1- El capitalismo en situación
– No buscamos que en este material[[ Este texto es parte de un trabajo monográfico sobre el MTD Solano realizado por el grupo Situaciones. Contacto: situaciones@sinectis.com.ar.]] aparezca la opinión de ustedes sobre lo que pasa en el nivel general de la política, aquello que los medios de comunicación organizan como los temas sobre los que habría que opinar, sino que el objetivo es reflexionar acerca de cómo se vive el mundo acá, cómo habitan ustedes, concretamente, esta experiencia que vienen desarrollando. ¿Cómo se les presentan los problemas, cómo se discuten?
Queremos que se exprese la riqueza que hemos experimentado aquí.
Para comenzar la conversación, entonces, queremos decirles que pensamos que la condición para captar la fuerza que hay en esta experiencia nos va a hacer falta salirnos de un discurso anticapitalista muy inmediato, y por eso muy abstracto, que piensa en términos de consignas como: “no queremos que se pague la deuda externa”, “cuando se tome el poder se resolverán los problemas” o “hay que parar el ajuste del gobierno”. Porque, aún siendo estas consignas muy justas, esconden el hecho de que el poder funciona a través de mecanismos muy concretos y cercanos, siempre situados, y que es esta forma de aparecer del poder lo que tenemos que trabajar. Por eso, la primera pregunta es ¿cómo existe el capitalismo acá, cómo se les manifiesta, cómo se les hace presente?
– Cuando ustedes llegaron, nosotros terminábamos una reunión con todos los delegados de los talleres productivos. Allí discutimos el presupuesto de los talleres productivos, la forma de producción y su destino; y, por más que los criterios del MTD sean los de construir colectivamente una producción alternativa, a la hora de definir las cosas, está muy fuerte este tema del capitalismo. Y, como sabemos, se hace muy difícil construir colectivamente con una mentalidad capitalista. Para nosotros es un obstáculo el individualismo, el egoísmo, el pensar siempre en resolver primero los intereses personales por encima de los intereses de todos los compañeros.
Es muy difícil, por ejemplo, empezar a producir cuando no está resuelto el destino de lo que vamos a producir: si va a ser para vender o si se trata de producir para el bien de todos, para ir generando una economía solidaria, colectiva.
Muchas veces lo que ha logrado el capitalismo es socializar una imagen o una proyección de lo que es la felicidad. A punto tal de que muchos, a pesar de estar en la peor de las miserias, jamás abandonan la fantasía de que un día puedan “salvarse”. Es la idea de la lotería, de una salvación que es individual, y que está muy ligada a una cultura: la felicidad pasaría por resolver el tema de la vivienda, de tener flor de auto o las últimas zapatillas. El capitalismo ha desarrollado todo ese imaginario a lo largo de los siglos. En los barrios populares está esa esperanza -o esa idea- de que un día se va a poder acceder a eso que se vende como felicidad. De hecho, personajes como Susana Giménez tienen una aceptación tremenda, la farándula, los juegos. A Menem lo votaron los sectores populares: andaba en Ferrari, se codeaba con toda la crema y, en lugar de generar odio, generaba admiración porque era el tipo que “triunfó” en la vida. Esa es una de las trabas: hay un imaginario que es producto de siglos de dominación, una idea de felicidad que está muy presente. Acá en los barrios se ven claramente los destrozos que deja ésto en las personas, en la comunidad, en los valores. Porque creo que el capitalismo ha generado valores, por ejemplo, el de “progresar”, el de tener cierto estatus, “ser alguien”, como decimos muchas veces y ser alguien significa tener cosas. Esas son las maneras en que se vive el capitalismo.
A pesar de que hay mucha pobreza, en Solano hay mucha gente que vive de esos valores. La misma religión afirma que uno siendo bueno, teniendo conducta, tiene la oportunidad de salir adelante. Está el convencimiento de que si no sos nadie es porque no estudiaste, no quisiste; o sea, lo mismo se repite hasta en la culpa. Muchos llegan a una determinada edad y sienten que su vida ha sido un rotundo fracaso y todo pasa por el individuo, ahí es donde están latentes los valores capitalistas.
Es una tensión constante en nuestra organización el hecho de plantear un proyecto que habla de lo comunitario, del esfuerzo común, de que liberarnos no es hacernos ricos, sino que la riqueza y la felicidad pasan por otros valores. Sin embargo, creo que van surgiendo nuevos valores, o valores que estaban de alguna manera incorporados pero muy garroteados, muy azotados por todo lo que se vive. En muchos lugares del interior no hay que hacer demasiado esfuerzo porque la comunidad -lo grupal, colectivo- pasa por algo casi necesario para sus vidas. Acá se nos ha convertido en algo sumamente difícil encontrar ámbitos donde se supere aquello de que la solución la voy a encontrar solo.
Pero es verdad que la competencia está muy presente en los barrios populares. Y estas relaciones traen los problemas de la autoridad y de los roles: hay muchos compañeros, incluso dentro del MTD, que piensan que tener responsabilidad dentro del movimiento es ser “la autoridad”. Y eso es el capitalismo.
Si la gente se junta o se reúne, generalmente es para pasar un rato, para que el tiempo pase, pero no con un sentido solidario, comunitario. Es reventar un momento porque no tengo nada que hacer con mi vida.
A veces, cuando se acercan a participar, hay un interés interno.
Nosotros vemos que el compañero no está dando pasos desinteresados sino que tiene implícitamente un interés y por eso da pasos.
En los momentos de crisis el interés aparece pero de otra forma, y se pasan boletas: “yo hice ésto y aquello”. Ese es otro de los temas a superar, tiene que ver con cómo nos hemos construido: con esa idea de que no sirve dar nada si no vas a recuperar el doble. Entonces, se piensa en los millones de dólares, no en la vivienda digna con las comodidades básicas, sino en la mansión.
2- La desocupación
– ¿Qué significa acá en el barrio no tener trabajo? Esto parece medio obvio, porque es este un movimiento de “sin trabajo” y, en general, todo el mundo ”sabe” lo que es un desocupado como categoría sociológica. Pero: ¿qué significa ser desocupado a nivel más vivencial y concreto?
– Generalmente, cuando la gente se acerca las expectativas son las de resolver el problema de trabajo. Pero el MTD no es eso. No resuelve el tema de la desocupación para nadie. El MTD es una propuesta, un proyecto, que toma como eje el tema del trabajo -en este caso la desocupación-, pero que es mucho más amplio. Es una construcción que tiene que ver con la dignidad, con luchar por la salud, la educación. Acá no buscamos poner en el lugar del proletariado al desocupado, por ejemplo. Tiene que ver con otra forma de construcción.
Desde hace muchos años, las cárceles están llenas de gente de los barrios por temas de delincuencia, de drogas. Acá estamos creando ámbitos para generar la posibilidad de que los jóvenes no salgan a afanar aunque muchos tiene recaídas. Tenemos compañeros que lo dicen concretamente, “yo con esto no puedo resolver situaciones que son de enfermedades, que son graves”. En el movimiento han encontrado un ámbito donde van recuperando el tema de tener una tarea, una ocupación que los saca de esos núcleos que estaban para cualquier cosa porque esos pibes toman dos o tres pastillas y salen a hacer macanas. Eso se va notando, aunque las dificultades que traen para el movimiento no son pocas, porque vienen con todas sus vidas. Pero se ha hecho una opción por respetarlos, con su historia y su vida, y no marginarlos porque consuman drogas, porque anden armados, y se va dando una relación de mucha receptividad con ellos. Y, a la vez, en ellos mismos se va produciendo un respeto y una estima gracias a la que nosotros podemos andar por la Florida tranquilos. Se arma una relación en que se producen cosas positivas y ellos son parte. Se van retomando códigos que antes eran comunes, incluso entre los pibes que salían a robar. La droga trajo como consecuencia que los códigos se rompieran, pero se va dando una recuperación en la que ellos ya no se asumen como marginados, sino que se los acepta así como son.
Esto va dando la pauta de que lo que se va creando es una posibilidad de reconstrucción de valores, de códigos, de convivencia. Había vecinos que no se podían ver y hoy están juntos en el mismo proyecto. Aunque todavía tenemos muchísimo que hacer en el barrio. Se han hecho muchos esfuerzos, por ejemplo, con el tema de la limpieza, la erradicación de los basurales. No tenemos resuelta la desocupación pero sí se van dando posibilidades de convivencia. No estamos siquiera resolviendo el problema del hambre, hay muchísimo por hacer, pero lo que se está logrando, y que para nosotros es lo fundamental, es la recuperación de lo humano. Nosotros siempre decimos que los recursos algún día los tendremos,pero lo humano, las relaciones entre los compañeros, no lo vamos a conseguir en ningún lado y en eso es en lo que se está avanzando. Acá la desocupación es histórica, hace años que existe, pero lo más triste ha sido la destrucción de los valores y la convivencia.
– Veníamos hablando de las consecuencias de esta idea -muy difundida por el capitalismo- de la salvación individual y de los efectos de una imagen del éxito muy estandarizada, ideológica. Pero sabemos que el capitalismo no sólo promete una salvación futura sino que, sobre todo, nos muestra que lo más probable es que la gente de estos barrios no vaya a salvarse. ¿No produce esto una destrucción del lazo social? El simple hecho de que un desocupado se viva como alguien excluido, expulsado, ¿no lo resiente, no lo violenta? ¿No hay una destrucción de las expectativas, en los más jóvenes, de salvarse incluso por la vía individual?
Tiene que ver con lo que decían de los compañeros que “bajan los brazos”: ni siquiera se trata de la clásica figura que cree que al final de un camino de esfuerzo y trabajo lo espera el éxito individual. ¿Qué pasa con los que bajan los brazos y, sobre todo, con sus hijos?
– Así es, el capitalismo acá tiene dos caras: por un lado, la idea de que se logra el éxito por el poder, escalando; y, por otro, estos comportamientos que a mi modo de ver son patológicos: la depresión, el bajar los brazos, pegarse un tiro, o quedarse sin hacer nada. O cuando uno termina descargando todo lo que produce la desocupación golpeando a la mujer, a los pibes o al vecino.
3- La horizontalidad y lucha
– Nos decían que hay compañeros que asumen las responsabilidades dentro del movimiento como un poder de mando sobre el resto de sus compañeros. Siendo que el MTD-Solano realiza un gran esfuerzo por sostener todo su trabajo a partir de principios de horizontalidad: ¿cómo viven acá la existencia y las modalidades de los liderazgos? ¿qué obstáculos han encontrado alrededor de las formas de protagonismo entre los miembros del movimiento?
– Lo que hacemos es revisar constantemente los acuerdos. Porque siempre nos manejamos con acuerdos: cuando salimos a la ruta, cuando constituimos un grupo de trabajo o un área del movimiento. Hay muchas definiciones que salieron de plenarios donde hemos discutido criterios de construcción, y siempre se vuelve sobre ellos. También analizamos mucho en qué nos perjudican las posturas individualistas. Lo que nos ha facilitado mucho la tarea es que no hemos empezado ningún grupo sin haber puesto primero los criterios en discusión, siempre han sido definidos por todo el movimiento. Por ejemplo, en los emprendimientos productivos primero hay que capacitarse y llegar a criterios de producción para después producir y salir a vender; capacitarse tanto en el oficio como en lo político. Esta es la manera que tenemos: es fundamentalmente la formación como herramienta que nos garantiza la construcción.
Para nosotros, la formación tiene un sentido amplio: este taller, por ejemplo, es para nosotros una actividad de formación. Pero un corte de ruta también, porque discutimos cómo lo hacemos, qué pasó, qué falló. Cotidianamente hacemos formación, y lo hacemos en base a los criterios que tenemos. Hay criterios que van cambiando de acuerdo a la realidad, hay otros más generales que son los fundamentales del movimiento. Por ejemplo, decidimos si queríamos tener un líder o si, más bien, queríamos una organización horizontal. Si queríamos que haya un grupo que tome las decisiones o si las teníamos que tomar entre todos en asambleas. La democracia directa es otro criterio inamovible. La lucha es la forma que tenemos y fomentamos para lograr las cosas. Ese es otro de nuestros acuerdos: para participar del movimiento hay que acordar en que este es un movimiento de lucha. En que acá las cosas las vamos a cambiar con la lucha. Pero la lucha no significa solamente salir a cortar la ruta o enfrentarte con la policía, sino que es una lucha cotidiana, es luchar contra nuestra propia y vieja manera de pensar para ir incorporando otro pensamiento nuevo donde las relaciones sean solidarias, colectivas, de compañeros.
Después, hay criterios que se van tomando por grupos y que van cambiando de acuerdo a la realidad. Por ejemplo, si trabajamos o no cuando llueve. Eso depende del grupo: si es un grupo que trabaja en la calle por lo general no trabaja pero, entonces ese día se puede mirar una película, discutir, capacitarse.
– En la mayoría de las experiencias hay un grupo en el que se concentra las tareas. Sea por la responsabilidad que demuestran o por la forma en que asumen el compromiso, suele producirse una delegación de información y de poder hacia un conjunto de compañeros a los que se va poniendo en el centro de la organización. En muchas experiencias se registra esta tendencia. El grupo que se ha colocado en el centro, incluso contra toda voluntad del movimiento y del grupo en cuestión, se encuentra luego en una posición muy difícil: cada vez encuentra más dificultades para colectivizar efectivamente sus saberes y responsabilidades. ¿Qué mecanismos encuentran ustedes para evitar o revertir esta tendencia a la delegación?
– Siempre hay una dependencia, porque los compañeros en sus comienzos, sobre todo, buscan en los grupos a la persona que tiene más experiencia o, sencillamente, la que habla mejor, o al que se desempeña mejor en una tarea. Se genera una dependencia que nosotros decimos que está bien pero sólo para una etapa, no para siempre. La manera de revertir esta situación es la socialización de los conocimientos, por eso trabajamos con la educación popular. Se crean ámbitos donde todos los compañeros van desarrollando su talento, sus virtudes, sus aportes, en una infinidad de responsabilidades. Hay compañeros que han tenido experiencias en algún sindicato, otros que son más desinhibidos, y otros a los que los atemoriza asumir una responsabilidad. Pero es constante el ejercicio para que nadie se quede sin hacer nada. Ahí está la superación del referente. Además, la delegación, tiene que ser rotativa, tiene que ser por mandato de los compañeros para cada momento que se necesite.
Hoy estamos a un año desde que se produjo un crecimiento fuerte y todavía existe una gran dependencia. Pero siempre hemos dicho que el que está en una tarea de apoyo, está para brindar, para acompañar, pero nunca para decidir. Es un acompañamiento, pero nunca el que trae la solución o el que dice cómo se tiene que hacer. Sabemos que eso va a llevar su maduración, su tiempo, pero ya están habiendo signos muy alentadores, porque gente que no hablaba, que le rehuía a la participación, no solamente viene a cumplir cuatro horas de tareas comunitarias, sino que ya se viene dedicando a otras tareas y actividades. Eso alienta, pero sin acelerar los tiempos. Hay referencias que son positivas porque no excluyen, pero que ayudan al crecimiento de los otros. Pero también las hay de las que acaparan, que no fomentan participación, que se imponen autoritariamente. Eso es una constante revisión en la que la democracia del movimiento, y la vida como tal, se está preparando para otros desafíos. Porque no se vive de una forma pura, no podemos decir que tenemos el cien por ciento de participación, de democracia directa y de horizontalidad, pero sabemos que ese es el camino.
Otra cosa importante es lograr que el compañero que en un momento fue referente y que ya va dejando de serlo, no se le acabe la vida y el compromiso. Es complejo, porque muchas veces son mecanismos de compensación y a uno le gusta ser querido; todos tenemos nuestros egos. Así que se trata de ubicarnos en una situación en que eso ayude e ilumine, pero que no queme. Una cosa es ayudar, alumbrar, brindar, y otra es no dejar que el otro crezca.
– El movimiento no es meramente una organización política ideológica, es decir, un grupo que se valida por sus “propuestas” y sus “opiniones” sobre “esto o aquello” (aunque eventualmente estas opiniones y propuestas existan). Hay una forma de intervención del MTD-Solano que nos resulta muy potente. Se trata de la capacidad de apuntar directamente a la sociabilidad, a los valores y las formas en que las personas resuelven todos los problemas de la vida. Honestamente, nosotros hemos pensado siempre que un contra-poder concreto no es una fuerza política sino una potencia de producción de valores, de modos de existencia, superiores a los que, en situación, produce el capitalismo.
Un poco en este sentido, queríamos pedirles que nos cuenten cómo trabajan alrededor de los núcleos más profundos de la sociabilidad y de la intimidad del barrio. De hecho, si el movimiento no cuestionase las modalidades de sociabilidad anteriores ocurriría que sería simplemente una estructura reproductora de valores dominantes.
¿Es posible recrear una comunidad alrededor de valores alternativos sin que, a la vez, se trabaje al nivel de los roles que ya vienen impuestos desde la familia, la crianza, la educación, etc.? ¿Ustedes ven que la organización comunitaria, la experiencia colectiva, van modificando la propia estructura familiar?
– Sí, en el poco tiempo que tenemos hay cosas que se van viendo. De hecho, al principio la asamblea del barrio tenía una participación bajísima. Es lo común, no sólo en el MTD sino también en una Sociedad de Fomento, entre los padres con relación a la escuela y en la misma Iglesia, que en los barrios cada vez tiene menos inserción. Nosotros estamos contentos por ver que en nuestra experiencia eso se viene rompiendo. Compañeros que no solamente vienen a una asamblea, sino que también van a una marcha, o a un corte de ruta, y esas son cosas que hasta hace poco generaban mucho miedo, mucha resistencia. Hay ámbitos que se van generando, y que la gente los comienza a sentir como una necesidad: estar en algo más grande que su familia. Se generan relaciones que van mostrando un crecimiento en los compañeros a los que ya no les basta con su núcleo familiar. Y eso se ve cuando terminan las asambleas y hay muchos que se quedan para charlar. Hay compañeros que lo manifiestan y dicen que empezaron a vivir cuando vinieron acá. Es algo muy fuerte encontrarle sentido a la vida en ámbitos comunitarios, donde se van generando relaciones y recuperando los valores. Hay compañeros que plantean que no se irían aunque se acaben los “planes trabajar”[[Los “planes trabajar” son una medida de emergencia que el gobierno argentino toma para tratar de paliar los altos índices de desempleo. Consiste en otorgar unos subsidos ínfimos a cambio de realizar determinados trabajos. Supone la institucionalización del trabajo precario y la explotación laboral.]].
Y eso es lo que a uno lo motiva, la posibilidad de generar relaciones de amistad, de compañerismo, de comunidad. Para muchos el MTD es su familia.
4. La organización de base
– Cuando publicamos el Borradores de Investigación[[Hace referencia a un informe que preparó el colectivo Situaciones unos meses antes de publicar el monográfico dedicado al MTD-S. Los borradores analizaban el surgimiento del Movimiento Nacional Piquetero. El objetivo era mostrar cómo dentro del fenómeno social llamado piquetero se escondían formas muy diferentes de pensar y de trabajar. La base del borrador fue el trabajo con los compañeros del MTD-S. El material está publicado en el monográfico anteriormente citado.]] sobre “la lucha piquetera” recibimos muchas críticas, sobre todo de gente ligada a la CTA. Básicamente nos reprochaban que habiendo hecho gala de tanta agudeza crítica para con el movimiento de Luis D’Elía, habíamos idealizado demasiado la experiencia de Solano. Hemos quedado, entonces, un poco obligados -por nuestros amigos críticos- a mejorar la calidad de aquel cuaderno y a meternos más a fondo con los problemas que van surgiendo aquí alrededor de la representación, la tentación de la política y todo este conjunto de problemas -que seguramente son muy parecidos en todos los movimientos- y que están bien puntualizados en los Borradores. Pensamos que lo interesante, entonces, es ir mostrando hasta qué punto las diferencias entre estas experiencias pasan más por el tipo de decisiones que se van tomando en la construcción para enfrentar estos problemas comunes antes que por ocultar que las modalidades alternativas tienen exactamente los mismos obstáculos. Para empezar, entonces, ¿cómo se organiza el MTD de Solano? ¿Cómo se trabaja para lograr un movimiento que no sea el dueño de todas las respuestas y el que todo lo soluciona? Porque el problema sería que el movimiento apunte a constituirse como un poder que impide la circulación de nuevos saberes y formas de protagonismo ¿no?
– Acá en Solano el movimiento surge a partir de una necesidad concreta del barrio, en torno a la que nos empezamos a juntar y a discutir cómo hacemos esto. Yo creo que no hubo una receta para comenzar, sino que lo vamos haciendo con el tiempo. Y en la medida en que nos vamos organizando, van surgiendo cosas.
La asamblea es el órgano que tiene la mayor importancia, es el lugar donde se discuten las propuestas, donde se toman las principales decisiones: los planes de lucha, la creación de nuevas áreas, la elección de delegados en cada barrio.
En los barrios, por otra parte, hay grupos de trabajo, compuestos por diez o veinte personas que, a su vez, también eligen dos o tres delegados, no hay un número preciso, pero siempre más que uno. Y esos compañeros elegidos en cada núcleo de trabajo forman la mesa, ámbito de evaluación y de planteo de dificultades. La mesa no es resolutiva porque las resoluciones se toman en asamblea. A partir de que surgen trabajos en nuevos barrios, en cada uno se eligen dos delegados que componen una mesa general, cuya función fundamental es la articulación de los barrios.
Por último, están las áreas, que fueron surgiendo de la necesidad. La de prensa, por ejemplo, surge cuando empezamos a cruzarnos con los medios, y porque empezamos a hacer denuncias; producción, que tiene que ver con la planificación; el área economía, que lleva las cuentas del movimiento; la de capacitación, y la de educación popular; seguridad, que se creó para salir organizados a los cortes; administración, que se encarga de todo lo referido al seguimiento de los planes de empleo, a la elaboración de proyectos, y de la relación con el ministerio; mercadería, que ahora está parada porque hace mucho que no recibimos mercadería; el área tierra y está también el área de relaciones institucionales, que funciona cuando, producto de los cortes de ruta, hay que ir al una reunión con el ministerio.
– Muchas veces las asambleas son ámbitos en los que o bien se dirimen posiciones distintas ya prefijadas, como si fuera un plebiscito en donde la gente no tiene ninguna participación activa más que elegir entre opciones ya clausuradas; o bien se legitiman las posiciones que ya están definidas de antemano. Sabemos que no resulta fácil lograr que las asambleas se conviertan en verdaderos espacios de pensamiento colectivo.
– La participación depende fundamentalmente del proceso de maduración de cada barrio. Hay lugares en los que se debate mucho y, por lo general, hay bastante acuerdo en los criterios de fondo, porque hay más tiempo de trabajo colectivo. En los barrios más chicos y más nuevos usamos disparadores y dinámicas que alienten la participación.
Creo que es muy importante volver constantemente sobre los criterios y los principios, que han sido muy discutidos, porque constituyen pilares del movimiento, que enmarcan muchas veces la discusión. Por ejemplo, este es un movimiento en donde está muy claro que no hay ambiciones de poder y, por lo tanto, la posibilidad de presentarse a elecciones es algo que está descartado. Eso no quita que haya momentos en los que aparecen problemas y posiciones que cuestionan los criterios mismos de la organización.
Por eso creo que tiene que ver con la maduración. Es un proceso y no podemos decir que las asambleas sí son verdaderamente democráticas. Muchas veces hay debates que se extienden y llevan horas, y se traban. Hay veces que tenemos que saldar la cosa con la votación, pero en general se busca el consenso. Ha habido tensiones, ha habido muchas crisis. en distintos barrios, con compañeros delegados. Los últimos planes de lucha nos dejaron un agujero en el camino que tuvo su repercusión. Pero no hemos sufrido divisiones, lo que habla de que hay un ejercicio colectivo que permite crecer y seguir adelante.
– Con respecto a la coordinación y a las vinculaciones políticas que se establecen con grupos distintos, quizás se vuelva más difícil sostener esta dinámica, porque se entra en relación con grupos que no tienen las mismas prácticas (más allá de lo que digan de sí mismos o de lo que, en sus cabezas, quisieran que suceda). Así, muchas veces hay desfasajes. Recién contaban cómo se resuelven las discusiones para adentro del barrio, cómo se toman las decisiones. Hay un criterio de responsabilidad que está en juego y que sostiene la experiencia. Esta horizontalidad de responsabilidades pone las condiciones para una experiencia común, soberana, de pensamiento y, a la vez, muy, muy práctica.
¿Pero cómo pueden extenderse estas modalidades de recreación de acuerdos existenciales, cómo pueden recrearse estos proyectos de origen cuando se trabaja a nivel de coordinadoras?
– Hay mucho respeto, y también nos manejamos en base a los acuerdos que vamos tomando. Pero en la coordinadora de los MTD hay grupos que tienen otra forma de construcción, otras características. Es más complicado cuando vamos a otros espacios donde no están sólo los movimientos de desocupados.
– Hay una forma de pensar la organización, bastante extendida en el movimiento popular, en la que se ponen en primer plano términos más bien institucionales. Las preguntas que allí se hacen son: ¿cómo hacemos un diagrama que sea democrático? ¿cómo hacer una forma que garantice la democracia interna? Así, muchas veces termina habiendo ámbitos, más bien vacíos, donde no pasa nada.
– A mí me parece que donde existe ese simulacro de democracia es en las organizaciones que se plantean la construcción de base como medio para llegar a otro objetivo.
– Sí, y puede tener que ver también con una modalidad de la actividad militante que parte de guardar un “modelo” (un conjunto de saberes) de cómo se construye. Incluso -y sobre todo- compañeros que, sin ninguna mala leche, suelen tener un “modelo” ideológico totalmente exterior a la situación en la que trabajan, y aparecen, de golpe, con criterios totalmente dogmáticos sobre cómo debieran ser las cosas, anteponiendo a la experiencia colectiva, criterios exteriores.
Este “atajo” militante se ahorra el principal de los trabajos: el camino de crear, de pensar colectivamente.
Por eso, cuando ustedes nos cuentan los criterios organizativos con que trabajan uno no puede evitar desconfiar un poco, por haber escuchado esos criterios en otros lados donde se “hacía que se practicaban” pero, en realidad, los ámbitos de pensamiento estaban ganados por estas “astucias políticas” y estos “saberes militantes”.
Me parece que hay algo de cómo ustedes piensan la construcción que no se deriva sólo de contar cómo es la forma de la organización.
– Nosotros en algunos barrios estamos destruyendo la imagen del delegado, porque tuvimos una crisis muy grande a causa de actitudes autoritarias y personalistas. Dijimos que ese modelo no lo queríamos repetir más, que no podía haber nadie que nos cague a pedos, y que había que trabajar más participativamente. Lo que hicimos fue hacer la cosa rotativa. Armamos un cronograma para la mesa general, y empezamos a venir de a dos. Finalmente no queremos más delegados, así participamos todos. Lo que hay que ver es cómo hacemos para que la función que venían cumpliendo se garantice, que era la comunicación con el resto de los barrios, la articulación de tareas, etc.
– Lo que se destruyó fue el rol del delegado, no su función.
– Claro, la función del delegado como una autoridad y si no sirvió, si se tomó ese rol que es de servicio como un poder, hay que destruirlo.
– Nos resulta muy curioso el hecho que cuando hablan de algún compañero que actúa mal, que comete errores, lo nombran como alguien que no tiene formación o que no se ha capacitado lo suficiente. ¿Por qué?
– El problema con estos compañeros es que en los momentos en que se presenta una crisis, en lugar de resolverla, la complican más con temas personales. En lugar de pensar una respuesta más política todo recae en lo personal.
Entonces, es algo que tiene que ver con lo colectivo, no es que sea deficiente en la capacidad de pensar. Más bien decimos eso para referirnos al que pone por encima de lo colectivo los intereses personales. Además, para nosotros no hay responsabilidad del compañero solo, sino de todo el conjunto
– Ustedes decían que en este barrio fue donde primero surgió la organización. ¿Cómo surgió en los otros?
– En todos los barrios surgió por pedidos de la gente. Algunos como La Florida y Monteverde se acercaron hasta acá. Otros -por ejemplo IAPI, La Sarita, Avellaneda- surgieron a partir de cortes de rutas. Nosotros cortábamos por esa zona, y se acercaban los vecinos y se enganchaban en los cortes. Pero todos han surgido por una propuesta del barrio, nunca fuimos nosotros a ofrecer.
Incluso, acá en San Martín surgió por propuesta de compañeros que tenían el problema de la desocupación. No es que dijimos: “vamos a hacer el Movimiento de Desocupados”.
Los compañeros de los otros barrios nos pedían que fuéramos y contáramos lo que hacíamos. Así surgía la discusión de si organizarse como nosotros o si querían hacer otra historia. No era una imposición. Así se empieza a desarrollar la experiencia. En ningún barrio hubo problemas por no querer integrarse a estos criterios, no nos ha pasado. Sí de rediscutir algunas cosas sobre la marcha, pero no de rechazar los criterios más importantes.
5- LOS PIQUETES
– Creo que los piquetes hicieron estallar la apatía, pero de una manera alternativa. Sacudimos al país de los dulces sueños que vendía Menem y toda esa política, y fuimos como el estallido de una nueva luz. Junto a otras luchas hicimos despertar al país de los dulces sueños de la posmodernidad. Piqueteros fue el nombre que nos pusieron, y para nosotros fue la forma que tuvimos de hablarle a la sociedad entera, de decirles que había otras formas de luchar, de sacar nuestro fuego y nuestra dignidad.
– ¿Cómo surge esta idea? ¿Cómo se organizan acá?
– Los piquetes surgieron en el interior, en Cutral Co, Tartagal, Mosconi, Santiago del Estero y se difunden por todo el país, cortando la circulación del libre comercio que alimenta a las metrópolis. En ese momento acá, en Buenos Aires, se empiezan a tomar los piquetes como forma de lucha, pero había una tremenda discusión sobre si era correcto pedir planes Trabajar o no. Algunos decían que eso era asistencialismo. En vez de meternos en esa discusión, lo que hicimos fue ponerlo en práctica. En ese momento nuestra organización era la parroquia, y se empezó a plantear el tema de la lucha. Siempre se hablaba de tomar la municipalidad, hasta que salió un corte de ruta. El primero fue medio improvisado y cayeron detenidos algunos compañeros. Poco a poco fue siendo evidente que había surgido un nuevo método de lucha.
Pero lo más importante es que fuimos creciendo; comenzamos a armar talleres productivos, a hacer capacitación, educación popular, y todas esas cosas que son más importantes que estar en la ruta. Porque estar en la ruta es lo que se ve, y aparece como si ahí estuviera todo, pero la lucha es fundamentalmente todo lo anterior que veníamos haciendo. En realidad si salíamos a la ruta es porque ya estábamos organizados.
Pero los medios insisten en hablar de desocupados encapuchados, enmascarados, seres totalmente marginales, negros que nunca han laburado.
Está bien aclarar que en un principio toda la izquierda y los progresistas nos acusaban de pedir limosna, de reformistas, de ir al pie del asistencialismo, y no veían lo que es la consigna central de la organización: trabajo, dignidad y cambio social. Era obvio que en el plan no moría todo, aunque muchas organizaciones murieron por eso, porque era el plan y a la casa.
Por otro lado, los piquetes han cambiado mucho. En el primer corte nosotros fuimos en cara descubierta, teníamos algunas piedras medio escondidas, para que nadie se asuste. Fue un proceso, sufrimos diferentes tipos de represión, y empezamos a cubrirnos la cara para que no nos identifiquen. Empezamos también a usar la violencia como autodefensa: no tirar palos y piedras para atacar sino para defendernos. Pero también es esencial destacar que los piquetes y los planes son un factor más de nuestra lucha; no es lo fundamental.
Los planes son la realidad desde la cual nos podemos organizar. O sea, no tenemos posibilidad de tomar una fábrica. Lo que no compartimos para nada con otras organizaciones es que se pueda usar las organizaciones barriales, y el trabajo real que en ellas se hace, como “excusa” para otros fines de construcción.
En los primeros cortes hubo momentos duros. Pero hay un cambio a partir de Mosconi[[En referencia al levantamiento del pueblo de General Mosconi, en la provincia de Salta, en el mes de junio de 2001, en donde una dura represión dejó un saldo de dos muertos.]]. A partir de ahí hubo cambios en la conciencia de los compañeros. Antes se insistía en que no iba a pasar nada, teníamos que hacer esfuerzos para que los compañeros no se asusten, y más de una vez los palos y las gomeras las llevábamos escondidas. La discusión sobre si nos tapábamos la cara o no era muy fuerte. En todo este proceso se pudo entender que es necesario tener un nivel de autodefensa: no podemos salir a la ruta regalados y los compañeros de seguridad no les podían mostrar la cara a los milicos. En los cortes que hicimos en combinación con el congreso de La Matanza, los de CTA nos exigían que nos quitáramos las capuchas. Nosotros lo llevamos a la asamblea y allí se decidió que si nos sacábamos las capuchas nos íbamos. Los cortes de ruta para este sistema son un delito, son ilegales, pero para nosotros son legítimos. Este es el cambio fundamental que tuvimos como organización.
– Sabemos que el hecho de que ustedes organicen talleres, emprendimientos, capacitación, que tengan toda una vida colectiva permanente los diferencia de otras organizaciones de desocupados.
¿Cómo se manifiestan esas diferencias en la forma de concebir los piquetes?
– Yo tengo experiencia en otros piquetes y he visto la diferencia en cuanto a organización, los criterios de seguridad, la disciplina de los compañeros. En nuestros piquetes es asombroso que los compañeros ven a uno que está tomando y se plantea que hay que sacarlo por una cuestión de seguridad. Eso es un proceso dentro de los barrios, en la vida de los compañeros, porque hablamos de compañeros que hace un año iban a votar por treinta pesos, o salían a robar para poder sobrevivir.
Lo que fundamenta o sostiene todo esto es la formación. A los compañeros no se les impone que no tomen, sino que eso se habla en las asambleas. Y, fundamentalmente, no son los coordinadores los que dicen que no hay que tomar, sino que se busca el consenso, se discute por qué no conviene. Esa es la gran diferencia, y no si tenés la capucha, o el palo más grande.
– ¿Cuándo consiguieron ustedes los primeros planes por los cuales se empiezan a organizar?
– En el 97, a partir de las primeras marchas que hicimos al municipio, conseguimos 50 planes. No hicimos corte, hicimos marchas a la Secretaría de Trabajo del municipio. O sea, que los primeros planes los tuvimos a través del municipio. Nosotros logramos la autonomía en el manejo de los planes después de dos cortes de ruta.
– La idea de cambiar esa relación con el estado fue una decisión consciente de su parte en aquel momento?
– Sí, y eso es lo que nos diferenció de otras organizaciones; hoy hay muchas organizaciones que se están planteando eso. El problema básicamente era que el municipio presionaba a los compañeros para que dejaran de organizarse. De esos 120 compañeros que comenzaron el trabajo hoy deben quedar 5 ó 6 en el MTD. Nos dimos cuenta que no tenía sentido hacer algo para favorecer lo que queríamos revertir.
– Varias veces hablamos de la heterogeneidad que hay en el movimiento piquetero. ¿Cómo explican esto?
Las diferencias que se van marcando con otras organizaciones surgen sobre todo porque muchos todavía trabajan en forma muy clásica: “tomamos el poder desde arriba y cambiamos las cosas”. Y nosotros decimos: desde abajo, sin plantearnos la toma del poder, vamos luchando. Nosotros estamos abajo y no queremos salir de ahí, queremos seguir estando abajo, siempre vamos a ser rebeldes.
Estamos abajo y no queremos subir. Acá hay compañeros que se destacan, pero lo que no hay son aspiraciones de dirigentes. La conducción es permanente y entre todos.
De cualquier manera, estas diferencias no nos hacen perder de vista que hay que articular, que hay que coordinar, que es necesario ir debatiendo y haciendo acuerdos, luchando juntos. Nosotros no decimos que tenemos la verdad y los otros no. Vemos que hay diferencias de construcción, pero todas estas diferencias se pueden coordinar, siempre y cuando se plantee el tema del cambio social, la dignidad, y que no se use al pueblo para ganar elecciones, por ejemplo.
– Yo escuchaba a algunos compañeros piqueteros que contaban que en su vida cotidiana se sentían “una mierda”, “olvidados”, “postergados”, y cuando van al corte se sienten distintos, “con poder”, que sienten que “ahí deciden”.
– Es cierto, es zona liberada, es el único lugar donde el milico no te basurea. Ahí el milico te dice: “disculpe, venimos a dialogar”. El mismo policía si te encuentran en la calle te mata a palos.
Es cierto que en el corte de ruta vos controlas una zona, pero creo que los compañeros sienten que van recuperando parte de este poder a partir de la organización, no es sólo el corte de ruta, es la organización lo que da fuerza. Por ejemplo, hoy los compañeros que están haciendo el trabajo de señalizar la calle, ponen en las señalizaciones MTD y la flechita que indica donde está el galpón. Son signos fuertes de un contrapoder.
– Decían antes que había compañeros que tienen una relación más instrumental con el movimiento, y que vienen sólo para poder cobrar el plan, ¿cómo se refleja esto en los piquetes?
– La mayoría de los compañeros que recién se acercan al movimiento, más del ochenta por ciento, vienen exclusivamente por la necesidad concreta. Están necesitando algo para comer, no tienen mercadería, no tienen laburo, no tienen un carajo. Pero cuando ya hay un proceso la cosa cambia, empiezan a sentir la adrenalina y la necesidad de organizarse.
– Decían que cuando se sale a la calle se le dice “no” al modelo, “no” a un sistema. Creo que eso se puede leer de dos formas: en la primera se podría pensar que el modelo falló y que ustedes representan el momento en que las víctimas se hacen presentes, un poco “a lo Farinello”, en donde el pueblo no sale nunca de ese lugar de víctimas que atestiguan la miseria: los que “quedan afuera”, que piden, encarecidamente, que no se los olvide. Pero también hay otra forma de ver la cuestión en donde el modelo no falló, donde la exclusión no existe, porque no hay dónde incluirse y los explotados son eso: variables deseables del sistema. Así las cosas, nosotros sentimos que la posición de buena parte de quienes participan de los piquetes no es la de las víctimas, sino que hay una voluntad subjetiva muy clara de pensar y trabajar muy activamente.
– Nosotros no queremos inclusión. Por lo menos yo no quiero volver a ser explotado, no quiero volver tener a la Fortabat o a Macri de patrón, eso seguro. Yo no peleo para que me vuelvan a explotar. Personalmente creo, y muchos compañeros también, que no estamos para ser incluidos; esto es otra cosa.
Una de las cosas que sabemos con certeza es, justamente, lo que no queremos desde la organización. La novedad de cada día es ir descubriendo hacia dónde queremos ir, qué es lo que estamos construyendo, y esto es algo que no está cerrado, no está acabado, sino que día a día vamos reflexionando. La organización es dinámica, va caminando y va reflexionando sobre esto. Es verdad que se nota la adrenalina que hay cuando se sale a cortar la ruta, pero lo novedoso de la organización es que no está disociado lo que aparece en un corte de nuestras vidas. Ahí está la realidad de la Organización: eso que se expresa en un piquete tiene que ser construido en lo cotidiano porque de otra manera, no sirve. Para esto no encontramos respuesta en el sistema y tenemos que hacer otra historia.
Cuando nosotros pedimos no es para que nos incluyan, pedimos lo que nos sirve para seguir organizándonos.
– ¿Cómo se decide un piquete, cómo y dónde se corta, quién lo decide?
– Cada zona informa lo que está pasando. Entonces, de acuerdo a eso en cada barrio se propone un plan de lucha. Se discute si es una marcha o si es un corte. Primero se decide en todas las asambleas barriales y luego, en la mesa, se consensúa de acuerdo a lo expresado en los barrios. En función de las propuestas se va viendo la capacidad que hay. En la asamblea no se dice nunca, por una cuestión de seguridad, el lugar donde se va a cortar. Se elige el método, pero no los detalles.
En las asambleas se determinan los roles, las áreas. Por ejemplo, en las asambleas determinamos qué compañeros van a ir a salud, a cocina, a seguridad. Es decir que las áreas van coordinando las actividades y hay alguien que hace de nexo entre las distintas áreas, que también se elige y va cambiando.
– Pareciera que la seguridad y los criterios políticos del corte siempre responden a consideraciones internas de la organización y no a necesidades de la coyuntura política, ni a eventuales apoyos externos.
– Sí, pero estas necesidades internas son mucho más que nuestras “necesidades económicas”. Por ejemplo, cuando cortamos por lo que pasó en Mosconi tenía que ver con nuestra identidad. Porque si a un compañero lo tocaron en Mosconi tiene que ver con nosotros también, y no es algo que nos está afectando directamente acá en Solano.
O cuando cortamos el Puente Pueyrredón porque había riesgos de represión en La Matanza, y le dijimos al gobierno: “si ustedes reprimen van a tener que reprimir acá también”. Vimos que les estaban pegando a nuestros hermanos (a pesar de D’Elía y AIderete) y teníamos que salir a pelear por ellos. Pero eso sí, no construimos para la coyuntura. No nos interesa lo electoral, si mañana se vota o no se vota.
Otro ejemplo es cuando Patricia Bullrich organizó una ofensiva. Nosotros dijimos: “hay que salir porque nos quieren romper como organización”. El problema ahí era que se nos impedía continuar con nuestro trabajo. Lo que nunca hacemos es salir cuando hay una fuerza de la superestructura que convoca porque tiene una lectura política determinada de por qué hay que hacerlo, sino que las situaciones las vamos analizando nosotros.
Nosotros no le disputamos el espacio a nadie, ni queremos ser vanguardia de nadie. Vamos construyendo porque hay una realidad que hay que cambiar, y nos vamos organizando y articulando con otros que están modificando su situación. No nos interesa ir a La Matanza a arengar y agitar para ganar espacios. Nosotros no tenemos esa concepción política. Sí creemos que las bases se tienen que seguir organizando, pero son los compañeros de La Matanza los que tienen que pelear por eso. Nosotros tenemos la intención de coordinar con quienes construyen, pero no disputamos ningún espacio.
Tampoco somos “basistas” como nos dicen por ahí. Nosotros tenemos proyecto político y, de hecho, sabemos leer la coyuntura, pero lo hacemos en los barrios y con la gente. Incluso por eso el análisis que hacemos es más completo; no nos pueden decir que no tenemos estrategia y que necesitamos una estructura política que nos dirija. Eso es una mentira. El movimiento es una herramienta política en sí, toda la gente, todos los compañeros del movimiento conforman esa herramienta y todos hacen ese análisis. Cuando nos preguntan cuál es nuestro proyecto político, nosotros lo vemos ahí: es la politización desde abajo, pero completa. Una formación integral de la persona en todos los sentidos. Todo cuenta, todo es importante.
No creemos que para lograr algo debamos formar un frente que abarque a toda la nación. Yo creo que no va a haber una alianza o un frente que vaya a tomar el poder, habrá muchos frentes.
6- NUEVAS FORMAS DEL COMPROMISO MILITANTE
– ¿Cómo es la militancia del MTD-Solano? ¿Por dónde pasa el compromiso en experiencias que ya no se organizan para la toma del poder?
– Es difícil porque el movimiento está en permanente redefinición. En todo caso no respondemos a ninguna de las formas clásicas. Nosotros tenemos compañeros que hasta hace dos años eran punteros políticos y hoy son militantes del MTD; y no saben ni siquiera dónde nació el Che Guevara. O compañeros que no han tenido ninguna militancia anterior y comienzan a militar en el MTD y, de alguna manera, hoy son los que permiten, con su Compromiso, llevar esto adelante.
Es muy importante el tema de que no se plantea la toma del poder cuando hablamos del tipo de Compromiso que acá se produce. El poder se construye en las respuestas que vamos encontrando para lo que buscamos como hombres libres. El compromiso pasa por ahí, por la construcción día a día que se hace desde las bases.
– ¿Pero qué significa ser un militante del MTD, qué requisitos habría que cumplir, cuándo ustedes consideran que un compañero es militante del MTD?
– Es que casi no hablamos de militantes, hablamos de compañeros comprometidos, de compañeros que asumen responsabilidades, en diferentes grados. Hay compañeros que vienen al área de capacitación y nada más. Quizás en otras organizaciones el militante es el que pone las veinticuatro horas la carne en el asador y deja la vida. Para nosotros es un Compañero valiosísimo el que viene al área de Capacitación, o el que se encarga de un área y cumple, o el que empieza a comprometerse, y es tan valioso uno como otro. Nosotros no hablamos de militantes, hablamos de compañeros comprometidos.
Porque, por otro lado, con qué autoridad moral uno puede poner el mote de cuadro, o de militante, etc. Creo que por lo único por lo que se puede catalogar a un compañero es por el compromiso, porque está, porque apuesta. Más bien hablamos de grados de compromiso.
Pero tampoco esos grados de compromiso dan jerarquía. Los compañeros pueden dejar su vida pero no será por ocupar un cargo. En otras organizaciones la cosa pasa por la formación de cuadros, y hemos podido acceder a los materiales donde se explica cómo se organizan estas organizaciones tradicionales. Al principio a mí me pareció que había que hacer eso, porque parecía la forma de que varios compañeros se comprometieran mucho y no fuéramos tan pocos los que sostuviéramos todo el movimiento. Y, en realidad, finalmente me doy cuenta que los compañeros asumen mayor compromiso, y muy real, cuando participan en el trabajo, cuando se comprometen con la dinámica del movimiento.
Nosotros insistimos todo el tiempo en tratar de generar espacios, todos los que se necesiten, para la formación integral de todos los compañeros. No se trata de “formación de cuadros”, sino de compañeros que quieren conocer. Porque tampoco es que estamos todos iguales y no avanzamos más, que somos todos redondos o cuadrados. Se trata de generar esos espacios, como los talleres que tenemos con ustedes, o los talleres de historia, y bueno, ahí están los que se suman y los que no, los que vienen de vez en cuando, o los que preguntan ¿Cómo estuvo eso?
Acá no pensamos, como quiere esta sociedad, que los compañeros son parte de un mercado y que se los valora por su rentabilidad, por el beneficio económico. Acá hay otras formas de lucha, otra cosa diferente; y se trata de recuperar esos valores de rebeldía y dignidad, de honestidad, creatividad y belleza. Es desde ahí que nos organizamos, y el compañero que se acerca es desde el principio parte de eso. Por eso trabajamos fundamentalmente con las consignas de trabajo, dignidad y cambio social y dentro del cambio social nos interesa la rebeldía. Es en esta búsqueda colectiva en la que los compañeros se van comprometiendo.
– Algunas veces hemos conversado sobre la diferencia que existe entre este MTD y, por ejemplo, la organización de desocupados de Mosconi, que es más esponánea, menos estructurada.
– Es que la realidad social no es la misma. Acá en Buenos Aires el lazo social está muy desintegrado: si vos sos desocupado y salís a cortar la ruta, el vecino que tiene que salir a trabajar te pisa con el auto. Acá la gente está más jodida, está reventada de la cabeza, el individualismo es total. Acá es donde más hizo destrozo el capitalismo, donde realmente sufrimos la gran derrota ideológica. Donde más se nota esto es en las grandes urbes, en las capitales, donde está el consumismo, el egoísmo, el avance tecnológico, y todas las promesas del capitalismo. En Mosconi no es así, la gente está más integrada y la suerte del pueblo es muy común.
– ¿Y qué desafíos imponen al MTD, a partir de constatar estas diferencias?
– El desafío es mucho más grande porque no simplemente tenés un enemigo externo, sino que tenés un enemigo interno. Ahí esta el problema: el individuo que se acerca al movimiento rara vez se acerca con un proyecto de vida, se acerca por la necesidad concreta, y viene con todos los vicios. La putrefacción humana es mucho mayor a la que podemos encontrar en Mosconi. Acá, durante mucho tiempo, el capitalismo logró anular los sentidos de palabras como solidaridad, compañerismo, compromiso.
Por otra parte, en Mosconi sólo pelean por el trabajo, y por eso tienen otros métodos organizativos. Nosotros acá trabajamos sobre todo el problema de la dignidad y el cambio social. Por ejemplo, intentamos trabajar sobre la idea de una economía alternativa.
– Ustedes realizan un trabajo muy grande de elaboración. No se trata, por lo que se ve, de llamar la atención alrededor de un conjunto de reivindicaciones esporádicas, sino que está teniendo lugar algo más profundo. Nuestra sensación es que ustedes están inmersos en un proceso de pensamiento práctico y de autoafirmación, en un devenir que hace que mientras muchas otras organizaciones sociales se organicen alrededor de “demandas”, ustedes trabajen a partir de un pensamiento activo y desde sus propias fuerzas, es decir, desde una posición subjetiva diferente a la de la del demandante.
– Nosotros tratamos de generar proyectos productivos que no son PYMES, con otras características, donde cambien las relaciones laborales, donde lo esencial no sea la mercancía, el cambio de la fuerza de trabajo por dinero; es un proyecto más amplio.
Tiene que ver con las distintas realidades. No es lo mismo la provincia de Buenos Aires que la capital. Allí un tipo sale a juntar latitas y se gana 5 ó 6 pesos en el día; acá no encontrás ni latitas. En el interior también es distinto; yo pienso que es otro tipo de pobreza. Pero tiene que ver también con los proyectos políticos, eso también es diferente. Aquí el problema es que un grupo de compañeros del MTD se empieza a plantear otra forma de relación con el capitalismo, y se genera algo diferente. Nuestro problema es cómo organizarnos para construir otra cosa y garantizar la autonomía y el encuentro. Por eso, cuando en un corte nos ven los teléfonos celulares, mientras otros grupos niegan que los tienen, nosotros decimos que sí, que son nuestros, precisamente porque nosotros nos estamos organizando.
La pobreza económica, en realidad, es la misma. Lo que se ensancha acá es la miseria moral, ideológica.
7- LA IDENTIDAD COMO BÚSQUEDA
– Uno podría suponer que un movimiento de trabajadores desocupados no tendría tanta diferencia con otro grupo de desocupados porque la identidad vendría dada inmediatamente a partir del hecho de ser, todos, desocupados. Así actúa, al menos, un cierto discurso sociológico para el cual un desocupado es ”alguien que pide trabajo”. Y allí, en esa propiedad común -la carencia- encontraría el desocupado su identidad. Pero si se trata, como dicen ustedes, de “luchar por no volver a ser un trabajador explotado”, ”por cambiar las relaciones laborales”, entonces las cosas se transforman radicalmente. El problema de la identidad resulta mucho más complejo. Por lo visto hay formas y formas de entender qué es un desocupado.
– Lo que estamos haciendo en el movimiento es una batalla muy grande contra el furor hegemónico de la mundialización, que se quiere apoderar de valores culturales, y así se quiere apoderar del mundo. Frente a eso nosotros nos hacemos una pregunta: ¿Cuáles son los valores verdaderos de una civilización distinta? Y, por el contrario, ¿qué es lo que valora una sociedad globalizada? Sabemos: el mercado, la rentabilidad y la persona como un valor de compra y venta. Nosotros tratamos de recuperar y crear otros valores culturales, éticos, otra sabiduría, la creatividad.
Yo creo que una cosa es pedir trabajo, incluso trabajo genuino, y otra cosa es pedir trabajo y dignidad. No digo que sea indigno, por ejemplo, pedirle trabajo a Repsol, o que te den mejoras salariales. Pero lo que es indigno es la explotación. Y me parece que hay que empezar a generar otras relaciones. Nosotros no tenemos la idea acabada de cuáles son las formas de producción que queremos gestar, pero lo que sí tenemos bien claro es que no queremos generar relaciones de explotación. Y esa es una lucha permanente que se da.
Un debate grande que tenemos es si la mercadería la vendemos al mercado o si está para solventar las necesidades de los compañeros. Esos debates están dentro del movimiento, no es un debate acabado. Y es ahí donde se va conformando la identidad, permanentemente. Lo que sí tenemos bien claro es que queremos abolir la explotación; pero la explotación no se anula a partir de una idea. sino de un proceso, y de a poco.
Yo no me olvido nunca de lo que dijo una compañera cuando estábamos en un taller de educación popular trabajando este tema de la identidad. Dijo: “Acá volví a ser yo misma respecto al trabajo. Porque ahora yo soy trabajadora, aunque ni siquiera tenga un plan: soy trabajadora y no explotada”. Por eso, la aparente contradicción que implica hablar de trabajadores desocupados es falsa. Porque parecería que un desocupado no puede ser trabajador porque precisamente carece de un empleo: pero nosotros hablamos de trabajador en otro sentido, mas profundo, y no simplemente del obrero.
La condición de trabajador no te la da el ser explotado, sino que tiene que ver con una actitud de vida. La cosa pasa entonces por generar espacios donde no se discuta cómo generar explotación, o sea, ganancias.
– Entonces el MTD no es sólo un movimiento para desocupados, sino para todo el que quiere trabajar aquí, bajo esta modalidad.
– Sí, para aquel que quiera recuperar los valores de los que hablábamos antes. Porque primero hay que valorizarse como persona, y así uno se siente trabajador: como un ser humano que ha recuperado una parte de su identidad, y es un trabajador porque está aportando al colectivo, a la comunidad, y no porque genera rentabilidad. Si uno piensa que un trabajador es aquel que genera beneficio entonces el desocupado es un paria en la vida. Pero acá· nos movemos con otros valores que no son los que te da esta sociedad.
– Ustedesdecíanantes que más que “formar” un “tipo-militante”, acá se busca el compromiso. ¿Cómo se concibe concretamente el compromiso en esta experiencia? Les pregunto porque a nosotros nos llamó la atención que en otros movimientos de desocupados se cuantifica a tal punto el trabajo militante que se ha llegado a hacer cosas como poner un puntaje a los compañeros, y los que más puntaje tienen son los que consiguen el plan trabajar más rápido, los que ocupan luego responsabilidades, etc. ¿Cómo es acá?
– Acá no hay puntaje. Acá lo que hay son criterios organizativos que son colectivos: por ejemplo, hay un acuerdo de que los logros del movimiento son para todos. Pero para todos los que están en lucha. Se trata de no generar asistencialismo; no queremos formar una comisión que reparta mercadería y que la gente se quede en la casa. No, acá hay que generar conciencia de lucha, el que no lucha no tiene nada.
Yo, por ejemplo, veo que los compañeros asumen cada vez más compromiso cuando ven la necesidad de capacitarse, o cuando empiezan a participar de las áreas de formación, o cuando el compañero apuesta en serio al taller productivo. O también cuando llevó al corte de ruta varios sándwichs, y no sólo para él, porque tenía algo de guita. Hay muchas formas de compromiso que no se miden con las palabras que se puedan decir porque son valores cotidianos.
Este compañero, por ejemplo, entró hace cuatro meses al movimiento, y porque su mujer le dijo que viniera a un corte de ruta. Muy pronto se metió en el área de seguridad, y enseguida quiso asumir responsabilidades allí. Se mandó varias cagadas, lógicamente, pero lo importante es que participe y se comprometa. De repente, ya no hacía más que estar metido en las cosas del movimiento. Hoy hay que decirle que se vaya un poco a su casa, porque está todo el día acá. Y en ningún momento se le dijo: tenés que estar tanto tiempo en la organización, tener tantos requisitos. No, es un compañero que cuando se necesita tal cosa, él se compromete. Si el compañero es serio, confiable, pues avanti; los errores se corrigen en el camino.
Y hay otros compañeros que hace cuatro años que están y sólo vienen a los talleres, a la asamblea, y a la lucha. Pero nunca los ves en una reunión de mesa, o en las áreas, o en la capacitación. Pero son compañeros también muy comprometidos, tal vez de otra forma, pero de fierro. Ni siquiera se puede hablar de niveles, sino más bien de modalidades de compromiso.
Hasta siempre…
Colectivo Situaciones
Buenos Aires, septiembre de 2001