CEPRID

EEUU: Departamento de Defensa, S. A.

Sábado 23 de octubre de 2010 por CEPRID

Saul Landau y Nelson Valdés

Progreso Semanal

“Todo cañón que se fabrique, todo barco de guerra botado al agua, todo cohete disparado significa, en última instancia, un robo a aquellos cuya sed y hambre no han sido saciados, que tienen frío y están desnudos. Este mundo en armas no está gastando solo dinero. Está gastando el sudor de sus trabajadores, la genialidad de sus científicos, las esperanzas de sus hijos. Esta no es una forma de vida… Bajo las nubes de la guerra, es la humanidad clavada a una cruz de hierro”. —Dwight Eisenhower, Sociedad Norteamericana de Editores de Periódicos, 16 de abril de 1953. El presidente Obama calificó a su presupuesto de $3,8 billones de dólares como un gran paso en la restauración de la salud económica de Estados Unidos. El año pasado promovió a TARP, Programa de Ayuda a Activos en  Dificultades (Troubled Assets Relief Program), para rescatar al sector financiero con la mera suma de $700 mil millones. Cualquiera –hasta los banqueros multimillonarios— pueden cometer errores que nos traen la ruina a todos nosotros.

Obama también caracterizó de “intocable” el presupuesto del Pentágono de $1,5 billones (además de los costos ocultos en otras ramas del gobierno), lo cual empequeñece el paquete de rescate para los oligarcas financieros. Sin embargo, ambos gastos usaron la misma lógica: el Congreso les quita a los que no tienen y se lo da a los que tienen más. Ciertamente, los potentados económicos, políticos y militares dependen del presupuesto federal para transferir a ellos los recursos de los contribuyentes.

Este complejo militar-industrial en desarrollo, una asociación estrecha de redes gubernamentales y corporativas, ha utilizado los recursos públicos para enriquecerse. La parte industrial de este complejo casi nunca produce algo que la gente se ponga, coma o habite.  A pesar de lo que asegura la Asociación Nacional del Rifle, los armamentos no satisfacen necesidades civiles. Es más, existe un gran abismo entre una economía sana y un orden social basado en el gasto militar.

Durante el mismo período (1998-2008) en que la participación de la economía de EE.UU. en la producción mundial disminuyó de 43 a 23 por ciento, el presupuesto de Defensa se duplicó. (Loren Thompson, “QDR No Puede Solucionar los Tres Mayores Retos del Dpto. de Defensa, Instituto Lexington, 28 de enero de 2010.)

El distanciamiento del Departamento de Defensa de la realidad económica encuentra su contraparte en su desinterés por rendir cuentas.  La dramática admisión de esta declaración de prioridades provino del ex Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quien admitió públicamente que el Departamento no podía encontrar $2,3 mil millones. El dinero sigue sin aparecer. (“La Guerra al Despilfarro: el Departamento de Defensa no Puede dar Cuenta del 25% de sus Fondos - $2,3 Billones”, CBS Evening News, 29 de enero de 2002.)

Los futuros jefes de Defensa no tendrán que sufrir tal vergüenza. El 8 de mayo de 2009, la GAO informó al Sub-Comité de la Cámara de Representantes para el Manejo Gubernamental que seis agencias ejecutivas pueden prohibir auditorías e investigaciones por el Inspector General –Defensa, Tesorería. Junta Federal de Reserva, Departamento de Justicia, Seguridad Interna y el Servicio Postal, además de los tristemente célebres “presupuestos negros” de la CIA. La rendición de cuentas ha pasado a ocupar un remoto segundo lugar, detrás de la “seguridad nacional”.

Sin embargo, la seguridad tiene que incluir el empleo y las industrias militares sí crean puestos de trabajo. También obtienen exenciones de impuestos de los estados que compiten entre sí por hacer negocios con ellos. Pero incluso sin las exenciones de impuestos, muchas corporaciones de defensa prefieren la patriótica opción de los paraísos fiscales en el extranjero. Un informe de la GAO en diciembre de 2008, por ejemplo, reveló que 83% de las mayores corporaciones norteamericanas que se cotizan en la bolsa, y hacen negocios con el gobierno federal, buscaron refugiarse de los impuestos por medio de sus subsidiarias extranjeras.

Sin embargo, los Directores de Finanzas de estas compañías que conocen el balance de cuentas, no dejan de pagar súper salarios a cabilderos. Aprovecharse de la guerra –lo saben muy bien—va de la mano con garantizar las ganancias provenientes de los contratos de “defensa”. Tales prácticas obtienen el apoyo  bipartidista y mantienen bien aceitadas las ubicuas puertas giratorias de Washington.

No hay nada nuevo en esto. El déficit de EE.UU. se acerca a $1,6 billones al año, y Washington sigue buscando que China y Japón compren su papel, a pesar de que EE.UU. ya les debe casi tanto como el déficit de este año. El gobierno de EE.UU. pagará $250 mil millones de interés de la deuda anual.  Las guerras de Afganistán e Irak ya se han tragado hasta un billón de dólares. Los “expertos” esperan que estas “acciones defensivas” cuesten $250 mil millones más este año; el aumento por Obama de otros 30 000 soldados en Afganistán elevará este presupuesto en más $30 mil millones adicionales, poco más de lo que Alemania gasta anualmente en su defensa.

¿Es el gasto del dinero publico la verdadera “defensa” de Washington? Oficialmente el desempleo sigue estando alrededor del 10%, la economía aún no se ha recuperado, pero el Pentágono prospera. Su presupuesto significa como la mitad de los gastos militares del mundo.  Irónicamente, con todo su dinero el DoD aún tiene una seria carencia de personal. El imperio no se atreve a instituir otra vez el impopular servicio militar obligatorio –malos recuerdos de las protestas por la guerra de Viet Nam. Por tanto, depende de los pobres y de los inmigrantes que buscan la ciudadanía.

El servicio militar ofrece a los jóvenes pobres la posibilidad de ascender socialmente. Pero no hay tantos lo suficientemente desesperados como para enrolarse. Así que el Pentágono alquila a mercenarios –digo, a contratistas—, que cuestan más de inicio, pero no se cuentan entre los heridos y los muertos y no hacen que crezcan los costos de los futuros veteranos.  El Pentágono espera solucionar los problemas de la falta de mano de obra por medio de la robótica, aviones sin pilotos y computadoras –máquinas sin fantasmas.

Los militares también dependen de los soñadores acerca de lo peor, mandarines de las malas noticias que fantasean acerca de las amenazas al imperio. Los utópicos del siglo 19 imaginaban un pacífico mundo  industrializado y racional. ¡Los nuevos distópicos crean futuras amenazas provenientes del exterior y se lanzan a la búsqueda de “Moby Dicks” extranjeros! (“Políticas noveles: Preguntas a Carlos Fuentes”, Deborah Solomon, NY Times, 30 de abril de 2006.)

Sus “estudios” aparecen dentro de oficinas especiales del Pentágono para su análisis. Un informe de diciembre de 2007 tenía el título de “Un Oponente Regional con Armas Nucleares: ¿Es posible la victoria?”; otro de julio de 2002, “Después del Próximo Uso Nuclear”. Otros estudios tienen títulos clasificados, pero sus autores provienen de tanques (no) pensantes como el Instituto Hudson, con sede en Washington o pertenecen a firmas gubernamentales consultoras, como Booz Allen Hamilton, o Scitor Corporation e IHS International. (http://tpmmuckraker.talkingpointsmemo.com/andrew_marshall/ )

El ex director de la Oficina de Valoración Neta, Andrew Marshall, es el mejor ejemplo de esta raza de escritores de escenarios de horror. Gente que como el difunto C. Wright Mills llamaba “intelectuales de la defensa”, ahora postulan estrategias militares diferentes y en competencia: campos nucleares de batalla, guerra cósmica, guerra tradicional, guerra irregular, guerra virtual, contrainsurgencia, defensa interna en el extranjero, guerra no convencional, dominación de espectro total, seguridad interna (que de alguna forma se diferencia de Defensa), operación de estabilidad, seguridad de post-guerra, poder inteligente, poder suave, asistencia humanitaria militarizada, retos complejos de seguridad y “construcción de naciones”.  Los críticos de izquierda no comprendieron las nuevas estrategias cuando gritaron: “La guerra de Irak es por el petróleo”. O que el conflicto afgano es acerca de los “gasoductos de gas natural”. Como si las decisiones acerca de ir a la guerra dependieran solamente de unas pocas y grandes corporaciones que obtienen ganancias de los más de tres billones gastados en estas guerras.

Unos pocos derechistas –no liberales— como Pat Buchanan y el Representante Ron Paul se atreven a retar al imperio. “Nuestra situación es insostenible. La constante expansión de los compromisos globales, a medida que decae el poder nacional, es una receta para guerras interminables y el desastre final”, escribió Buchanan. “Espero que el precio en sangre, tesoros y humillación que Estados Unidos se vea forzado a pagar por la arrogancia y locura  de las élites de nuestra reinante política exterior no sea —Dios nos libre— la guerra, la derrota y la disminución de esta república –el destino de todas las grandes naciones o imperios que han seguido este mismo rumbo”. (http://www.hebookservice.com/products/bookpage.asp?prod_cd=C5368)  Después de la 2da. Guerra Mundial, la producción material de EE.UU. se convirtió en la base del poder económico. Sesenta y cinco años después, la producción se ha convertido en una expatriada de EE.UU. Administraciones sucesivas han preparado el camino para que los gonifs (banqueros e inversionistas) usurpen la economía— Después de que la manipulación del dinero de otros en beneficio propio provocó el colapso financiero, a pesar de eso fueron rescatados por dos presidentes y el Congreso.  ¿Qué se debe hacer? Charlie Cray y Lee Drutman proponen convertir todas las compañías relacionadas con la defensa en entidades estatales sin fines de lucro y prohibirles que cabildeen o contribuyan financieramente a las campañas electorales. (“Las Corporaciones y el Propósito Público: Restaurar el Balance”, Seattle Journal for Social Justice, Invierno de 2005) ¡Improbable!  Sin embargo, Obama pudiera proponer un proyecto de ley de Medicare de la defensa Nacional, anexado al presupuesto del Pentágono. En vez de que el Pentágono luche por llevarse la parte del león del presupuesto total de EE.UU., asumiría los servicios de salud  como una tarea más en el interminable reto de defender a nuestra sitiada nación.   Saul Landau es miembro del Instituto para Estudios de Política. Nelson Valdés es Profesor Emérito de la Universidad de Nuevo México.


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