CEPRID

Obama - Un análisis desde EE.UU.

Viernes 20 de junio de 2008 por CEPRID

Larry Holmes 20 - VI - 2008 Argos Internacional

Fuerzas en la clase gobernante de los EEUU se han unido a Obama porque lo ven mejor preparado que Clinton o McCain para detener el rápido deterioro de su posición como el poder económico y militar dominante. Aunque no hay certeza en este momento, parece probable que Barack Obama será el candidato presidencial del Partido Demócrata y, también es una posibilidad que sea el primer presidente negro de los EEUU. Aun para quienes en los EEUU y en el resto del mundo vemos correctamente como una negación de la democracia tanto al sistema capitalista sumido en una crisis, como a los partidos políticos y sus falsas elecciones (por lo menos desde el punto de vista de lxs trabajadores y los oprimidos en el mundo), es imposible no aceptar que la posibilidad de que se elija a un presidente negro en los EEUU, el centro del imperialismo y el racismo en el mundo, es un evento histórico.

Hace sólo 6 meses, la mayor parte de la gente pensaba que nunca verían a un político negro acercarse a la presidencia de los EEUU. No es sorprendente entonces que la mayoría del pueblo afroamericano en EEUU apoye la campaña de Obama.

Es sorprendente y revelador que tanta gente blanca también apoye a Obama. La gran pregunta es si este apoyo blanco se mantendrá fuerte. La Senadora Hillary Rodham Clinton todavía está tratando de sabotearla, y si Obama es el candidato del Partido Demócrata, el Senador John McCain y otros tratarán de destruirla con una tenaz campaña racista.

Aun siendo el voto de estas decenas de millones de blancos por Obama frágil y hasta contradictorio, es esperanzador para cualquier progresista familiarizado/a con la profundidad y prevalencia del racismo en los EEUU, que hayan votado por una persona negra llamada Barack Hussein Obama, en las primarias y asambleas del Partido Demócrata.

Obama no es un revolucionario y no representa ninguna amenaza para el sistema capitalista. Pero relativamente hablando, es difícil imaginar una señal más dramática de que la gente en EEUU quiere romper con el clima político reaccionario, guerrerista, racista y xenofóbico que ha perdurado desde siempre y especialmente después del11 de septiembre.

Obama es popular porque la gente quiere que termine la guerra en Irak y hay una creencia de que Obama se acerca a esto más que Hillary Clinton, quien hace unas cuantas semanas prometió “obliterar a Irán” y es ampliamente vista como conectada con la política de guerra sin fin de Bush. En cuanto al avance de los intereses imperialistas de los EEUU concierne, no hay diferencias importantes entre Rodham Clinton y Obama (o McCain en todo caso).

Muchos, sino casi todos los consejeros de política exterior de Obama, son veteranos de la presidencia de Bill Clinton. Pero a pesar de esto, desde el punto de vista de cómo las masas ven la guerra, aunque Rodham Clinton pareciera representar algún cambio, Obama parece representar un cambio aun mayor.

La palabra clave aquí es “parece”. De hecho, Rodham Clinton, McCain y Obama se han comprometido a continuar la ocupación de Irak después de las elecciones. Todos han prometido también intensificar la guerra en Afganistán y Pakistán, atacar a Irán “si es necesario”, apoyar a Israel al máximo, y continuar el bloqueo contra Cuba.

Carácter de clase de la campaña de Obama

Las masas no lanzaron la campaña presidencial de Obama: una parte de la clase gobernante y sus operativos políticos lo hizo. Algunos en esta clase gobernante respaldaron a Obama simplemente para avanzar sus batallas contra los Clinton dentro del Partido Demócrata. Y sí, algunos de los que se opusieron a Clinton son clara y sencillamente misóginos.

Pero otras fuerzas en la clase gobernante de los EEUU se han unido a Obama porque lo ven mejor preparado que Clinton o McCain para entrarle a la crisis central del imperialismo estadounidense. Quieren encontrar una forma de detener el rápido deterioro de su posición como el poder económico y militar dominante.

El debate de política exterior entre los candidatos parece haberse reducido a si el imperialismo de EEUU debe hablar con sus enemigos, con Obama proponiendo el diálogo en lugar de (o además de) la política de guerra.

Fundamentalmente es un debate ficticio. La diplomacia o el diálogo es tan sólo otra arma que cada gobierno imperialista usa para avanzar sus intereses. Los imperialistas hablan un día y bombardean el siguiente. Desde la perspectiva de una estrategia amplia, sin embargo, hay algo en este debate.

Para Obama y sus aliados de la clase gobernante, la llamada política neoconservadora que se basa en la fuerza militar del imperialismo estadounidense para recolonizar el Medio Oriente y dominar el mundo, ha sido una completa catástrofe, dejando al poder del imperialismo estadounidense en ruinas.

Obama y sus aliados quieren intentar un abordaje diferente. Obama está más en sintonía con el nuevo orden transnacional capitalista creado por la globalización imperial.

Para revertir la erosión de la posición mundial del imperialismo estadounidense, Obama quiere dejar de apoyarse únicamente en la fuerza militar, y ponerle una cara más amistosa al imperialismo estadounidense para reforzar la capacidad de competir económicamente con China, India, Europa, América Latina, etc.

La contradicción es que los problemas del sistema capitalista son tantos y tan graves que Obama, con nuevas ideas y todo, no los puede resolver. El casi total colapso del sistema bancario mundial en marzo anterior, salvado sólo por la masiva intervención de la Reserva Federal de los EEUU, no fue el fin de la crisis crediticia capitalista. Es el inicio de una nueva crisis sistémica del capitalismo mundial que posiblemente será más grande y violenta que la Gran Depresión de los 30. La única pregunta es la velocidad con que la crisis se desarrollará y los eventos que afectarán su curso. El imperialismo estadounidense está estancado en por lo menos dos guerras que no puede ni ganar ni abandonar, con una posibilidad de guerra contra Irán antes de las elecciones del otoño (noviembre).

Para los trabajadores, las cosas sólo empeoran. La tasa de pérdidas de casas y empleos va en aumento, únicamente sobrepasada por el aumento del precio de los combustibles y alimentos.

Muchos se preocupan porque el racismo pueda tumbar la candidatura de Obama. Otros se preocupan de que balas racistas maten a Obama. Ambas son cosas serias de las que hay que preocuparse.

El problema más frustrante puede ser que, como Obama es cautivo del horrible sistema que busca servir como presidente, no puede defenderse. Los ataques ya han sido terribles y si Obama logra la nominación del Partido Demócrata, desde ahora hasta noviembre será llamado traidor, terrorista y una amenaza para la cultura Occidental, la civilización, la Cristiandad, los valores “americanos” y peor aún.

Y si Obama quiere ganar la elección, va a tener que aguantar y sonreír porque lo que necesita no es la aprobación de las masas sino la de la clase gobernante capitalista para llegar a la Casa Blanca. La campaña presidencial es simplemente una audiencia ante ellos.

Una de las razones por las que Clinton (una vez la candidata pro status quo del Partido Demócrata) pudo presentarse como la campeona populista de los trabajadores (no de los trabajadores negros e inmigrantes, sino de los trabajadores blancos nacidos en EEUU) es porque Obama fue advertido de que si quería ser el primer presidente negro, era mejor que no sonara como un líder de los derechos civiles o un luchador por la clase trabajadora. Hay un malentendido generalizado: se piensa que el Reverendo Jeremiah Wright, antiguo pastor de Obama, casi torpedea su campaña presidencial.

Esto no es cierto. El Rev. Wright no fue quien reprodujo sus sermones en los medios de comunicación sin parar. Todo esto fue deliberada y cuidadosamente orquestado por los medios de comunicación de la clase gobernante como una especie de prueba de lealtad para Obama.

No hay ninguna razón lógica para justificar los cuestionamientos que la clase gobernante de los EEUU hace a la lealtad de Obama. Sin embargo, la clase gobernante de los EEUU no es lógica; es profundamente suspicaz y paranoide, como se puede esperar de una clase explotadora/opresora profundamente reaccionaria y racista, que ha construido un imperio a través de la esclavitud, el colonialismo, la guerra, el robo y la represión. La clase gobernante es sumamente consciente delo que ha hecho y continúa haciendo a los negros.

La clase gobernante de los EEUU sabe y teme la profunda rabia que los negros sienten hacia ésta. El propósito de la situación del Rev. Wright fue para forzar a Obama no solo a repudiar y a romper con el Rev. Wright; más importante aún, fue para que prometiera que nunca iba a darle voz o siquiera reconocer la existencia del racismo y la rabia contra éste si es elegido presidente. El racismo está vivo y coleando, pero Obama debe pretender que es algo del pasado.

Relación con Obama de los movimientos de clase trabajadora, liberación negra y anti-imperialistas

Supongamos que Obama es elegido presidente. Uno de los primeros temas para el próximo presidente sería presidir recortes masivos en programas sociales como Medicare, Medicaid, educación y Seguro Social. Es más, estos recortes se llevarían a cabo al mismo tiempo que los trabajadores están siendo golpeados y ensangrentados por una crisis económica que se profundiza cada vez más.

No es difícil imaginar a la clase gobernante culpando al primer presidente negro de todo el dolor, el sufrimiento y la crisis que con seguridad vendrá. Esto nos lleva a la pregunta de la relación entre los movimientos de la clase trabajadora y los antiimperialistas, de todas las fuerzas progresistas (especialmente de aquéllos que están trabajando para reconstruir un movimiento centrado en la clase trabajadora, antiimperialista y pro liberación negra, en los EEUU) y el fenómeno Obama.

En el movimiento amplio, claramente no nos podemos dejar llevar por nuestras críticas y denuncias de Obama, cuando el apoyo masivo para él es esencialmente de fuerzas progresistas y la oposición es sobre todo de tipo racista y reaccionaria. Tampoco podemos darnos el lujo de engañarnos por la naturaleza de clase de Obama, ni por las otras contradicciones.

Las contradicciones también hacen difícil si no inútil para los revolucionarios trabajar dentro de su campaña como vehículo para avanzar las exigencias progresistas. Obama no siente presión del movimiento de las masas. La presión a la que es sensible viene de la clase gobernante.

Haciendo una comparación histórica, las dos campañas de Jesse Jackson para la nominación presidencial demócrata en los 80s estaban llenas de contradicciones también. La diferencia, sin embargo, es que las campañas de Jackson vinieron desde abajo y por lo tanto, estaban influidas por la presión de las masas. Este no es el caso de la campaña de Obama. Por lo menos no hasta el momento.

De hecho, la única forma en que los progresistas pueden defender a Obama contra el racismo y la reacción, si llega a ser necesario, es situándose fuera de, e independientes de su campaña y del Partido Demócrata.

Dependerá de los activistas negros el tomar el liderazgo y explicar las contradicciones de Obama, y cuestionarlas. Si alguna vez ha habido un momento para las fuerzas negras progresistas y revolucionarias de forjar algún tipo de unidad estratégica, el momento es ahora.

Es posible que la candidatura presidencial independiente de la ex congresista Cynthia McKinney pueda servir como uno de los polos de unidad. McKinney fue hasta hace poco la persona más progresista y militante de raza negra en el Congreso. Es más, perdió su curul en el congreso dos veces como resultado de sus posiciones militantes en contra de la guerra y el racismo.

Está claro que para todos aquellos en la izquierda que se dan cuenta de que la crisis galopante del imperialismo va a producir un resurgimiento de las luchas de la clase trabajadora más pronto de lo que creen muchos, y radicalizar a más y más trabajadores, aumentando nuestras filas, la necesidad de nutrir organizaciones centradas en la clase trabajadora, antiimperialistas, independientes de los partidos políticos de las clases gobernantes, basadas en la lucha, es mucho más que esencial. Es urgente.

Más que nunca, los trabajadores están empezando a ver las guerras imperialistas en Irak y Afganistán como factores agravantes importantes que profundizan la crisis económica, y están en lo cierto. La realidad no evade a los trabajadores quienes saben que, para financiar guerras imperialistas, están entregando no sólo programas sociales, sino el combustible que necesitan para ir a su trabajo.

La crisis de guerra junto a la crisis económica están dándonos las bases para la próxima fase de la lucha contra la guerra. Será más que un movimiento marginal de protesta que pueda ser absorbido y descarrilado por las elecciones capitalistas. La próxima fase del movimiento contra la guerra, si los militantes de la clase trabajadora prevalecen, estará centrada en un resurgimiento de la lucha de la clase trabajadora.

Las hermanas y hermanos del Sindicato Internacional de Estibadores nos dieron una primicia del potencial de esta próxima fase, cuando miles de ellos cerraron los muelles en toda la costa oeste de los EEUU el 1º de mayo para protestar contra la guerra. Su importancia no es modesta, especialmente en el contexto de las contradicciones de la campaña presidencial de 2008; esta huelga fue liderada por trabajadores estibadores negros, quienes, junto con trabajadores por los derechos de los inmigrantes, invitaron a Cynthia McKinney a ser la oradora invitada en la marcha principal del Primero de Mayo en San Francisco.

El autor es dirigente del Partido Workers World/Mundo Obrero y miembro de su Secretariado Nacional.

Workers World. Traducido por Carlos Morales-Mateluna. Corriente Roja


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