sólo existan caminos hacia el lugar de trabajo y hacia los centros comerciales, y para l@s pudientes también hacia el campo los fines de semana, para practicar deportes de aventura o visitar pueblos enlatados (¿etnoturismo?)

La globalización económica tiene una base territorial

Hoy en día, el volumen de capital finananciero que circula es mayor que el de capital productivo. El capital financiero es algo prácticamente virtual: son cifras de dinero que se trasladan instantáneamente de un ordenador a otro que se encuentra a miles de kilómetros, y que pueden arruinar a países enteros. Es todo ese dinero que se mueve en las bolsas de valores y que produce ganancias comprando y vendiendo participaciones de empresas, sin tener una relación directa con lo que esas empresas producen. Pero tiene unas graves implicaciones sobre el mundo real, ya que son estos movimientos de cifras los que, en último término, deciden sobre las personas y el resto de los seres (vivos e inertes) de este planeta. Toda la producción, y con ella las condiciones vitales de los seres humanos, están subordinadas a esos movimientos especulativos, y ya no tienen mucho que ver, como hace unos pocos cientos de años, con las condiciones materiales del entorno en que se asientan.

El desarrollo tecnológico y la generalización del uso masivo de combustibles fósiles han permitido transformar la práctica totalidad de los ecosistemas terrestres para su explotación, sin atender a más criterios que las posibilidades técnicas y las leyes del mercado. Los ecosistemas se han humanizado, pero más allá del 50% de la población mundial vive hoy día en ecosistemas tan artificiales y “humanos” como las actuales ciudades. El modelo de asentamientos humanos está hoy terriblemente homogeneizado (son muy parecidos los nuevos barrios de Singapur, Quito, Rabat, Denver y Madrid); y además ya no tienen mucho que ver con el clima, orografía, vegetación, materiales naturales locales o los rasgos característicos de su población: las ciudades se han independizado del medio ambiente local. Vemos como se rechaza lo local en favor de lo global, lo material en favor de lo inmaterial, lo físico en favor de lo especulativo, y cómo no decirlo: lo ecológico en favor de lo económico. O, mejor dicho, lo sotenible en favor de lo despilfarrador.

La naturaleza y algunas culturas indígenas se rigen por unos valores opuestos a la acumulación de bienes y a la propiedad privada, y por eso había que romper nuestra dependencia con la naturaleza y sus valores de autorreproducción. Había que romper nuestros lazos con la tierra para poderla subordinar a nuestros antojos. Y por eso se sataniza a la Naturaleza y a sus “desastres”; se la ha colocado en el bando contrario, y además se la está intentando matar, al querer representarla como algo estático, inerte y cuantificable. Quienes tienen el poder nos quieren alejar del resto de la naturaleza para así poder devastarla, y por eso nos dicen que lo físico, y con ello el espacio y el territorio, no importan; no existen.

Han conseguido que nos perdamos por el camino hacia la modernidad, y que seamos incapaces de imaginar que las cosas podrían ser de otra manera, que la vida transcurre sobre una base física -el territorio-, y que éste tiene una de las claves para retomar un camino que no nos lleve de cabeza al precipicio. Y no es que hayamos visto la luz: sin ir más lejos, en los ’70 corrieron ríos de tinta hablando sobre el territorio, las ciudades, el mundo rural, las infraestructuras, la conexión del estado español con la economía mundo… pero el tiempo y la nueva cultura del pensamiento único se lo han comido todo. Y cuando el gobierno de turno presenta una nueva campaña con cientos de kilómetros de nuevas autovías y trenes de alta velocidad pagados por “l@s contribuyentes”, tienen el morro de apuntarse el tanto de que encima con ello van a crear empleo. “No importa para qué sirven: son necesarias porque así lo exige el mercado. No importa qué implicaciones tienen”. Parece una imposición divina y ahora nadie debate sobre ello. Ni tampoco sobre los más de 100 nuevos pantanos que se quieren hacer para bombear agua desde el norte hasta el levante, ni de las circunvalaciones y reestructuraciones salvajes que se están realizando en todas las grandes ciudades. Los valles, las montañas, los bosques, los desiertos e incluso los mares quedan desgarrados por las infraestructuras que alimentarán las ciudades, una vez que la gente que los poblaba ha sido robada, despreciada, aislada, saboteada (a menudo asesinada), y obligada a marchar a la ciudad para trabajar, para “producir” cosas que antes no servían para nada -como un “teléfono erótico”, un muñeco que habla y se mueve o un vestido ajustado de plástico transparente-. A lo largo de este siglo se han acabado de destruir las culturas campesinas del mundo, que vivían desde hace miles de años en armonía dinámica con la Naturaleza. Hoy l@s que trabajan la tierra lo hacen para vender los productos, y cada vez son menos. Muy pocas manos que producen aquello que sustentan todas las sociedades humanas (porque necesitamos comer todos los días).

Además la gente que hoy vive en el campo en los países industrializados no tiene mucho que ver con la naturaleza. También se siembra lo mismo y de igual forma aquí que en Denver o Kinshasa. El campo actual es, en el mundo industrializado, el patio trasero de las ciudades, de donde se extraen recursos naturales por los cuales no se paga, o se paga muy poco (ya que lo físico no existe, o al menos no es importante). Todo está perfectamente dispuesto para que no haya, o no se vea, una forma de vivir diferente que la producción capitalista con trabajo asalariado, a través de la mercantilización de la Naturaleza. La locura desarrollista llega a todas partes, y no es nada fácil encontrar un lugar, un espacio físico, donde comenzar de nuevo y de otra forma. Hoy sí que conducen todos los caminos a Roma (o a Madrid, o a New York…), y si intentas ir a Villaconejos de Abajo no vas a llegar. Y si llegas y te quieres quedar, prepárate, porque aunque allí ya no viva nadie, no te van a dejar quedarte. Porque eso está vacío y muerto por algo y para algo, no lo olvides.

El medio rural está arrasado -social y ecológicamente- por las ciudades. La “huella ecológica” de las ciudades se expande imparable, absorbiendo recursos y escupiendo residuos. Absorviendo recursos que desaparecen en la nada, en el frenético movimiento de las ciudades en las que no se va a ninguna parte. El movimiento y la velocidad que también devoran culturas para producir individuos que a su vez produzcan beneficios, sea como sea. Individuos que produzcan capital que desaparezca en los índices de las bolsas de valores y que no conozcan su cuerpo, ni su tierra, ni su historia.

La ciudad es una cárcel

En todo este siglo, nuestros mayores han tenido que abandonar su tierra para venir a la ciudad. Han cambiado completamente su forma de vida -su identidad comunitaria, su comunidad ecológica- por la seguridad y la comodidad de vivir en una ciudad con un trabajo asalariado. Con el estado del bienestar cae el mito del pleno empleo, pero aún hay para tod@s. Hoy parece que ya no, y tras la “urbanización” de la población nos llega la “precarización”. Ya la vida en la ciudad no es segura en absoluto y desaparecen todas las perspectivas de futuro, pues parece que esto sólo cambiará a peor.

Las generaciones que han nacido en la ciudad crecen en el rechazo de sus progenitor@s a la vida rural y campesina, y no han recibido todo el saber y la cultura que acumularon sus antepasados. Además no le ven la utilidad. La posibilidad de sobrevivir ya no está en sus manos, sino en las de l@s capitalistas, las EET’s o el INEM, lo que profundiza la sensación de inseguridad e inutilidad. La cultura del consumo, de lo visual, de las masas…, la destrucción de las calles como espacio social, los cambios en las formas de producción… aíslan al individuo, nos introducen la impotencia… la única participación posible en la sociedad urbana es a través del consumo.

Los interminables territorios urbanizados, que se unen ya entre ellos devorando la naturaleza, pierden toda referencia con el entorno e imposobilitan, así, cualquier desarrollo de identidad local que no sean las rancias tradiciones que inculca la TV. Porque realmente no se diferencian en nada unos núcleos de otros, ni las actividades que en cada uno se desarrollan. Este modelo territorial tan ecológicamente insostenible desarraiga y aísla a las personas, que quedan así vendidas al capitalismo. Y el que tantos miles de personas se concentren en un territorio tan pequeño, como ocurre en las ciudades, precisa de un abastecimiento centralizado de recursos y así se centraliza el poder. Concentraciones tan grandes de gente, donde la producción y el consumo son a gran escala, no permiten una participación efectiva de la población.

Habría que descentralizar la producción, el consumo y la gestión de recursos para descentralizar el poder y permitir una democracia radical, verdadera. Habría que recuperar los lazos, la relación con el territorio local para aprovechar efectiva y sosteniblemente los recursos locales. Y con una producción y consumo locales, con una vida económica autónoma, endógena, sin duda vendría un revitalecimiento de la vida comunitaria, de las identidades locales.

Pero para ello habría que cambiar también toda la estructuración del territorio, tanto urbana como rural. Todas las infraestructuras de transporte, agua, energía… dispuestas para el tránsito internacional de mercancías y para la organización capitalista de la economía mundial. Toda la estructura interna de las ciudades, al servicio del transporte motorizado en el triángulo “vivienda-lugar de trabajo-lugar de consumo”, desintegradora de lo social; y también toda la estructura de la red global de ciudades, dispuesta para el Nuevo Orden Mundial de la producción, para la concentración de riqueza en pocos sitios y la extracción de bienes en el resto.

Estamos buscando y creando alternativas de autogestión

Creemos que, en este contexto, una de las direcciones claras en que debemos trabajar es en la creación de contrapoderes locales basados no sólo en uniones ideológicas, sino en la creación de estructuras económicas y políticas útiles, que solucionen de forma autónoma y autoorganizada la mayor cantidad de las posibles necesidades que se presenten a las diversas comunidades.

Con el desmantelamiento de lo que aquí llegó del estado del bienestar van quedando necesidades descaradamente abandonadas por el estado, mientras que otras (pensiones, educación, sanidad…) van más lentamente, pero también tienden a privatizarse. Como no creemos (ni queremos) que el estado o el mercado nos vayan a cubrir estos déficits, vemos que una buena forma de prevenir los futuros escenarios de miseria y precariedad es construyendo redes propias de auto-apoyo, estructuras productivas y reproductivas al margen del mercado. Pensamos también que hoy en día la saturación de la información, el “ruido” mediático y el asalto contra las ideologías desde el Pensamiento Único nos deben llevar a nuevas formas de agitación y unión para la acción, más allá del panfletarismo. Pasar del “anarquismo panfletario” al “anarquismo vivido”, como proponían desde el Proyecto A alemán.

Nuestra propuesta es una nueva apuesta por la autogestión, recogiendo toda la energía que se liberó en los ’70 y ’80, tanto aquí como en europa, e intentando aplicar nuevas ideas a un contexto nuevo. Una apuesta por la autogestión como instrumento de agitación e interacción con nuevos sujetos sociales, y a la vez como una fórmula de autodefensa frente al capitalismo global. Nos interesan procesos locales de democracia directa y radical, que si bien deben estar de alguna manera organizados a niveles mayores, no sirven de nada sin un proceso previo de experimentación, aprendizaje, desarrollo y difusión libre de una cultura radicalmente libertaria. Sin duda, son necesarias iniciativas de todo tipo y en todos los ámbitos, pero nosotr@s pensamos que hay que comenzar a experimentar la sociedad que queremos desde ya, y que es esa práctica la que hará evolucionar nuestras ideas, nuestra lucha, de acuerdo con la realidad.
Llegados a este punto volvemos a la idea de territorio. Si, como hemos visto, la estructura de las ciudades modernas imposibilita la práctica de la democracia directa, debemos transformarlas, y desde abajo, porque sólo la gente que vive en un sitio determinado lo conoce y sabe lo que necesita y cómo transformarlo. Como elemento motor de esta transformación hemos optado por intentar transformar primero la economía local, puesto que es la economía la que está sirviendo de justificación para el resto de las políticas.

Como la realidad se va configurando de una forma tan agresiva, desagradable e insegura para la mayoría de las personas, creemos que más que a través de la militancia clásica, es fácil que much@s consigan encontrar satisfacción en el trabajo cooperativo y en la reconstrucción de tejidos socioeconómicos locales con fórmulas autogestionarias. Porque, aunque el trabajo autogestionario es monetariamente menos rentable, y requiere más esfuerzo e implicación personal que el asalariado, la reconstrucción de una comunidad ofrece muchas otras cosas que consideramos muy valiosas.

El trabajo autogestionado en un mundo dominado por el mercado capitalista se sostiene con una gran parte de bastante sufrida militancia. Y las cooperativas de autoempleo normalmente o crecen o desaparecen, como hemos visto tantas veces. Nosotr@s queremos que estas iniciativas se mantengan autogestionarias y que salgan de los ghettos de la militancia: que sean útiles de por sí.

¿Qué tiene la actualidad madrileña que nos haya animado a probar con algo parecido? Para empezar, que nos apetecía probar con eso que planteamos en nuestros debates y textos. Después, el que ya lleven más de tres años funcionando los Grupos Autogestionados de Consumo, que eliminan intermediarios con el /la productor/a, fijan con él/ella los precios, la cantidad y cualidad de la producción y se corresponsabilizan de lo que salga, comprometiéndose a un consumo y a unos ingresos mínimos para el/la productor/a. Por otro lado, está también el que los alimentos de cultivo ecológico están empezando a ser algo bastante valorado, como para que se emplee más tiempo y dinero en conseguirlos.

Pero como veis, lo que nos sostiene sigue siendo militancia -nuestra y de l@s consumidores-. Lo que creemos que solucionaría el problema es que esta producción y su consumo se desarrollasen dentro de una comunidad cohesionada, responsable y autónoma; unida por lazos sociales y afectivos y localizada en un espacio determinado. La planificación y consumo locales de la producción local pueden eliminar el sistema de precios y la ley del valor en general, permitiendo una organización de la producción que sólo recoja trabajo vivo (no alienado) y que sea sostenible ecológicamente. Nuestro proyecto quiere crear cultura autogestionaria, buscando que las comunidades locales se autoorganicen para cubrir sus necesidades bajo intereses no mercantiles, sino humanos y ecológicos. Se trata de cambiar las pautas de consumo y destruir el mismo concepto de consumo. Y, para ello, cultura, política, economía y ecología DEBEN ir juntas en la sociedad que queremos.

Nosotr@s lo hemos planteado de la siguiente manera:
Cooperativa de producción y consumo de hortalizas de cultivo ecológico en tierras okupadas.

Este proyecto, desarrollado por el colectivo “Bajo el Asfalto está la Huerta” y apoyado por mucha otra gente, pretende crear tres puestos de trabajo y surtir de vegetales de temporada a unas 100 cocinas, a la vez que denuncia la gestión de los recursos naturales y de los espacios protegidos en la Comunidad de Madrid. Para ello, desde octubre del 99 llevamos preparando la okupación de tierras y la creación de una cooperativa de producción, así como de Grupos Autogestionados de Consumo (GAC) y de una asamblea que dé vida y defienda el espacio okupado.
Desde enero hemos preparado semilleros en tres Centros Sociales Okupados de Madrid -con ayuda de su gente- y estamos debatiendo con l@s interesad@s la forma de organización de esta cooperativa. El 18 de marzo, unas 120 personas entramos en las tierras y comenzamos a trabajarlas.

PLANIFICACION: Las dimensiones de la cooperativa se planificaron en función de las tres Unidades Anuales de Trabajo (UAT) de que se disponía, repartidas entre cinco personas. A partir de aquí se calculó la producción de que estas serían capaces, de ahí el número de consumidor@s, y con eso lo que debería pagar cada cocina o Unidad de Consumo (UC) para cubrir gastos y proporcionar al menos unas 70.000 pts. mensuales a cada UAT. Se calculó que se plantarían 1,5-2 Hectáreas (Ha), que proporcionarían, trabajadas adecuadamente, unos 5-6 kg. semanales para cada una de las 100 UC requeridas para optimizar el rendimiento de la estructura, que a su vez se agruparían en unos 8-10 GAC’s -localizados preferentemente en pueblos o barrios cercanos a la huerta-.

Los cultivos constarían de 22 vegetales distintos, de diferentes épocas, para que hubiese producción durante todo el año. Sobre esta base, cada UC aportaría 1.000 pts semanales y recibiría a cambio un lote o “bolsa” correspondiente de dividir la recolección total de la semana entre el número de UC’s de la cooperativa. Al confiar y conocer de cerca el trabajo que se realiza, la gente se pude corresponsabilizar de la producción. Así no hay ni déficits, ni excedentes, ni precios, ya que todo el mundo ha participado en la planificación: en qué, cómo y cuénto se produce.

LAS TIERRAS: Las tierras okupadas están en una finca de 190 Ha. en la vega más fértil de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), que pertenece al Parque Regional del Sureste. El trozo cultivado está en una zona de escaso valor ecológico, destinada a “colchón medioambiental” del parque con la realización de actividades de educación ambiental o de agricultura “no agresiva con el Medio Ambiente”. La finca posee valiosas infraestructuras para estos fines, que se encuentran en un descarado abandono por parte de la empresa adjudicataria, “Soluciones para el Medio Ambiente S.A.” y por la propia CAM. Al ser imposible introducir maquinaria, sólo se han podido trabajar 0’25 Ha. Por ello, y por la inseguridad de la finca, se ha decidido trabajar una huerta de 0’6 Ha. cedida por el Ayuntamiento de un pueblo cercano, a fin de asegurar la producción y no someter todo el proyecto a la eventualidad de la okupación, al menos hasta que toda la estructura político-económica esté bien asentada y comience a ser “útil”, no sólo para l@s militantes.

LA PRODUCCION: El grueso de la producción se espera para finales de junio del 2000. Sin embargo, a mediados de mayo ya estamos comiendo acelgas y espinacas, y las tomateras ya están hechando flor. Como sólo hemos trabajado la mitad de lo proyectado (unas 0’8 Ha. en total), esperamos sólo la mitad de la producción, es decir, para abastecer entre unas 50-60 cocinas, preferiblemente de los GAC’s más cercanas a las huertas y los que aseguren una mayor estabilidad en el consumo, sobre todo en los meses de verano, cuando mucha gente se va de vacaciones y encima hay mayor producción. Una posible solución propuesta sería crear una cooperativa de 2º grado que transformara el excedente veraniego en conservas para el invierno, cuando la variedad es más reducida.

LA PARTICIPACIÓN: Esto es algo que l@s promotor@s del proyecto hemos buscado mucho desde el principio, por ejemplo, fomentando que la gente que va a consumir participara también en la okupación de la finca, y también intentar que vengan a visitarla y a conocer los trabajos que se realizan. Aparte de esto, cada mes celebramos una reunión a la que acude al menos un/a representante de cada GAC, donde se planifican y discuten todos los aspectos de la cooperativa. Semanalmente se reúne la Comisión Agrícola, formada por l@s trabajador@s fij@s y todo aquel/la que quiera ayudar, que prepara detalladamente lo acordado en las Asambleas Generales. Mensual-mente editamos también un boletín interno, “El berenjenal”, que llega a todas las UC’s; y todos los domingos hay “día de puertas abiertas”, pero cualquier persona puede pasar por la huerta cuando quiera, aparte de los llamamientos que se hacen cuando hay que realizar algún curro fuerte puntual: siembra, recolección…

ACTIVIDADES SOCIALES: Otro punto importante que se preparó desde el principio fueron las actividades públicas relacionadas con nuestro uso agrícola de la tierra okupada. Así se ha dispuesto una huerta experimental, zona de variedades autóctonas para la reproducción y selección de semillas, y se está dejando espacio trabajado para que grupos de chavales u otros puedan experimentar la agricultura ecológica, para nosotr@s esto era importante. Como educación ambiental, creemos imprescindible trabajar en la creación de modelos de asentamientos humanos sostenibles, y no enfocar la protección del medio ambiente aislándolo y tratando de congelarlo; algo sin futuro.

Por ello, junto con los GAC’s y con colectivos sociales y personas de los alrededores de la huerta, hemos creado la “Asamblea para la Autogestión de la Finca” con el objetivo de dotar de contenido al terreno, organizar actividades y abrir la finca a l@s vecin@s y defender la okupación. Por el momento, su primera acción ha consistido en denunciar un vertido ilegal que la propia empresa concesionaria está haciendoenla finca. También ha realizado dos actividadescon sendos grupos de chavales/as de la zona.

PROYECCION: Nunca creímos llegar tan lejos, poder comernos los frutos de nuestro trabajo en este huerto okupado. Cada día que pasa afianzamos nuestra posición y ganamos apoyos en la zona y en Madrid. Por lo pronto, esto ya está echando a andar y se está repartiendo verdura. Hemos conseguido gente más que suficiente para consumir, planificar y evaluar. No llegamos a los niveles deseados de participación en el trabajo y de planificación por parte de los GAC’s, pero esperamos que vaya avanzando según nos vayamos conociendo.

Un punto débil es que sólo uno de los GAC es de un pueblo cercano, y el resto de Madrid. Sin embargo, cada vez tenemos mejor relación con gente de la zona, y esperamos que para la temporada que viene surja allí algún GAC nuevo.
La gente que hemos movido esto estamos cansad@s y medio arruinad@s, al igual que nuestr@s amig@s, pero ya empieza a haber producción y con ella dinero. Estamos muy satisfech@s, y más moren@s y fuertes que antes.

Si algo hemos acusado es todo el esfuerzo derivado de preparar y defender una okupación, de la eventualidad que esto acarrea y la precariedad que añade a nuestro trabajo. Pero esto era lo que queríamos hacer, y nos hemos sentido muy arropad@s incluso por aquell@s que dudaban de “l@s okup@s” para llevar a cabo un proyecto autogestionario tan ambicioso. Pero ahí está; parece que hemos conseguido superar la espectacularidad en la que muchas veces se cae desde la acción política del movimiento de okupaciones. O al menos estamos en el camino. Ya os iremos contando.

¡SALUD Y AUTOGESTION!

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