Cambio climático en Egipto y Sudán: una realidad evidente
Martes 3 de marzo de 2009 por CEPRID
Anay Cano
CEAMO
La protección ambiental y la reducción de la pobreza no deben ser tratadas de forma separada por los gobiernos sino, por el contrario, deben lograrse a través de políticas socioambientales que no perjudiquen el derecho de los pueblos a satisfacer sus necesidades básicas en armonía con el entorno. En esta problemática entran en disyuntiva países industrializados y países subdesarrollados. El continente africano en su totalidad, y en particular el norte, es victima del cambio climático que está produciéndose en la actualidad.
La Cumbre Internacional sobre el clima efectuada en Ghana el pasado año trató íntegramente esta problemática en cuestión; exhortando a los países capitalistas a tomar medidas de acuerdo con el Protocolo de Kyoto para disminuir considerablemente sus emisiones de carbono a la atmósfera. Grandes potencias como Estados Unidos se resisten a seguir con este programa, causando estragos al medio ambiente; los cuales repercuten radicalmente en los llamados países del tercer mundo debido a que poseen las siguientes características:
La población en la mayoría de estos países subsiste del rendimiento agrícola interno; de arruinarse éste los gobiernos deben aumentar las importaciones para cubrir las necesidades alimentarías de la población.
Los recursos naturales son la principal fuente de riqueza de estos países, y su explotación desmedida podría perjudicar notablemente el estatus social interno. Los países subdesarrollados en su mayoría se encuentran geográficamente en una zona donde los extremos climáticos inciden notablemente en todas las actividades sociales y económicas.
En el continente africano los casos específicos de Egipto y Sudán reflejan una realidad medioambiental interrelacionada con la política actual de estos países; A la par de las crisis mundiales existentes que tienen efectos a corto y largo plazo sobre la situación medioambiental.
Las lluvias torrenciales y las inundaciones del año 2004 en el Sahara pudieron haber sido una muestra de lo que sucederá en un futuro debido al conocido efecto invernadero. Según el informe de desarrollo humano del PNUD se pronostica que para el año 2040 la temperatura ascienda a unos 3 grados, lo cual traería aparejado inundaciones costeras debido a los deshielos que provocarían el aumento del nivel del mar Mediterráneo en algunas partes del litoral norte de África; causando así desplazamientos poblacionales y la desaparición de ciudades y terrenos fértiles como el Valle del Nilo. Otra de las fuertes implicaciones seria, la rápida evaporación de las reservas de agua de lluvia en la zona.
A pesar de que existen dos puntos de vista científicos diferentes sobre las consecuencias que traería aparejado el cambio climático, cualquiera de los dos extremos conllevaría variaciones en la forma de vida de poblaciones enteras. Se incrementaría por tanto la presión migratoria y los conflictos en los países de tránsito y de acogida de inmigrantes como Egipto; al igual que en los países emisores como Sudán.
Estos dos países al igual que otros de África poseen un bajo nivel de producción o una agricultura de subsistencia. Por lo que debido a los reducidos rendimientos agrícolas, los gobiernos han tenido que aumentar la importación de alimentos, a pesar del alza de sus precios en el mercado mundial. Esta causa efecto es como un círculo vicioso que convierte el principio en fin, pues algunas de las causas principales del alza de los precios son:
1) La creciente producción de biocombustibles.
2) Las condiciones climáticas adversas.
3) La creciente escasez de tierra cultivable y de agua para la irrigación.
La alta demanda de productos agrícolas en los últimos 5 años (2). Como resultado de esta fuerte demanda, la oferta que ofrecen los mercados internos de estos países es insuficiente debido a la calidad de los suelos, a los antiguos sistemas de tenencia de tierras, al empleo de técnicas productivas obsoletas y a los efectos del cambio climático (3). Por lo que una creciente cantidad de personas no pueden adquirir los alimentos básicos a tan altos precios; produciéndose el incremento de los males sociales como el hambre, la desnutrición, el descenso del rendimiento laboral y el desempleo.
La FAO ha advertido que la agricultura en el norte de África sufrirá pérdidas a causa de las altas temperaturas, la sequía, las inundaciones y la degradación del suelo, amenazando la seguridad alimentaria de diversos países. Pero los gobiernos africanos como el egipcio y el sudanés no van a poder revertir a corto plazo los efectos negativos del cambio climático; por lo que se podría generar un clima de tensión sociopolítica. El argumento económico para la adopción de medidas urgentes ha incidido en la realidad; Egipto en el 2008 comenzó a aplicar una nueva técnica de cultivo con el objetivo de hacer productivas las arenas del desierto. Pero la técnica de vergel puede traer aparejado otras implicaciones en el medio ambiente como el uso irracional del agua afectando a otros países que se abastecen de las aguas del río Nilo. Incrementándose la competencia por el agua en dichas regiones y el riesgo de conflictos.
Egipto y Sudán contienen en su mayoría áreas que se caracterizan por la escasez de agua. Solo el 10% del territorio egipcio es cultivable y en Sudán se está dando el fenómeno de desertificación debido al avance desmedido del desierto y a la existencia cada vez mayor de tierras áridas. Los cambios en el régimen de lluvias afectarán a los cultivos, en particular al arroz, y el rendimiento del maíz podría descender considerablemente. Por esta y otras muchas razones el agua es considerada como un elemento indispensable para el desarrollo sostenible de estos países.
El río Nilo es la principal fuente de abastecimientos de estos dos países, su volumen alcanza 69,7 mil millones de metros cúbicos que cubre las necesidades actuales de Egipto. Provee el 85% del agua requerida al sistema de irrigación agrícola que, consume el 85% del total de los recursos hidráulicos del país. La presa de Aswan que posee una capacidad de 130.000 millones de m³, ha generado el enorme lago Nasser; el cual se interna unos 170 km en el interior del Sudán. Del total anterior, 30 000 millones de m³ se destinan a regadío y otro tanto para contener las crecidas del Nilo. Por otra parte, el agua subterránea representa un recurso importante del agua potable ya que es la fuente única de agua en los desiertos que representan un 95% de la superficie total del país. Egipto cuenta con un clima seco, de raras lluvias, cuya cantidad oscila entre 20 y 150 mm anuales sobre la costa noroeste; disminuyendo gradualmente en las otras regiones (4).
El Convenio del Agua del Nilo entre Egipto y Sudán ratificado en 1959, estipula que Egipto alcanza su cuota de agua evaluada en 55,5 mil millones de m³. Este tratado tiene como idea central el máximo aprovechamiento del agua al sur y la fundación de proyectos para almacenarla en la cuenca del Nilo en Sudán en los pantanos de Bahr Al Ghazal, Bahr Az-Zaraf, el río Sobat y la cuenca del Río Blanco. De esta manera, el interés neto y los gastos de estos proyectos se dividen entre ambos países para la expansión agrícola al servicio de sus pueblos. Pero debido a las nuevas condiciones climáticas proyectos como este van a tener que ser sometidos a revisión para lograr una mayor efectividad frente a los nuevos retos. Egipto cree en la cooperación entre los países de la cuenca como único camino para proteger el ambiente del río y conseguir el desarrollo continuo y sostenible que conduce a un proceso económico.
La desertificación, por su parte, afecta un 25% de los territorios sudaneses, mientras que los terrenos desbastados y la poca infraestructura pueden implicar desastres naturales de mayor magnitud. La deforestación parece ocurrir a una tasa del 1% anual, lo que plantea problemas importantes ya a mediano plazo. En todos estos contextos aparece un nuevo concepto: el de refugiado ecológico, debido a que la desertificación como la deforestación van a ocasionar problemas de abastecimiento a miles o millones de personas. En su medio siglo de independencia, Sudán, el país más grande de África, ha estado plagado de conflictos, enraizados en la dominación política, social y militar del país por una pequeña élite en el norte. La guerra civil ha afectado a la totalidad de los diez estados del sur, a los tres estados de Darfur, Kordofan del sur y el estado de Kassala en el este. Pero más allá de estas causas, la paz y los medios de vida en este país están directamente vinculados a los desafíos del entorno.
La desertificación ha añadido una presión significativa a las vidas de sociedades pastorales, obligándolas a desplazarse al sur para encontrar recursos. Por lo que el conflicto, por su parte, se está cobrando su precio con el medio ambiente, en una campaña sobre una tierra arrasada donde las milicias actúan en un área muy amplia, provocando no solo la muerte de civiles, sino la desertización de enormes zonas de bosques, obligando a la población a huir en busca de protección, comida y agua. En los campos de refugiados del actual conflicto se ha dado una tala indiscriminada de árboles para su uso como combustible, calculándose unos 10 Km de área de deforestación alrededor de los mismos según cifras del PNUMA. La ciencia climática y los escenarios futuros no parecen favorecer a países como Egipto y Sudán; el cambio climático como resultado de la acción humana envuelve a sociedades como la africana en la medición de las huellas ecológicas en un mundo desigual. La justicia social y la interdependencia ecológica deben ser puestas en práctica, con el fin de lograr la seguridad alimentaria de estos países y de aumentar la producción agrícola. En los que el financiamiento actual para esos fines es poco, tardío y fragmentado; a la par que existe un déficit de información e investigación climática.
Mientras que el mundo está determinado en detener el calentamiento global incontrolado, los posibles efectos negativos y positivos de este cambio de clima en África necesitan ser mejor investigados.
Referencias:
(1)Martuscelli A.: “Causas, efectos y opciones en la crisis de los alimentos”, Política Exterior, Vol. XXII, núm.125, Sept.-Oct. 2008, pp. 79-95.
(2)Baró Herrera, S.; “África y la crisis mundial de los alimentos”, Tricontinental, núm. 165, 2008.
(3)PNUMA: Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, www.pnuma.org.
(4)Egypt Expo Zaragoza 2008 www.sis.gov.eg/VR/expo/enhtml/espanish.htm. PNUD: Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008, www.undp.org. Anay Cano es investigadora del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente de La Habana (Cuba).
CEPRID
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