CEPRID

Elecciones bajo anestesia general: El orden reina en Argelia

Martes 26 de junio de 2012 por CEPRID

Marco Rizzardini y Acacio Puig

CEPRID

A nuestro amigo Abdennour Ali Yahia, presidente de honor de la LADDH (Liga argelina para la defensa de los derechos humanos), militante clandestino desde 1945 y diez años más tarde del FLN. Miembro fundador de la UGTA, ministro de obras públicas y agricultura entre 1965 y 1968. Fundador de la LADDH en 1989 y después impulsor del Acuerdo de Roma. En 2011 durante la Primavera Árabe, ha sido uno de los firmantes del llamamiento de la Coordinación nacional por el Cambio y la Democracia en Argelia.

Las elecciones legislativas celebradas el pasado 10 de mayo en Argelia contaron con el pleno aval de la comunidad internacional. Los grandes medios de comunicación se ocuparon de ellas lo justo, quizá porque cuando el orden policiaco garantiza la fluidez del negocio, todo lo demás sobra. Así, desde la Liga Árabe al Reino Unido, de Qatar a Nicaragua y del Departamento de Estado estadounidense a la Comisión Internacional de Vigilancia de la UE, las manifestaciones de satisfacción y felicitaciones institucionales aportan su peonada al blanqueo de un edificio en el que, sin embargo, algo huele a podrido.

El régimen, que sostiene férreamente las riendas de un paso de tortuga hacia el deshielo político, ha promovido la participación electoral espoleando a fondo tanto los sentimientos patriótico-nacionalistas como religiosos de la ciudadanía. El Ministerio de Asuntos Religiosos llegó incluso a proferir amenazas de sonoridad coránica contra el abstencionismo, mientras Abdelaziz Bouteflika, presidente de la república y muy implicado en la campaña del FLN (Frente de Liberación Nacional) retomaba el repertorio heredado de la guerra de liberación para cultivar el alarmismo frente a la amenaza extranjera, el patriotismo del hincha con “Argelia primero” y la desconexión de las demandas expresadas por las revueltas populares árabes mediante la glosa de “nuestra primavera es Argelia”. Sin embargo, la tendencia abstencionista de la mayoría de la población no se ha invertido y ni siquiera los datos oficiales –ampliamente cuestionados por la calle y las minorías del nuevo parlamento- logran desmentirla. Si el gobierno sitúa la participación en torno a un 42% (apenas un 6.4% más respecto a las legislativas de 2007), sus propios datos sobre un censo de 21.645.841 electores y poniendo en valor los 1.800.000 votos nulos, resultan ser “un auténtico bofetón a su propio juego” (Declich, 2012). El 57% de abstenciones y el plus de voto nulo revelan la densa corriente de rechazo a un modelo que en lo político arrastra la prolongada crisis de una legitimidad revolucionaria conquistada hace 50 años, pronto degradada por la militarización que parasitó al FLN como partido único y apuntillada por el golpe de estado que en 1991, liquidó la victoria electoral del islam político representado por el FIS (Frente Islámico de Salvación) y abrió paso a décadas de estado de excepción.

En aquel entonces la gestión militar de la derrota política del FLN, dio paso la llamada política erradicadora, varada en la sangrienta guerra sucia entre ejército (de uniforme y de paisano) y diversos maquis. Política de guerra de la que fue rehén la mayoría social, las libertades y derechos, colapsando la imprescindible política alternativa de desarrollo y redistribución de renta (VV. AA., 1999)

Abstención, boicot y nuevo parlamento

Si el régimen sitúa la participación en el 42%, son centenares los bloggers que, desde la observación en distintas wilayas, apuntan al 20%, trasladando su opinión a los correos de periódicos como El Watan, La Tribune o Le Soir. Quizá un promedio sea más fiel a los hechos. Lo evidente es que sectores muy importantes de población están al margen de la política de excepción que excluye al islamismo contestatario del FIS (Denaud, 1997) (que por cierto llamó al boicot), o simplemente se cura de las viejas heridas y el miedo esparcido durante la década de los 90 por un programa calificable como terrorismo de estado.

Población que ha sufrido en carne propia el estado de emergencia mantenido hasta febrero de 2011 y la disolución de cualquier tentativa de repercusión en Argelia de la Primavera Árabe. Las primeras imágenes televisadas, nos permitieron reconocer entre los manifestantes a un zarandeado Abdennour Ali Yahia, tan militante como lo ha sido durante su ya larga vida, bajando a la Plaza junto a la Coordinación por el Cambio y la Democracia. Este año, durante el período anterior las elecciones, la suspensión de derechos y detenciones han sido denunciadas por Human Rights Watch en el informe del 11 de mayo de 2012. Como de costumbre, las denuncias de anomalías y fraudes, provienen de corrientes políticas ubicadas en polos de un amplio espectro, pero minoritarias y especialmente castigadas electoralmente por esas irregularidades. Así, el diario al-Youm denunciaba que provincias como Tinduf, la más desértica y aislada del país, registraba una insólita participación del 83.15%, presumiblemente nutrida en los campos de refugiados saharauis, mientras que en otras provincias situadas más al sur, como Djanet y Tamanrasset, la ausencia de controles favoreció el voto cautivo de la inmigración procedente del África Subsahariana (Adnkronos, 12/05/2012).

Otros medios como La Tribune y El Watan (en ambos casos, 13/05/2012) registraron las denuncias de Mahamud Rachidi, secretario general del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) que desvelaba las “gigantescas proporciones del voto por poderes” (por delegación), ejemplificando la denuncia en el escándalo registrado en la localidad de Lagouhat (al sur del Atlas), donde la negativa de los electores militares a todo control sobre los votos que depositaban en nombre de otros, obligó a suspender el proceso electoral durante varias horas en el colegio electoral número 15. En sentido más general, el PST denunciaba en esos medios los obstáculos puestos a las comisiones de control y observadores de los partidos (con funciones similares a las de procuradores y apoderados aquí), el recurso a la violencia contra candidatos y observadores nacionales y su absoluta desconfianza respecto a la labor de los observadores internacionales.

El descontento ante la manipulación de resultados generó el pasado 21 de mayo la convocatoria por el Frente por la Justicia y el Desarrollo (7 diputados) de un Frente Político por la Democracia, orientado al boicot de los trabajos del nuevo parlamento (APN- Asamblea Popular Argelina); aunque el rechazo a participar en el mismo frente, hecho público por los partidos más fuertes de la oposición, el FFS (Frente de Fuerzas Socialistas, 21 diputados) y el PT (Partido de los Trabajadores, 17 diputados), mina su credibilidad e iniciativa. En cualquier caso, a pesar de la escasa participación e irregularidades registradas, es forzoso retomar los resultados de las formaciones políticas que, aceptando el marco electoral propuesto, resolvieron hacer campaña por motivos diversos: en unos casos renovar mayoría, en otros, ampliar el espacio de debate social, oxigenar el ámbito parlamentario introduciendo la diversidad posible, incluso sanear tesorería y aparato mediante el cobro de los salarios institucionales correspondientes, o simplemente medrar a la sombra del poder real… aún a costa de nutrir consensos, corruptelas e inmovilismos.

Es también importante subrayar el espejismo democrático que fomentó la reforma electoral y la eclosión de 54 partidos que se presentaron a las elecciones legislativas: 21 nuevas agrupaciones habían recibido vía libre para concurrir, ilustrando así una supuesta democracia plena. Las 893 listas de nuevos candidatos y las 900 más presentadas por los sujetos autorizados por el viejo derecho crecieron con las listas de independientes hasta un total de 2.053 listas registradas por los servicios de las wilayas. Sin embargo, lejos de garantizar la representación de la diversidad y la modificación democrática de la ley electoral, la apertura, desmedida y maquiavélica, ha supuesto una inmensa fragmentación de los votos emitidos, el mantenimiento en la ilegalidad del FIS y abundancia de trabas de las que se han beneficiado los dos partidos que realmente gobiernan.

“Nueva mayoría presidencial”

La nueva configuración de la Asamblea Popular (APN) debe pues circunscribirse a ese conjunto electoral que representa, en el mejor de los casos, a un 40% de votantes (de los que insistimos, además un 17% votó nulo). Socialmente es muy poco pero para el núcleo de la clase política resulta suficiente. Parece que la nueva mayoría presidencial está enormemente satisfecha. El FLN y el RND (Agrupamiento Nacional Democrático) consolidan mayoría, con 85 y 9 parlamentarios más que en 2007 y grupos de 221 y 70 respectivamente. La Alianza Verde, que perdió 12 escaños y logra solo 47, se sitúa pues en la oposición. Lo esencial sigue siendo recordar que su espinazo político más antiguo, el partido MSP-Hamas no solo formó parte de la anterior mayoría presidencial vertebrada en torno a Bouteflika, sino que desde la década de los 90 había formado parte de la oposición leal que apoyó al general Liamín Zéroual, presidente cooptado en 1995 por el Alto Comité de Seguridad.

Las responsabilidades contraídas entonces por Hamas con la democracia vigilada implementada desde la presidencia y su partido el RND, las responsabilidades de Hamas con la política de “aterrorizar al terrorismo” tienen tan larga trayectoria que excluían cualquier hipótesis razonada de una victoria “a la tunecina” protagonizada por los islamistas de estado en Argelia agrupados en la Alianza Verde. En ese sentido, la satisfacción de García-Margallo, nuestro ministro de Exteriores democristiano, (“gracias a Dios no se ha producido el importante ascenso previsto de las fuerzas islamistas”) se antoja tan poco ecuménica como documentada (www.europapress.es 14/05/2012).

Si el FLN y el RCD constituyen las dos facciones complementarias que representan el complejo energético-militar y se disponen al juego de la alternancia sin riesgos, la nueva presencia parlamentaria del FFS no parece que aporte novedades a los lineamientos tradicionales propios de la socialdemocracia cuando se encuentra en la oposición. En cuanto a las organizaciones de matriz marxista, el campo parlamentario lo ocupa el PT (Partido de los Trabajadores) que ha mantenido 17 escaños de los 26 con que contaba desde las legislativas de 2007. Con origen en el clandestino Comité de Enlace de los Trotskistas Argelinos (1965) fue legalizado en1990. El PT sorteó los años de plomo combinando la actividad sindical frente a las políticas de ajuste dictadas por el FMI y la política de defensa de una solución pacífica a la crisis mediante el diálogo con los movimientos islamistas.

Sin embargo, durante el inicio de la primavera árabe, el PT hizo gala de un pragmatismo posibilista de perfil bajo y esencialmente apegado a la conflictividad laboral en Argelia y al flanqueo de la histórica pero muy cuestionada burocracia de la central sindical UGTA. Organizaciones menores como el ya citado PST (con vínculos con el NPA francés) han obtenido el mismo respaldo electoral– muy poco significativo- que el histórico Ettahadi, (ya ex-PC) que pierde aceleradamente espacio sociopolítico. Las organizaciones que aspiran a representar el nacionalismo bereber se encuentran en franca decadencia desde la crisis que asoló la Kabilia en 2001, la llamada “primavera negra”. Una movilización popular de base asamblearia, estructurada mediante comités populares que, a juicio de sus más lúcidos protagonistas constituyó “una alternativa social al estado argelino, hasta la división generada con la aceptación por parte de sus dirigentes de la negociación y colaboración (…) y la pérdida de su carácter transformador”: 167 personas resultaron entonces asesinadas por el ejército y policía. Los datos oficiales cifran la participación en la Kabilia en un máximo del 25% en tanto que la casta política local contribuye a dislocar la situación. Si el RCD (Alianza por la Cultura y la Democracia) optó por el boicot, es dudoso que la ciudadanía olvide la triste historia erradicadora de su líder, el liberal Said Sadi, que durante los 90 se implicó en una prolongada justificación del golpe contra el FIS y en la suspensión de libertades por medio de los sucesivos estados de emergencia nacional… una pésima herencia para defender los derechos democráticos de la nación bereber.

En el mismo sentido, la reciente visita a Israel de Ferhat Mehenni, líder del MAK (Movimiento por la Autonomía de la Kabilia) y sus entusiastas declaraciones hacia Israel “como país libre y democrático”, su mantenerse al margen “como nacionalista bereber del conflicto israelí-árabe” subrayan la incapacidad de las actuales direcciones políticas locales para defender los derechos de naciones sin estado, dada la ausencia de escrúpulos en el aval de la ocupación colonial de Palestina (Oumma.com, 27-05-2012).

La Revolución devorada por el gas

A fines de los años 90, un afable Ahmed Ben Bella bromeaba en una cafetería madrileña: “nuestro gran problema es el petróleo y el gas”…para después extenderse con entusiasmo sobre las riquezas naturales de Argelia. Bosques, recursos agrícolas y mineros, incluso los desiertos saharianos le llevaban a fantasear sobre sus inmensas posibilidades como fuente de energías renovables. El recientemente fallecido Ben Bella, que entonces acompañó activamente la extensión internacional del Acuerdo de Roma y por tanto la Campaña por la Paz en Argelia que se desarrollaba aquí, concluyó con sorna: “¡tanto hidrocarburo…nos malea!”. Sin pretender analizar el vertiginoso deslizamiento de la República Argelina (“democrática y popular” hasta 1989) hacia el monocultivo energético, recordaremos el arranque de una revolución en la que campesinos y obreros agrícolas fueron punta de lanza de la ocupación, expropiación de propiedades coloniales y explotación colectiva de tierras en régimen de autogestión (Mandel, 1974).

Más tarde, los decretos de 1962 y 1963 del primer gobierno presidido por Ben Bella dieron entidad legal a los Comités de Gestión (en la agricultura, artesanía, minería e industria). Con ellos, la autogestión se asentaba –por algunos años - como pilar del nuevo socialismo argelino. El posterior Código de Inversiones apuntaría los lineamientos para solventar la ausencia de estructura financiera. Tras el golpe de estado de 1965, el gobierno presidido por el coronel Boumedian se orientó hacia la planificación integral de una triple revolución: industrial, agraria y cultural. Años después, Paul Balta escribiría: “la primera dotó al país de una importante infraestructura, a pesar de sus lagunas. La segunda ha fracasado. La tercera, resultó ser muy superficial”. Muerto Boumedian en 1978, las presidencias militares de la república ilustrarán una transición conservadora en la que el rol vertebral del ejército y seguridad militar impregnan la vida política y económica de Argelia. Bendjedid, entronizado en 1979, adecuará diez años más tarde la Constitución al nuevo desorden mundial y junto a un pluralismo de corto aliento, eliminará toda referencia socializante para abrir puertas al liberalismo económico.

La penetración de las políticas de ajuste estructural dictaminadas por el FMI serían paralelas al clima de terror posterior al golpe que en 1991 trocó elecciones legislativas por estado de guerra y dos años después el mismo Bendjedid fue forzado a dimitir y sustituido por un nuevo general-presidente: Liamín Zéroual. El diario francés Le Monde (16/11/1995) sintetizaba así la situación: La Argelia que se emplaza bajo la tutela del FMI es un país enfermo. Entre 1989 y 1994 el PIB por habitante ha caído de 2279 a 1534 dólares. El déficit del tesoro ha pasado del 1.2% al 8.1% del PIB mientras el paro adquiere proporciones dramáticas: un cuarto de la población activa se encuentra sin empleo. Desde entonces, el país sigue aplicadamente los preceptos del FMI. Los precios son libres, el dinar ha sido devaluado más del 50%...la privatización de empresas públicas se intensifica, el comercio exterior se ha liberalizado y las compañías extranjeras son las bienvenidas al Sahara.

El año 1999 dio paso a un político de la vieja guardia (militante del FLN desde 1956, ministro con Ben Bella y artífice con Boumedian del liderazgo argelino en el Movimiento de Países No Alineados), astuto y hábil negociador, con capacidad de arbitraje en conflictos africanos. Impulsor de la sonada amnistía que en el año 2000 sacó de la cárcel a los militantes del AIS (Ejército Islámico de Salvación) al tiempo que eximía de cualquier responsabilidad a militares y seguridad militar implicados en la década de guerra sucia. Abdelaziz Bouteflika, el nuevo candidato “independiente” apoyado por el FLN y RND conserva la presidencia desde hace 13 años. A grandes rasgos, Bouteflika aparece como el racionalizador de la macroeconomía argelina dentro de las coordenadas propias del capitalismo. Gestor de la disminución de la deuda externa durante el último sexenio y artífice del cierre de acuerdos bilaterales con los 17 países acreedores, ha conseguido que el coste del servicio de la deuda se haya reducido a menos del 1,5% del valor de las exportaciones, mientras que el stock de la deuda es constante, alrededor del 3% del PIB desde el año 2009. La ingente exportación de hidrocarburos (que representan más del 97% de los ingresos por exportaciones) garantiza el saldo activo de la balanza comercial y la renta per cápita crece a un 3% anual, acercándose a los 8000 dólares. La clientela energética está encabezada por Estados Unidos que absorbe el 24% de exportaciones, seguido por Italia (11.28%) y España (10.61%).

Por el contrario, las importaciones argelinas siguen creciendo en bienes industriales, productos semifacturados, alimentación y agricultura, dependiendo de una escala de proveedores encabezada por Francia, China, Italia y España /1. Buen número de las medidas proteccionistas tomadas bajo la presidencia de Bouteflika resultan tan del agrado de la jerarquía político-militar-económica argelina como rechazadas por el FMI y el Banco Mundial. La preocupación fundamental de los últimos abunda en la insuficiente protección de los inversores extranjeros y esencialmente en la Ley de Finanzas Complementarias de 2009 “que limita la inversión extranjera al 49% del capital social de las nuevas empresas, o la más reciente de ampliar la ventaja de las empresas locales en las compras públicas hasta el 25%”. Las presiones del Banco Mundial sobre la urgencia de una integración magrebí que instituya una zona de librecambio para un mercado potencialmente común de 900 millones de consumidores, adquiere, en el fragor de la crisis, dimensiones de amenaza. Proponen una UMA a su medida. El sistema argelino, obnubilado por la excelente marcha de la locomotora energética, se resigna a renegociar mejores condiciones de explotación mixta de los sectores no estratégicos (todos, excepto los hidrocarburos) y a perpetuar las importaciones por un largo período (incluidas las de armamento, de las que el principal proveedor sigue siendo Estados Unidos).

Especialmente grave por sus consecuencias sociales resulta la pérdida acelerada de cualquier horizonte de soberanía alimentaria: “Los productos agrícolas de Argelia representaban más de un tercio de las exportaciones en el curso de los primeros años de la independencia (1963-1966) hoy el país es uno de los grandes importadores de alimentos a escala africana, con una facturación negativa de 8.000 millones de dólares en 2008. En la década de los 60 la agricultura representaba el 20% del PIB y el 33% de las exportaciones, ocupando a más del 33% de la población activa. La superficie agrícola útil se ha reducido un 60% en treinta años y solo ocupa al 23% de la población activa” (Bernadini, 2009). Volcada Argelia en el lucrativo negocio de servir petróleo y gas, la agricultura (y ganadería) del país que fue “granero de Europa” ha sido abandonada a su suerte. La dinámica autogestionaria, tachada de incompetente e ineficaz, fue intervenida a partir de 1969 por el Ministerio de Agricultura y sus técnicos. Sin embargo, los ensayos de estatalización a partir de 1971 (la llamada “revolución agraria”) fueron un fracaso.

En 2006 el gobierno argelino empezó a aplicar nuevas Políticas de Renovación Rural (PRR), con el objetivo de relanzar la economía rural y reducir las diferencias existentes con el mundo urbano, mediante créditos y facilidades financieras. Incorporándola, pues, al “mercado”. Aproximadamente unos veinte millones de personas (el 55% de la población de Argelia) viven en zonas rurales. De de ellas, el 30% tiene menos de 30 años: los pueblos están llenos de jóvenes que emigran cuando el trabajo escasea. Actualmente, el sector agrícola ocupa a unos 2.000.000 de trabajadores. Los agricultores que trabajan en las explotaciones agrícolas pueden ser dueños de la tierra en solitario o asociarse con algún vecino. Existe la figura del jornalero/temporero, sobre todo en las zonas de recolección del sur.

La ley n87-19 de diciembre de 1987 fija la forma de explotación de tierras agrícolas así como los derechos y obligaciones de los productores y define al productor como “usufructuario” del terreno estatal. Poco más de 5 millones de hectáreas de cultivo de regadío (10%) y resto de secano, segmentadas en explotaciones pequeñas (una media de 4 hectáreas), escasamente mecanizadas y amenazadas por la desertificación. La ganadería (más familiar que extensiva) no supera los 20 millones de cabezas y cuenta con importantes carencias infraestructurales y veterinarias. El actual programa de inversiones públicas 2010-2014 (con una inversión prevista de 212.140 millones de euros) resulta ser fundamentalmente un programa urbano y para grandes infraestructuras en que la parte del león corresponde a ferrocarril, carreteras, puertos y vivienda. Al desarrollo específicamente agrario se le adjudican sólo 10.000 millones de euros, aunque se prevé el doble para embalses, depuradoras, trasvases…Nueve millones de hectáreas configuran el total de la SAU (superficie agraria útil), quedan por tanto grandes zonas abandonadas y sin explotar. En definitiva, las organizaciones locales e internacionales ocupadas en la dimensión estratégica de la Soberanía Alimentaria (los sindicatos agrarios, Vía Campesina, Slow Food…) tienen mucha tarea pendiente en Argelia.

Una población sin primavera, una juventud sin futuro

El informe PNUD del 2011 situaba el índice de desarrollo humano de Argelia en la posición 96 de los 187 países comparados, por encima de la media regional, algo por debajo de la media de Estados árabes y también de la media mundial. El periódico oficialista El Moudjahid, enfatizaba el 13 de febrero del mismo año el posicionamiento de Argelia por encima de la media de los países árabes y de la media mundial, obligándose sin embargo a añadir que “según algunos expertos, el impacto de las transferencias universales es poco perceptible por la ciudadanía”. Curiosamente los indicadores de Desigualdad y Pobreza, el PNUD no los valora por n.d. (falta de datos). Los datos de desempleo proporcionados por la Oficina Nacional de Estadística (ONS-Argelina) se congelaron artificialmente en el 10% en diciembre de 2010... (¡Sic!)

Abundando en la escasa percepción ciudadana del impacto de las transferencias universales y sorteando el blindaje mediático internacional de que se beneficia el poder argelino, retomamos los datos que Óscar Chaves presentaba en Diagonal de febrero 2012. “El precio de alimentos básicos como el aceite, la harina y el azúcar ha aumentado entre un 30% y un 40%. El gobierno argelino sitúa las cifras de paro en el 11.3%, aunque otras fuentes lo elevan hasta el 25%. El salario mínimo se ha mantenido en 130 euros al mes” (Diagonal, 142, p. 8). Ni siquiera esa cifra de paro está ajustada al crecimiento de población en edad de trabajar, ni parece contemplar la tan escasa incorporación de la mujer al mercado laboral.

El crecimiento de las desigualdades ya históricas profundiza la fractura social y la exclusión. Las inmensas riquezas obtenidas de la venta de petróleo y gas siguen sin ser invertidas para garantizar el bienestar de la mayoría de los habitantes. La mayoría de la población, (las estadísticas y sus promedios lo ocultan) está cada vez más empobrecida. La malnutrición gana terreno y la degradación general de las condiciones de vida se conjuga con la lógica mercantil para determinar también el deterioro de la salud de la población. Asolan de nuevo enfermedades como la tuberculosis y la difteria que habían sido prácticamente erradicadas durante la década de los 70 y, junto a graves carencias en vacunación infantil, se amasan stocks de productos inútiles, destinados a caducar, impuestos por las multinacionales farmacéuticas, como ocurrió con las vacunas contra la gripe A.

Si el campo sigue inmerso en dificultades, porque resulta más barato importar alimentos que producirlos, en las ciudades sigue hacinándose una gran masa desorganizada y despolitizada que oscila entre la apatía y la explosión de rabia. Y es en las grandes ciudades donde las desigualdades e injusticias sociales están más exacerbadas, no porque la crisis que golpea el conjunto sea allí más aguda, sino porque las solidaridades comunitarias han salido peor paradas y se deterioran hace décadas. Pero es también cierto que allí la población descubre, más que en otras partes, nuevos tipos de solidaridades, nuevas formas de lucha y de contestación (sindicatos independientes y huelgas, asociaciones, nuevos partidos, “saltos” de calle, o renueva las redes religiosas de apoyo mutuo…) aunque, como ya ocurrió durante el inicio de las revueltas magrebíes, en Argelia, la combinación de represión, censura y zanahoria, las dejó en stand by. Las perspectivas de empleo en el sector público se han reducido dramáticamente (¡menos estado!) y en el sector privado permanecen muy limitadas. Las relativamente abundantes inversiones extranjeras han creado pocos puestos de trabajo puesto que han sido dirigidas en su mayor parte a sectores de alta concentración de capital. La precariedad y el trabajo informal acompañan al trabendo como forma tradicional de ir saliendo adelante hasta emigrar o reventar.

En cuanto a la nueva situación del sindicalismo argelino, a partir del reconocimiento del pluralismo sindical (1990) hasta entonces el único sindicato tolerado había sido la Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA) los sindicatos independientes se iniciaron en el sector público. Sin embargo, hasta hace muy pocos meses su margen de acción ha sido muy limitado. Tras las protestas del pasado 2011, la actitud del gobierno de cara a los sindicatos independientes oscila entre el menosprecio y la hostilidad de modo que a pesar de la abolición del estado de excepción el 24 de febrero de 2011 y las apresuradas medidas de reforma tomadas por Bouteflika tras las protesta de enero, los actos de represión e intimidación contra los representantes de los nuevos sindicatos se han intensificado y recrudecido hasta casi el inicio de la campaña electoral. Todos los informes apuntan a que los derechos sindicales de la clase obrera siguen siendo completamente ignorados en el sector privado y sobre todo en las multinacionales ocupadas en los hidrocarburos en el sur del país.

Concluyendo

Ante tantas limitaciones y tantas posibilidades en un país que por su historia, extensión y riqueza constituye una potencia norteafricana ¿no es hora de retomar el internacionalismo preciso y contundente de las y los de abajo? Los de arriba llevan doscientos años en ello.

NOTAS

1/ Instituto Nazionale per il Comercio Estero, Roma 2011.

Bibliografía

Bernardini, L. “Il rilancio dell’agricoltura algerina”. El Watan, 3/08/2009. Disponible en http://www.slowfood.it/sloweb/3E6E345B139b51B345OIx31F824E/contatti

Declich, L. “La primavera algerina”. Back to the future, Fuori misura. 12-05-12. Disponible en http://30secondi.globalist.it/2012/05/12/la-primavera-algerina/

Denaud, P. (1997) Le FIS: sa direction parle. París: L’Harmattan.

Mandel. E. (1974) Control obrero, consejos obreros, autogestión. México: Era.

VV. AA. (1999) Identidades para la paz. Argelia por la reconciliación nacional. Barcelona: Icaria /Antrazyt.

Marco Rizzardini (Slow Food Gredos - Tiétar). Acacio Puig (La Comuna) Impulsores de la Campaña por la paz en Argelia en la década de los noventa.


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