Ecuador.- LAS DOS DERECHAS EN SEGUNDA VUELTA Y LA CRISIS DE HEGEMONÍA DEL CORREÍSMO
Miércoles 15 de marzo de 2017 por CEPRID
Jaime Chuchuca
CEPRID
En este artículo se investiga la situación política coyuntural del Ecuador, la crisis de hegemonía del correísmo y la posibilidad del rearme de una nueva hegemonía burguesa dominante, la subordinación del eje derecha/izquierda al centro de gravedad político actual correísmo/anticorreísmo, la apertura de una nueva situación populista en el Ecuador en un proceso electoral en el que participan dos derechas y la decisión política de varias organizaciones de izquierda de llamar a votar por una de esas opciones, Lasso.
Desde el estallido de la crisis en el Ecuador se hicieron más notorias las fracturas en la hegemonía del correísmo. La hegemonía correísta en la sociedad ecuatoriana es económica, política, ideológica, institucional, mediática y cultural. El correísmo perdió el consenso de las clases dominantes y populares. Esta hegemonía se disputó en las movilizaciones sociales que expresaron la reanimación popular (2013-2016)[1] y desde fines del 2016 hasta el momento en la lucha política electoral. En este proceso electoral las izquierdas sufrieron un revés y no se convirtieron en una alternativa frente al correísmo y la oposición burguesa[2]. Una fracción de la burguesía representada en Creo pasó a la segunda vuelta y aún disputa la presidencia de la República.
A pesar de registrarse 8 candidaturas presidenciales, en esta campaña electoral se bombardeó el imaginario social ecuatoriano con la idea de la sola existencia de dos candidaturas: la de Moreno y la de Lasso. Los dos grandes bandos mediáticos articulados alrededor de estas candidaturas promovieron esta competencia dual. Con el torneo estadístico de las encuestadoras se consolidó en el sentido común ecuatoriano la ubicación de Moreno en el primer lugar y de Lasso en el segundo. El proceso electoral ratificó estas posiciones en medio de las denuncias de fraude electoral. En la Asamblea Nacional Alianza País obtuvo mayoría con 74 puestos de 137 asientos, 22 menos que las últimas elecciones, pero mayoría al fin, con un rival en la oposición nada despreciable que, según las negociaciones, puede sobrepasar los 60 asambleístas.
En el Ecuador y Latinoamérica aún sobrevive la idea perversa de que Alianza País (AP) es de izquierda. Aunque de forma conflictiva, en las ciencias sociales ecuatorianas está claro que el correísmo se ubica en el extremo derecho del eje ideológico. El poder estatal ha producido una polarización en la sociedad ecuatoriana entre correístas y anticorreístas como un campo político dicotómico. La crisis y la corrupción han atizado esta polarización[3]. Uno de los problemas principales para las ciencias políticas es que este proceso electoral ha revelado una subordinación del eje izquierda/derecha al eje correísta/anticorreísta como un eje determinante para la acción política[4]. El electorado ecuatoriano se decidió más por un candidato correísta o anticorreísta que por un candidato de izquierda o derecha. En consecuencia, en la segunda vuelta electoral tenemos dos binomios de derecha: uno correísta y otro anticorreísta.
En AP y su binomio se camufla bajo una simbología de izquierda un accionar político estatal autoritario derechista que garantiza la acumulación capitalista. Alianza País hace años pasó de ser el representante de la pequeño burguesía y algunos grupos subalternos a ser el representante de las clases dominantes en el Estado. AP ejerce el poder político de la burguesía y debido a eso tiene un conflicto directo con las fracciones burguesas desplazadas del poder estatal y con los sectores populares que resisten a la expansión del capital. El correísmo beneficia a la burguesía agroexportadora y comercial, a la burguesía constructora, a la oligarquía financiera y a los capitales transnacionales petroleros y mineros (Glas es el hombre de confianza del imperialismo chino). Alianza País en el Estado ha garantizado la subsunción del trabajo al capital, la explotación y la flexibilización laboral, la dominación ideológica y política de las clases dominantes. El reformismo institucional del correísmo no ha afectado a las relaciones capitalistas de producción[5]. Desde el 2015 el correísmo representa, con sus políticas aplicadas ante la crisis, un retorno al neoliberalismo[6].
En consecuencia, para la izquierda ecuatoriana está claro que enfrentar al correísmo no es para nada hacerle el juego a la derecha y al imperialismo como sustenta la intelectualidad correísta, puesto que es el principal agente político de derecha y la burguesía en el Ecuador.
Guillermo Lasso y Andrés Páez son las cabezas visibles de la burguesía, la oligarquía y las élites ecuatorianas desplazadas de la administración del poder estatal. Lasso, el candidato banquero, representa a los capitalistas financieros ecuatorianos que se han beneficiado de diez años de correísmo, pero que se cansaron de la burocracia autoritaria enriquecida y de los nuevos burgueses producidos por el correísmo. La pugna entre el correísmo y la burguesía anticorreísta es una pugna por la distribución de los capitales que controla o agencia el Estado. El apoyo a Lasso de la burguesía tradicional guayaquileña (industrial, financiera, agroexportadora) representada en el Partido Social Cristiano y en otras agrupaciones políticas de la burguesía fortalecen la articulación de las clases dominantes que están detrás de esta candidatura. Las organizaciones de derecha detrás de Lasso incorporan un discurso reaccionario antiizquierda y anticomunista. Lasso es la expresión política de la burguesía neoliberal y está muy cercano a las políticas económicas internacionales del imperialismo estadounidense. Páez es un miembro derechizado de la socialdemocracia ecuatoriana.
Moreno y Lasso demagógicamente proclaman la democracia, la soberanía, el bienestar social, las libertades, los derechos de los trabajadores, de los jóvenes y las mujeres; los dos candidatos declaran programas para la superación de la crisis y el desempleo, la lucha contra la corrupción, únicamente para ganar adhesión en las urnas.
Este proceso electoral además de evidenciar la crisis de hegemonía del correísmo señala la apertura de una nueva situación populista en el Ecuador, en la que compiten dos posiciones de derecha[7]. Las dos derechas combaten por aunar la mayor cantidad eslabones en sus cadenas de alianzas y demandas sociales para triunfar el 2 de abril, pero asimismo para tener una correlación de fuerzas favorable para su gobierno. A las dos derechas se les han adherido sectores burgueses, oligárquicos, de la pequeño burguesía y de las clases populares. El populismo vacía de contenido ideológico definido el discurso para instrumentalizar la acción política con el objetivo de ganar.
El porcentaje electoral nacional de las izquierdas ecuatorianas, que ha fluctuado entre el 2% y el 5% en estos últimos 10 años, puede ser determinante para el triunfo de uno u otro candidato.
Para la izquierda ecuatoriana, en la situación electoral actual, se abre paso un gran dilema político. Cualquier decisión en política implica un gran costo político quizá calculable, sin embargo toda ventaja es mera especulación hasta que no sea confirmada por los hechos.
Por una parte, si la izquierda que se adhiere al voto nulo[8], como voto simbólico de rechazo a las dos candidaturas, puede afirmar su militancia y sus principios ideológicos ante dos binomios de derecha, corriendo el riesgo de que el correísmo que la ha perseguido y apresado gane, se recomponga y continúe durante cuatro años más. Con el voto nulo se impide la participación activa en el cambio de la correlación de fuerzas y se puede beneficiar indistintamente a Moreno o a Lasso[9].
Votar por el candidato del correísmo significa votar, como se vio anteriormente, por un agente político de derecha que tiene una estructura política de poder autoritaria consolidada y guarnecida durante 10 años de vigencia. El correísmo tiene la dominación monolítica del Estado como ninguna otra agrupación burguesa, la que impide cualquier movimiento político contrario. Votar por el correísmo, para la izquierda y las organizaciones populares, sería votar por una expresión burguesa consolidada que media la acumulación del capital.
El voto por Lasso supone un posible recambio en la correlación de fuerzas, pero asimismo un “desprestigio moral” para la izquierda organizada y una incertidumbre política futura. La victoria de Lasso presupone igualmente un avance de las ideas derechistas y reaccionarias en el país, lo cual no expresa que la mayoría del electorado se conecte con tales posiciones. Si la izquierda llama a votar por Lasso y gana Moreno tendrá que sortear la posterior campaña de desprestigio correísta. Votar por la derecha anticorreísta es votar por una estructura política de poder no consolidada, gelatinosa en el Estado (pero fuerte en el aparato económico) lo que permitiría mayores o diferentes movimientos tácticos.
Ante la crisis de hegemonía AP ha demostrado tener una gran capacidad de recomposición y preservación, en la que se incluye la herramienta de un posible fraude para mantener el poder de las instituciones. La posibilidad cierta de que Moreno gane las elecciones garantiza, además de la recomposición hegemónica, la impunidad ante la corrupción y la violación sistemática de la democracia y los derechos reconocidos en la legalidad ecuatoriana. Si gana Lasso se soltarían provisionalmente las riendas de la institucionalidad, pero esto no significa la disminución de la represión a la movilización social y al pensamiento crítico, más aún, existe el peligro de que esta se agudice. La victoria de Lasso únicamente anuncia la posibilidad de desarme del correísmo, pero no la asegura. Ante la corrupción, las políticas antidemocráticas, la violación de derechos, Lasso no representa ninguna “salvación”. El probable triunfo de Lasso no representa más que la profundización de las fracturas de la hegemonía del correísmo y el rearme de una nueva hegemonía derechista dominante.
Buena parte de las organizaciones de izquierda se han decidido por esta última opción[10], votar por Lasso[11], como la decisión más acertada para incidir en la real politik. Esta decisión política no busca quedar bien con la militancia, con la retórica revolucionaria, como lo hubiera hecho el voto nulo, es más, puede producir fracciones en las organizaciones. Esta posición trata de incidir en los resultados electorales de forma activa. Sin embargo, la decisión de la dirigencia y de las organizaciones políticas de izquierda no necesariamente es efectuada de forma directa por su base social o electorado[12]. Además, cualquier error en la implementación y argumentación de esta opción puede incrementar los riesgos políticos.
Las izquierdas ecuatorianas durante todos estos años han luchado contra el correísmo como representación política de derecha. Es decir, han luchado en el eje político izquierda/derecha. Una vez que el eje izquierda/derecha se ha subordinado momentáneamente al eje correísta/anticorreísta, este último constituye el centro de gravedad político de la coyuntura actual. El campo político anticorreísta se divide en dos bandos: la oposición de derecha y la oposición popular, en esta segunda, están las izquierdas. Una vez que en el proceso electoral no triunfo la oposición popular de izquierda, continúa la contradicción política electoral correísta/anticorreísta, y la oposición burguesa encabeza el bando anticorreísta. La oposición popular y de izquierda en este contexto político no tiene otra opción para mover el tablero electoral que votar por Lasso.
El enfoque marxista de la ciencia política que sostengo en este artículo concluye que las condiciones políticas empujan al bando anticorreísta a rearticularse y decidirse por Lasso. Aun cuando las organizaciones de izquierda no llamen a votar por Lasso, las condiciones políticas ecuatorianas empujan al bando anticorreísta a esta opción. La decisión de las organización de izquierda a votar por Lasso consolida la articulación de eslabones del bando anticorreísta.
En este proceso electoral el pequeño porcentaje electoral de la izquierda puede beneficiar activamente al campo anticorreísta para que se reorganice la hegemonía de las clases dominantes. Vencer al correísmo significa vencer a la agrupación burguesa con mayor capacidad de recomposición política de la historia del siglo XX y XXI en el Ecuador. Las izquierdas ecuatorianas tiene que debatir de forma urgente que el voto por Lasso no es un voto que barre con el programa revolucionario y los ideales marxistas de trasformación social, no es un voto que deba generar vanas ilusiones de un “futuro mejor” [13], sino que es un voto que agudiza las contradicciones de la hegemonía dominante y desnuda al correísmo mostrándolo como la opción burguesa más perversa. No obstante, se compone un discurso anticorreísta meramente pragmático. Si Lasso gana la presidencia se empuja un escenario político distinto, una lucha de clases con actores políticos con otros nombres.
El programa coyuntural de la izquierda tiene que combatir por la progresión de derechos, por la democracia, en contra de la privatización, por la soberanía y el bienestar social, por una Asamblea Constituyente que garantice la República y derribe el hiperpresidencialismo[14]. Sin embargo la lucha de izquierda no se libra únicamente en el escenario electoral, se libra también en los campos ideológicos, educativos, organizativos, culturales, en la vida diaria. La lucha en el campo político dicotómico correísta/anticorreísta no puede suplantar el objetivo principal de la izquierda que es el combate al sistema capitalista.
La crisis del correísmo como representante de la burguesía supone la crisis política momentánea, no definitiva, de la burguesía como tal. Fracturar el dominio del correísmo y su Estado no significa romper con el dominio de la burguesía en el país. El dominio de la burguesía va más allá del Estado, está en las trincheras mismas de la sociedad. La lucha por la creación de un sistema contrahegemónico subalterno no termina de producirse en el Ecuador y no ha rebasado mínimos porcentajes electorales; en el Ecuador hace falta producir, construir una izquierda para ganar. Este campo contrahegemónico tiene que producirse dentro y fuera del Estado, en los centros políticos de las administraciones estatales, pero también en los lugares periféricos más recónditos de la sociedad ecuatoriana.
Notas
[1] Véanse mis artículos Del #23f al #19m. una reflexión sobre la reanimación del movimiento popular (2015), Dos primeros de mayo, más que un termómetro político (2015), ¿Cae correa y...? (de levantamientos populares y otras movilizaciones) (2015),
[2] La izquierda tildada de tradicional a nivel internacional no ha pasado del fatídico 5% en las elecciones, salvo excepciones. Mal que nos pese la izquierda en el Ecuador no se libra de ese paradigma. El Acuerdo por el Cambio, con Paco Moncayo a la cabeza, llegó al 6,7%.
[3] Los casos de corrupción de Petrochina, Odebrecht, la vinculación de Jorge Glas y miembros de Petroecuador y las denuncias de CAPAYA en pleno proceso electoral fueron grandes detonantes.
[4] Para mayor información sobre el eje izquierda/derecha, como modo de aprehensión de la actividad política, véase mi artículo La Subordinación del eje izquierda/derecha (2017).
[5] Véase mi artículo Tesis para una crítica a la ideología del correísmo (2015).
[6] El gobierno ha privatizado puertos marítimos (Manta, Puerto Bolívar y Posorja) y varias empresas estatales (Flopec, Tame, la Cementera Nacional Ep, Ecudos y 48 gasolineras de Petroecuador), ha puesto peaje en más de 1400 kilómetros de carretera y ha concesionado extensas zonas mineras a capitales transnacionales. Se puede revisar también mi artículo El Terremoto y la Doctrina del Shock (2016).
[7] Se pueden encontrar más argumentos teóricos sobre la situación populista y el populismo en mi artículo Introducción a la hegemonía como estrategia política. Crítica a la razón populista (2016).
[8] Hay que recordar que con las modificaciones que realizó el Consejo Nacional Electoral (CNE) los votos nulos o blancos no se contabilizan como votos válidos. El voto nulo como voto simbólico de rechazo a todas las candidaturas no existió en la matemática electoral de la primera vuelta electoral. Por ejemplo, si el voto nulo o blanco hubiera sido contabilizado como voto válido los votos válidos en la primera vuelta electoral (19 de febrero, 2017) serían 10’465.307 y no 9’442.495 votos ya que hubieron 1’022.812 votos nulos. Así, los votos de Lenin Moreno (3’716.343) corresponderían al 35,5% y no al 39,36% que resultó de cambiar el concepto de voto nulo o blanco como voto no válido. El CNE cambió el concepto de voto nulo o blanco a voto no válido para hacer posible que Lenin Moreno pueda alcanzar matemáticamente el 40% de los votos válidos (y 10% de diferencia con el candidato que le sigue al primero) que declara la Constitución, lo cual no ocurrió. Se puede decir que en la Segunda Vuelta electoral el voto nulo adquiere nuevamente el valor simbólico de rechazo a las candidaturas.
[9] En la Segunda Vuelta electoral, como ejemplo, quien iba a votar nulo y por efecto de la campaña termina votando por alguna candidatura beneficia a estas directamente, sin embargo quien iba a votar por Moreno y vota nulo beneficia a Lasso y viceversa.
[10] Unidad Popular ha llamado a votar por Lasso, la CONAIE llama la “voto anticorreísta”, Pachakutik parece definirse por Lasso, la Izquierda Democrática (ID) ha dejado en libertad a su militancia.
[11] En una calle de Cuenca se lee el grafiti: “Te odio Correa, me haces votar por Lasso”.
[12] Por ejemplo, la unidad de las izquierdas en el Ecuador, expresada tanto en la Unidad Plurinacional de las Izquierdas en el proceso electoral anterior y hoy en el Acuerdo Nacional Por el Cambio, no sintetiza en los resultados finales una sumatoria total de los porcentajes electorales previos de todas las organizaciones participantes, al contrario presentan una notable disminución. La sumatoria de los porcentajes para Asambleístas Nacionales (2017) de Centro Democrático (1,14%), Unidad Popular (1,6%), Izquierda Democrática (3,77%) y Pachakutik (2,67%) es de 9,18%. El binomio del Acuerdo por el Cambio alcanza apenas 6,7%, 2,48% menos.
[13] Un gran error para la izquierda es, por ejemplo, argumentar que Lasso es el “cambio”, la “libertad”, los “derechos humanos”, la “esperanza”, y Moreno la “corrupción”, el “autoritarismo”, la “tiranía”, los “nuevos ricos”, el “miedo”, el “fraude” (tomado de twitts y mensajes de Facebook de militantes de izquierda). Esto es caer en el campo dicotómico maniqueo creado por el poder de buenos vs. malos que posteriormente pasará factura a las mismas organizaciones de izquierda que ya han sido enjuiciadas por su carencia de coherencia política.
[14] Para más argumentos sobre el debate de la existencia de una dictadura en el Ecuador y la lucha política por la consolidación de la República se pueden leer mis artículos Tribuni Plebis (2016), Elecciones Presidenciales del Ecuador: una cruzada por el republicanismo (2017), Por el Republicanismo y la Democracia (2017).
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