CEPRID

El fracaso de los gobiernos progresistas de América Latina (y II)

Martes 5 de enero de 2016 por CEPRID

Pablo Miranda

Opción

La lucha de los trabajadores, los pueblos y la juventud frente a los “gobiernos progresistas”

Todos los “gobiernos progresistas” contaron con un importante apoyo de las organizaciones sindicales y populares, de las organizaciones y partidos políticos de izquierda. Fueron identificados por los trabajadores y sindicalistas como gobiernos progresistas, democráticos y patrióticos. Los izquierdistas, revolucionarios y comunistas los entendieron como parte de la Tendencia de Cambio que se gestó en la lucha en contra de las políticas neoliberales. Los oportunistas de todos los colores, los revisionistas los saludaron alborozados, se involucraron a la cola de sus propuestas, los calificaron como una expresión revolucionaria, a tono con los tiempos, como la “apertura de una nueva ruta de la revolución”.

Inicialmente, varios de esos gobiernos, el de Correa y el de Morales principalmente, tomaron medidas correspondientes con ese discurso patriótico y democrático, la expulsión de la Base Militar Norteamericana de Manta en el Ecuador, la expulsión del embajador yanqui en Bolivia. Esas políticas fueron dando paso a posiciones pragmáticas de garantizar y favorecer los intereses económicos de las empresas norteamericanas y las relaciones comerciales con EE.UU. y la Unión Europea.

En todos los Estados con “gobiernos progresistas” la gestión económica, política y social favorece a los intereses de los grandes empresarios y banqueros, a la clase de los capitalistas; defiende la propiedad privada de los grandes medios de producción, implora la inversión extranjera y le garantiza toda clase de prebendas y privilegios.

La marcha de estos procesos provocó en una primera ocasión el desencanto, las ilusiones patrióticas y democráticas que despertaron se esfumaron del imaginario de las clases trabajadoras; seguidamente se pasó al descontento y la inconformidad, a la crítica y a las exigencias de rectificaciones, para desembocar en la mayoría de países, con excepción de Venezuela en la indignación y coraje, en la lucha en defensa de sus intereses y derechos, a los combates por la libertad y la democracia, a la construcción de una oposición popular que se propone la superación de esos gobiernos y la marcha hacia adelante, por gobiernos que represente los intereses de los trabajadores y los pueblos.

La respuesta de los “gobiernos progresistas” frente a la lucha de los trabajadores, los pueblos y la juventud ha sido la represión y la criminalización de la lucha social, tanto como la acusación a los sindicalistas y las organizaciones y partidos de izquierda de ser aliados de la “restauración conservadora”, de pretender volver al pasado.

Los combates de millones de jóvenes brasileños desarrolladas en junio de 2014 por el pasaje libre y en oposición al derroche de los dineros públicos y los gastos suntuarios no pueden atribuirse a acciones desestabilizadoras de la derecha, fueron expresión de la inconformidad y la rebeldía, un repudio a la corrupción del gobierno del Partido del Trabajo.

Las acciones de los indígenas del Tipnis de Bolivia en oposición a una carretera que quebrantaba el ambiente y la naturaleza reprimidas duramente por el gobierno de Morales no pueden ni deben atribuirse a las manifestaciones de la derecha; de igual manera las marchas de los mineros de Potosí, tanto como las grandes movilizaciones de El Alto reclamando sus derechos y luchando por sus intereses; son expresiones del descontento popular, de la decisión de luchar consecuentemente por los derechos.

Las huelgas obreras desarrolladas en Argentina, los paros de los campesinos, la oposición y denuncia de la corrupción, las movilizaciones por la democracia y la libertad nada tienen que ver con las políticas y los designios de la oligarquía, son expresión genuina de los intereses de los trabajadores.

Las grandes movilizaciones de los trabajadores, los pueblos indígenas y la juventud que se desarrollan en el Ecuador desde junio de 2014, la marcha por la dignidad y la vida, el levantamiento indígena, el paro nacional del pueblo ocurridos en agosto de 2015 son manifestaciones propias de los intereses de los trabajadores, de la acción y lucha de las organizaciones y partidos políticos de izquierda, siempre demarcaron posiciones con la oposición burguesa, no pretenden volver al pasado, se inscriben en el camino independiente para la emancipación social y nacional.

La huelga de trabajadores desarrollada en Uruguay en este año expresa el repudio frente a los recortes de la seguridad social y los salarios infringidos por el gobierno del Frente Amplio.

Ciertamente en Venezuela una parte de las masas trabajadoras y la juventud se encuentran instrumentalizadas por la reacción y se oponen al gobierno de Maduro reclamando por el desabastecimiento de alimentos y artículos esenciales para la vida, así como por la inseguridad y el alto costo de la vida, denuncian estos problemas como expresiones del comunismo y los rechazan desde posiciones reaccionarias.

Venezuela

Los acontecimientos que se desenvuelven en Venezuela se distinguen nítidamente de lo que ocurre en los otros países donde están presentes los “gobiernos progresistas”. La reacción anticomunista, los partidos políticos burgueses y el imperialismo norteamericano y sus corifeos intentan denigrarlo y atacan el proceso “bolivariano” tildándolo de comunista, de totalitario.

“En Venezuela se desenvuelve un proceso particular. Las medidas económicas y sociales del gobierno de Hugo Chávez fueron siempre significativas en beneficio de los sectores populares, las posiciones patrióticas y antiimperialistas norteamericanas fueron consecuentes, fue el único gobierno que se apoyó en la movilización de las masas. Luego de la desaparición física de Chávez, su sucesor enfrenta una agresiva campaña de desestabilización y de lucha callejera impulsada por la reacción con el apoyo directo de EE.UU. Esas acciones se apoyan en el descontento social debido a la escasez de alimentos y de otros artículos de primera necesidad, en la inflación de más del 60%, en las sucesivas devaluaciones monetarias, en la inseguridad provocada por el incremento de la criminalidad. En Venezuela se libra una dura batalla entre la izquierda y la derecha, entre los patriotas y los entreguistas, entre la reacción y las posiciones revolucionarias. Evidentemente, en Venezuela, no se ha producido la revolución a pesar de las proclamas del chavismo, no se construye el socialismo, pero está de pie un proceso patriótico, democrático y revolucionario que enfrenta una feroz arremetida de la reacción. El desenlace de esa confrontación no se avizora a corto plazo. En todo caso los trabajadores, el pueblo y la juventud de Venezuela están aprendiendo a combatir en medio de luchas de alto nivel, están asumiendo la comprensión de su rol en el proceso de la trasformación social. El partido revolucionario del proletariado, el Partido Comunista Marxista Leninista de Venezuela tiene ante sí grandes desafíos y responsabilidades”[3][3].

Los gobiernos progresistas y los procesos electorales de los últimos años

Las sucesivas victorias electorales de los “gobiernos progresistas” alcanzadas por la adhesión de la mayoría de las masas trabajadoras y debido a la crisis de los partidos burgueses tradicionales, y, desde luego, gracias al control de los tribunales electorales, les permitieron erigir un poder político que consideraron de largo plazo, imbatible.

Esa situación está cambiando, sobre todo en los últimos años

En Brasil en las últimas elecciones presidenciales Dilma Ruosseff fue elegida por una estrecha mayoría frente al candidato opositor, representante de la socialdemocracia. A los pocos meses la popularidad del gobierno está por debajo del 10% y se reclama por parte de la oposición burguesa desde la prensa, en el congreso y desde las calles su destitución.

Evo Morales fue elegido por tercera ocasión con un gran margen frente al candidato opositor de derecha. A los pocos meses, en las elecciones secundarias, locales, fue derrotado en las principales ciudades, en donde había sido ampliamente mayoritario. Ahora se gesta una reforma constitucional vía referéndum que permita la reelección indefinida. Hay que señalar que la oposición burguesa beligerante, aquella que se integraba en la llamada Medialuna, que amenazaba incluso con el separatismo ha sido conjurada por una decisión de los propios empresarios de Santa Cruz que entendieron que podían sostener sus privilegios aliándose con Morales antes que combatiéndolo.

Rafael Correa fue reelegido en la primera vuelta en las elecciones de 2013 y alcanzó una amplia mayoría parlamentaria. Luego de un año, en febrero de 2014, en las elecciones municipales fue derrotado en la mayoría de las grandes ciudades y en las prefecturas provinciales, esa derrota del correísmo favoreció a la oposición burguesa que ahora busca ganar las próximas elecciones presidenciales. Correa pretende una nueva reelección presidencial reformando la Constitución a través de la Asamblea Legislativa corriendo del reclamo de “consulta popular” propuesta por los trabajadores y la izquierda.

En lo que resta del año se van a producir elecciones generales en Argentina y parlamentarias en Venezuela. Los resultados se avizoran en favor de la oposición burguesa. Sin embargo pudiera ocurrir que la victoria favorezca otra vez a los Kirchner y a los bolivarianos. Lo cual no puede interpretarse como que el proyecto sigue intacto, invencible.

Está claro que el apoyo electoral con que contaban los “gobiernos progresistas” está disminuyendo de manera sostenida, que la base social que lograron conformar se va desarticulando y que, probablemente sean reemplazados en los próximos procesos electorales por otras expresiones burguesas. Los partidos políticos tradicionales de la burguesía, otras formaciones políticas que se están conformando y que aparecen como “nuevas” trabajan por suceder a los “gobiernos progresistas” a través de las elecciones; algunos buscan la conspiración y el golpe de Estado.

De otro lado, las clases trabajadores, las organizaciones populares y juveniles que se manifiestan, en distinta medida, en la lucha callejera contra el autoritarismo y la demagogia confluyen objetivamente, en la oposición popular, en el combate por el cambio social. Estas expresiones son estigmatizadas por los “gobiernos progresistas” como “extremistas de izquierda”, como “ecologistas infantiles”, como aliados de la derecha, como propulsores de la “restauración conservadora”. Estas posiciones populares tienen vigencia plena y van conquistado el apoyo de los sectores sociales no organizados; deben enfrentar a los patronos y al gobierno, tienen que demarcar posiciones con la oposición burguesa y pugnar por convertirse en un polo de la lucha social y política por el cambio verdadero, por la revolución y el socialismo; las masas trabajadoras están entendiendo por su propia experiencia que no pueden confiar su destino y el del país a elementos y personalidades de fuera de sus filas, que tienen la obligación de trascender la lucha contestataria por la propuesta programática; la huelga y la movilización por la organización y la lucha política por el poder popular.

Arriba apuntamos que la oposición burguesa, con el apoyo del imperialismo, trabaja por reemplazar electoralmente a los “gobiernos progresistas” y que probablemente lo consigan. En estas circunstancias se apoyan los intelectuales que defienden esos proyectos y lanzan una serie de acusaciones como aquellas “que los sindicatos y la izquierda pretenden volver al pasado, a los regímenes neoliberales, que forman parte de la conspiración desestabilizadora, que le hacen el juego a la reacción”. Según ellos el fracaso y o la derrota de los “gobiernos progresistas” sería el fin de las conquistas democráticas, la vuelta al neoliberalismo.

Estas tesis pretenden desarmar a los trabajadores y a los pueblos, atarlos a la política de “los gobiernos progresistas”, afirmar regímenes corporativistas; disuadir a los luchadores sociales y sindicales, a los izquierdistas y revolucionarios, a los comunistas de la lucha por sus derechos, por sus intereses y por nuevas conquistas sociales. Se trata de tesis reaccionarias y oportunistas. La lucha de clases no es expresión voluntarista de una o miles de personas, de un partido político, es la manifestación del choque de los intereses económicos contrapuestos entre la clase obrera y los capitalistas. Los “gobiernos progresistas” no representan los intereses de los trabajadores, constituyen una expresión del gobierno de los patronos, de la burguesía. La lucha de la clase obrera se plantea la destrucción del sistema capitalista, de la explotación y opresión, de la expoliación imperialista, apunta a la conquista del poder. Esas acciones de la clase obrera, las demás clases trabajadoras y la juventud se desarrollan en escenarios concretos, tienen que tener en cuenta las circunstancias y la coyuntura, pero deben tener vigencia y desarrollarse. Ese es el proceso de acumulación de fuerzas.

La acumulación de fuerzas revolucionarias se expresa en todos los terrenos de la lucha de clases, en la lucha económica, reivindicativa, en la lucha de las ideas, en la lucha política por el poder. Si el poder está en manos de la burguesía, independientemente de qué sector de clase lo sustente, los trabajadores y los pueblos deben luchar por su derrocamiento y su reemplazo por el poder popular. Esa lucha, en los actuales momentos, pasa por fortalecer la organización sindical, por forjar la unidad de los de abajo, por enfrentar puntualmente el autoritarismo y la represión de los gobiernos, por demandar la vigencia de los derechos, de la libertad y la democracia, por alcanzar nuevas conquistas sociales. Los revolucionarios proletarios inscribimos nuestro accionar junto a los trabajadores y los pueblos, laboramos junto a ellos por la unidad y decimos presente en todas las acciones y combates que se libran cotidianamente.

Progresismo y revolución

“Progreso es la evolución de lo inferior a lo superior, de lo simple a lo complejo, es la marcha ascendente de lo material y espiritual. Es la modernización del país. El marxismo leninismo, la revolución y la izquierda son expresiones genuinas del progresismo. No todo lo progresista es de izquierda y revolucionario y mucho menos marxista leninista”[4]

Pese a las proclamas reivindicándose como alternativas de izquierda y revolucionarias, todos los “gobiernos progresistas” constituyen, en los hechos una expresión del reformismo, impulsaron la modernización capitalista de los países, una manifestación del progreso material. La gestión gubernamental, la obra pública, las realizaciones sociales buscan aliviar las penurias de las masas, reducir la pobreza, disminuir el desempleo; en ningún caso eliminar esas lacras del capitalismo. Las posturas de defender la soberanía y la independencia pretenden renegociar la dependencia, buscar acuerdos con el imperialismo y los monopolios, de ninguna manera, romper con las cadenas de la subordinación.

En las circunstancias concretas, los distintos “gobiernos progresistas” avanzaron a desarticular las expresiones más salientes del neoliberalismo y las reemplazaron por viejas y nuevas manifestaciones del capitalismo; tuvieron la capacidad de aprovechar los ingentes recursos económicos provenientes de los altos precios de los commodities para crecer económicamente.

“En cuanto a sus ideas sobre el desarrollo, cuando se analiza lo que dicen y hacen los progresismos, si bien hay matices en sus estrategias, todas ellas buscan el crecimiento económico a partir de la exportación de recursos naturales y la atracción de inversiones, apoyan la ampliación del consumo popular y aplican algunas medidas compensatorias con los sectores más pobres. Sus Estados conceden al capital en varios frentes para conseguir estabilidad económica e inserción comercial, mientras que intenta controlarlo en otros, en especial allí donde puede aumentar la captura estatal de excedentes. Supieron aprovechar una coyuntura de altos precios de las materias primas y crisis en las naciones industrializadas para crecer económicamente”[5].

Algunas conclusiones:

1.- Independientemente de cual sea su futuro inmediato los “gobiernos progresistas” fracasaron en sus propuestas y en sus acciones. Prometieron enfrentar y resolver los graves problemas de la miseria y el desempleo, acabar con la desigualdad social, promover la democracia y la libertad, protagonizar el cambio social, la liberación del yugo de la expoliación imperialista. Después de más de dos periodos presidenciales, en unos casos, de más de tres, y a pesar de los cuantiosos recursos financieros, las cosas siguen igual, los ricos son ahora más ricos y los pobres continúan siendo pobres y más numerosos, los países siguen atados a la dependencia y la mayoría de ellos cuentan con un nuevo amo, el imperialismo chino que se suma a los norteamericanos y los países imperialistas de la Unión Europea.

2.- La reversión de parte de las privatizaciones efectuadas por los gobiernos neoliberales, la recuperación del papel del Estado en los roles de la educación y la salud, las inversiones fiscales en las obras públicas; el fracaso y el agotamiento de las políticas neoliberales del pasado reciente demuestran que “los gobiernos progresistas” dejaron atrás el neoliberalismo sin mellar el sistema capitalista, sin tocar y menos transformar las estructuras. Estas circunstancias confirman la denominación de regímenes capitalistas pos neoliberales.

3.- En todos los países donde actúan los “gobiernos progresistas” los grandes empresarios y banqueros, los exportadores e importadores han sido los principales beneficiarios de la bonanza económica, han acumulado riqueza en mayores proporciones que durante la gestión de los gobiernos neoliberales.

4.- La desindustrialización se aceleró durante la gestión de los “gobiernos progresistas”, especialmente en Brasil y Argentina; en los otros países ese proceso tiene magnitudes menores porque el grado de industrialización era incipiente y ahora está disminuido.

5.- En la búsqueda de inversiones extranjeras todos los “gobiernos progresistas” abrieron paso a cuantiosos contratos para la explotación del petróleo y los minerales; el extractivismo es un renglón principal en el proceso de crecer económicamente sin tener en cuenta los intereses y derechos de las comunidades campesinas que son desalojadas de sus tierras ancestrales, sin importar la destrucción del ambiente y la naturaleza.

6.- La economía del Brasil situada como la séptima del mundo se sustenta en la extracción de minerales como el hierro y el oro, en la explotación de petróleo, la tala de los bosques, en la agricultura y la ganadería, en el comercio y los servicios; es un país re primarizado. Cuestiones similares ocurren en Argentina y en proporciones más notorias en los demás países, en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua.

7.- Ciertamente todos los “gobiernos progresistas” han promovido cambios en la infraestructura, han construido una extensa red de carreteras, puertos, aeropuertos contribuyendo a la modernización de cada país. Esa modernización, sin embargo, es relativa, no los distingue significativamente de otros países capitalistas.

“El fracaso de los llamados gobiernos progresistas o alternativos, convertidos hoy en administradores de la crisis, en sostén y representantes de sectores burgueses en ascenso y de los monopolios internacionales y los diversos países imperialistas evidencia claramente que la liberación de los trabajadores y la verdadera independencia no puede provenir de una facción de las clases dominantes, no será resultado de “nuevas” teorías y propuestas esgrimidas por los renegados del socialismo; por lo contrario afirman que la liberación de los trabajadores y los pueblos obra será de ellos mismos y responsabilidad ineludible de los partidos revolucionarios del proletariado que persistimos en el marxismo leninismo”.[6]

A los revolucionarios proletarios nos corresponde evaluar si la existencia y la gestión de los “gobiernos progresistas” constituyeron un factor positivo en el proceso de acumulación de fuerzas para la organización de la revolución.

Los marxista leninistas del Ecuador dijimos, cuando el advenimiento del gobierno de Correa que significaba un paso adelante en la lucha de los trabajadores y los pueblos por la emancipación, señalamos enfáticamente que no se trataba de un gobierno revolucionario, pero que debíamos apoyarlo y a través de la lucha de las masas pugnar por una salida revolucionaria. Ahora afirmamos que esas valoraciones eran justas y correctas. Pero las cosas cambiaron, el correísmo sucumbió ante la presión de las clases dominantes y el imperialismo, se convirtió en un nuevo y eficaz instrumento para el sistema capitalista imperialista. En esas circunstancias la política revolucionaria del Partido se afirmó junto a los intereses de la clase obrera y el pueblo, pasó a la oposición, a la lucha contra el autoritarismo y continúa en esa dirección junto con la gran mayoría de organizaciones populares y sindicales, con las organizaciones y partidos políticos de izquierda.

Ahora, después de 9 años del correísmo decimos con certeza que el aparecimiento y la gestión del gobierno de la “revolución ciudadana” significaron un retraso en el proceso de organizar y hacer la revolución. Nos obliga a reconstruir el movimiento sindical, a reactivar de la base social de la revolución y el partido que fueron lesionadas seriamente por las ilusiones y por la represión.

El correísmo intentó una y otra vez destruir al partido comunista, a las demás organizaciones de izquierda revolucionaria, desbaratar el movimiento sindical. No lo consiguió pero nos infringió serios golpes y reveses. La rueda de la Historia se mueve hacia adelante y los marxista leninistas caminamos con ella.

Notas

[3] VIII Congreso del PCMLE, 2014.

[4] Pablo Miranda. Los gobiernos Progresistas de América Latina. Octubre 2012

[5] Eduardo Gudines.- La identidad del progresismo.

Pablo Miranda es dirigente del Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador – PCMLE, artículo publicado por la revista Unidad y Lucha # , de la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista Leninistas


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