Tantas mentiras del Fondo Monetario Internacional
Jueves 4 de mayo de 2023 por CEPRID
Instituto Tricontinental de Investigación Social
Vijay Prashad
Sorprendentemente, durante su visita a Ghana a finales de marzo de 2023, la Vicepresidenta de EE.UU. Kamala Harris anunció que la Oficina de Asistencia Técnica del Departamento del Tesoro de EE. UU. “desplegará un asesor residente a tiempo completo en 2023 en Accra para ayudar al Ministerio de Finanzas a desarrollar y ejecutar las reformas a medio y largo plazo necesarias para mejorar la sostenibilidad de la deuda y apoyar un mercado de deuda pública competitivo y dinámico”. No cabe duda de que Ghana se enfrenta a importantes retos en este terreno, ya que su deuda externa asciende a 36.000 millones de dólares y su ratio deuda/PIB supera el 100%. Cuando Harris abandonaba Accra, Reuters informaba que Ghana había contratado a la empresa asesora financiera Lazard, con sede en Bermudas, para que representara al país en las conversaciones con Rothschild & Co, con sede en París, que representará a los tenedores internacionales de bonos, que son los mayores acreedores de esta nación con problemas de liquidez. En lugar de presionar a estos tenedores de bonos para que cancelaran parte de la deuda (lo que se conoce como “recorte”) o prorrogaran una moratoria en los pagos del servicio de la deuda, el gobierno estadounidense se limitó a proporcionar a Ghana un “asesor técnico”.
En diciembre, Ghana firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a través de su Servicio de Crédito Ampliado para recibir 3.000 millones de dólares en tres años. A cambio, el gobierno de Ghana aceptó “un amplio programa de reforma económica” que incluye el compromiso de “aumentar la movilización de recursos internos y racionalizar el gasto”. En otras palabras, el gobierno de Ghana llevará a cabo un régimen de austeridad contra su propio pueblo. En el momento de este acuerdo, la inflación en el país había aumentado hasta el 54,1 %. En enero de 2023, estaba claro que los precios de la electricidad, el agua, el gas y la vivienda habían subido un 82,3 % en el transcurso de un año. El Banco Mundial estima que la tasa de pobreza de Ghana es ya del 23,4%, y prevé que “aumentará ligeramente debido a los efectos acumulativos de las subidas de las tarifas de la electricidad y el agua, el aumento de los precios de los alimentos y el incremento de los impuestos sobre el consumo”. Nuevos recortes del gasto público, junto con la reestructuración de la deuda interna, significarán la desesperación para casi todos los aproximadamente 33 millones de habitantes de Ghana.
Es poco probable que el “asesor residente a tiempo completo” del gobierno estadounidense sobre la deuda de Ghana ofrezca una evaluación basada en hechos de la creciente deuda o soluciones prácticas a lo que se ha convertido en una crisis de deuda permanente. Ya está claro que no centrará su atención en los ricos tenedores de bonos occidentales, como las empresas británicas Abrdn y Amundi o la estadounidense BlackRock, que poseen una parte considerable de los 13.000 millones de dólares de deuda en eurobonos de Ghana. Para Estados Unidos es mucho más fácil culpar a China, a pesar de que este país posee menos del diez por ciento de la deuda externa de Ghana. Tal vez por ello, el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, declaró a Harris: “Puede que en Estados Unidos haya una obsesión por las actividades chinas en el continente [africano], pero aquí no existe tal obsesión”.
La última sección de nuestro último dossier, Vida o deuda: el yugo del neocolonialismo y la búsqueda de África por alternativas, ofrece propuestas prácticas de políticas públicas para los países afectados por crisis permanentes de deuda. Entre ellas se encuentran sugerencias para crear códigos tributarios progresivos, reformar la infraestructura bancaria nacional, crear fuentes de financiación alternativas a la trampa de la deuda y la austeridad del FMI y potenciar el regionalismo. Dado que el FMI y el Banco Mundial castigan a cualquier país que se desvíe de su ortodoxia, tales políticas habrían sido impensables incluso hace una década. Ahora, con la llegada de fuentes alternativas de financiación para el desarrollo (de China, sin duda, pero también de otras fuerzas del Sur Global), se ha abierto un espacio para que las naciones más pobres construyan sus propios proyectos nacionales y regionales basados en teorías de desarrollo genuinas y soberanas. Como señalamos en el dossier: “Estos proyectos deben aprovechar múltiples oportunidades para recaudar fondos y la fragilidad del poder del FMI también debe ser utilizada para avanzar en políticas fiscales y monetarias que se basen en una agenda comprometida con la resolución de los problemas del pueblo africano, no con facilitar las exigencias de los ricos tenedores de bonos y de los Estados occidentales que los respaldan”.
Los principios en los que se basa nuestro dossier surgieron de una declaración redactada por el Colectivo de Economía Política Africana (CAPE) titulada El FMI nunca es la respuesta, que se publica en el dossier. Entre otras reflexiones clave, esta declaración señala que es necesario un “nuevo tipo de aparato institucional que promueva la cooperación en lugar de la competencia”, lo que incluye “establecer acuerdos monetarios que eviten el dólar estadounidense”. ¿Por qué es tan importante la desdolarización? El senador estadounidense Marco Rubio respondió claramente a esta pregunta: “Dentro de cinco años no tendremos que hablar de sanciones porque habrá tantos países que realicen transacciones en divisas distintas del dólar que no tendremos capacidad para sancionarlos”. La dependencia del dólar no solo permite a Estados Unidos sancionar a los países, sino que también es “una fuerte palanca de la condicionalidad del FMI”, como señala la declaración del CAPE. La declaración también señala la urgencia de la “necesidad de restaurar y fortalecer la capacidad y autonomía de los Estados africanos para cumplir su agenda de desarrollo”. Esto incluye aumentar la capacidad de los Estados para movilizar los ingresos fiscales y utilizar estos fondos para construir la dignidad de sus poblaciones. Cualquier enfoque del desarrollo en nuestros tiempos que respete la soberanía de las naciones debe centrarse en crear una nueva forma de financiación de los aparatos de desarrollo, así como un nuevo papel para las instituciones estatales en este proceso.
En la reunión del Banco Mundial de mediados de abril, Ajay Banga, antiguo ejecutivo de Citigroup y Mastercard, será proclamado presidente. Será el decimocuarto ciudadano estadounidense que ocupe este cargo y el decimocuarto hombre desde que se nombró al primer presidente del banco en 1946. Banga no tiene experiencia en el mundo del desarrollo: antes de dedicarse a la banca comercial, participó en el lanzamiento en India de las franquicias estadounidenses de comida rápida Pizza Hut y Kentucky Fried Chicken. Mientras tanto, el Nuevo Banco de Desarrollo, también conocido como Banco BRICS, acaba de elegir a su nueva presidenta, Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil. Rousseff llega al Banco BRICS con una amplia experiencia en el programa brasileño de erradicación de la pobreza absoluta. A diferencia de Banga, que promoverá la religión de la privatización, Rousseff aportará su experiencia de trabajo con políticas estatales sólidas, como el programa de transferencia de ingresos “Bolsa Família” y el programa de protección social “Brasil Sem Miséria”. Como señalamos en el dossier, la aparición del Banco BRICS, junto con otras instituciones del Sur Global, ya ha comenzado a presionar al FMI y al Banco Mundial en cuestiones clave como el agotamiento del modelo neoliberal de deuda-austeridad y la necesidad de nuevas herramientas, incluidos los controles de capital, para que los gobiernos aumenten la soberanía de sus Estados y la dignidad de sus poblaciones.
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