CEPRID

COLOMBIA ES EL PORTAAVIONES IMPERIAL MÁS GRANDE DEL MUNDO

Lunes 24 de febrero de 2014 por CEPRID

TRIBUNAL DIGNIDAD, SOBERANÍA, PAZ CONTRA LA GUERRA-COMITÉ INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA PARA AMÉRICA LATINA (CISPAL)

CEPRID

El Libertador Simón Bolívar concibió uno de los proyectos más ambiciosos de América Latina y el Caribe: “unión, liga y confederación” integrada por todas las ex colonias españolas para que sea una fuerza económica y política de carácter mundial. Para ese propósito convocó al Congreso Anfictiónico de Panamá que se realizó entre el 22 de junio y el 15 de julio de 1826 que al final fue un  fracaso, entre otros factores, por las hábiles maniobras ejecutadas por los agentes estadounidenses que asistieron a ese Congreso invitados por Paula de Santander, Presidente de Colombia, en franca desobediencia  a órdenes expresas del Libertador. La traición  de Santander puede considerarse el principio del entreguismo colombiano,  hasta convertir a Colombia, en el inicio del siglo XXI, en el más inmenso portaaviones del imperio.

A Estados Unidos le incomodaba el ideal de la unión de los Estado-nación que comenzaban a formarse  al derrotar al imperio español. Fiel a la divisa de los poderosos, Estados Unidos puso en práctica el cínico principio de “divide y  reinarás”.  Para ejecutar ese principio utilizó  la doctrina Monroe, inclusive, para agredir con la fuerza de las armas a los países de América Latina y el Caribe, al mismo tiempo que planificaba la interconexión Atlántico- Pacífico por Nicaragua o por el Istmo de Panamá que era parte de Colombia.

Las oligarquías colombianas, prácticamente entregaron Panamá, mediante concesión  a los yanquis al concluir  la construcción del ferrocarril en 1855. Desde entonces ha sido un  continuar de entreguismo  a cambio de unos dólares. El Tratado Mallarino-Bidlack concedía el paso libre a los estadounidenses, con lo que se sentó un precedente para el posterior control de la zona.     Luego de la doctrina Monroe, “Roosevelt se apoderó de la zona del Canal y auspició la independencia del Istmo con el argumento de salvaguardar el derecho de tránsito adquirido en el tratado de 1846 con Colombia. Para ello utilizó el bloqueo de la armada y la sumisión de la oligarquía panameña. A continuación apareció el Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe, para proteger con las armas el orden hemisférico y las inversiones estadounidenses en el extranjero. Así quedó enunciada la política del big stick o gran garrote. Fruto de ella fueron más de veinte intervenciones armadas de la infantería de marina de Estados Unidos en Centroamérica y el Caribe antes de la Primera Guerra Mundial”, reseñaba José Fernando Ocampo T

Agregaba que no puede explicarse el asalto sobre Cuba, Puerto Rico, la guerra contra España para apoderarse de la isla y el robo de Panamá, si no se comprende el espíritu expansionista que se apoderó de la sociedad norteamericana después de 1880. El auge económico del país del Norte produjo teorías como las de Josiah Strong, de Alfred Thayer Mahan y Henry Cabot Lodge, ampliamente difundidas en la década del noventa, en obras como Our Country, Expansion under New World Conditions, Forum y otras, que contribuyeron decisivamente a formar una conciencia de gran potencia en la sociedad norteamericana. Partían todas ellas de la superioridad anglosajona y del “destino manifiesto” de los norteamericano en la salvación de la humanidad con el espíritu democrático. Sus objetivos eran el Caribe, México, Centroamérica, Filipinas, Hawai y China.

Pero el punto más estratégico del mundo para los intereses norteamericanos era Panamá. Tres elementos se conjugaron en su favor: la astucia del agente estadounidense, William Nelson Cromwell, y de la figura del antiguo ingeniero jefe de la primera compañía del canal, Philip Buneau-Varilla; las maniobras del personaje nacional Rafael Reyes para entregarle la construcción a los norteamericanos y de la poca entereza de diplomáticos colombianos como Carlos Martínez Silva, José Vicente Concha y Tomás Herrán; y la desidia del gobierno colombiano y de su clase dirigente.

El gobierno colombiano abrió el camino a la intervención norteamericana, al haberle solicitado en varias ocasiones su ayuda militar para guardar el orden en el Istmo. Durante la Guerra de los Mil Días, el general Benjamín Herrera, que se había atrincherado allí, no se atrevió a tomar las ciudades de Panamá y Colón con su ejército liberal por temor a la invasión de Estados Unidos, pero, en cambio, decidió firmar la paz con el gobierno colombiano en el buque de guerra estadounidense, Wisconsin. Nadie en el país acertó en el análisis de la política internacional de Estados Unidos, de la transformación de su economía, de la tendencia imperialista de sus gobernantes desde la guerra hispano-norteamericana, del carácter de todas las maniobras sobre Panamá tejidas en el ambiente de la Enmienda Platt y del Corolario Roosevelt, precisamente en el momento en que en Europa aparecía toda la literatura sobre el imperialismo. Así Colombia perdió el Canal y dejó escapar a Panamá. Bajo la apariencia de movimiento independentista una oligarquía panameña que había cambiado los intereses nacionales por los extranjeros en todo el proceso del ferrocarril y del canal, amparándose en la incapacidad del gobierno colombiano para guardar el orden y atender sus necesidades, convirtieron su separación en un protectorado gringo para todo el siglo. Y la oligarquía colombiana de los Núñez, Caro, Marroquín, Martínez Silva, Herrán, Reyes, Concha, Herrera y Uribe Uribe, no dispararon un tiro para defender la soberanía nacional. Ocampo T, sostiene que el big stick o gran garrote de Rossevelt, la dollar diplomacy o diplomacia del dólar de Taft, el new deal o nuevo trato de Wilson y el good neighbor o buen vecino del otro Roosevelt, Franklin Delano, constituyeron diferentes estrategias norteamericanas del siglo XX para convertir a América Latina en su patio trasero. Centroamérica, el Caribe, Venezuela, Bolivia y Colombia se convirtieron en zonas estratégicas de este proceso. Lo significativo de esta etapa radicó en la elaboración consciente y planificada de una zona de influencia en el concierto mundial en competencia con Inglaterra y Alemania, principalmente.

Colombia sufrió ejemplarmente tres de ellas, la del gran garrote con el robo de Panamá, la del nuevo trato con la danza de los millones y la del buen vecino con la modernización política y la alianza durante la Segunda Guerra Mundial. Pero el gran garrote y la diplomacia del dólar no dejaron de operar en todo el continente. El gran garrote, por ejemplo, cayó sobre Cuba para instalar a Batista, sobre República Dominicana para montar a Trujillo, sobre Nicaragua para implantar a Somoza, sobre México para invadirlo y amedrentarlo. El mismo Wilson, paladín de la paz y del nuevo trato, convertiría a Haití en un protectorado e invadiría a México dos veces entre 1914 y 1920.

La Doctrina Monroe

Lo que determinó la política de Estados Unidos para América Latina hasta la Segunda Guerra Mundial fue el Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe, destinado a proteger los ciudadanos y los negocios estadounidenses en el Hemisferio. Con él, una doctrina, cuyo carácter se orientaba a defender la independencia americana de las monarquías feudales europeas, vino a ser la base de una América para los norteamericanos.

Bajo esta perspectiva se desarrollaron las relaciones con Colombia. En 1914 se firmó el tratado Urrutia-Thompson con el cual quedaba arreglado el asunto de Panamá. Su ratificación tomó siete años más en los Congresos de Estados Unidos y Colombia. En el país del Norte no se estaba de acuerdo con aceptar una fórmula de excusas por el atentado de Panamá y en el Sur a muchos parecía ridículo terminar el asunto con una frase protocolaria de “sincero pesar” y la aceptación de una indemnización de veinticinco millones de dólares a cambio del reconocimiento de Panamá como nación independiente. A la comisión negociadora del tratado no le fue muy bien. El mismo año de la firma cayó asesinado Rafael Uribe Uribe en las calles de Bogotá y el pueblo de Barranquilla se levantó contra el general Vázquez Cobo cuando intentó desembarcar a su regreso de las negociaciones. En su análisis, Fernando Ocampo afirma: “Resuelto el conflicto de Panamá y ratificado el tratado por ambos Congresos, se inició en Colombia un proceso acelerado de incorporación a la estrategia norteamericana de dominación continental, diseñada por Wilson con su política de New Deal, tanto más cuanto se avizoraba el peligro del triunfo de la revolución rusa. Cuatro puntos se constituyeron en la palanca que convirtió a América Latina en el patio trasero del país del Norte: 1) la modernización de la infraestructura, del Estado y del sector financiero; 2) la conquista de las materias primas latinoamericanas, especialmente, petróleo, cobre, estaño y zinc; 3) la libertad de comercio para abrirle mercado a los productos estadounidenses; 4) la exportación de capital mediante la inversión directa y el endeudamiento externo. En esta forma, Estados Unidos se convirtió en el gran “modernizador” del continente a todo lo largo del siglo XX.

Petróleo, platino y oro constituyeron recursos naturales colombianos apetecidos por los estadounidenses desde finales del siglo pasado. A ellos se añadió el banano con la historia de la United Fruit Company hasta la matanza de las bananeras. Desde las presiones de los norteamericanos para anular el contrato con el inglés Pearson sobre la exploración de petróleo, pasando por las maniobras de Marco Fidel Suárez para entregárselo a la Texas, pasando por el episodio de la concesión De Mares, por la injerencia del Departamento de Comercio para elegir a Olaya Herrera con la Circular especial de 1928, por una legislación leonina que beneficiaba a las multinacionales en el gobierno de López y mucho más, la historia del petróleo en Colombia ejemplifica como ninguna otra el poder del capital, la obsecuencia de los dirigentes y la decisión arrolladora del imperialismo para conquistar los recursos naturales estratégicos y defenderlos. Estados Unidos lo había demostrado con la invasión a México para defender los cien millones de barriles anuales de producción y el pago de la deuda de quinientos millones de dólares, cifras no despreciables para la época.

Fue Franklin D. Roosevel quien imprimió el verdadero sello neocolonialista a la política norteamericana. Rechazó el gran garrote, se opuso a la diplomacia del dólar, criticó el nuevo trato que había llevado a las invasiones de Haití, México, Nicaragua y República Dominicana, en una palabra, abandonó esa mezcla del viejo colonialismo con la arrogancia del dólar y se propuso abrir camino con la estrategia de promotor del progreso, de la innovación económica y de la práctica del keynesianismo. En lugar de la amenaza militar o económica instauró la táctica de la imperceptible fuerza del capital financiero. Creó el Consejo de Protección de Tenedores de Bonos Extranjeros, el Banco de Exportación e Importación y obtuvo la Ley de Convenios Comerciales de 1934. A esta se le apuntó López Pumarejo con el Tratado de Comercio de 1935 que rebajaba y suprimía aranceles de importación a miles de productos norteamericanos a cambio de que recibieran el café, los sombreros de paja, la hipecacuana y el bálsamo de Tolú. No obstante, con Roosevelt se cumplió ese principio de que el imperialismo también acude a los viejos métodos colonialistas. A su gobierno se le atribuye el asesinato de Sandino en Nicaragua.

Al consolidar la penetración en Colombia, Estados Unidos extendió y consolidó su patio trasero en América Latina y convirtió al Caribe en su lago particular para lo que necesitó invasiones armadas, asesinatos de líderes opositores, amenazas de guerra o la diplomacia del dólar mediante empréstitos, inversiones y una modernización política y económica. Colombia quedó virtualmente neocolonizada por los yanquis. “Carlos E. Restrepo se inclinó ante Wilson en el caso de Panamá y del contrato Pearson. Suárez los tenía como los salvadores de América y obró en concordancia en la negociación del tratado Urrutia-Thompson. Pedro Nel Ospina fue el pionero de la modernización por endeudamiento externo con Estados Unidos. Abadía Méndez se llenó de oprobio por su obsecuencia con la United Fruit Company. Olaya se convirtió en agente de las compañías petroleras durante sus tres períodos de embajador en Washington y en el candidato preferido del Departamento de Comercio a la presidencia de 1930 que en frase de la llamada Circular Especial elaborada por el agregado comercial de la embajada norteamericana “fue lo que hizo posible la elección del doctor Olaya con todos los esperados beneficios para los Estados Unidos”. López Pumarejo después de haber sido el primer gerente del Banco Mercantil Americano y agente fideicomisario de los empréstitos norteamericanos, firmó un tratado de Comercio con Estados Unidos que agradecería el embajador Dawson con estas palabras: “no hay duda de que la política comercial del gobierno colombiano tiende a ponerse de acuerdo con los propósitos básicos y los objetivos del programa de acuerdos comerciales de los Estados Unidos.” Santos bajo el pretexto de una alianza estratégica con Estados Unidos contra el fascismo, fue mucho más allá hasta los negocios de la aviación, el banano, el petróleo y el endeudamiento.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió en lo político y económico como la potencia hegemónica” Recuérdese que Estados Unidos impuso su teoría de la seguridad continental contra el comunismo, convirtió su oposición a la revolución cubana en su principal estrategia regional, manipuló la OEA a su antojo y aparecieron dictaduras militares por doquier, se diseñaron tácticas de contención en todos los países: intervino militarmente en Guatemala para derrocar a Jacobo Arbenz, en República Dominicana para destituir a Juan Bosch y un poco más tarde en Granada para expulsar a los cubanos; Allende fue derrocado y asesinado; y, más tarde, tendría las manos libres para imponer sus condiciones en la lucha contra el narcotráfico hasta la invasión de Panamá y el acogotamiento de Colombia, Perú y Bolivia, sostenía Ocampo.

La arremetida estadounidense para recuperar su patio trasero en el terreno político contra la Unión Soviética y en el terreno económico contra sus competidores europeos y japonés, ha dado frutos con creces. El peligro soviético se esfumó. Y Estados Unidos se creyó  la potencia unipolar, lista para adueñarse no sólo de América Latina sino del mundo entero.

Para avanzar en los procesos de neocolonización, Estados Unidos se apoderó de Colombia para lo que contó con ayuda lacaya de las oligarquías y las derechas representadas en los gobiernos de Barco, Gaviria, Betancourt, Pastrana, Samper, Uribe y Santos a quienes impuso la guerra contra el narcotráfico y el dictado  de  la política antinarcóticos. Terminada la guerra fría, desaparecido el fantasma del comunismo que habían  sido los pretextos recurrentes del  imperio para imponer feroces dictaduras neofascistas, en la actualidad recurrieron al pretexto de la guerra global contra el terrorismo y la guerra contra el narcotráfico para penetrar con despiadada injerencia  en las patrias latinoamericanas y caribeñas

En los últimos años intentaron un golpe de Estado en Venezuela, contra el Presidente  Hugo Chávez y triunfaron en los  golpes de Estado que se produjeron  en  Honduras y Paraguay.

“En el caso de Colombia ha obedecido a una estrategia trazada ex profeso por Estados Unidos a todo lo largo del siglo XX, cuyo éxito, a pesar de los contratiempos momentáneos, ha sido completo. Si hay un elemento que no haya permitido el desarrollo económico del país es el de la opresión extranjera, el del endeudamiento externo, el de una política trazada para resolverle los problemas al imperio, no para definir un futuro autónomo. Por convicción ideológica, por intereses propios, por sumisión de lacayos, los gobernantes colombianos, sin excepción se han puesto de acuerdo con los intereses norteamericanos en contra de los nacionales” afirmaba Ocampo. Esta ha sido la tragedia colombiana que parece interminable.

En 1990 durante la Presidencia de Andrés Pastrana, Estados Unidos, en su planificada injerencia,  impuso  el  “capitalismo salvaje” conocido como neoliberalismo, un modelo que fue y es una guerra económica y social contra los pobres de Colombia El neoliberalismo ahondó la brecha entre ricos y pobres. Una ínfima minoría conforma los grupos que se autodenominan "ciudadanos del mundo" y los agentes de la "globalización",  mientras que la mayor parte de la población gana miserables salarios si tienen un empleo, y los más han  sido condenados a vivir en la miseria

En Colombia el modelo neoliberal impulsó la violencia y, en cierta medida incrementó el número de combatientes de las guerrillas, en particular de las FARC que tiene una presencia histórica de más de medio siglo. Guerrillas, crímenes de Estado con execrables violaciones a los derechos humanos, narcotráfico, paramilitarismo y violencia política son los  elementos cotidianos que soporta el pueblo colombiano, ahora neocolonizado por el imperio yanqui.

PARAMILITARISMO

“La violencia en Colombia no es ni reciente ni tampoco se reduce al plano político, como comúnmente se cree. Violencia, entendida como un comportamiento recurrente para dirimir las contradicciones sociales y políticas mediante la eliminación o la intimidación del adversario, existe en Colombia desde hace más de medio siglo, habiéndose extendido hasta los más diversos aspectos del tejido social en sucesivas fases que desembocan en la situación actual. Incluso la violencia política tuvo unas características particulares hasta la emergencia del narcotráfico como un poder organizado a fines de la década de 1970 hasta convertirse hoy en un componente distintivo de la vida nacional. La violencia en Colombia es múltiple, pudiéndose apreciar en la actualidad diversas facetas”.

Pero existe en la actualidad otro tipo de violencia, la más brutal y criminal de todas, ejercida por lo que se han denominado elegantemente grupos paramilitares, consistente en eliminar a todas aquellas personas que se consideran como auxiliares reales o potenciales de la guerrilla, principalmente en las zonas agrarias. La violencia paramilitar recurre a masacres indiscriminadas contra campesinos, a los que con criminal sevicia se tortura y mutila, para intimidar y aterrorizar a la población en general. Masacres de este tipo se han convertido en práctica cotidiana en Colombia desde 1988. El paramilitarismo es el más ruin de las violencias porque nació bajo el amparo del Estado, de las Fuerzas Armadas y de las clases dominantes. Sus criminales actividades las ha ejecutado bajo el cobijo ideológico de las extremas derechas fascistoides con la inapreciable colaboración  de los grandes medios de comunicación social que difunden sin pudor ideologías y acciones. Las oligarquías financiaron  a esos terroristas y el ejército los entrenaba directa e indirectamente, según  diversos informes. El objetivo de esos grupos que ejecutan el terrorismo de Estado era y es exterminar a las guerrillas, a sus colaboradores y simpatizantes, en particular, en las zonas campesinas.

Dirigentes sindicales  y políticos han sido asesinados y se cuentan por centenares las masacres. Los cadáveres de sus víctimas han sido arrojados a fosas comunes que son  descubiertas hasta estas fechas. Miles de personas han sido asesinadas, con la complicidad de los gobiernos de las derechas y de las Fuerzas Armadas, en especial del  Ejército. Allí se incluyen a estudiantes, profesores, mujeres y hasta niños. Los paramilitares no han respetado  más  que a sus amos y, entre ellos, a los capos del narcotráfico a quienes han protegido, con quienes han negociado y con  quienes han compartido crímenes y ganancias.

El imperio yanqui por intermedio de sus agencias, en especial DEA, CIA y Pentágono aliados naturales de las derechas oligárquicas no sólo han entrenado a las Fuerzas Armadas sino también, por su intermedio, a los paramilitares y capos de las mafias narcotraficantes uncidas a los paramilitares. Cínicamente, Estados Unidos ha colaborado estrechamente con el narcotráfico paramilitar colombiano

ELPLAN COLOMBIA

Las FARC-EP son el resultado de un proceso histórico ligado a la violencia desatada por  las oligarquías feudales, terrateniente, financieras y políticas, tradicionalmente sirvientes de Estados Unidos y sus intereses económicos y geoestratégicos, en contra del pueblo, en particular de las zonas campesinas. Las guerrillas se formaron en la década de los 50 del siglo XX,  como una organización armada para defender al campesinado de las brutales agresiones de los terratenientes que habían planificado la expansión colonizadora arrebatando inmensas extensiones de tierra de propiedad de amplios sectores agrarios. La violencia fue desatada por las derechas pertenecientes a la clase dominante que siempre contó con la colaboración de los gobiernos de turnos y éstos con el apoyo militar y financiero de Estados Unidos. Los políticos colombianos y las derechas oligárquicas que son lo mismo, han sido calificados como los más corruptos y vendepatria de América Latina. Contra los sectores más reaccionarios, iracundos y soberbios luchan las FARC, es decir contra el Estado totalmente controlado por Estados Unidos, puesto que Colombia ha cedido voluntariamente la soberanía e independencia al imperio. Ese imperio guerrerista decidió combatir a las FARC-EP y a los guerrilleros del ELN al saber que las Fuerzas Armadas de Colombia eran incapaces de derrotar a los movimientos guerrilleros.

A lo largo de al “Guerra Fría”  Estados Unidos justificaba su presencia económica, militar y política en América Latina y el Caribe para detener los  avances del comunismo internacional. Al desmoronarse la Unión Soviética y el “socialismo real”, se acabó el fantasma del comunismo y el imperio ya no tenía razón de su presencia en el subcontinente, pero en los objetivos de su geopolítica de dominación neocolonial tuvo que inventar y encontrar nuevos pretextos y así creó el narcotráfico y la guerra  contra el terrorismo internacional. Dos nuevos fantasmas ayudarían al imperio para imponer su injerencia en América Latina y el Caribe.

En esos dos elementos basa su política en América Latina y el Caribe y encontró en Colombia el aliado incondicional para la expansión y ejecución de sus planes económicos, políticos y militares. El imperio supo que las FARC se habían fortalecido y que ni las Fuerzas Armadas ni los paramilitares y sus matanzas, habían sido capaces de detenerlas y peor derrotarlas.

A principios de 1998, durante el gobierno de Andrés Pastrana se iniciaron los diálogos de  paz en El Caguán entre los representantes y dirigentes de las FARC y del. Gobierno, diálogos imposibles si el Estado no hubiese asumido el crecimiento militar de las  guerrillas, pero iniciados los diálogos de inmediato fueron torpedeados por las clase  dominante, dueña de los medios de comunicación, por los militares formados en la Escuela de las Américas y por los propios Estados Unidos que creían que a las guerrillas era necesario liquidarlas militarmente.

En consecuencia, el imperio planificó una nueva estrategia de penetración militar e  injerencia política en Colombia. Así radicalizó  la guerra como un aviso a la insurgencia que aparezca en cualquier parte de su patio trasero. Pero su intervencionismo no iba a ser a la manera de desembarco de marines, bombardeos desde el aire y gran despliegue de tropas. Ahora ideaba métodos más sutiles y no menos eficaces que una intervención  armada. Decidió desembolsar millones de dólares, inmensos recursos y asistencia técnica y militar mediante entrenamiento, asesorías diversas a la vez que entregaba equipos militares cada vez más sofisticados y aumentaba el número de asesores y de mercenarios, porque en estos tiempos, la guerra se ha convertido en un  negocio privado. La intervención yanqui en el conflicto interno de Colombia es indiscutida: Los mercenarios de la Dyn-corp y el accidente de “un avión militar, desconocido en América Latina, que tiene la capacidad de reportar en forma exacta, de día y de noche, el movimiento de tropas terrestres o anfibias. Fue todavía más llamativo que el avión estuviera piloteado por un miembro activo del ejército de Estados Unidos” se constituyen en una afirmación del intervencionismo yanqui..

Para ocultar sus verdaderas intenciones injerencistas y de neodominación colonial creó el famoso Plan Colombia, impulsado por el gobierno de Andrés Pastrana. Para mayor vergüenza, ese Plan fue redactado originalmente en Inglés y se lo  presentó primero para la aprobación del gobierno de Estados Unidos, sin que ni siquiera fuera conocido por el Senado de Colombia. “Este Plan Colombia, a pesar de que en su título se hable de paz, es un plan para la guerra, pues en él se solicitan a Estados Unidos 1.270 millones de dólares, de los cuales 1000 millones estaban destinados a reforzar el aparato militar, modernizar la infraestructura bélica de las Fuerzas Armadas Colombianas, crear nuevas brigadas, estaciones navales y bases militares encaminadas a perseguir a los productores de narcóticos, en el sur del territorio colombiano, con la perspectiva de erradicar a sangre, fuego y fumigación los cultivos de hoja de coca y amapola, para luego pasar en un lapso de 5 años a la lucha contra los cultivos en el resto del país. Aquí es donde está el centro de la cuestión, puesto que en el Plan Colombia se consagra la lucha contra el narcotráfico, en la que se cuenta con la decidida participación de Estados Unidos, para la erradicación de los cultivos de drogas ilícitas en el Sur del país -lo que es bien disiente de las intenciones del Plan, puesto que allí se encuentran las bases sociales de las FARC y su principal zona de influencia geográfica. Bill Clinton en persona dijo que "el comercio de narcóticos y el conflicto civil en Colombia están cada vez más entrelazados. Los rebeldes marxistas y los paramilitares de derecha financian, cada uno, sus actividades con los centenares de millones del narco-lucro. Debido a la fuerte presencia insurgente y paramilitar, las fuerzas de seguridad colombiana no cuentan con capacidad de realizar operaciones anti-narcóticas efectivas en las mayores regiones de Colombia, donde se encuentran unas 2/3 partes de los cultivos de coca de Colombia. Esta región, particularmente los departamentos de Putumayo y Caquetá, está aislada geográficamente y dominada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC...

En realidad la denominada guerra contra el narcotráfico ha sido un  fracaso. En 14 años de vigencia del Plan  Colombia, las áreas de cultivo de la coca se han  incrementado y las guerrillas de las FARC están más consolidadas que antes de que Colombia recibiera una cantidad superior a los 11 mil millones de dólares hasta el año 2013. En 14 años han  desfilado por Colombia, centenares de “asesores e instructores” yanquis, miles de mercenarios para contribuir a la guerra total en el sur de Colombia contra los productores de coca y contra las FARC. Liquidar  a las FARC fue y es uno de los objetivos de la presencia de Estados Unidos en Colombia. Los otros objetivos son  apoderarse de sus recursos naturales, y usar a Colombia como el más grande e importante portaaviones terrestre para amedrentar, controlar y agredir a uno o varios países de América Latina y el Caribe, según sean las necesidades geopolíticas del imperio. En la mira del Pentágono están  Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia.

“Estados Unidos, en nombre de su cruzada seudomoralista contra el narcotráfico, ha justificado la inversión militar, la fumigación criminal de cultivos ilícitos, la construcción de sofisticadas bases en diversas zonas del país, el aumento de personal colombiano en plan de "preparación" en centros académicos del las Fuerzas Armadas norteamericanas, y el incremento de la ayuda económica para sostener al ejército colombiano”

EL PLAN  PATRIOTA

Fue concebido por Estados Unidos como el componente militar del Plan Colombia contra la guerrilla colombiana, para atacarla desde la retaguardia ubicada en el Sur de Colombia y en la frontera norte del Ecuador.

Tal como el Plan Colombia fue ideado y planificado en Estados Unidos con el entusiasta apoyo del presidente de las derechas Álvaro Uribe Vélez que, según algunos analistas, tiene un prontuario y extenso expediente  en la DEA debido a su participación en el narcotráfico y otro expediente  más voluminoso elaborado por especialistas colombianos que lo vinculan a los paramilitares, puesto que su padre habría sido uno de los fundadores del criminal paramilitarismo.

Uribe fue y es un rabioso guerrerista que sueña con  derrotar a las FARC-EP. Pomposamente dijo: “Por más espesa que sea la selva y agreste, allá llegaremos para derrotarlos”, naturalmente con  la ayuda de sus amos yanquis que le impusieron el Plan  Patriota pata cambiar el equilibrio contra las guerrillas.

“El objetivo de este plan es desplegar una fuerza de 15.000 hombres en las selvas y poblados en el sur del país, donde el grupo guerrillero tiene presencia histórica y mantiene intacta su retaguardia estratégica”  afirmaba el diario El Tiempo de Bogotá.

El mismo diario informaba que “para definir la estrategia, hubo decenas de reuniones entre el Ejecutivo y la cúpula de las fuerzas militares con el Comando Sur y los departamentos de Estado y Defensa de Estados Unidos y agregaba que la  primera fase del plan fue la operación en Cundinamarca, que comenzó en junio del 2003, y recibió el nombre de Libertad 1, que en seis meses dejó fuera de combate a cinco jefes de frentes guerrilleros.

Un alto funcionario del régimen, que prefirió el anonimato, dijo que el Plan Patriota “es la estrategia a la que el presidente Uribe le apuesta todo para derrotar a la guerrilla”, pero agregó que “el resultado de este depende qué tanto nos dure el conflicto”.

Las sesiones registradas han sido con militares adscritos al Comando Sur, para los aspectos tácticos, y con funcionarios de los departamentos norteamericanos de Estado y de Defensa, que venderán el tema en materia política y de presupuesto en Washington.

El general norteamericano James T. Hill, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, dijo que se reunió por lo menos diez veces con uniformados colombianos en Miami o en Colombia y es uno de los más entusiasmados con el plan.

“Los militares han desarrollado un plan operativo y táctico que literalmente lleva la guerra a partes de Colombia donde no han tenido presencia en 20 años. Va a llevarles la guerra a sus enemigos (...) y tiene el potencial para propinar un golpe decisivo a los narcoterroristas”, sostenía Hill.

La estrategia del El Plan Patriota despliega fuerzas móviles y escuadrones especiales de selva que se entrenan exclusivamente en este  tipo de operaciones. Unos tienen la misión de copar el territorio; otros, como las unidades de comando, se concentrarán en “blancos de alto valor” y en penetrar los sitios más recónditos de las FARC. Las tropas coparían por lo menos durante un año el corazón de la guerrilla. El ex presidente Uribe había  repetido “que nos esperen allá tranquilos (los guerrilleros), porque por más espesa que sea la selva y agreste la topografía allá llegaremos para derrotarlos”.

“Para otorgarles el máximo apoyo en este esfuerzo, la administración norteamericana ha recomendado que el mandato del Congreso, que limita a 400 soldados y 400 contratistas el número de personal (que se puede enviar a Colombia), sea elevado a 800 y 600, respectivamente”, anotó Hill.

La participación de EE.UU. en esta campaña es incuestionable y por eso no sería extraño que los recursos que llegan para el Plan Colombia de ahora en adelante sean para el Plan Patriota, aseveró El Tiempo.

EL PORTAAVIONES MÁS GRANDE DEL MUNDO

Juan Ramón Quintana, ministro de la Presidencia de la República Plurinacional de Bolivia dijo que Colombia se ha convertido en la base militar más grande que tiene Estados Unidos en América del Sur, toda vez que este país recibió más de 10 mil millones de dólares en armas y asistencia militar desde 1999.

Quintana agregó que "Colombia se ha convertido en la base militar más grande que tiene Estados Unidos en América del Sur, siete bases militares de Estados Unidos en Colombia para controlar el espacio aéreo de América del Sur". Añadió que "Colombia es el niño mimado de los Estados Unidos en materia de cooperación militar" en el momento que cuestionó un acuerdo que firmó el gobierno de Colombia con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), organización de la que dijo lleva a la desintegración de los pueblos. Pobre Colombia en manos de los sátrapas.

Por su parte, los periodistas Diane Lefer y Héctor Aristizábal sostenían que en el otoño de 2009, funcionarios de los EE.UU. y de Colombia celebraron un acuerdo que concede a los Estados Unidos el acceso a siete bases militares en Colombia por diez años. Con este acuerdo, que viene inmediatamente después de la pérdida de acceso a las bases militares en Ecuador, los Estados Unidos aumentará sus vínculos con militares conocidos por perpetrar los peores abusos de derechos humanos en el Hemisferio Occidental, un alarmante indicio de lo que puede esperarse de la Administración de Obama y su promesa de cambio. ¿Realmente cambia algo este acuerdo? La decisión de la Administración de Obama de ejercer el poderío militar de EE.UU. en un grado hasta ahora desconocido amenaza con desestabilizar toda la región. Sí, países sudamericanos han tenido sus escaramuzas en la frontera y breves conflictos armados, pero una presencia importante de los EE.UU. en las bases colombianas crea un escenario para lo que potencialmente podría ser una guerra de importancia en el continente. En verdad que la Corte Constitucional impidió que las bases sean entregadas a Estados Unidos, pero esa decisión  no ha sido óbice para que el imperio  ocupara esas siete bases y todas las que necesite en un momento determinado.

En tanto el Congreso perdió la fe en el Plan Colombia luego de una inversión de más de seis billones de dólares en diez años, el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha aprovechado el presupuesto militar para mantener el mismo tipo de fracasadas políticas,  haciendo hincapié en soluciones militares a los problemas sociales, con una supervisión aún menor del Congreso. El presidente colombiano Uribe aprobó  el acceso de Estados Unidos a todas las bases que quisiera, a cambio de apoyo por parte de Obama al Acuerdo de Libre Comercio (TLC) respaldado por Uribe. Este nuevo acuerdo que da a los militares de los Estados Unidos acceso a siete bases, es una representación más del fracaso inevitable proveniente de las políticas que se basan en el paradigma militar. En Colombia, como en Afganistán, el poder militar ha fracasado y está destinada al fracaso.

En ninguno de los dos países los militares pueden hacer una mella en el tráfico de drogas. En ambos países, un débil gobierno central tiene poca o ninguna presencia en gran parte de su territorio - a excepción de presencia militar - e incluso ni proporciona los servicios básicos en muchas regiones. La acción militar inspira insurgencia y resistencia, mientras que caudillos y funcionarios corruptos del gobierno siguen lucrando con la guerra.

LA CIA EN ACCIÓN

LA JORNADA Y  ANNCOL informaban que El diario The Washington Post reveló la existencia de un programa secreto de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) por el cual el gobierno de Washington ayudó a las autoridades de Colombia a asesinar a al menos 24 líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), mediante un sistema de rastreo por GPS y el uso de bombas de alta precisión. Según la información hecha pública por el rotativo, el programa arrancó en 2000, tiene un presupuesto millonario y aún desconocido, que no forma parte del llamado Plan Colombia, y podría seguir en operación, lo que supone su continuidad entre las presidencias de George W. Bush y Barack Obama.

El diario puso especial énfasis en la participación de esa agencia estadounidense en el bombardeo que derivó en el asesinato de Raúl Reyes –el principal negociador de las FARC–, ocurrido en la localidad ecuatoriana de Sucumbíos en marzo de 2008. Dicho episodio, cabe recordarlo, constituyó no sólo un crimen de Estado –el asesinato a mansalva de una veintena de personas, entre ellas cuatro estudiantes mexicanos–, sino también derivó en un conflicto internacional entre Bogotá y sus vecinos Venezuela y Ecuador, por la incursión militar ilegal en el territorio de este último país.

En retrospectiva, la información difundida por el Post termina por dar la razón a los señalamientos formulados en su momento por el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, quien desde un principio habló de un bombardeo realizado con tecnología de punta, seguramente con la colaboración de potencias extranjeras, y corrobora el papel desempeñado por la CIA, desde los años 50, como la dependencia que se encarga de hacer las tareas sucias que la Casa Blanca prefiere mantener en secreto, como una de las principales exponentes del terrorismo de Estado y como una de las entidades más peligrosas para la estabilidad mundial.

Por lo que hace al gobierno de Uribe, la información difundida denota el grado al que llegó la liquidación de la soberanía de esa república suramericana durante la gestión del ex mandatario (2002-2010), periodo durante el cual ese país se sumergió en un clima de violencia cada vez más confuso en el que participaron organizaciones políticas armadas, bandas de narcotraficantes, escuadrones de paramilitares y el mismo gobierno. El empeño de Uribe Vélez en una estrategia contrainsurgente que incluyó la violación masiva de derechos humanos y la conversión de ese país en violador de la legalidad internacional estuvo alentado, de acuerdo con lo que hoy se sabe a partir de la información publicada por el Post, por el gobierno de Estados Unidos. En un ejemplo más de la doble moral característica de Washington, Álvaro Uribe concluyó sus días al frente de la Casa de Nariño en medio de acusaciones de funcionarios y legisladores estadounidenses por los atropellos cometidos por su gobierno en el contexto de la política de un plan de contrainsurgencia del gobierno colombiano alentado por la propia Casa Blanca.

Por último, la información de que el mencionado programa secreto de la CIA pudiera seguir en marcha tendría, en caso de ser cierta, implicaciones desastrosas para el complicado proceso de paz que se desarrolla desde hace más de un año entre el gobierno de Bogotá y las FARC, el cual ha estado marcado por la continuidad de acciones bélicas por parte de ambos bandos.

Corresponde a los ciudadanos colombianos exigir a su gobierno un esclarecimiento contundente en torno a lo publicado por el diario estadounidense y, si es el caso, el cese de las operaciones conjuntas entre Washington y Bogotá, las cuales constituyen un lastre fundamental para poner fin al conflicto armado más antiguo del hemisferio.

Correo electrónico: tribunalpazecuador-yahoo.com


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