LA CRISIS ENERGÉTICA Y «EUROPA»

El siguiente artículo es un extracto de algunas de las partes que configuran el texto «¿Construyendo “Europa” Manu Militari?», de Ramón Fernández Durán.

Crisis energética y oferta de poder nuclear de Francia para construir «Europa»

«La disuasión nuclear francesa es un elemento insoslayable de la seguridad del continente europeo (…) Llegado el momento tendremos que plantearnos juntos la cuestión de una defensa común, que tuviera en cuenta las fuerzas de disuasión existentes, en la perspectiva de una Europa fuerte, responsable de su propia seguridad (…) Lo cual será la garantía de nuestros aprovisionamientos estratégicos y la defensa de los aliados (…) Los Estados que recurran a medios terroristas contra nosotros (…) deben comprender que se exponen a una respuesta firme y adaptada de nuestra parte». J. Chirac, 2006.
La fuerte subida del precio del petróleo que se viene manifestando, y el impacto que tuvo en el abastecimiento de gas a la UE el conflicto entre Rusia y Ucrania en torno al mismo, ha puesto la cuestión de la crisis energética en el primer lugar de la agenda política europea. Y no es para menos, la Unión depende en más del 75% del petróleo exterior, proveniente en gran medida de Oriente Medio, y en más de un 50% del gas de fuera de sus fronteras, principalmente de Rusia. Estos porcentajes se dispararán en los próximos años, conforme se vayan agotando las reservas del mar del Norte, haciendo a la Unión más dependiente del exterior y, por lo tanto, más vulnerable. Ante esta situación, Chirac ha querido utilizar la excusa de la urgencia de abordar la crisis energética para justificar «Europa», y así ganar un protagonismo perdido desde el No francés en el referéndum constitucional (…). Y lo ha hecho poniendo la force de frappe nuclear sobre la mesa, ofreciéndola como garantía del abastecimiento energético futuro al conjunto de los países miembros. Francia con Gran Bretaña son las dos únicas potencias nucleares de la Unión. Como reza la cita de inicio de este texto, la fuerza nuclear francesa «será la garantía de nuestros aprovisionamientos estratégicos y la defensa de los aliados» (…) Dentro de tales aprovisionamientos estratégicos figuran en primer lugar los energéticos, es decir, los combustibles fósiles, pero también todo tipo de materias primas; sobre todo en un momento en que los precios de éstas están sufriendo también una subida espectacular, ante el fuerte aumento de la demanda mundial, su previsible escasez en el futuro, y hasta por la propia especulación en los mercados financieros futuros. (…) Un toque de atención también a los Estados del Este, para que sean conscientes (que lo son) de que su frágil abastecimiento energético dependerá en el futuro del poder político y militar de «Europa», y que sus vínculos con EEUU no les garantizará (llegado el caso) su abastecimiento energético. (…) Y, aparte del carácter estratégico que adquiere la cuestión energética, se quiere utilizar este tema para justificar la necesidad de «Europa», especialmente en su dimensión político-militar (que refleja la Constitución) de cara a los ciudadanos. Y así como Washington, para defender el American Dream, justificó en los 90 las aventuras militares (desde la 1ª guerra del Golfo) para garantizar sin pudor su abastecimiento de petróleo, un interés «vital» de EEUU; hoy en día se quiere construir también un imaginario europeo, un nuevo European Dream, en base a la necesidad de asegurar el abastecimiento de petróleo y gas. Así, los ciudadanos europeos, incluidos los más reticentes, comprenderán que «Europa» es necesaria.

(…) En paralelo, continúa de forma imparable el endurecimiento interior de la UE, promovido y ejecutado por los distintos Estados, pero impulsado y coordinado también desde las instituciones comunitarias, como forma de afianzar hacia adentro su gobernabilidad. En este sentido, existe una especie de consenso interestatal de ir acabando poco apoco con el espacio público urbano y ciudadano a escala de la UE, así como una orientación securitaria interna creciente en la estela marcada por EEUU tras el 11-S, con el fin de controlar y yugular posibles resistencias e insurgencias. Blair y Sarkozy una vez más marcan la pauta, seguidos sin rechistar por los demás líderes europeos, con la excusa de la lucha contra el «terrorismo», pero yendo ahora mucho más allá. Blair, bajo el lema de que hay que recuperar la ciudad para la gente «decente», está impulsando la «tolerancia cero» también contra la prostitución y el gamberrismo en las calles, al tiempo que ha instalado otras medidas de excepción urbana (guerra a la venta ambulante, expulsión de sus casa a los vecinos antisociales [[Desalojo de sus viviendas hasta por tres meses, pasando a ocupar viviendas de castigo mientras tanto.]], castigos a los padres cuyos hijos no vayan a la escuela, posibilidad de establecer toques de queda para los menores en barrios concretos, etc.). La nuevas medidas francesas van en la misma dirección, y ambas contemplan el control exhaustivo de los lugares «sensibles». Y a escala de la Unión está ya en camino la aplicación de controles biométricos para todos sus ciudadanos (y aquellos de terceros países), así como la incorporación de esta información en forma de chip que se adjuntaría a la documentación personal, que será obligado llevar consigo. De esta forma, el control de la población será exhaustivo, complementando esa capacidad de seguimiento mediante el poder de ubicar en todo momento a los individuos (y a sus vehículos) vía satélite. (…)

«Europa» se apunta al «Choque de Civilizaciones»

Tras el choque de la «vieja Europa» (Francia y Alemania) y EEUU en el consejo de Seguridad con ocasión de los preparativos de la guerra contra Irak, y la división de la OTAN al respecto, venimos asistiendo a una paulatina recomposición del vínculo transatlántico, y a un progresivo realineamiento de la UE tras la estela de EEUU en Oriente Próximo y Medio. La Unión se muestra incapaz de ejercer una política propia en toda esa conflictiva zona, de enorme importancia geoestratégica, que se separe de forma significativa de los intereses y la agresiva política estadounidense. Las razones son sus divisiones y contradicciones internas respecto a este ámbito geográfico, la incapacidad política por tanto para hablar con una única voz, y su debilidad como actor militar autónomo. Todo ello le hace supeditar su perfil de proyección internacional de una forma aún más acusada bajo el paraguas de EEUU en esa zona tan caliente del globo. Donde se ubica el conflicto de Israel con el mundo palestino (apoyado por Washington, y aceptado por los principales países «europeos»), donde se albergan las 2/3 partes de las reservas de crudo del mundo, y donde se localizan dos volcanes en erupción: Afganistán y, sobre todo, Irak (activados por EEUU y Gran Bretaña), y otros en preparación (Irán, y más) ayudados por la política occidental hacia esa zona. Un territorio, además, todo él (el mundo árabe-musulmán), enormemente hostil a la presencia de Occidente (que data de la época del dominio colonial europeo occidental), y sobre todo de EEUU (en esta fase postcolonial) y de su creciente implicación militar en la zona. Rechazo que se ha agudizado con la debacle desatada en la postguerra iraquí, y el agravamiento de la situación en Palestina, que ha alentado aún más el crecimiento en el mundo árabe-musulmán del Islam político y de las distintas formas de Yihad, fomentando el llamado «Choque de Civilizaciones».(…)

Y no es para menos, los famosos vuelos de la CIA con escala en territorio «europeo», para deslocalizar (subcontratar) la tortura hacía cárceles de fuera de la UE, y aún de la propia Unión, han dejado patente que los distintos gobiernos «europeos», que dicen defender los Derechos Humanos, estaban al tanto de esas operaciones, y que miraron hacia otro lado y hasta colaboraron con Washington.(…) En estas circunstancias, no sólo le va resultar muy difícil a la UE dar ya lecciones sobre derechos humanos en el planeta a nadie, sino que su imagen de cara al mundo árabe e islámico se asocia cada vez más con la de EEUU. El núcleo duro de Occidente, los dos lados del Atlántico Norte, ven como su (falsa) seña de identidad durante la Guerra Fría (la defensa de los Derechos Humanos) se desmorona. (…) Y la que más se va a resentir de ello en la propia UE, pues es (era) una de la marcas estrella de su poder blando para proyectarse a escala global, y para presentarse también con otra cara en los escenarios de Oriente Próximo y Medio. (…)

No es por casualidad que los disturbios más importantes se han dado, en un primer momento, en países en conflicto con «Europa» (Afganistán, Líbano, Irán, Siria, Palestina…), si bien las movilizaciones han alcanzado luego al conjunto del mundo islámico, incluida Turquía. Y algunas han sido especialmente sangrientas (Nigeria, Libia). La postura cada vez más visible e intervencionista de los países «europeos», y la mayor exposición de la Unión en Oriente Próximo y Medio, empiezan a pasarles una clara factura. Su imagen de policía bueno en Occidente, de contrapeso de EEUU, se ha esfumado. Y la debilidad política de «Europa» ha quedado absolutamente manifiesta[[Una muestra de esa debilidad son las divisiones internas, que se refleja además, en las dificultades que tiene la UE para aprobar sus presupuestos y ratificar su propia Constitución, y que es de donde parte el autor en el texto original. (Nota del recopilador).]]. (…)

Entre el reforzamiento de Occidente, y el posible final del Atlantismo

(…) En el próximo futuro vamos a ver, no sólo un declive paulatino de Occidente respecto del resto del mundo (sobre todo por la fuerte irrupción de China e India en el nuevo capitalismo global), sino también porque probablemente se agudizarán las tensiones dentro del núcleo duro de éste (es decir, EEUU-EU), como resultado de este declive. Un declive que puede ser brusco, como consecuencia de sus rivalidades económico financieras a escala global (a pesar también de sus intereses en común), y especialmente por el hecho de que ambos espacios poseen dos monedas de rango mundial, que compiten entre sí.

Ante esos escenarios futuros tan sumamente complejos se barajan todas las opciones para seguir manteniendo el dominio de Occidente a escala global, y reforzar también, si es preciso (que muy probablemente lo será) el papel de la UE en el mundo. A la Unión le va su propia vida en ello. Y ambas cuestiones son asimismo en una importante medida contradictorias. Así pues, desde la primera opción[[Esta es la postura de los neocons estadounidenses, de Blair, de Aznar (el Trío de la Azores), y de ciertos sectores conservadores europeos continentales, y responde, pensamos, a los intereses comunes económicos y financieros noratlánticos, principalmente los del mundo anglosajón.]], se nos habla de la necesidad de crear un gran mercado transatlántico (entre EEUU y UE), con acuerdos de libre comercio con otras regiones planetarias, de reforzar y ampliar la OTAN (incluyendo hasta a Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur, reforzando militarmente estos flancos de lo que se puede considerar un Occidente ampliado), y que ésta Alianza sea la que defienda (entre otras cuestiones) los suministros de energía futuros, con fuerzas de intervención rápida para actuar en donde sea preciso en el mundo. Hasta se habla de incluir en esta futura OTAN a Israel y Colombia, nada menos.

Desde las opciones más «europeístas»[[Aquí cabría citar en general los intereses del capital de la Europa continental occidental, defendidos especialmente por Francia y Alemania, como cabezas primordiales del Eurogrupo.]], (…) se nos alecciona de que una «Europa fuerte» (los «Estados Unidos de Europa») se debe construir a partir del «Eurogrupo», y tendría que tener una dimensión militar autónoma. Es decir, de acuerdo con esta postura, esta «Europa fuerte» sería un poderoso anclaje político-militar absolutamente necesario de una «Europa mercado» más amplia, que podría llegar a tener, llegado el caso, entre 30 y 35 miembros. Solo así, se nos dice, podrá «Europa» subsistir en el futuro incierto que se avecina, defender sus intereses a escala mundial y afianzarse como un actor global «imprescindible» (es decir, se plantea crear una «Europa» superpotencia mundial).

(…) En definitiva, podemos observar cómo la UE impulsa de forma creciente sus intereses económicos y financieros en el mundo entero, en muchos casos rivalizando con EEUU, y cómo va acompañando la defensa de esos intereses propios de políticas securitarias, con una voluntad de orientación militar creciente. Sin embargo, la ausencia de una clara dimensión política y militar propia, hace que esa promoción y defensa no sea tan «eficiente», (…) como la que pueda ejercer (en teoría) EEUU con su poder de coacción y atracción. Máxime cuando aparecen con fuerza nuevos actores capitalistas a escala mundial, que empiezan a disputar mercados, compiten cada vez más por el acceso a materias primas escasas, y desarrollan también crecientes capacidades militares. Todo ello puede contribuir al final del «Atlantismo», y a la defensa de cada quién de sus propios intereses por separado (tal vez manu militari), de hecho se está haciendo ya, en el mundo crecientemente convulso que nos adentramos.

Ramón Fernández Durán

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