El Salvador: mitos y rituales del momento electoral 2021
Lunes 22 de febrero de 2021 por CEPRID
Roberto Pineda
CEPRID
El capitalismo es una pura religión de culto, quizás la más extrema que haya existido jamás. (Walter Benjamín, 1921)
1.Introducción: un orden oligárquico disfrazado de democracia
El actual balance de fuerzas políticas y sociales en que descansa la realidad salvadoreña, -en un claro periodo de transición histórica- puede ser analizado como un caleidoscopio cultural de mitos y rituales que se ejecutan periódicamente, y en particular los vinculados al escenario electoral, con sus actores y actrices, que nos deleitan y sorprenden con sus ocurrencias o nos entristecen y confunden con sus voces de derrota y amargura.
Para nuestro bicentenario ordenamiento oligárquico hoy globalizado, -con sus subyacentes relaciones de poder inalteradas- los territorios de lo imaginario y de lo simbólico son los lugares sagrados, desde donde se edifican los palacios y los castillos de la legitimación ideológica del sistema capitalista y su itinerante rostro político-electoral, sea en su vertiente de democracia liberal o incluso autoritaria. Es lo electoral un turbulento escenario cíclico de enfrentamiento de clase, por lo que es fundamental percatarse políticamente, tanto de los intereses de las partes en pugna como de los movimientos para asegurar ventajas en el tablero movedizo del actual juego electoral, con sus discriminaciones y privilegios, e incrustado en la perentoria crisis de la institucionalidad oligárquica, de la crisis sanitaria global, de la crisis de la derecha y de la izquierda, así como de la actual ausencia de un movimiento popular significativo, que amenace al sistema.
A continuación revisamos estos escenarios de la crisis de la institucionalidad oligárquica y de su Estado, de los mitos y rituales de su sistema democrático y del desenlace de la actual coyuntura: que todo cambie para que todo siga igual, con algunas proyecciones electorales.
2. Legitimar, renovar o subvertir la crisis de la institucionalidad oligárquica
La actual dominación social a la base de nuestro sistema político, es el resultado de relaciones históricas de poder, culturalmente violentas, de las ya lejanas conquistas azteca e ibérica, así como de la reproducción bicentenaria e interseccional de discursos oligárquicos, patriarcales y racistas que se expresan y reproducen desde las entrañas de nuestro imaginario social, así como de sus respectivas instituciones, procesos y entornos culturales.
Como resultado de esto, presenciamos por una parte, el actual esfuerzo electoral por la legitimación de los símbolos del viejo orden oligárquico, con su disputa por recuperar el sentir popular, y convencernos que su mundo hoy asediado, es el mejor de los mundos posibles.
Por otra parte, se encuentra la cruzada por establecer un nuevo poder político, con sus nuevos símbolos y discursos, avanzando aparentemente sin ningún tropiezo significativo y esperando el día de la cosecha. Presenciamos un gran enfrentamiento social y político, entre sectores oligárquicos y de la burguesía emergente.
Y en tercer lugar, como una alternativa debilitada pero presente, -de naturaleza subversiva-, el convencimiento que cualquier tipo de desenlace tendrá un carácter contingente, histórico, provisional, transitorio, no obstante su innegable solidez actual. Estas son las alternativas planteadas, junto con la certeza que la gente al tomar conciencia de sus intereses y luego de hacer su propia experiencia, sea esta en las urnas o en las calles, siempre premia y castiga[1].
Estas tres vertientes son afectadas por el ejercicio del poder, -que se realiza en diversas formas- incluyendo el uso y la amenaza del uso de la fuerza, coercitivamente, pero principalmente por los senderos de la ideología y particularmente de la profunda naturaleza ideológica del lenguaje, del discurso y de la imagen, como mecanismos de control social y de construcción de consenso.
Es por medio del lenguaje que se construye el sentido común que naturaliza los patrones de dominación, moldeados ideológicamente por relaciones de poder. Pero esto puede y ha sido en diversas ocasiones modificado por el ejercicio de la resistencia y lucha popular, como en los años veinte, y en los años setenta-ochenta del siglo pasado. Es un gigantesco desafío cultural y político repetirlo.
Es por medio de las luchas de resistencia en lo político y lo cultural que se deconstruyen los procesos orientados a ocultar de manera institucional –en la familia, escuela, iglesia, partido político, oficina, etc.,- la relación entre los discursos y las relaciones sociales y de esta forma lograr la desautorización de la hegemonía del orden oligárquico vigente, su deslegitimación en las conciencias.
Los partidos políticos como operadores del orden oligárquico
Los partidos políticos dentro del actual sistema, en sus prácticas proselitistas y particularmente de campaña electoral actúan en su carácter de empresas de negocios que compiten para vender sus productos (candidatos) a los consumidores (ciudadanos votantes). Esto como resultado de la ofensiva neoliberal que con su diseño publicitario expansionista ha colonizado abiertamente el territorio de la política electoral, así como de la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social, etc.
El desafío desde la izquierda de educar políticamente ha desaparecido, bajo la presión del marketing electoral, y recuperar esa responsabilidad es un desafío estratégico, para poder así recuperar la confianza popular perdida.
Lamentablemente prevalece en la actualidad, la socialdemocratización del pensamiento de la izquierda y de algunos sectores del movimiento popular, que incluso proclaman en sus campañas el discurso de enfrentar el odio con amor (sic), en una huida estrepitosa de las categorías de la lucha de clases, y confiando ciegamente en que la democracia liberal es el mejor de los mundos posibles.
Ejecutan consciente o inconscientemente, una cerrada defensa de la modalidad liberal de la democracia, obviando la naturaleza capitalista de la maquina estatal y favoreciendo el parlamentarismo como la vía soñada de la actividad del instrumento político de la izquierda. No sería extraño que también se asumiera en el futuro la peregrina tesis que la pobreza es mental.
Olvidan que el poder real radica en aquellos sectores que no tienen que acudir a las urnas para renovar su autoridad, e incluye al capital nacional y transnacional, a las Fuerzas Armadas así como al peso de gobiernos influyentes como el de Estados Unidos, mientras el poder formal se refiere a los diversos componentes del aparato de Estado.
Un Estado Históricamente al servicio de la oligarquía
El capital nacional se bifurca en un sector oligárquico transnacionalizado y un sector nacional marginal. Este sector oligárquico –añilero, luego cafetalero, y finalmente hotelero-ha conducido el Estado desde su fundación en 1841, aunque durante buena parte del siglo XX permitió que este fuera administrado por las fuerzas armadas (1932-1992), y a partir de 1992, confió su conducción a los partidos políticos.
No obstante esto, durante todo el siglo XX, incluso durante las épocas de mayor autoritarismo castrense, la modalidad de gobierno ha sido la de una democracia liberal. Pero, desde el 2009, esta dominación oligárquica del Estado entra en crisis y se ve desafiada primeramente por un partido de izquierda, el FMLN, y a partir de 2019, por un proyecto populista y autoritario, de naturaleza burguesa, Nuevas Ideas.
La oligarquía se encuentra confundida y sorprendida por este poder emergente de Nuevas Ideas que no solo lo desplaza del manejo del Estado sino amenaza con destruir electoralmente su instrumento político (ARENA) y asumir un nuevo modelo de gobernanza “democrática”, pero de naturaleza populista y autoritaria.
3. De los mitos y rituales de la democracia oligárquica: que todo cambie para que todo siga igual
El discurso electoral en El Salvador es históricamente el discurso del poder, de la fuerza de la legitimidad jurídico-política oligárquica, fundada en la Constitución, pero a la vez es el discurso de la religión, de la magia: de las elecciones como tiempo y lugar sagrado, desde donde los poderes constituidos por medio del mito de la “igualdad ciudadana” legitiman y reproducen el sistema capitalista, porque el poder del orden económico nunca está en disputa. Nunca lo ha estado. Están en disputa exclusivamente los manejadores del sistema, no los así llamados “artículos pétreos del orden constitucional.”
Existen diversos mitos de la narrativa democrática, el de la igualdad del ciudadano, el de la separación de poderes, el de la Constitución, y el de las elecciones, entre otros.
Los sectores populares son reducidos a ciudadanos individuales, para ser invitados a la fiesta electoral, a ejercer su “sagrado” derecho al voto libre, igualitario y secreto, el día de las elecciones, para luego regresar a sus comunidades inseguras y sin servicios públicos y a su situación de marginalidad y desempleo.
Los eventos electorales son grandes espectáculos de masas, en los que los actores ciudadanos participan pero no deciden y en donde se oxigenan periódicamente las relaciones entre el poder y sus súbditos, entre la finca del patrón y la fiesta del pueblo. Desde las grandes catedrales de la religión electoral se difunde el viejo catecismo de votar para decidir, pero en la práctica supone como nos lo mostró Lampedusa en el Gatopardo: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Conclusiones
Las elecciones del 28 de febrero de 2021 vendrán a favorecer claramente los planes del proyecto político-social de Nuevas Ideas y de su líder, el presidente Nayib Bukele, de posicionarse como la fuerza constructora y dirigente de un nuevo sistema político de naturaleza autoritaria y populista, pero en el marco del orden oligárquico vigente. Y en este sentido no constituye una amenaza ni para la dominación del sistema oligárquico, ni tampoco para el gobierno estadounidense y el capital transnacional.
Las fuerzas oligárquicas como fuerzas desplazadas de la conducción directa del Estado, se verán en la necesidad de reformular su estrategia con respecto al proyecto político de Bukele, ante la nueva realidad política, sea para ahondar su enfrentamiento político-mediático y continuar o incluso escalar el conflicto o llegar a un acuerdo de sometimiento político, que sea ventajoso para ambas partes. Me parece que se inclinaran por la segunda opción.
Los sectores populares, debilitados y divididos, necesitaremos asimismo reformular nuestra estrategia, en el entendido que este nuevo proyecto hegemónico y sus relaciones de poder seguramente nos va demandar nuevos sacrificios (ya hay dos nuevas víctimas) , así como se modificara lo que Foucault llama la “tecnología del poder”, pero que la clave se encuentra -en sentido gramsciano -de pasar de la guerra de movimientos a la guerra de posiciones, enrumbar la resistencia popular: pasar de ciudadanos y consumidores satisfechos y sometidos, a críticos y enérgicos luchadores sociales.-
Notas
[1] Ver Pineda, Roberto. https://rebelion.org/un-nuevo-orden-burgues-y-la-continuidad-de-la-izquierda-en-el-salvador/
[2] https://www.uca.edu.sv/iudop/wp-content/uploads/Boletin-Preelectoral-enero-febrero-2021.pdf
[3] Pineda, Roberto. El Salvador: horizonte electoral 2021. 31 de agosto de 2020. https://www.alainet.org/es/articulo/208702
CEPRID
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