Enrique López: “Hay que romper con el Estado”

De ojos grandes y redondos con expresión cansada y, un haz de amabilidad y bondad tras de sí, así es Enrike López. A sus 57 reside en Portugalete (Bizkaia, País Vasco) en la parte vieja, junto al puente colgante de hierro. Vive en una “economía de supervivencia”, como él mismo afirma, desde que en el año 1990 renunciase por voluntad propia a los privilegios que la Universidad proporcionaba, ser funcionario del Estado. Ya que él, junto a sus 100 compañeros despedidos, quería que la propia UPV/EHU se gestionase, de tal manera que serían empleados de la Universidad del País Vasco y no a nivel Estatal. Todo ello se llevó a cabo en un contexto en el que todos querían ocupar un puesto privilegiado.

Nuestro protagonista sufrió estos hechos con 30 años y desde entonces ha subsistido como buenamente ha podido. Al comienzo de su despido cobraba 600€ mensuales, por aquel entonces eran 100.000 pesetas, de una caja de resistencia sostenida por 50 personas hasta que en 2007 esta fue liquidada. En aquel año encontró un puesto de trabajo en una empresa de servicios en euskera e interpretación, «habré traducido alrededor de 10 libros para editoriales». Dos años más tarde su labor allí terminó y comenzó a cobrar la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), una ayuda económica mensual que busca atender las necesidades de las familias que no poseen los recursos suficientes.

Actualmente Enrike se desplaza todos los martes y jueves hasta la facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de Leioa. Así lleva a cabo una protesta que comenzó hace 26 años. A esta protesta que hacemos referencia se han sumado también dos antiguos compañeros que como Enrike, fueron despedidos, Jose Luis Hierro de 73 años y Antton Azkargorta de 64 años.

A las puertas de la facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación o en la rotonda, ‘el hombre de la pancarta’ con grandes letras que dice «25 años despedidos», a pesar de haber empezado con más compañeros tras otra pancarta, no se rinde y busca hacerse eco. Hoy, Enrique López sigue con una lucha que este primero de abril cumple veintiséis años, lejos de buscar su readmisión como lo hacía en un principio, busca reconocimiento por su lucha. Veintiséis años cara al frío y a la lluvia, y, entre pestañeo y pestañeo, juicios, huelgas, detenciones y porrazos. Después de tantos años cada bocanada de aire sigue teniendo regusto a despido, a olvido.

¿Por qué empezaste a protestar?

Todo empezó con el despido de 100 profesores allá por el año 1990. Nosotros, como ponía en la pancarta inicial, buscábamos «la autonomía universitaria, profesorado propio de la universidad», no queríamos ser funcionarios del Estado, queríamos que la Universidad del País Vasco tuviese sus propios contratos y fuese más independiente. A raíz de eso comenzamos a reunirnos con la pancarta seis compañeros, empezamos con la desobediencia, seguíamos impartiendo clases a pesar de estar despedidos, luego llegamos a estar cuatro o cinco cursos en los que pasábamos 40 horas semanales en la puerta de la universidad.

¿Tuvo represalias vuestra desobediencia? ¿Cómo actuó la Universidad y las autoridades?

El proceso en sí ya es un castigo. Al principio la Universidad contrató una empresa de seguridad privada, Protecsa, unos auténticos matones de una empresa financiada por Jaime Mayor Oreja, la oligarquía política y económica de Euskadi. Nos prohibieron entrar en la Universidad, al principio durante dos años, pero luego se alargó y nosotros nos colábamos, pero siempre nos sacaban con la cabeza por delante y a golpe de porra. Después de eso empezaron los juicios; cuando recibes el primer papel del juzgado te pones nervioso, pero al final después de recibir decenas dejas de asustarte, yo al final dormía tranquilo. Yo tenía una actitud distinta a mis compañeros, ellos estaban familiarizados con ambientes universitarios, habían estado en cargos, etc. Yo venía de las luchas de los setenta y los ochenta, por eso hice otro tipo de desobediencia, en varias ocasiones no pagué las multas que me impusieron, no iba a los juicos, etc.

¿Qué tipo de juicios teníais? No acatar las órdenes de los jueces tendría unas consecuencias…

Teníamos juicios por lo penal, siempre que hay una lucha enseguida detienen a alguien y tratan de ponerle un juicio porque es una manera de presionar a todo el grupo y desactivar la protesta. Como yo era el que más guerra les había dado tuve 9 juicios, hasta el momento en que me detuvieron yo había participado en defensas jurídicas, por eso a mí cuando me llevan en el día 30 de una larga huelga de hambre ante la jueza y la fiscala les digo que me niego a declarar. A raíz de ese momento decido no presentarme ante los jueces, pero escribía una carta cada vez que me llamaban y les explicaba mis motivos para no presentarme. Yo no los veía capacitados para juzgarme, era un tema con un fondo político que debían resolver los políticos, no era un tema que había que llevarlo por la vía penal. Claro que tuvo consecuencias, al no pagar me pusieron una orden de búsqueda y captura, me llevaron a la cárcel de Basauri y pasé mi cumpleaños y las navidades del año 2000 en la cárcel.

Además de no presentarte en los juicios, ¿qué medidas tomaste para ser escuchado?

Hubo varias huelgas de hambre normalmente no muy largas, pero yo una vez me lancé al ruedo e hice una huelga de 38 días, provocó mucho revuelo. En aquella época teníamos ocupada la oficina del sindicato LAB (Langile Abertzaleen Batzordeak/Comisiones de trabajadores Abertzales), la huelga estaba creando muchas tensiones y tenían que acabar con ella, entonces a la noche me prepararon una emboscada. Cuando salí al baño me detuvieron, me sacaron en pijama (día 30), al día siguiente se corrió la voz de que iban a llevarme al juzgado de Algorta (Getxo), al llegar allí había varias personas concentradas como muestra de apoyo y protesta por la situación que estaba viviendo.

¿Al verte detenido abandonaste la huelga de hambre? ¿Estabas asustado por lo que pudiera pasarte en esas condiciones?

No, continué con ella en la comisaría y fuera de ella estuve otra semana más en una tienda de campaña a la entrada del campus de Leioa, hasta cumplir 38 días. No estaba asustado, siempre intenté vivir las situaciones desde fuera, como un testigo. Los ertzainas sí parecían asustados, sabían que cumpliendo órdenes habían cometido una bestialidad, detener a alguien que está en huelga de hambre, por eso estaban con los cascos puestos dentro del juzgado, yo nunca había visto a un ertzaina con el casco puesto dentro, sabían que la habían montado.

¿En este proceso te has sentido defraudado por gente cercana? ¿Algún acontecimiento a destacar?

Sí, te vas dando cuenta de lo que te viene encima y es en los momentos duros cuando sabes cómo es la gente, el que quiera conocer lo que es el Estado, los jueces, no puedes cogerlos en un momento de tranquilidad en el que no pasa nada especial. Cataluña es un ejemplo, los catalanes no pensaban que la policía iba a arremeter contra ellos, porque no conocían hasta qué punto pueden llegar las autoridades. Los mayores disgustos siempre te los da la gente más cercana, son los que más te putean y los que tendrían que comportarse de otra manera, por ejemplo, el sindicato abertzale LAB, la izquierda abertzale, etc. Yo estaba como militante en la izquierda aber­tzale, ellos fueron los que más problemas me dieron, dos meses antes de que nos despidieran el 1 de abril de 1992, ellos me llaman a capilla y me expulsan porque según ellos la mayoría de la gente de LAB en la Universidad ha decidido que hay que firmar y tú no.

¿Sólo te llamaron a ti «a capilla» para expulsarte? ¿Por qué crees que fue?

Los otros compañeros también eran militantes, ellos se salen también pero no los llaman a capilla. Cuando tienes un grupo que te crea problemas vas a por el más débil para desestructurar el grupo, si es mujer porque eres mujer, si eres pobre porque eres pobre, yo era el más joven y era más fácil tomar represalias contra mi desde dentro de la izquierda abertzale que, por ejemplo, contra José Ramón Etxebarria que había sido parlamentario y hubiese podido crear un escándalo.

¿Por qué crees que la izquierda abertzale no os apoyó?

La izquierda abertzale le da prioridad a estar en la universidad, tener un buen cargo,… el ser independentista, de izquierdas es un adorno. Como ellos la izquierda y los grandes movimientos, que al llegar al poder cambian completamente. Y allí empezó el declive, en lugar de apoyar a los despedidos, la izquierda abertzale boicotea la lucha, se crea una caja de resistencia y LAB pide que no se apoye la caja de resistencia. No digo que a nivel personal algunos no simpaticen, pero a su nivel institucional no.

¿Crees qué los seis qué estabais inicialmente protestando luchasteis por igual?

Todos mis compañeros de pancarta sufrimos bastante, aunque creo que mis compañeros no llegaron tan lejos como yo, por la edad, por varios motivos. ¿Tiene mérito las decisiones que tomaron? Sin ninguna duda, pero al ser una lucha de largo tiempo es difícil seguir todos a una, como con los amigos que con los años vas cambiando. Y yo siempre busqué ir más allá, por esto he renunciado a una buena vida, a una buena casa, un buen trabajo y a ocupar cargos. Mis compañeros antes y después han ocupado cargos, no lo digo a modo de denuncia, pero es lo que ha pasado.

Dices que has renunciado a muchas cosas, ¿no te arrepientes? ¿Con qué te quedas de lo aprendido en este proceso?

Yo creo que he hecho lo que debía. Una de las conclusiones que he sacado de esta lucha es que es más importante ser fuerte espiritualmente, para afrontar de manera serena las situaciones, que hacer un discurso coherente que conteste a todas las preguntas. Debes ser fuerte y si en una cosa no aguantas lo tienes que dejar. Otra de las conclusiones de esta lucha es que estamos escogiendo a nuestros representantes y a la gente en general por como habla y no por como actúa, nos dejamos convencer por un discurso con armonía que termina por quedarse en eso.

En el año 2003 hiciste una marcha por Euskal Herria.

Empecé la marcha el 15 mayo de 2003 y terminé el 16 de noviembre, hice alrededor de 5.120 km, visité los 685 municipios de Euskal Herria. Como vivencia personal fue un viaje iniciático, una vida en 6 meses que a mí me sirvieron para romper, ya no volví a la pancarta, seguí luchando, pero no con la pancarta. Me sirvió para conocer gente, saber más de esta tierra y me inspiró a escribir el libro «5.000 km a pie por la desobediencia vasca».

¿Qué has descubierto en esta protesta?

Al final todos estos veinticinco años han sido una marcha, una marcha en la descubrí que tenemos un comportamiento de tribu, a veces es bueno y otras es malo, cuando se pudre la cabeza de la tribu se pudre todo, pues lo mismo ocurre cuando está todo muy jerarquizado. Estamos en un momento en que todos seguimos un patrón, parece que todos transitamos los mismos bares, vestimos igual y a quien se salga del rebaño, leña.

Los medios nos olvidaron y boicotearon nuestras actuaciones, cuando íbamos a la facultad a dar clases los medios como Egin publicaban que íbamos allí a tirar por la borda el trabajo de nuestros sustitutos. Lo que también pasa en el periodismo es que se manipula, das una entrevista y a veces cambian la intencionalidad de lo que dices. Me ha pasado de dar entrevistas y no verme reflejado en ellas, no tanto por la literalidad sino por el tono que se te atribuye erróneamente.

Irene Sánchez Noriega

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