CEPRID

Así es como se ve la fiebre de guerra liberal

Jueves 17 de marzo de 2022 por CEPRID

ALASTAIR CROOKE

Fundación de la Cultura Estratégica

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

Todos sabemos que la cobertura de Ucrania de los medios occidentales está muy cargada; se juega sistemáticamente con la simpatía por las (algunas) ‘víctimas’ desvalidas y dirigiendo los sentimientos hacia una indignación moral que exige retribución y castigo para los responsables.

David Brooks en “The New York Times” eleva este sentimiento de culpa a planos superiores: “El credo del liberalismo está cobrando un segundo aire [y] nos ha recordado no solo cómo es creer en la democracia, el orden liberal y el honor nacional; también nos exige actuar con valentía en nombre de estas cosas. Nos han recordado cómo los reveses [pueden] habernos hecho dudar y ser pasivos acerca del evangelio de la democracia. Pero, a pesar de todas nuestras fallas, el evangelio sigue siendo absolutamente verdadero”.

Ucrania puede ser muchas cosas… pero ¿un ‘evangelio de la democracia’?

Cada crisis seria, por supuesto, es también una oportunidad para la mitopoesis, especialmente en momentos de anomia, cuando menos de la mitad de la sociedad cree que su país no está preocupado por ellos y “que los sistemas económicos y políticos (y el las personas que los dirigen) gobiernan contra la gente”.

El establishment angloamericano ha demostrado ser experto en intuir los estados de animo, y ante el malestar ciudadano una ‘mentira noble’ puede usarse para dar un suspiro al “orden basado en reglas”. Su poder inherente se utiliza para generar la indignación, creando peligrosamente una “casus belli”. Después de todo, qué mejor fuerza unificadora que el “gran proyecto estadounidense” para energizar el deseo de una significación nacional reapropiada en Ucrania.

Occidente ha llevado el dominio del ‘espacio de información’ a extremos peligrosos: ha reforzado su control sobre la información; marginado a los pocos periodistas de investigación que quedan; y anulado los análisis sobrios como ejemplos de apaciguamiento o con acusaciones de “putinismo”. No se permite la libertad de pensamiento en línea; solo se permite opiniones favorables (por ejemplo, simpatías pro neonazis y violencia contra los rusos y Rusia); en fin, se ha establecido un monopolio sobre la verdad. De modo que, cuando se detectan falsedades, cualquier opinión discordante «desaparece» algorítmicamente.

No hay duda de que Occidente ha refinado la batalla de los “relatos”, pero su éxito está difundiendo sus propios patógenos a través de los capilares de los medios occidentales. Una vez puesto en marcha, el sistema posee todo el poder adictivo de los juegos en línea. Se escribe un guion para el nuevo escenario; se produce una realidad ficticia y se escenifica con un video. Muchos no creen en la pieza resultante, pero no tienen nada que hacer, excepto mirarla en silencio y frustrados. “Juego terminado.Usted ha ganado”.

Excepto que no lo haces. Siempre hay un juego a la mano, para que derrotes al último soldado ruso; y te felicites por los actos de valentía de los “guardianes de la democracia”. De esta manera la exigencia psicológica de “retribución y castigo” adquiere un impulso imparable. La lógica de su estructura hace que sea casi imposible para que los líderes políticos se enfrenten a esta manipulación masiva.

Aquí es donde estamos: tres realidades, tan separadas entre sí, que no se tocan en ningún punto.

Existe la realidad de las operaciones sicológicas (PsyOps) que no se parece en nada a la realidad de la situación militar sobre el terreno. De hecho, se manifiesta como una visión polarizada: una resistencia heroica versus un ejército ruso fallido, desmoralizado y cojeando. Mientras que la realidad es que “Putin NO está loco y la invasión rusa NO está fallando”.

Luego están la realidad de EEUU y Europa “unidos en una empresa económica y moral” (aunque con cierto autosacrificio-autoflagelación) para castigar a Rusia. La otra realidad es que un “mundo en guerra” (ya sea cinética o financiera), será un desastre para Europa y EEUU. La guerra es inflacionaria. La guerra es contractiva. Todo está subiendo verticalmente (petróleo, gas, minerales) y toda la cadena de producción de alimentos está bajo presión. Pero, esta situación claramente es menos desastrosa para un súper proveedor de alimentos y materias primas como Rusia.

El tercer conjunto de realidades cercenadas es, por un lado, el enfoque exclusivo y sin contexto de los acontecimientos de Ucrania, un enfoque que no reconoce que se trata de un momento de inflexión política y económica mundial, y, por el otro, un elefante que es el megaproyecto de Rusia y China que proponen el repliegue del orden hegemónico ‘basado en reglas’.

Hay otras realidades separadas (como la de una Rusia aislada y rechazada frente a la realidad que gran parte del planeta no apoya las sanciones punitivas de EEUU y Europa). Pero todo esto no importa.

El punto aquí no es solo qué pasa cuando estas realidades chocan, sino qué sucede cuando una u otra “realidad” (con una fuerte carga emocional y moralizadora) es forzada a reconocer que su visión es INCORRECTA.

El actual contagio informativo nos plantea la pregunta: ¿de qué manera cambiarán las emociones si todo el ruido se desmorona y el “chico malo” gana el juego? ¿Se volverá la gente en contra de sus líderes actuales, u optará por redoblar esfuerzos, exigiendo más guerra a medida que sus instintos se rebelen ante un fracaso infligido por convicciones cuasi religiosas? El resultado de este dilema psíquico puede determinar si nos dirigimos a una escalada y a una guerra prolongada o no.

Funcionarios de inteligencia estadounidenses han afirmado que Putin está «desesperado» por poner fin al conflicto y, algunos sugirieron que incluso podría activar un arma nuclear táctica en una ciudad ucraniana: “Debemos saber que la doctrina rusa sostiene que hay que escalar para desescalar, así que creemos que el riesgo aumentará, de acuerdo con esa doctrina». Lo ha dicho William Burns, director de la CIA y ex Embajador en Moscú,

Ahí está… están planteando la siguiente etapa de la escalada. Esto que se atribuye a Putin, es lo que la CIA ha «difundido» públicamente. ¿Es preparación del terreno? Es probable que la idea del fracaso ruso no esté entre cartas que maneja la CIA, ya que la opción de meter a Rusia en el “atolladero ucraniano” sigue siendo su meta principal. Si la narrativa PsyOps, de la que tanto depende, no resiste la realidad, el público exigirá respuestas. ¿Por qué nos condujeron por “un camino primaveral”?  El revés se notaría demasiado.

Se han encontrado laboratorios biológicos en Ucrania que, según se informa, tienen directa conexión con EEUU. Cuando se le preguntó sobre ellos, Victoria Nuland sorprendentemente admitió su existencia, pero dijo: “nos preocupa la información que Rusia pueda obtener y estamos 100% seguros que si hay un ataque biológico este lo harán los rusos». De inmediato los medios de comunicación del Reino Unido encabezaban sus primeras páginas: “Putin planea un ataque con armas químicas en Ucrania”. Claramente, el factor miedo se está intensificando para sostener la “estrategia del atolladero” para Rusia en el sector occidental de Ucrania. Es, como insinuó David Brooks, el último suspiro en la defensa del orden mundial liberal.

¿Puede toda esta exageración mediática (pequeñas armas nucleares, armas biológicas y químicas) llevarnos realmente a una guerra? James Carden, en su artículo cita un ejemplo histórico: “En una carta privada escrita en 1918, el canciller alemán recientemente depuesto admitió que en el período previo a la Gran Guerra hubo circunstancias especiales que trabajaron a favor de la guerra, incluidas aquellas en las que Alemania (en 1870-71) entró en el círculo de las grandes potencias” y se convirtió en “objeto de envidia por parte de las otras Grandes Potencias, en gran parte, aunque no del todo, por su propia culpa. Sin embargo, Bethmann vio otro factor crucial: el de la opinión pública: ¿de qué otra manera se explica el sin sentido que permitió a países como Italia, Rumanía y Estados Unidos participar en un baño de sangre, cuando originalmente estas naciones no estaban involucradas en la guerra y no descansaron hasta hacerlo?”.

Frente a la perspectiva que Putin pueda lograr sus objetivos, ¿cómo debería reaccionar Europa y Estados Unidos salvo con una guerra general? En realidad, se puede reaccionar de manera muy diferente.

En primer lugar, debemos recordar que uno de los objetivos de esta ‘fiebre bélica’ siempre fue atar a Europa con los EEUU y la OTAN y evitar que Rusia y China coopten a Europa en el proyecto de integración económica del Gran Corazón Asiático, dejando así a EEUU como una “isla”, estratégicamente hablando.

Los neoconservadores ya han tenido buenos resultados: se canceló Nord Stream 2, lo que deja a Europa sin una fuente de energía barata y segura. Desde el principio, el gaseoducto se concibió como la unión de los recursos rusos con la capacidad de fabricación europea. Ahora esta opción ya no existe. La UE se ha sumado a la “fiebre” bélica estadounidense levantando un ‘telón de acero’ contra Rusia (y por extensión contra China). La UE se ha “autosancionado” convirtiéndose en un mercado cautivo para las grandes empresas de energía y la tecnología estadounidenses.

A la UE le gustaba imaginarse a sí misma como un imperio liberal. Pero eso seguramente se acabó. Su ‘reset’ al estilo de Davos, diseñado para ganarle la delantera a Estados Unidos, ya no existe. Las cuatro ‘transiciones’ de las que dependía Bruselas para elevar su poder, ya no existen: regulaciones sanitarias, ataque al cambio climático, automatización y marcos regulatorios monetarios. Por una razón u otra, ya están fuera de su agenda.

La UE contaba con estas transiciones como clavija para imprimir una gran cantidad de dinero. Lo necesitan para licuar un sistema sobre-endeudado. En ausencia del “reset”, se proponen crear un fondo para la defensa y la sustitución de energía rusa, todo financiado por eurobonos. (Como el fondo es altamente inflacionario será interesante ver si los llamados ‘cuatro frugales’ de la UE aceptan esta táctica que esconde una deuda mutualizada).

En efecto la inflación, que ya es muy alta, está en la raíz de la crisis que enfrentará Bruselas. Con los precios de la luz hay poco que hacer. Y, no hay forma que Europa pueda encontrar 200 mil millones de metros cúbicos de gas, para reemplazar el gas ruso, ya sea Argelia, Qatar o Turkmenistán. Además, faltan de terminales de GNL para descargar y almacenar el gas licuado.

Los europeos se enfrentan a un futuro sombrío con precios altísimos y contracción económica. Por ahora, hay poca disidencia política a las élites. Una oposición genuina (lo contrario a la oposición simbólica) ha sido desmantelada por Bruselas al estigmatizar el ‘populismo’. Los ciudadanos europeos deberán soportarán con creciente enojo (hasta que malestar se vuelva insoportable).

Sin embargo, el ‘populismo’ en Estados Unidos no está muerto y es muy posible que seamos testigos de un aumento en este sentimiento en noviembre. Unos 30 congresistas republicanos han optado por retirarse en las próximas elecciones intermedias. El punto aquí es que el populismo estadounidense tradicionalmente es fiscalmente conservador. Y parece que Wall Street también se está moviendo en esa dirección: es decir, es posible que se estén preparando para deshacerse de Biden y apoyar un mayor rigor fiscal.

Esto potencialmente es enorme. El jefe de la Reserva Federal dijo que, si bien una parte de la inflación puede atribuirse a la FED, el Congreso, también es responsable. Esto se traduce como: «¡Biden, detén el gran gasto!». La FED necesita espacio para subir las tasas de interés. El jefe de Citibank habló en una línea similar.

¿Wall Street cambiará de opinión (respaldaron a Biden en las últimas elecciones) y, por lo tanto, ampliarán el margen de una probable mayoría republicana en el Congreso? Si es así, con una mayoría lo suficientemente grande, todo políticamente puede ser posible. Tradicionalmente, el conservadurismo republicano es muy cauteloso con el aventurerismo en el extranjero.

Alastair CROOKE. Exdiplomático británico, fundador y director del Foro de Conflictos con sede en Beirut.


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