Crisis en Yemen: amenazas a la estabilidad nacional
Miércoles 21 de abril de 2010 por CEPRID
Yulianela Pérez
CEAMO
La nueva etapa armada del conflicto entre el gobierno central y los huthis en la provincia de Saada, al norte de Yemen, ha inundado los medios internacionales de comunicación. Sus consecuencias sociales a nivel nacional son significativas y las tensiones que ha despertado, en las relaciones a nivel regional, son perceptibles.
Los seis enfrentamientos que se han producido desde 2004 han causado miles de víctimas y unas 150 000 personas desplazadas, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (UNHCR, siglas en inglés). (1) Varios especialistas enfatizan en el distanciamiento de las posiciones de actores regionales de peso como Arabia Saudita e Irán, acusando que la crisis en Saada, lejos de ser un conflicto nacional, ha devenido en un enfrentamiento intraétnico. (2)
El debate sobre estos elementos pudiera alejarnos de un análisis más completo sobre la realidad que debe enfrentar hoy el gobierno de Ali Abdullah Saleh, en la que confluyen una serie de factores desestabilizadores que han sido el resultado “negativo” de procesos precedentes que no han tenido en cuenta el carácter objetivo de la dinámica de funcionamiento de la sociedad yemenita.
El primer componente está relacionado con el bajo nivel de centralización efectiva del gobierno luego de la unificación en 1990. Este proceso violentó el desarrollo natural de dos fenómenos:
• Las diferencias de dos modelos políticos diametralmente opuestos: una región norte donde los islamistas (gran parte de ellos zaiditas) han participado en el sistema político en diversos momentos y un sur costero que vivió el colonialismo británico y una experiencia socialista única en la península.
• El status quo de las relaciones de poder entre las tribus que pueblan el país y sus mecanismos de expresión política. (3)
En este sentido, podemos comprender el surgimiento del fenómeno de inconformidad social y política en las provincias del sur desde 1994. A partir de 2007, comienza una etapa mejor estructurada de protestas cuando un grupo de jubilados de las instituciones civiles, militares y de seguridad, denunciaron haber sido excluidos y marginados por el gobierno central después de la guerra civil. Denunciaron, además, la expropiación de tierras por altos oficiales del norte al concluir la guerra, su exclusión de las redes de influencia económica, política y militar del norte y la malversación de los ingresos provenientes del sector petrolero, cuyas mayores fuentes de abastecimiento se encuentran en el sur del país. En general, demandaron mejores remuneraciones, beneficios e igualdad de derechos. (4) Las tensiones han aumentado desde que se pospusieron, por un período de dos años, las elecciones parlamentarias que habían sido programadas para abril de 2009. Esto fue asumido por el sector descontento como un reflejo de las anomalías que han caracterizado a los ciclos electorales en el país.
La frustración contra la élite en la capital ha logrado aglutinar a algunos líderes tribales, dirigentes sociales, antiguos oficiales del ejército del sur e, incluso, algunos destacados dirigentes de la izquierda que viven en el exilio como Ali Salem al-Bidh. (5) No obstante, acordar un programa coherente y único ha representado una tarea de mayor envergadura. Durante décadas, el Estado yemení ha sido incapaz de extender su autoridad a muchas zonas rurales, sujetas al control tribal. Tampoco ha podido ejercer un control sobre la educación religiosa. Las carencias económicas, el descontento social, la falta de identificación con el régimen y su política exterior han empujado a muchos jóvenes hacia la radicalización islamista. (6)
La invasión norteamericana de Iraq despertó protestas por parte de la comunidad zaidita contra la política de la administración Bush. En la Gran Mezquita de Sanaa se gritaban lemas contra Estados Unidos, Israel y, además, contra la corrupción del gobierno yemení y su política aliada a la indiscriminada “guerra contra el terrorismo” iniciada por Washington. El líder de estas protestas era el Imam Huseyn Badr al-Din al-Huthi, ex-parlamentario del Partido al-Haqq, acusado de crear ilegalmente centros religiosos y formar el grupo armado Juventud Creyente. (7) Si bien los enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno y los rebeldes huthis tuvieron su origen en la persecución de la oposición política surgida en algunos círculos del zaidismo, hoy constituye un punto más de tensión al interior del país.
La cuestión del apoyo tribal en Yemen ha sido un punto permanente en la agenda del presidente. A partir de 1994, Saleh retomó su política de alianzas con el fin de buscar un reajuste con determinadas tribus a través de “recompensas y castigos”, de este modo, ha creado una compleja red clientelar que le sirve de plataforma de apoyo. Sin embargo, no todas las tribus se han beneficiado de igual manera, las menores que permanecen en áreas marginadas e ignoradas por el poder central, siguen manteniendo relaciones de desconfianza con el Estado. Estas tribus desempeñan en sus territorios un importantísimo papel como proveedoras de los servicios mínimos que el Estado no alcanza a suministrar, intensificando el sentimiento de descontento con la gestión del ejecutivo. (8)
Paralelamente, el gobierno central está abocado a enfrentar la emergencia de una “nueva generación” de líderes de Al-Qaeda, grupo que había sido erradicado en 2003. La nueva generación de líderes ha sido más intransigente e inflexible ante la larga tradición yemenita de negociación y compromiso; incluso su programa pareciera ser más ambicioso que la primera. En enero de 2009, la filial de la organización en Arabia Saudita y Yemen emergió como Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, siglas en inglés). Desde entonces, el grupo ha llevado a cabo una serie de ataques tanto en territorio yemenita como saudita. Según los especialistas, estos hechos evidencian el crecimiento institucional de AQAP, su alcance, fuerza y ambiciones regionales, lo cual es desconcertante para el gobierno en Sanaa y la imagen estadounidense de “policía antiterrorista internacional”. (9)
El segundo elemento que compone el crítico escenario interno yemenita está relacionado con el deterioro de las condiciones económicas como resultado de la crisis financiera internacional, la situación humanitaria producto del desplazamiento de personas al interior del país y la llegada de miles de refugiados del continente africano y la amenazante situación ambiental.
Yemen es el país más pobre de la Península Arábiga y las perspectivas que ofrecen sus principales fuentes de ingresos son preocupantes. La producción de petróleo, que aporta el 70% de los ingresos gubernamentales sufre una contracción cada vez mayor, mientras que la agricultura, que emplea más de la mitad de la fuerza laboral, se enfrenta a la sequía generalizada y al agotamiento de la tierra producto del cultivo extensivo del qat. (10) Los fuertes vínculos económicos con las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, siglas en inglés), la dependencia de la ayuda exterior, las remesas, la inversión extranjera directa y el turismo acentúan la deformación de la economía yemenita e impiden el despegue de un proyecto de desarrollo que responda a las necesidades nacionales.
Las condiciones políticas y económicas han determinado que, en el país árabe, el 45% de la población rural viva por debajo de los índices de pobreza. (11) La gran dependencia de las importaciones de alimentos ha provocado que un tercio de la población sufra de hambre crónica según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, siglas en inglés). (12)
La crisis social como resultado de los enfretamientos en Saada han incrementado el número de personas desplazadas y de campamentos para refugiados. Éstos índices se suman a las 150 000 personas que han cruzado el Golfo de Adén y el Mar Rojo huyendo de la guerra civil, la inestabilidad política, pobreza, sequía y hambrunas que caracterizan a Somalia y el Cuerno de África.(13) Las pésimas condiciones sanitarias con que cuentan los campamentos constituyen un peso para el gobierno central y las organizaciones internacionales que debieran implementar medidas más eficaces para mejorar el abastecimiento de alimentos, agua y medicina.
La convergencia de varios elementos desestabilizadores al interior de Yemen si bien presupone una preocupación sobre el logro o no de algún nivel de gobernabilidad interna, e incluso sobre la viabilidad real del proyecto nacional de unificación, también comprende la interrogante sobre la expansión de factores de inseguridad hacia otros países de la Península. La mayor preocupación debe versar sobre la posibilidad de que intereses foráneos aprovechen esta coyuntura (que muchos tildan como “estado fallido”) para justificar la imposición de su presencia en este punto clave de la región que controla las redes de comercio que atraviesan por el Mar Rojo.
Referencias:
(1) “Yemen - humanitarian crisis in the north and growing arrivals by sea”, www.unhcr.se/en/news/news_index_en.html, 29-09-09.
(2) Abdel-Latif, O.: “Sectarian rifts appear”, http://alahram.org, 23-11-09.
(3) Hamad Zahonero, L.: “El fenómeno tribal en Yemen: sustrato histórico del poder de las tribus”, www.uam.es, 08-06-07.
(4) “Misperceptions About the Southern Protests in Yemen”, www.ecssr.ac.ae, 30-06-09.
(5) Rekondo, T.: “Yemen afronta una situación muy delicada”, www.rebelion.org, 28-09-09.
(6) “Yemen: la guerra silenciosa”, http://abna.ir, 20-11-09.
(7) Ibíd.
(8) Hamad Zahonero, L.: Ob.cit.
(9) Brian O’Neill, B.: “Is Yemen really a centralized state?”, www.alarabiya.net, 23-11-09.
(10) Fakir, I.: “Economic and Regional Challenges”, www.carnegieendowment.org/, 23-11-2009
(11) Ibíd.
(12) “Food Security in the Middle East & North Africa”, www.worldbank.org. 02-09-09.
“Yemen - humanitarian crisis in the north and growing arrivals by sea”, www.unhcr.se, 29-09-09.
Yulianela Pérez es investigadora del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente de La Habana (Cuba).
CEPRID
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