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IDEOLOGÍA Y CREACIÓN LITERARIA EN MARIO BENEDETTI

Lunes 1ro de junio de 2009 por CEPRID

Efer Arocha

Chasqui/CEPRID

Todo producto-arte, cualquiera que sea su manifestación, está constituido por sutiles elementos que sólo son posibles identificar mediante el análisis para establecer la calidad de la elaboración estética. Estos determinantes son, desde la perspectiva del creador, los peldaños a ascender para cuajar lo categorial que el análisis requiere para el dictamen de los significantes estéticos sobre una obra. La valoración se sustenta en códigos estables que son los que permiten traspasar el espacio y el tiempo. El tiempo es el juez absoluto en este tipo de juicio, por fuera de él, todo queda en el promontorio de los deseos. Por ello, no obstante de ser la obra de arte una condensación abstracta, es a su vez una síntesis de su época, consecuencia del entorno que le generó su existencia.

A causa de esto, ella es memoria que conforma la historia. Dentro de los parámetros de la memoria, cuando el producto-arte logra los más altos niveles estéticos, es decir, es una obra de arte, entre sus contenidos se encuentra el pensamiento del tiempo que ella registra como contenido social. El pensamiento en su primer nivel de existencia es filosófico, condición inaprehensible, el cual para manifestarse lo hace a través de lo ideológico y finalmente en lo político desde el ángulo que nos ocupa. Lo ideológico y lo político se muestra de muchas maneras; a veces tan directamente, que está envuelto en la anécdota, como es el caso de Goya en Los fusilamientos del 3 de mayo , o en la novela Así se templó el acero de Nicolái Ostrovski .

El producto-arte en lo cognitivo es una elaboración del trabajo humano, y como tal tiene un espacio artesanal. De esta realidad no se escapa ninguna manifestación artística; el canto, la música, el mimo, presentan un recorrido artesanal; en lo ineludible, en el manejo de los materiales imprescindibles, los cuales hacen parte de la forma. Ella comienza a impregnarse de los primeros constituyentes que cuajarán como el lenguaje del pensamiento en la creación, los cuales dependen de la voluntad del artista. Él es quien decide si su obra es el reflejo de su conciencia o no. En el caso de la literatura no es muy frecuente que no exista una correspondencia entre el pensamiento del creador y los contenidos de su obra. Pero sí se presentan fenomenologías en las cuales el creador no plasma en su producto su manera de pensar en el plano político, como es el caso de Céline en Europa, Mario Vargas Llosa en América Latina y Yukio Mishima en Asia; los tres de derecha en tanto que sujetos políticos, mientras que sus obras están en la izquierda o se colocan en el campo del interés de los pueblos y del progreso.

Una segunda gama de creadores en la fenomenología de ideología y política, se encuentra en el hecho de que tanto artista y obra se coinciden, coincidencia que viene del exterior como contenido temático, y desde el interior como concepción ideológica y política. Un ejemplo de ello es Pablo Picasso en pintura; Bertol Brecht para el teatro. El cine está saturado de estos ejemplos, empezando por Charles Chaplin.

Finalmente encontramos un tercer grupo que se caracteriza porque su obra es un producto militante. La creación está marcada en lo fundamental por los contenidos filosóficos, y derivado de ello la ideología y por último la política, muestra de ello es David Alfaro Siqueiros portador de ideas revolucionarias tan fuertes, que muy pronto su cromática tuvo que huir del caballete para convertirse en pintura pública mediante el mural, donde todo intento de apropiación por parte del mercado del arte, quedó anulado. Contundente ejemplo de una concepción filosófica, ideológica y política de la cual también hizo parte Diego Rivera. En este territorio hizo erupción Benedetti. El conjunto de toda su obra presenta contenidos estables y claros, los cuales son decisivos para comprenderla y determinarla. En ella el eje dominante es lo social. Su presencia es inomitible, trátese de su narrativa en los géneros de novela, cuento o ensayo. Lo mismo sucede con toda su poesía. La piel de su obra exuda su pensamiento profundo en la cual está claramente demarcada su concepción del mundo, la que se objetiviza en la acción del pensar en los parámetros de lo que es asible, en todo aquello que hay corporidad donde la idea, a consecuencia de la acción, pierde su abstracción para convertirse en la fenomenología de la acción práctica, como fue durante toda su vida su militancia política. En el espacio de esta militancia se presenta un constructo como si se tratara de un monumento en el centro de una plaza pública. Se yergue una estatua que esparce como una fuente luminosa destellos en todas las direcciones; es Benedetti que desde lo profundo de su concepción filosófica nos aflora la coherencia de sus convicciones, las cuales se materializan igualmente en una coherencia del actuar. Por ello, su obra literaria, extensa por cierto, no es cosa distinta a ser una expresión del conjunto de su coherencia entre el pensar y el actuar. De ahí que entre el creador y su creación se presenta una unidad indisoluble que no admite en su gnoseología separación. Su esencia humana se sumerge en la página escrita. Sus metáforas, frases y párrafos no son otra cosa distinta que su utopía convertida en grafía. Por ello sus versos son elementales, abiertos al lector popular; donde la metáfora es una puerta accesible para todo aquél que tiene anhelos y deseos de soñar. Ajena a los alambicamientos que pretenden treparse por la roñosa pared de una erudítica de artificio, que sólo apenas logra amoñar las entelequias de falsos intelectualismos. El texto de Benedetti es todo lo contrario, diáfano y eficaz. Esto último a causa de que es palabra militante. No se sustrae a la lucha de clases, porque es precisamente su producto más elaborado. Hoy como ayer, una manera de existir de la sociedad lo hace mediante las clases sociales. Este es un fenómeno que está al margen de nuestro deseo y voluntad. Resultado del antagonismo de las clases, se da un espacio político donde se enraíza la obra de arte política de Benedetti. Admítase o no, el riguroso análisis literario se hace mediante los géneros artísticos, entre los cuales está la creación política. Es por ello que existe novela política, poesía política y ensayo político.

Desde la perspectiva filosófica, el arte no escapa a las finalidades de los individuos y de los grupos, los cuales tienen intereses bien determinados. En lo que se refiere a los intereses, éstos se expresan en partidos, los que poseen una ideología bien definida, la cual señala en el plano de la estrategia política la instrumentalización del arte con fines partidistas, fenomenología muy distinta a la antes analizada.

En política todo lo decide la estrategia ideológica en el plano cognitivo. En razón de esto se señalan los derroteros estratégicos políticos de los partidos, los cuales tácticamente ponen a su servicio todo lo que le sea útil, de ahí que no tienen escrúpulos en incluir a artistas o sus obras, o también excluirlos. Esto último en ocasiones va muy lejos, como son la destrucción de libros, el veto de obras o autores de un país o de sus bibliotecas, encarcelar a sus lectores o autores, prohibir obras en el territorio nacional, o exiliar a los escritores como le sucedió a Benedetti.

El libro encierra peligros para todo aquello que está estacionario y quieto. Por inútil que sea un libro es un ser humano que conversa, y siempre su voz tiene algo nuevo para aquél que en paciencia escucha. Consecuencialmente en las páginas de Benedetti habrá algo fresco para sus lectores, cualesquiera que sean ellos, sin excluir a sus detractores y a sus más furiosos enemigos. Su pluma es una palada constructora en la utopía de los anhelos humanos para lograr un modo de vida cada vez más justo y también cada vez más feliz.


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