CEPRID

La revuelta campesina en India (y II)

Jueves 30 de diciembre de 2021 por CEPRID

Tricontinental

CEPRID   La liberalización y la crisis agraria

En 1990-91 el gobierno indio se enfrentó a una grave crisis de divisas. Las reservas de divisas cayeron a 1.200 millones de dólares, lo que solamente alcanzaba para pagar dos semanas de importaciones. El gobierno transportó 47 toneladas de oro a Londres como garantía de un préstamo de corto plazo por 400 millones de dólares del Banco de Londres. En este contexto, India decidió recurrir al FMI. En noviembre de 1991, el ministro de Finanzas, Manmohan Singh, dijo: “Las negociaciones con el FMI fueron difíciles porque el mundo ha cambiado. India no es inmune. India tiene que sobrevivir y florecer en un mundo que no podemos cambiar a nuestra imagen y semejanza. Las relaciones económicas son relaciones de poder. No estamos viviendo en una obra moral”.

Como han señalado algunos economistas, India aún tenía otras opciones para salir de la crisis en la que se metió. En vez de ello, el gobierno eligió aceptar préstamos del FMI y del Banco Mundial con fuertes condiciones. El país se vio obligado a implementar reformas neoliberales bajo la rúbrica de programas de ajuste estructural, que tenían el apoyo entusiasta tanto del capital indio como del metropolitano. Esta agenda de reformas significaba que la política del gobierno dejaría de intentar proteger al pueblo indio del peor impacto del capitalismo no regulado.

El gobierno comenzó a desregular el sector bancario proporcionando licencias a nuevos bancos privados, que comenzaron a competir con los bancos del sector público. Esto tuvo un impacto negativo en el sistema agrario. En ese momento, los voceros de la liberalización argumentaron —a menudo con poca evidencia— que el sector bancario había sufrido a causa de la imposición de cuotas para el crédito agrícola, el techo impuesto a las tasas de interés para la agricultura y la creación de una red de sucursales bancarias rurales. Los bancos del sector público, al encontrar difícil competir con los nuevos bancos privados, eliminaron sus sucursales rurales. El crédito destinado a la agricultura fue a otros sectores, incluido el sector financiero que crecía lentamente. El crédito agrícola se redujo y los agricultores una vez más acudieron a fuentes de crédito informales y explotadoras.

El primero de enero de 1995, India se unió a la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que supuso una relajación de las restricciones cuantitativas a las importaciones agrícolas. Lxs campesinxs indios —muchos cultivando apenas unos pocos acres de tierra— se vieron forzados a competir con agricultores de países industriales avanzados, que operaban en miles de hectáreas y recibían enormes subsidios de sus gobiernos.

El gobierno no solo abrió la puerta a las importaciones agrícolas, sino que también asfixió a lxs campesinxs recortando los subsidios. Los precios de los fertilizantes subieron, lo que significó un aumento de los costos de producción. Campañas masivas de relaciones públicas de empresas privadas que prometían rendimientos más altos y ganancias llevaron a lxs campesinxs a comprar semillas y pesticidas caros, que elevaron los costos de producción con escaso aumento de los rendimientos de las cosechas. Esto fue evidente en el cultivo de algodón en las regiones semiáridas de la meseta del Decán. Se había animado a lxs campesinxs a sembrar algodón para exportar, pero la baja regulación del agronegocio llevó a la venta de semillas espurias y al uso excesivo de pesticidas, lo que no protegió a lxs campesinxs de las pérdidas de cosechas consecutivas causadas por plagas. La caída de los precios internacionales del algodón a lo largo de los años desencadenó una grave crisis agraria en esta región, con el consiguiente aumento de la muerte de campesinos por suicidio. La inversión pública en las zonas rurales se redujo agudamente. Después de 1991, no hubo expansión de la superficie con irrigación. La superficie con canales se redujo en 400 mil hectáreas, debido a la falta de reparaciones y de desarenado. Como consecuencia, el ingreso de lxs campesinxs entre 1993-94 y 2004-2005 creció apenas un 1,96% anual.

El aumento de los costos crecientes, los bajos precios en el mercado mundial y las cosechas fallidas condujeron a un período de crisis agraria sostenida. Desde 1991, el gobierno ha reducido el subsidio a los alimentos de consumo, afectando negativamente la seguridad alimentaria de millones de personas. Entre 1995 y 2001, el número de personas desnutridas en India aumentó en casi 20 millones. El informe Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo (2003) de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO) indicó que, en ese momento, de 842 millones de personas desnutridas en el mundo, 214 millones, o sea una cuarta parte, vivían en la India. Abatidxs por las deudas, al menos un cuarto de millón de campesinxs se suicidaron en esa década.

La crisis agraria no es universal, afecta sobre todo a lxs agricultorxs pequeños y marginales. Los agricultores ricos —que se diversificaron hacia la horticultura, acuicultura, etc.—han sido capaces de protegerse de toda la extensión de la crisis aprovechando los mercados internacionales en sectores clave. Han tenido los medios para hacer inversiones y la capacidad de absorber pérdidas en los años malos. Ciertamente, la liberalización no ha sido tan cruel para los grandes agricultores como para el resto de la sociedad agraria.

Después de 1991, a medida que las consecuencias negativas de la liberalización comenzaron a impactar a lxs trabajadorxs rurales, lxs obrerxs, lxs desempleadxs y a quienes viven en barrios marginales, la reacción fue rápida. Además del suicidio de campesinxs, hubo protestas masivas contra la usurpación de tierras públicas, desde el robo de los viñedos de betel, pasando por la siderúrgica Posco en Orissa, hasta la defensa de tierras de cultivo para que no sean arrebatadas para Zonas Económicas Especiales en la aldea de Bhatta Parsaul (Noida, estado de Uttar Pradesh). Todos los estados de la India han enfrentado disturbios, a medida que se ha deteriorado el nivel de vida de muchxs y las perspectivas de trabajo se han estancado. Se han destruido vidas para crear valor para la burguesía agrícola e industrial y para las empresas multinacionales y nacionales vinculadas a ellas. El martillo del “progreso” cae con fuerza sobre los adivasi (comunidades indígenas), cuyas tierras son la zona cero de la explotación, y sobre los dalits (castas oprimidas), cuyo trabajo en el campo ahora está impulsado por presiones inimaginables. La brutalidad de la vida cotidiana en India hoy no se traduce fácilmente en actividad política. La inseguridad social, el trabajo temporal y peligroso, la fragmentación de las comunidades, la emigración a larga distancia, y los largos desplazamientos diarios hacen difícil la posibilidad de la acción política, pero también la hacen imperativa.   Indulto

En 2004, la United Progressive Alliance (UPA) (‘Alianza Unida Progresista’), una coalición liderada por el partido Congreso, ganó las elecciones parlamentarias y formó gobierno. Los partidos de izquierda que apoyaron a la UPA en el parlamento exigían un freno a la agenda de reformas neoliberales y que el gobierno apoye a lxs campesinxs. Estos acuerdos se plasmaron en el Programa Mínimo Común, el documento en el que se perfilaban los objetivos de la coalición de gobierno. Uno de sus seis principios básicos pedía explícitamente al gobierno “mejorar el bienestar de lxs campesinxs, trabajadorxs agrícolas y obrerxs, especialmente de aquellxs en el sector no organizado, y asegurar un futuro seguro para sus familias en todos los aspectos”.

El crédito en la agricultura mejoró, así como la inversión pública en las áreas rurales. En 2005, el gobierno introdujo un programa de garantía de empleo rural (Mahatma Gandhi National Rural Employment Guarantee Act o MGNREGA) que prometía 100 días de trabajo a todxs lxs trabajadorxs agrícolas, proporcionaba fondos para la mejora de la infraestructura de las aldeas y aumentaba las capas freáticas en las zonas propensas a la sequía, mediante el desarrollo de cuencas. Estos programas propiciaron la expansión agrícola, especialmente en la producción de cultivos comerciales como el algodón. Lxs agricultores se diversificaron con cultivo de hortalizas y la cría de aves de corral para satisfacer la demanda de la clase media urbana. Ayudó que los precios mundiales de la agricultura eran altos, que el PIB de la India creció 7-8% anualmente y que aumentaron las inversiones públicas y privadas. Entre 2004-05 y 2011, el ingreso de lxs agricultorxs se incrementó un 7,6% anualmente, en contraste con el 1,96% de los años anteriores.

A pesar de la presión de la izquierda, el gobierno de la UPA —especialmente en su segundo mandato (2009-2014), en que no dependía del apoyo de la izquierda— impulsó una agenda neoliberal en muchos ámbitos, favoreciendo a la boyante clase capitalista india. En este período la UPA desreguló el sector de los fertilizantes, liberalizó el arrendamiento de tierras, abrió la agricultura al comercio de futuros y comenzó un proceso de reformas del mercado agrícola. En otras palabras, en su segundo mandato, la UPA comenzó el proceso que el actual primer ministro, Narendra Modi, aceleraría.

El gran capital de India, en estrecha connivencia con la clase política, se aprovechó de las políticas de privatización para apoderarse de recursos públicos (incluidos los activos rentables del sector público), adquirir vastas extensiones de tierra desplazando a las comunidades de sus aldeas y bosques, controlar los recursos minerales de la nación y socavar a los bancos del sector público a través de una cascada de fraudes y esquemas de no pago. Este proceso —que incluye privatización, liberalización del comercio y políticas deflacionarias— es lo que Prabhat Patnaik denomina “acumulación por cercamiento”, el impulso del capital de apoderarse de áreas de la vida humana con todo el apoyo del Estado. Desde 2008, el industrial Mukesh Ambani hace su aparición anual en la lista de multimillonarios de Forbes; ese año su patrimonio neto era de 20.800 millones de dólares y pronto se convertiría en el hombre más rico del mundo fuera de Norteamérica y Europa. Cuando el gobierno de la UPA fue reelegido para un segundo periodo en 2009 y pudo gobernar sin el apoyo de la izquierda, los mercados de acciones se dispararon hasta elevar la capitalización bursátil de las empresas de Ambani en 12 millones de dólares en cinco días.

La plaga de Modi

En 2011, los mayores capitalistas en India —incluido Mukesh Ambani— participaron en un cónclave llamado Gujarat Vibrante, donde alabaron al entonces primer ministro del estado de Gujarat, Narendra Modi, dejando de lado la acusación que pesa sobre él de perpetrar un genocidio de musulmanes en 2002, y respaldaron efectivamente la pretensión de Modi de ser primer ministro. Ansiosos por más reformas neoliberales, estos capitalistas apostaron por Modi como su instrumento para la “liberalización del mercado laboral” (ej.: reducir los sindicatos) y para la “reforma agraria”. Tres años después, el Partido Bharatiya Janata de Modi ganó las elecciones parlamentarias y él se convirtió en primer ministro de India.

El gobierno de Modi fue recibido con un colapso de los precios internacionales de los cultivos de exportación, como el algodón, dos años de sequía y una desaceleración general de las tasas de crecimiento de la agricultura. En lugar de hacer frente a la crisis que se desató, el gobierno de Modi infligió otros tres desastres económicos:

a. Desmonetización (2016). Al retirar más del 80% de la moneda en circulación sin previo aviso, Modi forzó una restricción de la demanda, incluyendo los productos agrícolas. Lxs campesinxs debieron tirar leche y verduras a la basura mientras descubrían que el efectivo que tenían en sus manos no tenía valor.

b. Impuesto sobre bienes y servicios (IVA) (2017). La implementación del IVA redujo los pequeños márgenes de maniobra de los pequeños comerciantes y las empresas minoristas. Esto afectó a los mercados agrícolas, que vieron una mayor presencia de empresas monopolistas en lugar del sector de pequeños comerciantes, más diversificado.

c. COVID-19 (2020-21). El gobierno del BJP no consiguió hacer frente a la enfermedad y su rápida propagación. Un confinamiento súbito en marzo de 2020 forzó a millones de trabajadorxs migrantes a dejar sus trabajos en las ciudades y regresar a sus hogares en las aldeas y ciudades más pequeñas. Cuando las tasas de infección y mortalidad aumentaron rápidamente, la demanda por productos agrícolas cayó, lo que intensificó la crisis para lxs agricultorxs que no tenían ninguna red de seguridad.

Cuando estalló la crisis de COVID-19, el gobierno se aprovechó de la situación para introducir tres proyectos de ley agrícola en el parlamento, en junio de 2020, que fueron aprobados y promulgados en septiembre del mismo año sin debate parlamentario. Estas tres leyes abren el sector agrícola a la entrada de los grandes agronegocios. El gobierno afirma que estas leyes permitirán a lxs campesinxs descubrir los mejores precios en el mercado, cuando de hecho pondrán a competir a lxs campesinxs con el agronegocio que controla la información del mercado y disfruta de ventajas de escala.

Las tres leyes debilitan la limitada regulación que existe en el mercado agrícola. Estas regulaciones han sido estranguladas desde 1991, pero ahora están siendo removidas.

1. Ley de Comercio de Productos Agrícolas (Promoción y Facilitación)[1]. Esta ley define que el comercio por fuera de las plazas de mercado no tendrá impuestos, lo que significa que los comerciantes abandonarán los mercados regulados por mercados sin regulación. En los lugares donde existen plazas de mercado reguladas, como Haryana y Punjab, esto ya ha tenido un impacto inmediato.

2. Ley de Acuerdo de Garantía de Precios y Servicios Agrícolas (Empoderamiento y Protección) de los Agricultores. Esta ley permite a las empresas del agronegocio negociar directamente con lxs campesinxs por una cantidad específica de un cultivo a un precio determinado. No hay ninguna regulación o límites para el contrato. Los contratos pueden ser verbales. La ley también mantiene cualquier disputa acerca de estos contratos fuera de la jurisdicción de los tribunales civiles, dejando a lxs campesinxs a merced de las corporaciones y los burócratas.

3. Ley de Productos Básicos (Enmienda). Mediante esta acta, el gobierno removió productos clave (cereales, legumbres, papas y cebollas) de la lista de productos esenciales que, según la Ley de Productos Básicos de 1955, no debían ser acaparados o especular con ellos. La ley de 1955 tenía por objeto prevenir la inflación del precio de los alimentos. La enmienda facilita la entrada de empresas al comercio de granos y permite el acaparamiento de productos agrícolas, lo que acelera la especulación en el mercado.

El campesinado comprendió inmediatamente que estas tres leyes significaban la toma de posesión de la agricultura por parte de las grandes empresas. Actualmente, lxs campesinxs luchan por obtener una parte adecuada del valor de sus cosechas, quienes cultivan arroz obtienen menos de la mitad de lo que paga el consumidor, mientras quienes cultivan cebolla y papas obtienen el 35% del precio de venta al por menor. Una vez que el agronegocio se haga con el control del comercio, es inevitable que lxs campesinxs vean disminuir aún más su cuota.

Más aún, el campesinado sabe que una vez que se cierren los mercados regulados, el gobierno reducirá la compra de granos y puede retirar totalmente los precios mínimos de apoyo. El gobierno ha dicho que en lugar de subsidiar los fertilizantes hará transferencias en efectivo a lxs campesinxs. Estos piensan que es muy probable que el monto de esa transferencia no siga el ritmo de la inflación y que eventualmente se detenga. Una vez que se recorten los subsidios, lxs campesinxs experimentarán un alza del costo de los insumos, y sin precios mínimos de apoyo deberán enfrentar los volátiles mercados agrícolas sin apoyo.

La justificación de estas leyes es que los fertilizantes subsidiados y la adquisición de productos básicos esenciales llevó al uso excesivo de pesticidas, degradando los suelos y la salud, y a la utilización excesiva de recursos hídricos subterráneos (especialmente por la expansión del arroz y el trigo). No hay razones para creer que las grandes empresas se preocupan por la salud del suelo o el uso excesivo de agua. La mejor solución a estos problemas no es desmantelar las instituciones, sino reformarlas. Por ejemplo, lxs campesinxs han pedido por largo tiempo que el gobierno amplíe la lista de cultivos que adquiere, aumentando la cantidad de cultivos diferentes al arroz y el trigo. Esto permitiría establecer la maquinaria de adquisiciones fuera de las zonas afectadas por la Revolución Verde y aseguraría un patrón de cultivos más equilibrado. Si se mejoran los servicios de extensión para dar apoyo técnico, se podría optimizar el uso de los insumos. Confiar en las empresas de agroquímicos para el asesoramiento sobre fertilizantes y pesticidas no ha optimizado el uso de estos productos químicos. Fortalecer los servicios públicos de extensión contribuiría en gran medida a reducir el uso innecesario de productos químicos agresivos.

Está claro que el problema de la agricultura india no es demasiado apoyo institucional, sino desarrollo inadecuado y desigual de las instituciones, así como la falta de voluntad de estas para abordar las desigualdades inherentes a la sociedad aldeana. No hay evidencia de que las empresas agroalimentarias desarrollen infraestructura, mejoren los mercados agrícolas o provean apoyo técnico a lxs campesinxs. Todo esto es muy claro para ellxs.

Las protestas campesinas, que comenzaron el octubre de 2020, son un signo de la claridad con la que han reaccionado a la crisis agraria y a estas tres leyes que solo la profundizarán. Ningún intento del gobierno —incluso el de incitar a lxs campesinxs por cuestiones religiosas— ha logrado romper la unidad campesina. Hay una nueva generación que ha aprendido a resistir y está dispuesta a llevar su lucha a toda la India.

El profesor Sarbjot Singh Behl, que enseña en la Universidad Guru Nanak Dev (Amritsar, Punjab), escribió un poema titulado Tale of a Farmer (‘Cuento de un campesino’) —traducido al inglés por Jeena Singh— que captura el espíritu de lucha de lxs campesinxs:

Labrar, sembrar, arar y cosechar

Son las promesas que mantengo

A la buena tierra bajo mis pies

Así es la vida…

Hasta el último aliento que este cuerpo respire

La tierra que regué con mi sudor

Las tormentas que soporté en mi pecho

El frío cortante o el calor del verano

Nunca pudieron hacer retroceder mi espíritu

Así es la vida…

Hasta el último aliento que este cuerpo respire

Lo que la naturaleza no pudo, el gobernante lo hizo

Poner la efigie de mi espíritu

Como un espantapájaros en los campos de la abundancia

Para su alegría y burla

Así es la vida…

Hasta el último aliento que este cuerpo respire

En días pasados, mis campos se extendieron

Donde los cielos se encuentran con la tierra

Pero ¡ay!, ahora solo me queda

Un par de acres para pagar mi deuda

Así es la vida…

Hasta que respire mi último aliento

Mi cosecha dorada, blanca y verde

Llevo al mercado innumerables esperanzas

Esperanzas frustradas y manos vacías

Son los regalos de mis tierras

Así es la vida… hasta que la muerte acepte

Sacarme de esta miseria

Los niños se quejan, sin comida, sin letras

Sus sueños ahora yacen dispersos

Bajo el techo, solo escombros

Cuerpos rotos, almas destrozadas

Así es la vida…

Hasta el último aliento que este cuerpo respire

Todas las gemas, las joyas, se han ido,

Estómagos vacíos, almas desamparadas

Pero tengo promesas que cumplir

Para calmar el hambre y la codicia

Así es la vida…

Hasta el último aliento que este cuerpo respire

La dorada cosecha que recojo

Ningún comerciante quiere mantener

Con deudas, la angustia tan profunda

Mi corazón de plomo apenas puede latir

Así es la vida…

Hasta el último aliento que este cuerpo respire

¿Puede haber otra solución?

Es la soga o la revolución

La hoz y la guadaña ya no son herramientas

Sino que ahora son armas

Así es la vida…

Hasta el último aliento que este cuerpo respire

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[1] Los nombres de las leyes son: Farmers’ Produce Trade and Commerce (Promotion and Facilitation) Act, Farmers (Empowerment and Protection) Agreement on Price Assurance and Farm Services Act y Essential Commodities (Amendment) Act.


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