NIKE EZ

En los años 60, Phil Knight, fundador y jefe de Blue Ribbon (más tarde Nike Inc.), dirige un curso de economía de la empresa en la Portland State University. En 1971 entrega a una de sus alumnas apenas cinco mil pesetas por su diseño del “Swoosh”, la estela de viento que acabará siendo mundialmente conocida como símbolo de esta marca. Lo que poco a poco empieza a ser también mundialmente conocido son las condiciones de explotación que padecen quienes en el sudeste asiático producen las prendas deportivas Nike.

Profundizar en el funcionamiento de esta empresa equivale a descubrir un poco cómo funciona hoy el capitalismo a nivel mundial: por un lado el “Nike World Campus” de Oregón, central del consorcio en EEUU, un parque de casi 300.000 m2 con oficinas para “jóvenes creativos”, con salarios altos, horarios flexibles y un puesto de trabajo en un lugar de culto; y por el otro lado, las fábricas en los países del sudeste asiático, en donde, en áreas separadas, pero a menudo dentro de los mismos pabellones, se producen calzados para Nike, Reebok y adidas en jornadas de trabajo de 12 horas, con salarios bajos, horas extras obligatorias y, en parte, un estilo paramilitar en la dirección.

A Nike le gusta presentarse a sí misma como un mito del neocapitalismo y cuenta siempre el cuento del “hombre hecho a sí mismo”. Todo gira en torno a la promesa: “Cualquiera puede lograrlo”, así que “Just do it” (Simplemente, hazlo).Dos jóvenes deportistas, Phil Knight y Bill Bowerman, se conocen en la universidad en 1957. En sus ratos libres se dedican a mejorar las suelas de los deportivos para intentar aumentar la velocidad de l@s corredores. Los primeros calzados se elaborarán en el sótano de la casa de los padres de Phil, y luego los llevará él mismo en su vehículo para venderlos en la universidad los días de competición. La segunda parte de la historia arranca en 1962, cuando el ya economista Phil Knight demuestra en un estudio que con desplazar la producción hacia Japón se pueden aumentar tanto los beneficios que hasta se podría acabar con la hegemonía de adidas en el mercado norteamericano. El mismo año Knight viajará a Japón y comenzará una colaboración con una empresa japonesa productora de calzado. Nike/Blue Ribbon Shoes demuestran ya, a principios de los 60, el aspecto que puede ofrecer una renovada división del trabajo post-fordista: al propio consorcio le pertenecen sólo los apartados de proyectos y de comunicación, es decir: bocetos, diseño, marketing, distribución. La fase de producción se subcontrata a empresas de países en donde se dan las mejores condiciones de explotación. Así se crea en EEUU una especie de “aristocracia laboral”, mientras que en el sudeste asiático estaría el “proletariado”. Es alrededor de este primer grupo como Nike propaga el mito elitista y falsamente alternativo de la empresa.

NIKE WORLD CAMPUS

“Ninguno de los “jóvenes soldados” que trabajan en Nike, que cuando pasan junto a un encargado sonríen o asienten ligeramente con la cabeza, llevan traje y corbata como el jefe y algunos tienen incluso pelo largo. Para los empleados de Nike, el mundo fuera del World Campus es “la Biosfera”o también “el mundo real”. Fuera del “muro de protección” -como se conoce a la franja de hierba sobre la que a cualquier hora del día se puede ver a alguien haciendo footing- está América. Dentro del muro se encuentran el mundo Nike. Siete edificios, cada uno con el nombre de una estrella deportiva, donde no está permitido fumar, la empresa paga un plus a los empleados que van a trabajar en bicicleta o en patines “en línea” y donde está muy bien visto practicar un par de horas al mediodía en el gimnasio Bo Jackson”.

Nike sólo tiene dos fábricas en EEUU. Las dos se encuentran cerradas temporalmente y la producción casi se realiza totalmente en Asia. Por decirlo en cifras: Nike tiene en todo el mundo 5.300 empleados, mientras que en Asia más de 200.000 personas trabajan produciendo para Nike. Así eluden el tipo de fábrica fordista y adjudican sus encargos a parte contratante de países donde existe una relación beneficio empresarial-sueldo propia del principio de la era industrial. Este procedimiento se conoce como “puja hacia abajo”: buscar siempre los costes salariales más bajos y las condiciones laborales más inseguras en el sur y en el este. Cuando en abril del 97 se elevó en Indonesia el salario mínimo en 30 pts, hasta llegar a las 370 pts/día, el portavoz de Nike, Jim Small, reaccionó con la afirmación: “…Indonesia podría llegar a un punto en el que su encarecimiento la expulsara del mercado”.

LOS TIGRES ASIÁTICOS

Nike entró en la “puja hacia abajo” en los años 70. Decidieron buscar fuera de Japón nuevos sub-contratantes y descubrieron los Tigres Asiáticos: Corea del Sur, Hong Kong, Taiwan y Singapur. En 1980, el 90% de la producción de Nike se realizaba en Corea del Sur y Taiwan. Cuando allí suben los salarios y las luchas laborales aumentan, la producción se desplazará a los países de la “segunda generación de los Tigres Asiáticos”: Malasia, Thailandia, Indonesia y Filipinas. A principios de los años 90 la caravana se comienza a desplazar de nuevo, ahora hacia las zonas de economía especial del sur y este de la costa china y también hacia Vietnam. Con ello llegará la periferia del taylorismo (y los bajos salarios) a los países del (antiguo) real socialismo del sur de Asia. Así es como en China se mezclan los intereses de un autoritario y burocrático socialismo de estado con los del capital, interesado éste en el ahorro en los sueldos y en producir en un país en el que la huelga sindical y el derecho a la libre asociación no existen. En 1996 el 34% de la producción de Nike venía de China, el 36% de Indonesia, el 12% de Corea del Sur, el 10% de Thailandia, el 5% de Taiwan y el 2% de Vietnam. La parte que no se ve en el cuento del “hombre (Phil Knight) hecho a sí mismo” está escrita con el sudor y la sangre de mano de obra del sudeste asiático, además, mayoritariamente femenina.

Sin embargo, hay quien en vez de comprender la internacionalización de la explotación y combatir estas insufribles condiciones laborales, no ve más allá de la pérdida de puestos de trabajo en el “Primer Mundo”. La campaña “Made in USA”, que se realizó en EEUU en 1992, es un ejemplo de cómo protestas anti-Nike puede caer en la retórica patriotera del “los puestos de trabajo nos pertenecen”. Poco antes de las elecciones presidenciales de 1992, sindicatos y productores textiles norteamericanos iniciaron una campaña bajo el lema “Just do it and bring jobs back to the United States” (Simplemente hazlo y trae los puestos de trabajo de vuelta a los Estados Unidos). En su propaganda podía leerse: “Phil Knight, Spike Lee, Michael Jordan y Bo Jackson son millonarios gracias a los miles de norteamericanos que perdieron sus puestos de trabajo”(Michael Jordan, por ejemplo, convertido en imagen de marca de Nike, cobra por ello unos 10.000 millones de pesetas al año). Cuatro años más tarde, en la campaña electoral del 96, el candidato a la presidencia por el Partido Republicano, Pat Buchanan, mostró una vez más en qué consiste la crítica al capitalismo desde la derecha: exigió el proteccionismo del mercado nacional, polemizó contra el libre comercio y, especialmente, contra el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México y criticó la desregulación de la economía mundial y la Organización Mundial del Comercio. Y todo esto perfectamente insertado en un discurso racista contra la inmigración, que juega con el resentimiento de pequeñ@s comerciantes y trabajadores/as en situaciones laborales inestables.

Pero Nike es sólo una de las empresas que explotan la diferencia en salarios, derechos sociales y organización sindical que se da con respecto a los países empobrecidos. Fue tal el impacto en Holanda de una campaña que, para denunciar la subcontratación textil hacia el “Tercer Mundo” puso a C&A como ejemplo, que al final la opinión pública acabó pensando que C&A era la única empresa “mala” y el resto eran correctas. Pero desgraciadamente hay muchas más, como adidas, por ejemplo, cuyo espectacular relanzamiento no se explica exclusivamente por sus nuevas estrategias de marketing, sino decisivamente, por el cierre de sus centros de producción en Europa y al envío del 60-70% de su producción a Asia. En EEUU se puede observar ahora una doble dinámica: la producción textil masiva o se ha hiper-automatizado o se ha desplazado fuera de sus fronteras. Pero al mismo tiempo surge otra vez dentro de ellas como economía sumergida en domicilios particulares o en “Sweat Shops” (pequeños o medianos talleres donde, basicamente mujeres, y casi todas inmigrantes, trabajan en duras condiciones al margen de cualquier regulación laboral o salarial).

Pero a veces el mundo yuppie del diseño y la publicidad y el opresivo de los talleres asfixiantes y mal pagados se encuentran. Cicih Sukaesih, una empleada indonesia, despedida tras una huelga en su planta de producción, afirmaba al periódico “Solidarity” que cada vez que veía en el trabajo el eslogan “Just do it!” creía que significaba algo así como, “¡Cierra la boca y trabaja!”. Hasta que un día vio el anuncio de Nike que dice: “Just do it! No hay tiempo para tener miedo. Así que, STOP. Intenta algo que no hayas intentado nunca. Arriésgate. Pide un aumento de sueldo”.

NIKE EN VIETNAM

La ONG norteamericana “Vietnam Labor Watch” viajó en marzo del año pasado a este país asiático. Su objetivo era comprobar in situ las condiciones laborales de las fábricas que producen artículos Nike en Vietnam. Visitó cuatro de las cinco que existen desde 1995. El 90% de la producción la realizan mujeres. La mayor parte vienen del campo, tienen entre 15 y 28 años y cobran una media de 30 pts. por hora. El trabajo textil es una ocupación tipicamente femenina. Aquí se unen la explotación económica y la sexual. El objetivo principal de la visita era la fábrica Sam Yang, en la ciudad de Ho Chi-Minh, que pertenece a un empresario coreano. Las empleadas recién contratadas, durante los tres primeros meses de trabajo, sólo reciben 5.600 pts. al mes, menos incluso que lo que señala el salario mínimo de Vietnam (6.800 pts.) Aún así, pasados estos primeros meses, a menudo ni siquiera les alcanza para pagar la comida y el alquiler. En las entrevistas que realizaron con las empleadas, casi todas contaban que recibían una ayuda extra de sus familias. Las cuotas de producción diarias eran tan irrealmente altas que casi todos los días se tenían que realizar horas extras. Una semana de 60 horas es normal. La media anual es de 500 horas extras, cuando en Vietnam la ley sólo permite 200. Los niveles de salubridad y seguridad laboral son malos. Muchas de las 6.000 trabajadoras reconocen haber perdido peso y padecer jaquecas y fatiga desde que trabajan para Sam Yang. En la cadena de montaje una y otra vez hay mujeres que se desvanecen porque están agotadas, el calor es enorme y el aire está enrarecido por la cola y la pintura. Las autoridades sanitarias de Ho Chi-Minh señalan en un informe que en Sam Yang se superan los límites permitidos de ruido, así como los de concentración de Tulio en el aire. Incluso en un informe de uso interno realizado por Ernst & Young, citado el 7 de noviembre del 97 en The New York Times, se afirmaba que en algunos lugares de esta planta se superaban en 177 veces los niveles legales de sustancias cancerígenas, que un 77% de las empleadas padecían problemas respiratorios, así como que el sueldo semanal era de ¡10 dólares! La dirección de la empresa es además autoritaria y, en parte, paramilitar. Las trabajadoras sólo pueden ir al baño una vez por turno y dos veces beber agua. A menudo hay encargados que acosan sexualmente a las trabajadoras o les imponen castigos colectivos. Los conflictos laborales también se suceden. En marzo de 1996 fueron a la huelga casi mil empleadas de esta fábrica porque un superior había pegado a varias compañeras. Tras otra huelga, en octubre del 96, la dirección despidió a un gran número de trabajadoras, pero por la presión recibida tuvo que readmitirlas. En marzo del 97 unas 300 trabajadoras realizaron una huelga de celo. Casi todas estas protestas se originan por despidos arbitrarios, “castigos”, horas extras forzadas y también por los bajos salarios.

“Vietnam Labor Watch” toma parte en una campaña, junto con otras ONGs, para reivindicar: un control independiente de las condiciones de trabajo en los países del conocido como “Tercer Mundo”, el cumplimiento de los derechos laborales fijados por la Organización Mundial del Trabajo y el desmantelamiento de las fábricas conocidas como “Sweat Shops”. Esta iniciativa la llevan a cabo en EEUU “No Sweat” y en Holanda “Clean Clothes Campaign”. A una política de información al público añaden otra de contra-campañas publicitarias. Su objetivo es que el “consumo crítico” fuerce a estos consorcios hasta que l@s trabajador@s que elaboran estos productos alcancen unos mínimos dignos en sus derechos laborales, lo que se vería recompensado con una especie de “label social” en forma de etiqueta que podrían lucir en sus prendas como símbolo de producto “políticamente correcto”. Desgraciadamente el capitalismo nunca será correcto, y el objetivo claro debe ser acabar con él. Las conquistas que le podamos arrancar por el camino serán siempre metas volantes, nunca la meta final.
Nike, por su parte, intenta contrarrestar todas estas campañas. Los 3.000 millones de pesetas que gastó en 1985 en publicidad, ya los había triplicado en 1993, llegando a los 22.000 milones. Según “Clean Clothes Campaign”, con que Nike rebajara solamente estos gastos en un 3,5%, las empleadas de las fábricas de China e Indonesia podrían duplicar su salario. Sin embargo, prefiere realizar ridículas campañas de imagen como el Campeonato del Mundo de Fútbol Infantil “Nike Premier Cup”, para chavales de 14 y 15 años, cuya fase europea tuvimos la desgracia de soportar el pasado mayo en Bilbao, en las instalaciones del Athletic de Bilbao.

En septiembre del 97 Nike dejó en suspenso el contrato que tenía con cuatro empresas de Indonesia, cuando la tan contestada dictadura de Suharto cumplía 31 años, según Nike, por incumplir las exigencias en cuanto a correctas condiciones laborales. Con ello no sólo limpiaban su imagen pública, sino que se mudaban a China, donde los costes salariales eran aún más bajos.

Más información
Vietnam Labor Watch
815 15th Street, NW Suite 921
Washington DC, 20005 (USA)
e-mail: thuyen@spacelab.net

Clean Clothes Campaign
PO BOX 11584
1001 GN Amsterdam (Holanda)
e-mail: ccc@xs4all.nl
http://www.cleanclothes.org

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