Al Qaeda, ¿está ganando o perdiendo la guerra? ( I )
Lunes 18 de junio de 2007 por CEPRID
Ricardo Rodríguez CEPRID 18 -VI -07
Transcurridos casi seis años del espectacular y devastador ataque de Al Qaeda a los EEUU y teniendo en cuenta la multiplicidad, complejidad y desproporción de la respuesta apodada como “guerra contra el terror”, se hace necesario profundizar las condiciones objetiva y alejarse definitivamente de algunos conceptos y afirmaciones erróneas que, de manera descarada y embustera imponen a la opinión pública los voceros de la irracional política de Bush en el mundo. Esto, con el ánimo de escarbar un poco con miras a un recuento equilibrado que, a la fecha, arroja hechos sorprendentes. Este cotejo, contradice de plano las afirmaciones de Washington y de Londres y señala que, por el camino que se aventuran los acontecimientos que observamos a diario en los medios de comunicación y por el rumbo que llevan las partes en conflicto, las posibilidades de resolver estos antagonismos de manera pacífica son nulas. Peor aún. Los problemas de multiplican, se expanden y se profundizan. Estamos pues, frente a una contradicción antagónica que históricamente se ha resuelto por medios violentos.
El aumento de las tropas estadounidenses en Irak y la aprobación del Congreso en Washington (con el voto demócrata incluido) de una nueva partida de 100 billones de dólares para intentar desesperadamente ganar la guerra en el transcurso de un año, es un hecho alarmante. Por otro lado, Adam Gadahn o “Azzam el americano”, un joven californiano de 29 años, acusado de alta traición en su lugar de nacimiento, hablando como vocero de Al Qaeda, ha dejado muy claro a Bush que de no cumplir el Gobierno de los EEUU una serie de condiciones listadas en una proclama de seis puntos, “los nuevos atentados en EEUU harán a los americanos olvidar los horrores del 11 de septiembre”. “Si un solo soldado o espía permanece en la tierra del Islam, esto sería suficiente para que continuemos nuestra “guerra santa” contra vuestro país y vuestro pueblo” dijo hablando directamente al inquilino de la Casa Blanca el nuevo portavoz de Al Qaeda a finales de mayo en un video difundido globalmente.
Vamos por parte. La “guerra contra el terror”, tal y como está definida por los fanáticos en Washington, envía dos mensajes inadecuados: exalta a los terroristas vía hacer solemne su causa y, propone, que sean derrotados exclusivamente por medios militares. Así mismo, incorpora de manera arbitraria y sesgada “al club de las organizaciones terroristas” a múltiples organizaciones tradicionalmente denominadas de resistencia o de liberación como es el caso de Hamás en Palestina o Hizbullah en el Líbano, ambas con nutrida base social, representación parlamentaria elegida democráticamente y ministros en el gobierno como es el caso de la primera mencionada.
Por lo tanto, no sólo se arman los terroristas sino muchas personas de religión islámica que no son terroristas. Se arman por motivos religiosos, por motivos de odio, por motivos políticos, por motivos económicos, por motivos de seguridad, de defensa personal, por motivos socio-culturales u otros. Para escapar de los métodos de las dictaduras árabes que apoya Washington y que sirven sus intereses, inagotables contingentes de musulmanes envueltos en movimiento pacíficos, ONG u organizaciones de caridad son arrojados a los brazos de organizaciones inspiradas en fervores religiosos de corte salafista o islamistas ortodoxos que no se consideran a sí mismos terroristas sino grupos o movimientos armados de resistencia. Esta premisa ha quedado clara en Irak, donde operan hasta 40 movimientos armados de variada índole, y qué duda cabe, que este hecho también ha quedado de manifiesto en gran parte del mundo musulmán.
Y como consecuencia de esta política unilateral y militarista de la superpotencia, a los habitantes de medio planeta motivos no les falta para alistarse en una guerra contra la arrogancia de un gobierno cuya política ha roto todos los esquemas de convivencia internacional, se fundamenta en la arrogancia, la voracidad de sus empresas, la criminalidad de su máquina de guerra a muchos miles de kilómetros de su territorio y la ruptura violenta de la leyes y convenios que rigen la relación entre Estados.
Paradójicamente, es indudable que la metodología con que Washington conduce la “guerra contra el terror”, ha facilitado el despertar de los shiítas tanto en Irak como en Irán y, más tarde, también en Líbano con la victoria de Hizbullah sobre la máquina de guerra sionista el verano pasado. Aplastando con la fuerza de las armas, primero al gobierno de Afganistán y, posteriormente, al gobierno de Irak, los EEUU han entregado en bandeja el liderato de la zona a Irán.
Las técnicas de contrainsurgencia
El terrorismo es una antigua forma de guerra o lucha política-militar utilizada hoy como táctica y métodos de combate por variados grupos u organizaciones que no poseen los medios bélicos de los Estados. Esto, no descarta el uso del terrorismo por parte de algunos Estados, fundamentalmente dictaduras, que frecuentemente lo utilizan para lograr sus oscuros objetivos. Sin duda, el campeón mundial de este procedimiento es la entidad de Israel, seguido muy de cerca por los EEUU que durante las décadas de los 60 y los 70 adiestraron a miles de militares en América Latina en técnicas terroristas de contrainsurgencia, en tortura sistemática, en manejo de cárceles clandestinas y otras técnicas oprobiosas bajo los programas de la Seguridad Nacional que imponía el Pentágono en “su patio trasero”. La promoción de golpes de Estado contra gobiernos constitucionales elegidos por el pueblo se transformó en una práctica que se denominó “desestabilización” y el asesinato de jefes de Estado o líderes políticos lo llamaron “neutralización”. Decenas de miles de personas fueron encarcelados en lugares secretos o murieron asesinados por las dictaduras que sembraban el terror en la población civil con la abierta aprobación y ayuda de Washington. Y cuando los fiascos de la CIA se hacían evidentes, entraba en operación el Pentágono. “No hay ningún general en América Latina que resista un cañonazo de un millón de dólares” decía un político estadounidense.
Unas 200 mil personas “desaparecieron” bajo la canallesca aplicación de estos programas de terrorismo de Estado. Las actividades terroristas de algunos Estados, sólo durante el siglo XX, hincharía decenas de volúmenes. El denominado terrorismo de Estado, enraizado en las dictaduras tanto civiles como militares, se ha cobrado muchísimas más vidas en el mundo que las organizaciones terroristas que muchas veces nacieron para dar desesperadas respuestas al terror del Estado y sus agentes, habiendo sido cerrados todos los caminos pacíficos y políticos.
Los parámetros para definir el terrorismo son infinitos e, insólitamente, observamos que, en una época determinada, algunos líderes populares son perseguidos, encarcelados y calificados de “terroristas”. En otras épocas, no muy distantes en el tiempo, esos mismos líderes son galardonados con el Premio Nobel de la Paz (Nelson Mandela, Yasser Arafat o Rigoberta Menchú). También le han dado este premio a Henry Kissinger, (sic) fervoroso impulsor de la última etapa de la guerra de Viet-Nam, Laos y Camboya y artífice preponderante del golpe de Estado en Chile en 1973.
En Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Paraguay, Perú, Chile, El Salvador, Guatemala, Colombia, Honduras y tantos otros países de la zona, (por citar sólo este continente), miles de miles de terroristas de Estado caminan libremente por las calles después de que sus atrocidades y crímenes hayan sido cuidadosamente documentadas por organismos oficiales tanto nacionales como internacionales. La impunidad reina todopoderosa y abiertas han quedado las heridas.
Obviamente, la infortunada definición de “guerra contra el terrorismo” o “guerra contra el terror” acuñada por Washington, hace el juego de manera semántica y directa a aquellos que, en realidad, están inmersos en la llamada “yihad global” para defenderse –dicen- de los ataques que organiza el aparato militar-industrial de los EEUU y, al mismo tiempo, entrega argumentos que reafirma la idea que los EEUU y algunos de sus aliados más estrechos como Gran Bretaña, están verdaderamente en guerra contra el Islam.
La IV Guerra Mundial
Se cumplen así, suficientes premisas indicativas que asistimos a la apertura de la IV Guerra Mundial, una guerra global total, sin fronteras ni límites, que en nada se parece a las guerras anteriores. Frente a frente, se encuentran dos gigantescos ejércitos, pero uno de ellos es invisible, sin frentes de guerra determinados, atacando en una geografía muy extensa, con sus aparatos militares sumidos en la clandestinidad, sin jefes ni tropas visibles, reforzando al límite la imaginación y los recursos para enfrentar con probabilidades de éxito –dicen- a “las hordas de Satán”. Es evidente e irrefutable que en esta guerra, el bando de la superpotencia actúa con una sola cabeza, independientemente que sea para bien o para mal. También concurre como verdadero que en el bando antagónico a los EEUU, o se encuentran muchas cabezas en violenta disputa por el control de la dirección que adquiere la guerra o no se encuentra ninguna. Es una cuestión sine qua non que el Islam se encuentra en crisis (de crecimiento, dirán algunos analistas) desde hace varios centenares de años, lo cual no le impide ser la religión de mayor crecimiento en el mundo desde hace 5 lustros. Hablamos de mil trescientos millones de personas. Pues bien. Una de estas cabezas, con sobrado peso específico a cuestas, disputa con otras muchas la dirección del Islam y de la “guerra santa” de manera planetaria. Esta organización se denomina Al Qaeda, (La base).
Ahora bien. ¿Qué es Al Qaeda? ¿Una organización terrorista? ¿Una organización militar? ¿Un grupo armado terrorista? ¿Un ejército ilegal? ¿Un grupo armado de contratistas a sueldo de los sultanes petroleros del Golfo? ¿Un Frente Internacional armado que opera en todo el mundo al margen de todo Estado? ¿Un ejército de fanáticos religiosos? ¿Un movimiento de resistencia? Podemos continuar indefinidamente preguntando y las respuestas serán un albur. Definir de manera cerrada y obtusa a Al Qaeda como una organización terrorista a secas, no es más que una simpleza sociológica de proporciones que no aporta gran cosa a la discusión de un tema en extremo complejo. El mundo árabe y musulmán tiene una visión de lo que significa Al Qaeda y Occidente tiene otra perspectiva. No solo distinta, sino antagónica. Héroes para unos, villanos para otros. Intentaremos clarificar algunas cuestiones importantes como forma de incorporar a nuestros conocimientos nuevos antecedentes.
Al Qaeda se autodefine como una organización política-militar con un fuerte componente religioso que nace de la vertiente tradicional suní más ortodoxa del Islam denominada salafista. Practica un extendido y paciente trabajo político y religioso (la yihad o guerra santa) y un potente trabajo internacional de proselitismo a través de múltiples medios. Sus finanzas, que han sido cuantiosas en sus inicios, fueron reducidas por la fuerte campaña de acoso a sus fuentes, bienes y cuentas bancarias. Nuevos datos revelan hoy que han recuperado los niveles anteriores al 11-S y han vuelto a expandir su captación de fondos, su liquidez y radio de acción. Este es un dato significativo.
Posee un brazo armado muy potente que predomina sobre todos los otros asuntos, con excepción de la religión que, invariablemente, tiene la primacía. Sus contactos entre los potentados del Golfo -sumado a la estúpida política de “terminar con todos ellos a balazos”- les otorgan acceso a material bélico y sistemas de comunicaciones altamente sofisticado que, en situaciones de guerra urbana, resulta formidable. Recordemos aquí que tienen a su record haber derrotado en Afganistán al Ejército Rojo de la ex URSS en una guerra de guerrillas de 10 años de duración. Sus comandantes se jactan que “no necesitan portaviones, bombarderos supersónicos, satélites, misiles altamente destructivos”. En Yemen, les bastó un bote de hule cargado hasta el cielo de explosivos para casi hundir el destructor Cole, el buque de combate estrella de Marina de Guerra de los EEUU. Para muchos analistas, Al Qaeda posee una estructura militar muy cambiante, versátil, difusa y preparada para golpear globalmente sin depender de órdenes o instrucciones de un cuartel general. La localización de su centro de mando central es un misterio, aunque todo el mundo sabe con certeza que existe en algún lugar del mundo.
Hoy se puede constatar que cada día son más numerosas las organizaciones en el mundo árabe-musulmán interesadas en participar en la guerra global contra los EEUU, un fenómeno alarmante que no existía hace pocos años, como tampoco era perceptible un ataque masivo en territorio de los EEUU dirigido por un hombre escondido en una caverna a 30 mil millas de distancia.
Al Qaeda utiliza como táctica de combate indistintamente acciones meramente militares como acciones de tipo terrorista. En ocasiones, ataca blancos de valor militar así también como blancos puramente civiles. Sus tácticas y posibilidades de ataque son infinitas, Afganistán e Irak son buena prueba de esto. También Bali, Londres, Madrid, Casablanca y Argel. La adaptabilidad de sus operativos es sugerente, toda vez que combaten en extensos desiertos y montañas como en ciudades con la misma efectividad (75% de efectividad en los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono en los EEUU). Dentro de sus filas abundan tantas especialidades como en los ejércitos convencionales, pero, comparativamente, su accionar es mucho más simple e infinitamente menos burocratizado – con absoluta independencia vertical - que las formaciones militares tradicionales de Occidente. Estas últimas, han sido diseñadas para enfrentar otros tipos de guerra, ejércitos similares, teatros de operaciones y otra postura del enemigo. La organización que dirige Osama bin Laden se autocalifica de vanguardia de un amplio abanico de formaciones ortodoxas islámicas agrupadas en el “Frente Islámico Mundial para la Yidah contra los Judíos y Cruzados”. En este contexto, siguiendo un análisis clásico en una contienda, también es difícil establecer quién está atacando y quién se está defendiendo en un panorama muy enrevesado. Cabe mencionar aquí, que Al Qaeda ha declarado formalmente la guerra en dos oportunidades a los EEUU.
El brazo militar de Al Qaeda se compone de tres estamentos esenciales:
I.- Sus “fuerzas de elite”. De características similares al grupo que atacó a los EEUU en septiembre del 2001; también aquellos que forman los múltiples anillos de seguridad de Osama bin Laden o Ayman al Zawahiri y del mismo modo, aquellos que acompañan (entre 10 y 20 hombres) a sus jefes militares o de operaciones más destacados como es el caso de Sayf al Adel, actualmente máximo jefe militar de la organización. Este estamento tiene una lealtad jurada de manera solemne a la organización y a bin Laden. Todos son voluntarios preparados emocionalmente para el martirio y el viaje al Paraíso, lo cual les entrega una ventaja esencial: no necesitan planificar el enmarañado proceso de escape tras una acción de ataque. Seguramente, las fuerzas de elite de Al Qaeda son un poco más de dos mil hombres altamente adiestrados, originarios de varios países, con incontables años en la organización (algunos desde muy jóvenes ya que nacieron en los campamentos), muchos de ellos profesionales, universitarios o con estudios técnicos superiores, hablan varios idiomas y han vivido temporadas en Occidente. Conocen muy bien los manuales de instrucción de Al Qaeda, son devotos religiosos y son muy versátiles en informática y nuevas tecnologías adaptadas a su accionar. Creen y están profundamente convencidos que se encuentran destinados por la gracia divina de Alá a limpiar el planeta y establecer la sociedad que tan minuciosamente describe el Profeta Mahoma en el Corán. Por lo general, son hombres muy duros, dogmáticos, valientes, que han sufrido prisión, religiosos, rigurosos y muy disciplinados. Su equivalente militar serían los llamados comandos “Seal” de los EEUU, las “fuerzas especiales” o comandos de algunos países occidentales o aquellos que forman el grupo SAS británico.
Estos hombres tienen un alto valor estratégico para Al Qaeda y han permanecido en libertad y activos prácticamente desde el nacimiento de Al Qaeda. Forman la columna vertebral de la organización. Algunos llevan casi 15 años al lado de bin Laden y guardan una admiración divina por su líder. La gran mayoría de los dirigentes importantes de este cuerpo son hoy militantes de segunda generación (el caso de Mohamed Atta es clásico), entre los que se encuentran varios de los hijos mayores de bin Laden. Están destinados a tomar el relevo, lograran algún día los americanos liquidar al Jeque que en marzo pasado cumplió 50 años. Son una fuerza letal considerable para cualquier enemigo. Pueden cambiar de apariencia con facilidad y algunos han sido arrestados portando hasta 20 pasaportes diferentes. A pesar de los severos controles en aeropuertos y fronteras, sus desplazamientos son constantes. Su dispersión, que arranca de un estructura organizativa horizontal no descifrada, ha resultado ser un quebradero de cabeza para los generales americanos y los analistas de la CIA.
II.- Sus “fuerzas insurgentes”. Son un estamento que combate en más de una docena de países actualmente. Guerrilleros de nivel intermedio, muy experimentados en el manejo de todo tipo de armas y situaciones límite, fuertemente motivados y algunos con entrenamiento avanzado. Sus comandantes han luchado en varias guerras y tienen mucha experiencia de combate. Han combatido en Afganistán, en Bosnia, en Chechenia, en Somalia, en el Líbano y, actualmente, se vuelven graduar en Irak. Las fuerzas de espionaje estadounidenses las estiman en unos 8 mil hombres dispersos en cuatro continentes, pero desde hace unos dos años, han iniciado un “reagrupamiento activo” siguiendo un cuidadoso plan de acción. En el Magreb, en el centro de África, en el Levante, en Afganistán y, por supuesto en Irak. Desarrollan actualmente un ambicioso plan de penetración y consolidación en Siria, Líbano, Turquía, Somalia, Marruecos, Argelia y Palestina.
La mayoría de ellos -apuntan los expertos- se encuentran paralizados. “Durmiendo” dicen los americanos, pero obviamente, ninguno duerme más de cuatro horas por día. Son “durmientes” muy activos. Son “células durmientes” que han seguido disciplinadamente en este estado una vez que recibieron este mandato de sus jefes, poco antes de las escaramuzas de Tora Bora, en noviembre-diciembre del año 2001. Pero el verbo dormir para los americanos no tiene el mismo significado que dormir para este tipo de adversario. Los analistas estadounidenses asignan el término “durmiente” a aquellos elementos colocados intencionalmente en determinado país en posición de combate, pero que no ejecutan ataques sino hasta recibir una instrucción. Hacen todas las labores posibles de urdir sin mayores riesgos; miran, aprenden, escuchan, reclutan, estudian al enemigo, hacen finanzas, envían informes, fotos, videos, etc. Nadie sabe quiénes son, cuántos son ni dónde están. La CIA sólo sabe que están. Y como no los encuentran, los denominan “durmientes”. ¡Tropas de Al Qaeda duermen en los EEUU! Sin duda. Pero, ¿están verdaderamente durmiendo? Es que, ¿alguien cree a estas alturas de la guerra que los hombres incrustados por Al Qaeda en los EEUU desde hace muchos años están “durmiendo”? ¿Puede darse el lujo Al Qaeda de tener centenares de “combatientes durmiendo” en cuatro continentes y en plena guerra? También en Europa se aplica esta curiosa calificación.
Documentos interceptados al número tres de la organización (Sayf al Adel, uno de estos “durmientes”, notable personaje en la dirigencia de Al Qaeda) por la CIA, revelan que ha viajado profusamente por el lejano Oriente, por el Medio Oriente y ha elaborado informes muy detallados de sus viajes por África del norte y meridional para la dirección central de Al Qaeda. ¿Un sonámbulo? No. Una especie de brioso y moderno ejecutivo abriendo mercados y camino a la marca y a la empresa a todos los niveles sociales de una veintena de países africanos con una población de decenas de millones en situación desesperada. Otro caldo de cultivo que explota Al Qaeda. Los papeles de al Adel hacen mención de recuerdos y su participación en los combates de Tora Bora. Expresan que las concretas resoluciones de “dispersarse y esperar” entregadas personalmente por Osama bin Laden, fueron recibidas con lágrimas por los insurgentes a finales del 2001. Significaba que no lucharían de inmediato contra las tropas de los EEUU. Nasser Al-Bahri, ex guarda espalda yemení de bin Laden relata que durante la retirada de Tora Bora, el jefe de Al Qaeda consoló a sus guerreros asegurándoles que después del golpe en USA, atraerían al ejército americano a un campo de batalla donde pudiesen asestar miles de golpes y, allí tendrían oportunidad de luchar. “Y ha tenido éxito en lograr esto” –dijo el yemení.
Para el Emir que dirige Al Qaeda, la trampa colocada a Bush - haciendo magistral uso bin Laden de la congénita estupidez de Bush, estaba funcionando tal y como lo habían planificado. Los EEUU tenían un plan y Al Qaeda tenía otro plan.
En un artículo publicado en octubre del 2002, un activista de Al Qaeda llamado Salim al Makhi expresa que “la agresión norteamericana sobre Al Qaeda en Afganistán ha elevado significativamente el ‘nivel de la organización’. Esto, debido a que su tamaño prominente en Afganistán ha desaparecido, y lejos de establecerse en un lugar conocido, se ha convertido en un complejo programa secreto y en una corporación del martirio diseminada por todo el mundo. Por ello, la aniquilación de Al Qaeda se ha convertido en misión imposible y, por esta razón la administración norteamericana recogerá las semillas de sus estúpidos actos”.
El mismo sujeto, en otro artículo, destaca que “los norteamericanos ciertamente han mordido la carnada y han caído en nuestra trampa y Al Qaeda ha triunfado en sus planes. Se ha completado la primera etapa de los planes de Al Qaeda…pronto comenzará otra etapa contra los judíos y los norteamericanos en la cual la fuerza de la vanguardia y la comunidad musulmana tomará parte…”. Sin duda, se refiere a la invasión de Irak, planificada desde hacía muchos años por la ultra derecha neoconservadora en los EEUU.
Sorprendentemente, el propio bin Laden expresó en 1998 que dentro de los planes secretos de la Casa Blanca se encontraba la partición primero de Irak en tres Estados y, posteriormente, Arabia Saudita y Siria como una fórmula para refundar todo el Medio Oriente y asegurar la hegemonía de la entidad de Israel en la zona. Naturalmente, rodeada de pequeños Estados débiles.
Las notas de al-Adel señalan igualmente que, la etapa para la reconquista de Afganistán podría durar unos 7 u 8 años. Por lo que observamos en el día a día, tanto los talibanes como Al Qaeda se involucran en operaciones en los cuatro costados del país, amenazan con grandes ofensivas y ataques y la OTAN pide de manera urgente refuerzos para contener a los guerrilleros. Recientemente, Nicolas Burns, el número dos del Departamento de Estado de los EEUU, aseguró que “existe evidencia irrefutable que Teherán se encuentra transfiriendo armas a los talibanes en Afganistán”. Agregó además que “lo mismo está haciendo en el Líbano, en Gaza y en Irak” agregando así un nuevo elemento a considerar en la amplia campaña destinada a preparar el camino para un ataque a Irán.
El calificativo de “células durmientes”, a todas luces, es una falacia, ya que siempre han estado muy despiertos y activos. Naturalmente, con precauciones máximas y sin órdenes de ataque. Entre consolidar sus nuevas bases o continuar avanzando en combates y atentados en medio mundo, Al Qaeda escogió consolidar sus posiciones moviéndose lo menos posible, de manera que fuesen las fuerzas de espionaje y seguridad de los EEUU y sus aliados las que hicieran el trabajo de buscarlos. Al parecer, esta etapa ha llegado a su fin. Los análisis recientes de los organismos de inteligencia advierten que una parte sustancial de las “fuerzas insurgentes” de Al Qaeda que estaban “durmiendo”, han despertado.
III.- Los “cuerpos de base”. Son grupos de apoyo, militantes, reclutas, aprendices, simpatizantes, activistas, amigos, etc. Forman un amplio cuerpo extendido a un sinnúmero de países. Algunos analistas serios, que escapan al control que ejerce el Pentágono y la CIA, calculan esta fuerza en 40 mil hombres que recibieron entrenamiento en Pakistán, Somalia, Afganistán y Sudán. Es en este estamento donde Al Qaeda ha sufrido más bajas, sobretodo en Arabia Saudita. Sin embargo, los golpes, en general, no han impedido su crecimiento y expansión ni tampoco han impedido reemplazar rápidamente a los caídos. Muchos de ellos fueron arrestados y encarcelados inmediatamente después del 11-S por dictaduras en Oriente Medio sólo por el hecho de haber recibido entrenamiento militar, considerado ahora una amenaza para los regímenes despóticos como los que existen en Arabia Saudita, Jordania, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Yemen y otros. Recordemos que parte de esos entrenamientos a los mujaidines que luchaban contra la antigua URSS, especialmente en Pakistán, fueron financiados por la CIA, por la casa real saudita y por el dinero que el Servicio Secreto pakistaní (ISI) extrajo de la venta masiva de heroína que elaboraban en el llamado Triángulo de la Media Luna. Aquellos que no recibieron entrenamiento militar en Afganistán, lo reciben actualmente a través de portales de Internet que se han convertido en gigantescas plataformas de instrucción, adoctrinamiento e incitación a la “guerra santa” o en los múltiples campamentos que han montado en el norte y en el sur de Waziristán. Allí, son pastores de día y guerrilleros de noche. Aprovechan los espacios que dejaron las fuerzas de los EEUU una vez que decidieron dar un golpe de timón a la guerra contra Al Qaeda y se fueron a Irak a liquidar a Sadam Hussein pasando por encima de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Abandonaron a Karzai, dejando el país en ruinas con el nuevo objetivo de sacar de la ecuación a un enemigo de Israel, destruir otro país, sentar más bases militares en la zona y apoderarse de sus reservas de petróleo. Afganistán quedó en manos de fuerzas de la OTAN, no muy convencidas éstas de hacer lo que ahora están haciendo en Afganistán. Pero el campo de entrenamiento y reclutamiento de voluntarios más grande que tiene Al Qaeda hoy en el mundo, sin duda, es Irak y esto, no parece incomodar mucho a bin Laden.
De esta manera, resulta claro que la planificada estrategia de Al Qaeda es muy similar a la consigna acuñada por el Comandante Che Guevara entre los años 60 y 70 de “crear uno, dos, tres, muchos Viet-Nam para empantanar al imperialismo en múltiples guerras en todo el planeta”.
(Continuará)
Ricardo Rodríguez es periodista y escritor. Ha publicado en la Editorial Txalaparta “¿Cuántas veces en un siglo mueve sus alas el colibrí?” Marzo 1999; “El desafío de Bin Laden” Septiembre 2002 y “La Ruta del Esqueleto” Marzo 2006.
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