CEPRID

México-EEUU: La nueva relación binacional y la reforma migratoria

Jueves 22 de enero de 2009 por CEPRID

Laura Carlsen

Adital

La coyuntura entre la crisis económica global y la elección de Barack Obama a la presidencia de EEUU ha cambiado las reglas del juego en el continente.

La inmigración y las elecciones

En la relación bilateral entre Estados Unidos y México, y sobre todo cuando se trata del tema de la inmigración, mucho ha cambiado con la elección de Barack Obama.

Es cierto que la inmigración no resultó ser el tema candente de las campañas presidenciales. La derecha esperaba utilizarlo para promover su agenda y eliminar de la contienda a los liberales, pero con la candidatura de McCain-quién había respaldado la reforma migratoria-y la crisis económica, el tema no recibió demasiada atención. Fue en las campañas de Obama y Hillary Clinton para la candidatura Demócrata donde más se mencionó, y los dos candidatos apoyaron una forma de legalización, ó como dijo Obama "de sacar de las sombras" a los 12 millones de indocumentados en el país.

Todas las encuestas a boca de urna indicaron que para más de 60% de los votantes la economía figuraba como su preocupación principal. Incluso una encuesta de votantes latinos del Instituto Velásquez mostró que sólo el 1.6% escogió a la política migratoria como el tema de más importancia en decidir cómo votar-es decir por debajo de casi todos los otros temas.

Esto no quiere decir que el tema no fuese importante. Lo que quiere decir es que los latinos en EEUU que votaron en números históricos no votaron por los "intereses especiales de grupo" o según la política de identidad. Los más de nueve millones de latinos que votaron, de los cuales 67% respaldaron a Obama, votaron según un conjunto de intereses, encabezados por la economía, y apoyaron a Obama por su promesa de seguridad laboral y generación de empleos.

Este dato es relevante en estos momentos. Muchas organizaciones latinas están presionando al equipo de transición de Obama, señalando que los latinos garantizaron su triunfo electoral y que deben ser premiados con una reforma migratoria en los primeros meses del gobierno. Sin duda, fue decisivo el voto latino en algunos estados como Nevada, Colorado y Nuevo México. Sin embargo, existe un fuerte debate sobre los tiempos de una reforma migratoria en el Congreso y cuáles serán las primeras prioridades del nuevo gabinete. Si bien los Demócratas tienen el control mayoritario de las dos cámaras del Congreso, no pueden superar un bloqueo de los Republicanos en el Senado, y no quieren polarizar más el clima político.

Por otro lado, el compromiso que tiene Obama a seguir adelante con una reforma justa está dado y algunos creen que es mejor abarcarlo en los primeros meses para que los nuevos ciudadanos latinos puedan incorporarse de lleno en la política estadounidense y antes de que la derecha se organice para pararlo.

Mientras tanto, las organizaciones anti-inmigrantes han cambiado por completo su estrategia. En lugar de lamentar la victoria de Obama, quien defiende la "amnistía", están construyendo campañas publicitarias que se enfocan el compromiso del nuevo gobierno a la creación de empleos y la defensa de los trabajadores, e insiste que no se puede hablar de legalizar a los siete millones de trabajadores indocumentados porque serían siete millones de trabajos menos para los americanos.

Para enfrentarse a este argumento que puede calar hondo entre trabajadores que sienten la inseguridad causada por la crisis, para reconocer las preocupaciones de los votantes latinos, y para enfrentar la migración en sus aspectos binacionales, sería importante desarrollar una propuesta de reforma fundamentada no tanto en las demandas políticas de un grupo particular sino en la construcción de una economía y sociedad justas, y la defensa de los derechos laborales de todas y todos.

¿Qué se puede esperar del gobierno Obama en materia migratoria? La postura de Obama con respecto a la inmigración ha sido consistente, aunque no muy detallada. En su plataforma sobre América Latina habla del tema. Eso en sí representa un avance porque anteriormente casi ningún político había considerado a la inmigración como tema de relaciones internacionales. Siempre se había tratado como un asunto interno, de seguridad nacional o de control de población. Esa era la gran frustración de México.

Ahora la plataforma se refiere a la reforma inmigratoria integral como "la más alta prioridad de su primer año como presidente". Su propuesta incluye un camino hacia la ciudadanía, arreglar la burocracia disfuncional y referencias obligatorias a una frontera segura. No muestra gran entusiasmo por los programas de trabajadores huéspedes, diciendo que estos deben tener "mayor seguridad como trabajadores y no privar a nadie de volverse americanos en un futuro". Parece entender el vínculo entre las políticas hacia México y la inmigración, notando que es necesario "alentar la creación de empleos y desarrollo económico para que se amengüe el impulso migratorio."

En este punto, Obama se ha declarado a favor de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con México y Canadá: "El propósito es analizar los aspectos que requieren ajustes debido a que están provocando problemas económicos, laborales o de cualquier otro aspecto en las sociedades" de los tres países, señala. Según su asesor Dan Restrepo en entrevista con Proceso, "Obama quiere cambiar el ambiente del debate, que estuvo enrarecido y manejado por extremistas; quiere cambiar el tono para que exista un debate verdadero sobre una reforma migratoria seria".

Calderón y la coyuntura nacional

Por otro lado, Felipe Calderón ha reiterado sus prioridades en múltiples foros últimamente diciendo que su prioridad con el nuevo gobierno de Obama es evitar una renegociación del TLCAN. Obama dijo durante la campaña que se iba a poner en contacto con Calderón y Harper con este fin.

Recientemente en la reunión de APEC en Lima el Presidente Calderón dijo:

"Renegociar el NAFTA es una muy mala idea", y lo consideró "neo-proteccionismo". Terminó diciendo, "Su propósito no es renegociar para que haya más mercado y más comercio sino menos mercado y menos comercio... México perdería oportunidades, y cosas que tanto le preocupan a los americanos como la migración, se verían incluso agravadas si se cerraran las oportunidades de productos mexicanos de acceso al mercado de Estados Unidos... y los migrantes van a brincar el río, o la barda o lo que pongan, eso es un hecho."

Es irresponsable utilizar la inmigración mexicana hacia Estados Unidos como amenaza en el contexto político actual. Fuerzas racistas y restriccionistas de EEUU están coordinando una nueva campaña para culpar a los inmigrantes-incluyendo a los legales-por la falta de empleos en la crisis. Este tipo de comentarios los alientan.

Además, la relación de causa y efecto es falsa. En primer lugar, las propuestas para la renegociación que surgen de la sociedad civil en los tres países, no tienen que ver con el proteccionismo. En Canadá piden control sobre los recursos naturales (fin a la cláusula de proporcionalidad) y disminuir los privilegios supranacionales de los inversionistas establecidos por el tratado. Las propuestas de Obama son públicas: pide incorporar principios laborales y ambientales en el texto del acuerdo (derecho a la sindicalización y protección ambiental), y cambiar el acuerdo para que las leyes para proteger a los ciudadanos de los tres países no puedan ser supeditadas por inversionistas extranjeros.

La única medida que tiene que ver con el comercio es la demanda mexicana de cientos de miles de campesinos de sacar el maíz y el fríjol del acuerdo. Esta demanda surge precisamente porque bajo el TLC lo que ha ocurrido en México es justamente lo contrario de lo que defiende Calderón-en lugar de ser fuente neta de empleos, el tratado ha desplazado a unos dos millones de pequeños productores agrícolas, al igual que a los pequeños comerciantes que antes de las importaciones masivas y la concentración del TLC producían para el mercado nacional. Esta gente acaba migrando, en grandes números. La relación entre el modelo TLC y el desempleo y desplazamiento está bien documentada. ¿Qué realmente defiende Calderón entonces? Más que defender un mercado o fuente de trabajo, Calderón está defendiendo un modelo económico neoliberal que se ha vuelto indefensible con la crisis. Sabe que rema a contracorriente. Por eso tantas declaraciones, tanta insistencia.

La elección de Obama ha dejado a Calderón muy sólo en el continente. John McCain visitó a dos jefes de estado-Álvaro Uribe y Felipe Calderón. Uribe abiertamente hizo campaña para McCain, mientras Calderón hizo lo mismo pero con más discreción.

Ahora que ganó Obama y declaró que su prioridad es reparar las relaciones con los países de centro-izquierda, Calderón no podrá contar con el mismo apoyo ideológico que tenía con Bush.

Lo que le queda es el apoyo militar. El Plan México y la relación bilateral En el último año lo que ha dominado la agenda bilateral es la guerra contra el narcotráfico y el Plan México. El Plan México, o Iniciativa Mérida, es un paquete de ayuda militar y policíaca de $400 millones de dólares para el 2008 y cantidades similares hasta por lo menos el 2010. El Plan México surgió de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad (ASPAN) y cumple con los objetivos de la administración Bush-Cheney de ampliar el perímetro de seguridad de Estados Unidos hasta la frontera sur de México, es decir, hacer que México adopte la agenda de seguridad nacional de EEUU y implemente los paradigmas estadounidenses de lucha contra el terrorismo y el unilateralismo. Lo que mucha gente no sabe es que el Plan implica mucho más que un programa temporal de asistencia para combatir los cárteles de la droga. Transforma estructuralmente la base de la relación binacional de tal manera que pone énfasis de forma permanente en los aspectos militares por encima de la muy necesaria ayuda al desarrollo, y la modificación de políticas de inversión y comercio.

El Plan le impone a México las mismas políticas fallidas de Bush de seguridad fronteriza, militarización, guerra contra las drogas y contra el terrorismo, e integración económica que le han ganado el desprecio del resto del planeta y la mayoría de la población estadounidense. La iniciativa se enfoca en esfuerzos anti terroristas, anti narcóticos y de seguridad fronteriza. De esta manera, intensifica el conflicto fronterizo proyectando la inmigración a través de la misma óptica militar con la que se proyecta el terrorismo y el crimen organizado.

Al hablar de combatir los "flujos de bienes y personas ilegales", la iniciativa equipara a los trabajadores inmigrantes con contrabando ilegal y amenazas terroristas. Lo anterior pasa por alto las causas principales de la emigración mexicana y la criminaliza.

Los millones de dólares asignados al Instituto Nacional de Migración se concentran en extremar las restricciones en la frontera sur de México mediante el monitoreo, recolección de datos biométricos y un programa de control fronterizo y de los trabajadores huéspedes, en especial los guatemaltecos. Históricamente, México ha ofrecido refugio a los centroamericanos aceptándolos en su sociedad, actitud que ha venido cambiando a medida que el gobierno de Estados Unidos presiona a México para que intercepte a los migrantes centroamericanos antes de que puedan llegar a su frontera norteña.

El Plan México acelera este proceso y aumenta la participación mexicana en la detención de sus propios migrantes en la frontera norte. Poner a la inmigración y a la amenaza terrorista (casi no-existente en esta parte del mundo por cierto) en la misma categoría ya ha servido para promover la estrategia del gobierno de Estados Unidos de militarizar la frontera con México.

El gobierno débil de Calderón se apoya en las fuerzas armadas y en este modelo de guerra contra las drogas reforzado con el Plan México que militariza a la sociedad y concentra poderes presidenciales. Obama ha dicho que apoya al Plan. Sin embargo, existen tres indicadores de que haría cambios: 1) ha dicho que con la crisis tendrá que disminuir niveles prometidos de ayuda internacional, los cuales se tienen que revisar, y 2) reconoce la responsabilidad de EEUU en el consumo de drogas ilícitas, el tráfico de armas y el lavado de dinero y la necesidad de instrumentar nuevas políticas internas en la materia, y está dispuesto a considerar nuevos modelos de lucha contra el narcotráfico. Si no se suspende el Plan México, a las relaciones México-Estados Unidos les aguarda un futuro militarizado donde el poder desenfrenado de unas fuerzas mexicanas de seguridad ya abusivas, no sólo no resuelve la alarmante violencia del crimen organizado, sino que la agrava. La generación de empleos, el desarrollo de infraestructura local y los programas dirigidos a regular los flujos migratorios y prevenir los conflictos llegarían mucho más lejos en obtener y realzar la seguridad a corto y largo plazo.

Lo que sigue

En resumen, esta coyuntura nos ofrece la oportunidad de trabajar en pos de una agenda bilateral mucho más integrada. E l énfasis en la política interna de activación de la economía pasa obligatoriamente a la revisión de la relación con México, debido al alto grado de integración. Los medios insisten en las similitudes con la época de Franklin Roosevelt. Con el New Deal o Nuevo Trato Roosevelt no abandonó las relaciones exteriores, sino las reestructuró bajo el principio de Buen Vecino y los nuevos principios de solidaridad.

Debe desarrollarse una agenda binacional en base a los ejes compartidos de trabajo digno y paz social.

El trabajo digno debería entenderse a partir de los siguientes aspectos:

 legalización para los trabajadores migrantes en EEUU, para eliminar el mercado negro de mano de obra, y garantizar plenos derechos a todas y todos

 reunificación familiar, porque ningún ser humano debe ser reducido a su fuerza laboral

 políticas comerciales que reconocen el derecho de contar con trabajo digno en el lugar de origen

La agenda de paz social debería establece que:

 una sociedad no se debe basaren el control policiaco/militar, sino en su capacidad de ofrecer buenas opciones de vida a sus miembros

 la relación binacional debe ser horizontal, coherente y de respeto mutuo

 la frontera es un punto de encuentro, no un muro de contención En el debate en torno a la nueva relación binacional, no se trata de sentarse a esperar que va hacer Obama, o como evoluciona la crisis. Es el momento de manos a la obra para la ciudadanía en forjar una nueva política nacional y regional.

Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas en la Ciudad de México. Este artículo fue parte de una ponencia en el Congreso mexicano por las II Jornadas Sobre Migración y Derechos Humanos


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