La pesadilla de las atrocidades de la invasión de Irak: desenterrando lo impensable
Sábado 23 de octubre de 2010 por CEPRID
Felicity Arbuthnot
Global Research
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés
“Los que pueden hacerte creer cosas absurdas pueden hacerte cometer atrocidades” (François-Marie Arout, -Voltaire- 1694-1778)
Tengo la profunda creencia de que el deber de un analista es, con su mejor capacidad para recoger e iluminar los lugares a menudo oscuros, actuar como voz de todos aquellos cuya propia voz, miedos y situaciones difíciles no pueden ser escuchados ni conocidos. Para escribir sobre las emociones, en ocasiones se tiene la sensación de tocar una especie de anatema y de que se trata, en cualquier caso, de una redundancia. El objetivo es tratar de llamar la atención sobre las injusticias, no lloriquear sobre los efectos que puedan tener y, de todas formas, la vida privada debería ser sólo eso. Si los políticos desean despojarse de su dignidad y aludir a todo, desde su vida sexual a la utilización de su vida privada para conseguir un voto de simpatía, los que tienen una pizca de dignidad no desean en absoluto imitarlos. Aquí estoy rompiendo un tabú y lo hago por una razón.
Durante las últimas semanas he investigado en profundidad, de nuevo, las atrocidades de la invasión de Irak, desenterrando lo impensable, amordazando mis emociones y leyendo sobre el terror, la tortura, las monstruosas perversidades; una palabra repugnante tras otra palabra repugnante. Volví a visitar Faluya (1), documento tras documento, desvelando y sondeando la profundidad de las peores depravaciones sobre los demás por parte de algún hijo o hija de mala madre. En efecto, el padre o la madre de algún crío que es capaz de disparar contra los niños y los bebés de otros, a sangre fría, de pasarles por encima con sus tanques, de dejar que sus restos sean comidos por los perros callejeros.
Entre las fotografías vistas había muchas que han hecho exclamar incluso a los investigadores más endurecidos: “Su visión es demasiado preocupante”. No tengo esa opinión. Si los miembros de la familia que han sobrevivido, si los trabajadores de los servicios de urgencia (si es que las tropas estadounidenses no los han incinerado considerando también soldados al personal médico, o disparado o encarcelado o torturado o esposado con la cabeza metida en una bolsa) pueden ver, identificar, enterrar con amor y respeto, o, en el caso del personal sanitario, fotografiar cuidadosamente y anotar la hora, el lugar del hallazgo, y después numerarlos, envolverlos y conservarlos antes de enterrarlos, con la esperanza que algún familiar reclame los restos carbonizados, mutilados o algo peor, está bien. Es un deber para todos aquellos que puedan tener algún tipo de “voz” en los países responsables (EEUU y el Reino Unido) de este primer genocidio del siglo XXI, atraer la atención sobre el mismo, en recuerdo y en homenaje de todas sus innumerables víctimas sin voz y sin nombre, con la esperanza de que finalmente pueda haber un recurso legal contra tanto horror.
Una siente que la compasión lo inunda todo: los cuerpos y caras quemadas imposibles de reconocer, los sin vísceras, todos ellos con los ojos mirándonos aún fijamente como en una desesperada y silenciosa súplica de ayuda, mezclada con el desconcierto más absoluto. “Tenemos a esos cabronazos bajo control”, escribió un marine en su pagina en Internet. “Les iluminamos”, escribió otro. Muchos tomaban fotografías de todas esas almas perdidas y las enviaban a páginas porno a cambio de su visión gratuita. Y entre los ocupantes estadounidenses (ahora rebautizados, de forma surrealista, como “asesores”; el mismo coche con pintura nueva) y lo que Hussein al-Alaq de la Campaña de Solidaridad con Irak ha denominado: “El gobierno de Vichy impuesto por EEUU, con sus pasaportes extranjeros…”, ¿quién lucha por la justicia para los iraquíes?
Y, como desde 1991, esta es también una guerra contra los no nacidos, los recién nacidos y los menores de cinco años. Después de los cadáveres y los escombros, de tanta sangre, de tantos miembros amputados, ahora vienen las deformidades. La vida apenas alentada, nacida sin ojos, sin cerebro, con un ojo cíclope, sin cabeza, con dos cabezas, sin miembros, sin dedos o con demasiados… Una tierra bíblica convertida en armagedón genético y ecológico para las generaciones presentes y futuras hasta el final de los tiempos. “Misión cumplida”, dijo George W. Bush, con su ridículo traje de poco vuelo sobre el portaviones USS Abraham Lincoln el 1 de mayo de 2003. “¡Que reine la libertad!”, garabateó, después de las primeras “elecciones” corruptas, asesinas y plagadas de cadáveres. Resultado: “¡Vamos a comenzar el genocidio!”.
EEUU nombró un “virrey” en Irak: Paul Bremer, vestido para el papel al estilo de Hollywood, con ridículas botas para el desierto, o con botas militares, dependiendo de la percepción, llegado poco después de la invasión, pensando al parecer en reducir la población. Supimos que preguntó cuál era la población de Irak y se le dijo que alrededor de veinticinco millones. Su respuesta fue: “Demasiados, hay que reducirla en cinco”. Después se convirtió en uno de los hombres de Kissinger Associates.
Mientras leía, escuché a la flor y nata de los diversos órganos legales mundiales discutir sobre si habría que “clasificar” como genocidio los hechos del Congo y Ruanda. En julio de 2004, cuando las tropas estadounidenses se entrenaban para perpetrar la masacre de Faluya en el mes de noviembre, la Cámara de Representantes estadounidenses aprobó una resolución unánime que llamaba “genocidio” a la tragedia de Darfur. Le pidieron a esa administración que considerara la posibilidad de llevar a cabo una acción “multilateral o incluso unilateral” para poner fin a aquel genocidio. La renuencia a adoptar medidas preventivas para impedir más pérdidas de vidas humanas era algo “criminal”, se opinaba.
Al parecer, los genocidios en estos días son sólo cometidos por los africanos o los europeos del este, no por esos grandes baluartes de la democracia que son EEUU y el Reino Unido y la “única democracia en el Oriente Medio”: el aliado Israel. El ejército israelí entrenó a las tropas de EEUU durante las dos semanas que duró el pogromo de Faluya en noviembre de 2004 (2). “Si algo se mueve, dispara”, era la orden del día. Como en el caso de las dos guerras mundiales, como en Corea, Vietnam, la cara de la liberación no cambia nunca.
Seemingly genocides these days are only committed by Africans or Eastern Europeans, not those great bastions of democracy, US, UK, and the "only democracy in the Middle East", ally Israel. “Sus tácticas implican básicamente todo el potencial posible de fuego masivo… acarreado en tanques y helicópteros para lanzarlos contra los objetivos… demoliendo edificios, colocando francotiradores en las azoteas, abriendo agujeros en los muros y disparando contra todo lo que se movía”. Esto además de: “… bombardeos aéreos y fuego de artillería de enormes cañones de campaña”. La trágica experiencia de Faluya “no fue completamente comprendida en Occidente, salvo por algunos de los supervivientes del Gueto de Varsovia… estaban atrapados como los conejos de un campo de maíz que se ven rodeados, abatidos y desmembrados por la acción combinada de varias cosechadoras (3)”. Las fotografías son el testimonio de la escalofriante descripción. Héroes no reconocidos fueron quienes decidieron grabarlo para que en algún momento, en algún lugar, se conocieran los crímenes y se impusiera el castigo legal. Esas terribles y patéticas imágenes son el testimonio silencioso del primer genocidio conocido de Occidente en el siglo XXI. Lamentablemente, es casi una certeza que Irak y Afganistán, con el tiempo, aportarán pruebas [de esos genocidios].
En las visitas a Irak durante los años del embargo, cuando se produjo el genocidio silencioso que duró casi trece años a partir del embargo de la ONU impuesto por EEUU y el Reino Unido, años en los que se prohibió que entrara todo lo necesario para mantener los fundamentos de la vida, con los niños muriendo por “causas relacionadas con el embargo” con un promedio de seis mil al mes, al ser testigo del sufrimiento, de la confusión ante el espanto de su situación, intentabas escapar como fuera de un sentimiento terrible de culpa. Se veía y compartía hasta cierto punto lo inimaginable, lo que se estaba perpetrando en nombre de una, pero después una se marchaba. A través de la frontera, en Jordania, las luces estaban encendidas, las ciudades bullían, de los grifos salía agua potable y no caían las ilegales bombas estadounidenses y británicas. Sin embargo, muy cerca, los niños y la gente estaba muriendo en nombre de “Nosotros, el pueblo…”. Mirando a través de las fotografías, leyendo las casi incomprensibles profundidades de sádica destrucción de sus compañeros seres humanos, los hombres y mujeres de uniforme pueden hundirse constantemente; y yo podía escapar al final del día. Podía hacer una comida, ir a escuchar jazz en vivo en mi pub favorito, o simplemente servirme una copa de vino y escuchar música, rodeada de numerosos libros, cuadros y de objetos amados, en una casa que me gusta antes de buscar el calor de una manta y una cama confortable.
Pero si la mente consciente puede desconectar, el subconsciente no lo hace. Una noche la pesadilla, estaba segura de que no era una pesadilla sino la realidad, me golpeó. En el mundo surrealista de las pesadillas, “desperté” encontrándome empapada de la sangre que brotaba de debajo de mis brazos. Y en la tierra de las pesadillas me pregunté qué es lo que ocurría y qué podía hacer al respecto, lo que hago a menudo cuando trabajo en algo (aunque no a las tres de la madrugada) y reuní las herramientas y salí a mi jardín como siempre, para recortar y nutrir las plantas y arbustos, que en su mayoría han crecido desde esquejes pequeños, a menudo de unos centímetros de alto, a los que mimé en el interior de mi casa hasta que llegó el tiempo benigno para poder plantarlos fuera, protegidos por el calor y alimentados y atendidos hasta que de repente, de la noche a la mañana, aparece algo nuevo, vibrante, lleno de color, que se eleva sobre sus propias raíces, listo para hacer frente a todas las estaciones. Pero mi jardín, con sus setos de protección (flores blancas en verano, bayas de color naranja en invierno y espinas para disuadir a los intrusos…) había desaparecido. Sólo quedaban allí huellas de bulldozer, profundas, destructoras, sin una hoja, tallo, capullo, tan sólo un desierto.
Luego, en ese mundo de las pesadillas, en mi ropa de dormir, cubierta de sangre, me di cuenta que no tenía llaves para volver a entrar. ¿Qué pasa si alguien me encontraba en ese estado? Me dirigí a la puerta para trazar un plan pero la casa había desaparecido. Estaba sola, ensangrentada, casi desnuda y todo había desaparecido. Me volví hacia otros edificios conocidos pero de repente no había nada. Sólo ruinas, escombros y tierras baldías allá hasta donde mis ojos podían ver. Mi vida, mis libros, mi mundo de confort ya no existía. Sólo la ropa ensangrentada con la que permanecía. Como si me alejara, de repente desperté, empapada y temblando. Un baño caliente, la lavadora, un armario cálidamente ventilado lleno de ropa de cama limpia y mi jardín todavía intacto. El pueblo de Irak estaba todo destruido: sus hogares y jardines, huertos frutales, palmerales, sus vibrantes macetas en balcones o azoteas; los palestinos, sufriendo la misma terrible situación durante sesenta y dos interminables años ya; el pueblo de Afganistán, con sus pueblos, sus aromáticos huertos y jardines de flores y albaricoqueros arrasados, vive una pesadilla de la que no despiertan nunca. Volví a pensar en la niña iraquí cuyos padres tenían un bello jardín, que antes de la invasión nos mostraba a una amiga y a mí su cuaderno de dibujo. Uno de los dibujos mostraba abundancia de flores, llenas de color, en numerosos tonos, y al lado había soldados estadounidenses disparándole a las flores. “¿Por qué hay soldados disparándole a las flores?”, preguntamos. “Porque los estadounidenses odian las flores”, respondió solemnemente. Fue un momento muy triste porque ella representaba a tantos niños que han vivido que los estadounidenses sólo significan odio, miedo y privaciones. Ella no sabía nada de los estadounidenses que habían luchado sin descanso por revertir la situación. Si ha sobrevivido, será una joven adulta. Es muy poco probable que haya cambiado su punto de vista.
En el Reino Unido, el parlamentario escocés Dr. Bill Wilson (4) está abriendo camino para llevar a Tony Blair ante la justicia. En apoyo de su lucha ha escrito ahora al Primer Ministro escocés, Alex Salmond, y al Secretario para la Justicia del Gabinete, Kenny Mac Askill, pidiendo que Escocia incorpore en su legislatura la recientemente acordada definición del crimen de agresión. En su cartadice lo siguiente: “La Conferencia para la Revisión de la Corte Penal Internacional del Estatuto de Roma celebrada en Kampala (5) a principios de este año aprobó una resolución por la que se modificó el Estatuto a fin de incluir una definición del crimen de agresión y las condiciones bajo las cuales la CPI podría ejercer jurisdicción con respecto a ese crimen. El ejercicio actual de jurisdicción está sometido a una decisión que se tomará después del 1 de enero de 2017 por la misma mayoría de Estados-Parte requerida para aprobar una enmienda del Estatuto. Sin embargo, creo que no hay ya ningún obstáculo legal para que los distintos países adopten la nueva definición de crimen de agresión en sus propias legislaturas. Espero que Vd. estará de acuerdo conmigo en que iría en beneficio del prestigio de Escocia si pudiéramos ser uno de los primeros países en hacerlo, y sería un legado magnífico que podría dejar el actual gobierno escocés a medida que se acerca el final de su mandato”.
Comentaba además que, ya que la CPI está ahora de acuerdo sobre la definición de crimen de agresión “creo que aunque la CPI en sí misma no pueda iniciar acciones judiciales sobre esa base por el momento, no hay impedimento para que los países individuales incorporen la definición inmediatamente en sus legislaciones. Si así lo hiciera Escocia, sería un excelente ejemplo para el resto del mundo y enviaría un claro mensaje de que aquí respetamos el derecho internacional. También serviría para crear un incentivo poderoso para que presentes y futuros gobiernos británicos se lo piensen de forma muy cuidadosa antes de embarcarse en la guerra”. He commented that, further, since the The International Criminal Court has now“Creo que la mayoría de los escoceses no desean ver una repetición de la tragedia que hemos visto desplegarse en Irak. Esta podría ser una forma de prevenir aventuras equivocadas en el futuro”. El Dr. Wilson es inflexible: Escocia está en situación de: “…estar a la cabeza de la ética al incorporar la definición de crimen de agresión”, y cuenta con asesoría jurídica en tal sentido. El Dr. Wilson tiene la intención de utilizar Faluya como ejemplo de esa agresión, pero también ha señalado que seguramente hay muchos más ejemplos que no se han podido documentar hasta el momento.
Como John Pilger recuerda, Blair prometió que la (ilegal) invasión de Bagdad se llevaría a cabo sin baño de sangre y que los iraquíes terminarían celebrándola… La realidad es que la criminal conquista aplastó a toda una sociedad, matando a más de un millón de personas, expulsando a cuatro millones de sus hogares, contaminando ciudades como Faluya con venenos causantes de cáncer y dejando una mayoría de niños desnutridos en un país que una vez UNICEF describió como “modélico”. (New Statesman, 30 de septiembre de 2010).
Pakistán, Irán, Yemen, Somalia son ahora los lugares bajo el ojo del huracán imperial; es sin duda necesario fijar un precedente que sirva de advertencia a los dirigentes con malas intenciones. El Dr. Gideon Polya, cuyos trabajos hacen hincapié en las muertes excesivas que desde 1950 están provocando las invasiones, afirma que en Afganistán: “La tasa anual de muerte es de un 7% para los menores de cinco años, mientras que en la Polonia ocupada por los nazis fue del 4% y entre los judíos franceses en la Francia ocupada un 5%”.
Estados Unidos y el Reino Unido, cuyos dirigentes no dejan de bramar sobre los peligros del más reciente de los “Hitler” en los países que están planeando diezmar, han superado a los nazis. Y con creces.
The US, and UK, whose leaders have trumpeted the dangers of the latest "new Hitler" in the countries they planned to decimate, have outdone the Nazis.
Notas:
1. http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=212121 y ver también: www.billwilsonmsp.org
2. "War Crime or Just War", Nicholas Wood, South Hill Press, 2005.
3. Ver 2.
4. Ver 1.
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