PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO

Este es el título de uno de los libros más conocidos del médico, psiquiatra y científico Wilhelm Reich, precursor de los movimientos ecologistas y de las pedagogías liberadoras.
Corría el año 1933 cuando Reich se lanzó a analizar el fenómeno de la victoria del fascismo partiendo de una pregunta: «¿qué entorpece el desarrollo de la conciencia de responsabilidad en la gente?» En esencia, las respuestas que encontró son estas:

Es fácil explicar por qué roba un hambriento o por qué un obrero explotado va a la huelga. Lo difícil es explicar por qué no roban todos los hambrientos, o por qué no van a la huelga todos los obreros explotados.

La Psicología de masas nos aporta un elemento fundamental para responder a estas preguntas y entender fenómenos como la guerra o el ascenso al poder de líderes autoritarios del tipo de Hitler y Mussolini: todo orden social produce en la masa de sus componentes las estructuras de carácter que necesita para alcanzar sus fines.

Dicho más claramente: las guarderías, las escuelas, la familia autoritaria, las cárceles, los cuarteles, los hospitales, los manicomios, los medios de comunicación e incluso los hipermercados, son utilizados por el Poder para modelar a la gente a su conveniencia.

El resultado final es una masa de ciudadanos a los que podría describirse con estas esclarecedoras palabras del propio Reich: «esclavos de no importa quien». Es decir, gente dispuesta a vender su libertad y su dignidad.

Claro que hoy no vamos a ver negros uniformes, estandartes con cruces gamadas ni brazos tiesos: los tiempos cambian. Pero una serie de fenómenos amenazantes evidencian el resurgir de un nuevo fascismo:

La informática está imponiendo los modos y maneras de las máquinas, eliminando el tiempo de reflexión en nuestras relaciones, y ello unido a una gran masa de gente que no lee libros y que está siendo adoctrinada por la TV.

El tercer mundo y las minorías indígenas de varios continentes están siendo sometidas a una feroz marginación y a la destrucción sistemática con base racista.

Nadie se hace cargo del dolor, del sufrimiento de los demás: la gente está aterrorizada ante la perspectiva de compartir, de relacionarse y vivir de verdad, y las víctimas inmediatas son los niños y las niñas a los que se arrebata la atención adecuada.

Nuestros jóvenes están siendo engañados, aleccionados, convertidos en muertos vivientes que deambulan sin rumbo por el laberinto del consumo y la dejación.

Apatía absoluta y frío utilitarismo son las dos caras de una misma moneda que justamente define el carácter dinerario y deshumanizado de nuestras comunidades.

Nuestras calles, aparcamientos, comercios, bares y plazas están siendo invadidos por un auténtico ejército de paramilitares, de vigilantes con porra, cámaras ocultas y demás parafernalia propia de un campo de concentración.
Finalmente, el terrible fenómeno de la globalización del poder, impuesto mediante campañas de idiotización, gracias al dominio de las grandes estructuras de poder económico (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional) o en casos de resistencia mediante la destrucción pura y dura, dando de paso salida a las últimas ofertas en el Mercado de Artefactos de Muerte.

No es en absoluto cierto que para resolver los problemas haga falta dinero; lo que hace falta es algo mucho más importante: la capacidad humana de estar junto a los débiles en lugar de machacarlos buscando nuestro provecho.

Exactamente los mismos fenómenos que posibilitaron el ascenso de los partidos fascistas en los años 30 y que Reich estudió y denunció en su libro, están provocando ahora acontecimientos semejantes a todos los niveles: desde el establecimiento de un Orden Mundial planetario que no duda en masacrar un país hasta la implantación de microdictaduras municipales protegidas y alentadas por los que esperan sacar tajada y aceptada sumisamente por las masas de «pequeños hombrecitos» devorados por la inercia, por el desencanto, por la incapacidad vital para actuar.

Permitidme pues que haga un llamamiento dramático, urgente y al mismo tiempo lleno de esperanza a aquellos que todavía seáis capaces de sentir, de pensar, de emocionarse y vivir. Vamos a luchar para cambiar de una vez por todas las bases profundas de esta sociedad injusta. Pensando, no tanto en los que ahora podemos decidir, sino en los que no pueden hacerlo. Dejemos a nuestros hijos un lugar en el que merezca la pena vivir.

Jesús García Blanca
(La Línea)

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