CEPRID

La era Chávez (II)

Sábado 15 de septiembre de 2012 por CEPRID

Breno Altman, Jonatas Campos y Marina Terra

Opera Mundi/Adital

Traducido por Luciana Taddeo

IV:- País menos desigual de Sudamérica, Venezuela es el escenario de una fuerte confrontación política

Fenómeno se da pese a la reducción de la brecha distributiva de la riqueza y la manutención del patrón de consumo entre los más ricos Uno de los paradigmas más aceptados de la ciencia política, en el estudio de los comportamientos electorales, es la constatación de que la disminución de los abismos sociales y el fortalecimiento de la clase media tienden a debilitar el embate político ideológico. Sin embargo, al aplicar esta lógica en Venezuela, la teoría se derrumba. La disputa entre los sectores chavista y antichavista se agudiza en la misma proporción en que el país se vuelve más homogéneo socialmente, alcanzando el tope del ranking sudamericano de distribución de la riqueza.

"La politización de todas las clases sociales, radicalizada desde la elección del presidente Chávez, conduce a un posicionamiento que va más allá de los intereses inmediatos de los diversos sectores”, analiza Jesse Chacón, director del GIS XXI (Grupo de Investigación Social Siglo XXI). "Acá, izquierda y derecha, gobierno y oposición, van a las calles para disputar proyectos nacionales, que no solamente se relacionan a reivindicaciones puntuales, beneficios económicos o avances sociales”. Participante de la rebelión militar de 1992, cuando el actual presidente se lanzó en el intento de derrumbar la IV República, Chacón era entonces un joven teniente que terminó tras las rejas junto a su jefe. Ingeniero de sistemas y magíster en telemática, ya fue ministro de las Comunicaciones, del Interior y de Ciencia y Tecnología en el actual gobierno. Con 46 años, se dedica a estudiar la dinámica político social de Venezuela.

"El punto central de tensión es que los propietarios de los medios de producción están dejando rápidamente de ser los dueños del poder político, lo que provoca una fuerte reacción de los estratos más altos y su entorno”, resalta. "La renta promedio del 20% más rico no fue afectada, tampoco su estilo de vida, pero perciben que ya no retienen el control del Estado y de la sociedad, lo que les provoca miedo y rabia”. En los sectores más pobres, atendidos por un amplio repertorio de políticas sociales y distributivas, el comportamiento es igualmente dictado por motivaciones que van más allá de logros o expectativas económicas. El motor de estas capas, que tienen en la mejora de la calidad de vida su tela de fondo, es determinado por el esfuerzo del presidente en dar batallas por ideas y valores, permanentemente. Desde el inicio de su gobierno, pero de forma más amplia tras el golpe de Estado en 2002, Chávez trata de ocupar el máximo de espacio en los medios de comunicación. Su discurso es direccionado, casi siempre, a identificar cada movimiento de su gobierno como parte de un proceso revolucionario, a la vez en que fomenta, entre sus seguidores, un sentimiento de repudio a los que rechazan los cambios que están aconteciendo.

Adverso a la lógica de la conciliación, el presidente hizo una apuesta pedagógica que aparentemente ha sido exitosa: cuanto mayor la polarización y cuanto más cristalino es el enfrentamiento entre puntos de vista, más fácil sería crear una fuerte y movilizada base de sustentación. Para los buenos y los malos momentos.

A principio, el hilo conductor de la pedagogía chavista fue el rescate de la historia y del pensamiento de Simón Bolívar, el patriarca de la independencia venezolana, jefe político militar de la guerra anticolonial contra los españoles en el siglo XIX. Por ese camino, Chávez imprimió en su proyecto una fuerte marca nacionalista, que contrapuso los nuevos señores coloniales (los Estados Unidos) y sus aliados internos (la élite local).

De a poco, al bolivarianismo original se sumó la sintaxis del socialismo histórico. Este amalgama entre nacionalismo de raíz y valores de izquierda pasó a ser difundido ampliamente como un código cultural que define las realizaciones del gobierno. El presidente huye, de este modo, de la receta de moda, aun entre las corrientes progresistas, de encarar la política como una cuestión de eficacia. Para usar la vieja jerga, Chávez es un político de la lucha de clases, en la que apuesta para aislar y derrotar a sus enemigos.

La oposición, animada por su influencia en los medios de comunicación, también puso sus fichas en la confrontación abierta. Además de las reservas mediáticas, siempre contabilizó a su favor las fuerzas económicas y relaciones internacionales para movilizar a las camadas medias en contra del gobierno.

Aun tras el golpe y el paro patronal de 2002, en el ápice de la polarización, los partidos antichavistas dieron continuidad a la estrategia de la colisión.

Clase C

Pero ambos lados tienen actualmente que tener en cuenta un nuevo fenómeno. Más del 30% de la población cambió de estrato social. Migraron desde los segmentos más pobres a lo que la sociología de las encuestas considera la clase C – más propiamente, la clase media.

El campo opositor se ve obligado a reconocer determinados avances en el terreno social, en lugar del anterior rechazo absoluto. La campaña de Capriles promete preservar las misiones sociales, a pesar de proponer en su plan de gobierno la eliminación del Fonden, fondo de financiamiento de los programas sostenidos con el dinero del petróleo. Además de esto, modera relativamente su mensaje, para poder dialogar con los sectores beneficiados por la V República. Para los oficialistas también surgen nuevas cuestiones. "El problema del proceso es disputar corazones y mentes de ese nuevo contingente de clase media”, afirma Chacón. "Muchos de los que ascendieron socialmente gracias a las iniciativas gubernamentales abrazaron los valores morales y culturales de las elites, cuyo modo de vida es su referencia”. El ex militar focaliza especialmente la preservación de las aspiraciones consumistas, el desapego a organizaciones y proyectos colectivos, la negación de la identidad original de clase y, a veces, incluso de raza.

Los distintos estudios, tantos los del GIS XXI como los de los institutos cercanos a la oposición, indican que, en los últimos años, emergió un grupo de electores informalmente denominados como ninis. O sea, que no están alineados automáticamente a Chávez ni a sus enemigos. La mayoría de sus integrantes forma parte de estas camadas ascendientes.

Los ninis llegan a representar cerca de un 40% del electorado, contra una cantidad semejante de adeptos firmes del chavismo y un 20% de opositores fieles. La izquierda, sin embargo, tiene cosechados resultados que superan sus fronteras, gracias a la combinación de la satisfacción popular con programas gubernamentales (especialmente el de viviendas) y el clima afectivo de solidaridad generado por el cáncer de Chávez. Según las encuestas más confiables, el presidente posee al rededor del 60% de las intenciones de voto para las elecciones de octubre, con una ventaja de un 15% a un 30% sobre Capriles. Estos números apuntan a que los ninis se están repartiendo entre los dos polos. A pesar de esta tendencia favorecer la reelección del presidente, con cierta holgura, la búsqueda de apoyos en este sector del electorado sigue frenética. "Si la campaña de Chávez reconquista una parte mayor de este sector, se podrá construir una ventaja aún más expresiva”, destaca Chacón.

Estrategias

Uno de los aspectos de la estrategia para vencer la resistencia de esos sectores híbridos, al parecer es desbaratar la idea, en gran medida forjada por los medios de comunicación ligados a la oposición, de que Chávez pretende liquidar la propiedad privada y poner toda la actividad económica en manos del Estado.

"El proceso aumentó el número de propietarios en el país, especialmente después del comienzo de la reforma agraria”, afirma el director del GIS XXI. "El programa de la revolución va en contra de los monopolios, fortalece el Estado, pero abre espacio a varios tipos de propiedad de carácter privado, cooperativo y social. El gobierno necesita definir mejor el papel de cada una de estas modalidades para enterrar la imagen de fundamentalismo estatista que la oposición trata de vender”.

El candidato opositor, a su vez, tiene un problema inverso. Representante de una alianza formada por grandes empresarios (como la cervecería Polar, el grupo agroindustrial Mavesa y la compañía alimentaria Alfonzo Rivas, entre otros), Capriles tiene que convencer que es capaz de absorber al menos parte de las medidas que, desde 1999, favorecieron el 80% de los electores que no integran las clases A y B.

Su programa de gobierno no ayuda. Pese al ablandamiento de sus críticas a las políticas sociales del presidente, el ímpetu privatizador está fuertemente presente. No sólo habla en reducir la presencia del Estado, revirtiendo nacionalizaciones o sacando el control estatal de la PDVSA, sino que defiende explícitamente que vuelvan a manos de los antiguos dueños las tierras expropiadas de grandes latifundistas. "Lo primero es que tenemos que acabar con las expropiaciones, debemos traer la seguridad al campo, dar confianza desde nuestro gobierno", afirmó Capriles en una conferencia de prensa reciente. Independiente del resultado, la administración de Hugo Chávez habrá logrado un hecho que merece un detenido análisis de científicos políticos. Contrariamente a lo que sucede en la mayoría de los países, en los cuales el marketing domesticó a la política y oculta la disputa de ideas para atender las preferencias electorales. En Venezuela ni siquiera las necesidades electorales diluyen la batalla frontal entre programas.

V.- La base chavista está concentrada entre los más pobres

Políticas sociales, generación de empleo y distribución de la renta sacaron a casi nueve millones de venezolanos de la pobreza Rabin Azuaje está a punto de cumplir setenta años, pero su andar sigue siendo vigoroso. Mientras sube y baja las callejuelas del barrio 23 de Enero, el veterano profesor de teatro recuerda los años anteriores a la llegada del presidente Hugo Chávez al poder. "Acá era una especie de zona experimental para la represión de gobiernos como el de Carlos Andrés Pérez (1974-1979; 1989–1993) y Rafael Caldera (1969-1974; 1994–1999)”, cuenta Azuaje, militante comunista desde los doce años de edad. "Todo tipo de armamento era probado en nuestra contra”. El 23 de Enero, como las demás comunidades pobres de Caracas, eran bastiones de resistencia contra las gestiones de los partidos tradicionales AD y Copei. "El pobre nunca tuvo voz. Todos podían votar, pero nuestras necesidades nunca fueron atendidas”, resalta Azuaje. "Con Chávez, por primera vez un presidente mandó a construir casas para los ciudadanos más carenciados. Empezamos a darnos cuenta de que, con él, pasábamos a ser la mayoría y nuestros intereses deberían comandar el país”.

La percepción de Azuaje está reflejada en los datos del INE, Instituto Nacional de Estadística del país. Hasta 1998, el 50,8% de la población era considerada pobre y el 20,3% extremadamente pobre. Tras doce años, estos índices cayeron al 31,9% y el 8,6%, respectivamente. Siendo más específicos: el 71,1% de los habitantes eran pobres o miserables al inicio de la actual administración, y el 43% de este sector pudo ascender un nivel. Más de un 30% de la población cambió de estrato social. No es poco.

Un estudio reciente de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) mostró que, actualmente, Venezuela tiene la menor desigualdad social de América Latina. El país tiene un coeficiente Gini de 0,394 – cuanto más próximo al cero, es menor la desigualdad. La herencia dejada por los gobiernos conservadores anteriores a Chávez era bastante peor: un índice de 0,487.

Uno de los instrumentos más importantes para promover la redistribución de la renta fue el aumento del sueldo mínimo. Cuando Chávez ganó las elecciones de 1998, este salario equivalía a 182 dólares. Llegará a casi 480 dólares en septiembre de 2012. Sumado al bono de alimentación, derecho de todo asalariado, el monto bordeará los 700 dólares – el mayor de América Latina, según la OIT (Organización Mundial del Trabajo), seguido por Argentina (530 dólares) y ocho puestos arriba de Brasil (350 dólares), que figura en noveno lugar.

Otro componente importante del repertorio chavista en el mundo laboral ha sido la fuerte reducción del desempleo. La cifra se situaba en un 14,5% durante la transición del poder, en febrero de 1999. En la crisis política de 2002-2003, cuando la oposición intentó promover un golpe cívico-militar y paralizó la economía del país a través de un lockout, casi el 20% de los venezolanos se quedaron sin trabajo. En los últimos meses, a pesar de la crisis mundial, este índice de desempleo se encuentra en un 7,5%. Y entre los empleados, el 56% está en blanco (contratados), contra un 49% en 1998.

Para comprender las razones económicas y sociales de la devoción de los más pobres a Chávez, además de la generación de renta y empleo, también hay que tener en cuenta el impetuoso crecimiento de las inversiones en programas sociales. En los doce años anteriores a su gobierno, este monto sumó 73,5 mil millones de dólares, aumentando a 468,6 mil millones de dólares entre 1999 y 2011. Adoración

En Caracas, no es atípico observar banderas y carteles con el rostro del "Comandante”, todos en el color que identifica a los chavistas: el rojo. En el centro de la capital, hay diversas tiendas que comercializan broches, remeras, tazas e incluso muñecos de plástico del presidente, que repiten discursos y trechos de canciones que el propio Chávez entona.

Las provocaciones a los "escuálidos”, como llama Chávez a los opositores, son celebradas y reproducidas por sus seguidores. Un ejemplo de esto fue cuando el candidato a las elecciones presidenciales por la MUD (Mesa de Unidad Democrática), Henrique Capriles, hizo una caminata, en junio, por La Guaira, estado de Vargas. Al llegar a la casa de una moradora de la ciudad, fue recibido con un regalo: ella tenía un cuadro de Hugo Chávez en las manos. "Acá somos todos rojos, rojitos”, dijo la chavista ante las cámaras, para incomodidad del candidato azul.

La historia de Alex

A decenas de kilómetros, en una sala del tercer piso de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), el profesor Alex Valbuena, 54 años, da una clase sobre "Doña Bárbara”, célebre romance de Gallegos, ex presidente venezolano. La historia, publicada en 1929, opone a la civilización y la aspereza del campo. Habla de las personas que son víctimas del destino, pero que a la vez, permanecen fuertes y corajudas. "Habla de Venezuela”, resume el profesor.

Valbuena explica que eligió profundizar en el estudio de la obra, tras aprender a leer y escribir, hace ocho años. En la época, trabajaba como vigilante del edificio en donde vivió durante años Gallegos, en el barrio de Altamira – uno de los más pudientes de la capital venezolana. "Un mundo nuevo se abrió cuando pude descifrar aquellas letras”, dice. "Si no fuera por las misiones de alfabetización, tal vez yo todavía estaría haciendo mis jornadas nocturnas”.

Las misiones sociales comenzaron en 2003 y son la base de sustentación del gobierno de Chávez. Los programas mencionados por Valbuena tuvieron eficacia comprobada por organismos internacionales y Venezuela fue considerada como "territorio libre del analfabetismo” en 2006. En 2003, el país tenía 1,6 millones de analfabetos – todos aprendieron a leer y escribir en dos años. Entre los primeros alfabetizados en la Misión Robinson, un 65% entró también en la Misión Robinson II, según el gobierno.

Valbuena deposita en Chávez la responsabilidad por esa transformación. Así como él, millones de otros venezolanos que progresaron a lo largo de los 14 años de administración chavista votan por la continuidad del proyecto. "Él me dio lo básico, lo que ningún otro gobierno ni siquiera trató de hacer. ¿Por qué votaría en otro?”, cuestiona el profesor, que actualmente cursa una maestría en Letras. VI.- Clase media mezcla el odio y la duda en contra de Chávez El Enfrentamiento entre los ricos y el gobierno aparece como la disputa central de la política venezolana

Las arboladas calles California, Madrid, Paris y Londres forman, junto a la avenida Rio de Janeiro, una de las regiones más ricas de Baruta, municipio del estado de Miranda, que integra el Distrito Metropolitano de Caracas. Las Mercedes, nombre de esa localidad, es conocida por concentrar los mejores restaurantes de la región y una vida nocturna muy activa, además de bellísimos edificios residenciales. Allí viven parte de los venezolanos que pertenecen a las clases A y B, que representan el 3% de la población. A diferencia de las zonas más humildes, en los muros de este distrito no hay ninguna mención a Hugo Chávez, Che Guevara o Simón Bolívar. Allí, la revolución propuesta por el presidente venezolano no tiene adhesión.

El rechazo al gobierno es evidente en cada elección. Fue gracias a los votos de la circunscripción 2 de Miranda, que abarca Baruta y otros tres municipios, que la diputada María Corina Machado, de la oposición, logró los impresionantes 235.259 votos (41,93% del total), un récord en las legislativas, según el CNE (Consejo Nacional Electoral). Luis Díaz Laplace, del oficialista PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), obtuvo solamente 43.550 votos (7,76%).

Baruta es también un reducto del candidato opositor a las elecciones presidenciales por la MUD (Mesa de Unidad Democrática), Henrique Capriles, que gobernó el municipio desde 2000 a 2008 y posteriormente gobernó Miranda. "Acá él va a ganar la mayoría de los votos, pero no será suficiente”, lamenta el empresario Luis Rodríguez, de 29 años, mientras bebe una copa de prosecco en la Sabu, una de las discotecas más refinadas de la capital. "Lamentablemente Chávez pudo hechizar a los más pobres, los puso en contra de nosotros”.

Su amiga Ana, diseñadora de indumentaria, 28 años, no se queda atrás. "Mi esperanza es que, aun ganando, él no pueda gobernar por mucho tiempo”, agrega mordazmente la morena de pelo largo y alisado, mientras acomoda, a la altura de las rodillas, el pliegue del vestido negro y extremadamente apretado, que combina con sus zapatos brillantes y de taco alto. "En poco tiempo él se va a morir de cáncer y abrirá espacio a otros”, dice, moviendo sus labios cubiertos de brillo. Con la voz interrumpida por el alto volumen de la música electrónica, Ana afirma que la calidad de vida empeoró mucho desde la llegada de Chávez. "Hay más violencia. Secuestros y robos son cosa de todos los días. Ya perdí tres blackberrys”, ella cuenta. Los celulares de esta marca, son una fiebre en el país. Cuestan cerca de 400 dólares cada uno, y son usados por más de 1,9 millones de venezolanos, un récord mundial de ventas per capita de la empresa canadiense que lanzó el aparato.

Rodríguez pronto se suma a la queja de la amiga, declarando que camina con miedo por las calles de la ciudad. "Cuando alguien llega en la puerta de la Sabu y se encuentra con aquel mono, ya cree que será secuestrado”, arremete el empresario, sin pelos en la lengua, refiriéndose al guardia privado de la discoteca, un negro de más de 1,90m. Alrededor del empresario, cinco jóvenes de cerca de veinte años, vestidos con camisa formal y pelo peinado hacia atrás, bailan con entusiasmo. El más animado del grupo tiene en su mano un vaso de whisky Buchanan’s 18 años, 150 dólares la botella en el establecimiento. El whisky, incluso, es otra de las explosiones de consumo en Venezuela. Según la asociación internacional del rubro, el país es el sexto mayor consumidor mundial de la bebida, con 9,3 millones de litros al año, y el mayor de América Latina. Pero si el ron es considerado una bebida típicamente venezolana, ¿por qué la preferencia por el whisky? "Porque nosotros podemos”, contesta Rodríguez, a carcajadas.

En la discoteca, los primeros segundos de "Gonna get your love”, cantada por la italiana Jenny B., incendian la pista de baile. Caminando casi invisibles entre los jóvenes, los meseros apuntan con dificultad los pedidos. "Sí, siempre tuvimos una escena nocturna vibrante”, cuenta el empresario. "Es bien parecida a la de Miami, do you know what I mean?” El empresario aprovecha el ímpetu y cuenta que frecuentemente viaja a los Estados Unidos, pero que nunca visitó otra nación latinoamericana.

Nueva clase media

Rodríguez y Ana son parte del 3% de la población, de clase alta, que odia a Chávez, como el peor de sus enemigos. Este porcentaje disputa con el presidente la influencia en el 17% que compone los estratos más bajos de las capas medias, agrupados por expertos como la clase C. Muchos de estos venezolanos fueron directamente beneficiados por las políticas sociales de la actual gestión, pero ya no son más atraídos, por ejemplo, por programas de vivienda o alimentación. Y van haciendo propias las expectativas y valores de las clases más altas. Según el INE (Instituto Nacional de Estadística), el segmento de la población que se ubica sobre la línea de pobreza pasó del 49,6%, en 1998 (11 millones de ciudadanos) al 68,1%, en 2011 (19,5 millones), un aumento que abarca cerca de 8,5 millones de venezolanos. La línea divisoria es un ingreso domiciliario igual o superior a 3.6 mil bolívares, poco menos de 840 dólares.

Este monto agrupa al 3% de la clase alta, el 17% ubicado justo abajo y casi un 50% compuesto por la baja clase media y trabajadores que, en su mayoría, apoyan al proyecto liderado por Chávez. Uno de los reflejos de esta ascensión es el aumento de un 198% en las matrículas universitarias entre 1998 y 2011, haciendo de Venezuela el segundo país con mayor cantidad de alumnos en la enseñanza superior en América Latina.

El gobierno enumera otros cambios que atendieron directamente a la clase media. En el sector inmobiliario, resalta el fácil acceso a la propiedad, con la introducción del crédito inmobiliario a bajos intereses. Chávez también eliminó el IVA (Impuesto al Valor Agregado) de los automóviles y amplió el acceso al crédito de consumo: el número de clientes de tarjetas de crédito se duplicó entre 1999 y 2010, con una tasa anual de interés inferior al 30%.

En el sector alimenticio, el combate contra la especulación de precios de los productos de primera necesidad, como jabón y harina de maíz. Según el GIS XXI (Grupo de Investigación Social Siglo XXI), un 70% de la clase media venezolana dice haber sido beneficiado por el Mercal, la red pública de supermercados. Además de esto, cerca de 1,5 millones de venezolanos ingresaron a la Seguridad Social, un aumento del 400% desde 1999 a 2011.

"A los muy ricos no les importa qué presidente esté en el poder”, analiza Jesse Chacón, ex ministro de Comunicación venezolano y director del GIS XXI. "En realidad, ellos siguen ganando mucho dinero y saben que, si algo no les agrada, pueden subir a un avión cuando quieran. La cuestión es saber cómo se portará la nueva clase media, que ascendió durante el gobierno de Chávez, y es disputada ideológicamente por los ricos y el proceso. El resultado de esta disyuntiva decidirá la formación de una mayoría sólida para el avance de la revolución.”

VII.- Democracia genera polémica en la campaña electoral venezolana La oposición critica a Chávez por la supuesta violación de libertades, pero el partido del presidente reivindica el sistema actual como el más participativo de la historia

Sentados en sillas escolares, diez integrantes de consejos comunales del barrio 23 de Enero, en Caracas, discuten la creación de una empresa de mantención de ascensores, que sirva al vecindario. Los dueños serían los propios consejos, que pueden contar con financiamiento y soporte técnico del gobierno nacional y de sus instituciones. Entrada la noche, los participantes de la reunión van discutiendo los detalles de la compañía que desean crear. "Lo único seguro es que será administrada exclusivamente por la comunidad”, resalta Darwin Jaimes, del consejo Las Palmas 1320. "Ningún gobierno o empresario podrá tener el dominio de la empresa.” La aspiración no pertenece solamente al tradicional barrio caraqueño. Desde la aprobación de las llamadas leyes sobre el poder popular, en diciembre de 2010, muchas iniciativas similares fueron registradas. Los partidos opositores critican el nuevo modelo, que permite al Estado otorgar recursos y atribuciones directamente a estas organizaciones de barrio. En su evaluación, tal mecanismo vacía las administraciones de estados y municipios, en las cuales mantiene fuerte presencia, además de centralizar más poderes en manos del poder Ejecutivo nacional. Los defensores de esta política ni siquiera se dan el trabajo de refutar la tesis del vaciamiento de los antiguos cuerpos administrativos.

"Queremos llenar el país de comunas”, afirma Aristóbulo Istúriz, 66 años, vicepresidente de la Asamblea Nacional y del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), principal partido del chavismo. "El Estado capitalista burgués es jerarquizado. El federal manda más que el estadal, que prevalece sobre el municipal, que se sobrepone a los barrios. Bajo esa estructura burocrática, está el pueblo, alejado del poder. Nuestra estrategia es achatar esta pirámide, ‘horizontalizarla’”. Según datos oficiales, ya existen 46 mil comunas en el país. Cada una de ellas agrupa un área de un determinado distrito, en la que viven entre 150 y 400 familias, y elije a un consejo por voto popular. En el área rural y entre los indígenas, la base de demarcación es menor. Además de discutir las cuestiones sociales de su localidad y la organización de los servicios públicos, ese organismo forma parte de un nuevo sistema económico. Puede crear empresas comunales, como la del 23 de Enero, establecer compañías mixtas con empresarios o formar cooperativas. Distintas comunas pueden articularse para formar proyectos.

La comuna, según la legislación aprobada por el parlamento, es la nueva unidad básica del Estado federal. Recientemente fueron reglamentados, con fuerte resistencia opositora, diversos instrumentos de recaudación comunal – incluyendo parte de los impuestos municipales y estadales, recursos nacionales, impuestos a servicios. Instituciones públicas de casi todo tipo – escuelas, centros de salud, áreas de convivencia – pueden pasar a su tutela.

"Entendemos la descentralización como la transferencia de recursos a donde están los problemas, a través de las comunidades organizadas”, enfatiza Istúriz. "El viejo concepto de democracia representativa y exclusivamente política nos forzaba a la centralización, creando estratos burocráticos de poder. Ahora, estamos forjando espacios de participación en donde vive el pueblo. Las personas no se sienten segregadas, sino como parte integrante del Estado nacional”.

Oposición

La oposición no ve con buenos ojos este camino e intenta clasificar cualquier movimiento crítico de la democracia representativa como un ataque al régimen democrático en general. A pesar de la existencia de pluripartidismo, de trece procesos electorales avalados por observadores internacionales y de la mayoría de los medios de comunicación estar controlados por la derecha, adversarios de Chávez insisten, dentro y fuera del país, en retratarlo como una especie de tirano blando.

La reacción de esos sectores, frente a la pérdida acelerada de su poder, cuenta con el apoyo de distintas entidades que navegan en la órbita de las potencias occidentales, además de los gobiernos de algunos de estos países, comenzando por la propia Casa Blanca. Hay señales evidentes de incómodo, especialmente de los Estados Unidos, con la consolidación de un proceso que desafía su hegemonía, tanto en América Latina cuanto en el delicado núcleo de las naciones exportadoras de petróleo.

Al fin, las agrupaciones conservadoras no perdieron solamente la administración nacional. Amparado por la mayoría parlamentaria y por sucesivas victorias en las urnas, el presidente les sacó posiciones dominantes en las cortes judiciales, fuerzas armadas, diplomacia y otras esferas del Estado. Chávez nunca escondió su intención de promover una revolución política, aunque bajo el compromiso de hacerla de forma "democrática y pacífica, pero no desarmada", en alusión a la intención de protegerse contra golpes internos o amenazas extranjeras. El presidente venezolano ya se refirió varias veces al golpe contra Salvador Allende, presidente socialista chileno entre 1970 y 1973, como una lección de que, para implementar transformaciones sociales dentro del orden constitucional, la izquierda necesita inhibir la posibilidad de que sus enemigos recurran a cuarteladas u operaciones internacionales. Allende cayó cuando las fuerzas armadas se juntaron a partidos de derecha que habían perdido terreno electoral y promovieron el golpe comandado por el general Augusto Pinochet. Casi lo mismo pasó con el propio Chávez en abril de 2002. Derrumbado por una insurgencia cívico militar, articulada por la derecha y los principales medios de comunicación, volvió al poder en 48 horas gracias a la amplia movilización popular y a la reacción de oficiales legalistas. Los opositores, sin embargo, consideran que esa trayectoria de cambio en los poderes del Estado afecta al orden democrático y amenaza incluso los derechos humanos. Ninguna institución internacional de relieve ratifica esta denuncia. Venezuela sigue siendo considerada como un país que respeta plenamente las normas de la democracia. Ni siquiera la OEA (Organización de los Estados Americanos), con sede en Washington, cuestiona esta evaluación. Pero ni siquiera esto parece afectar la disposición de los antichavistas y sus aliados en el fomento de una campaña mundial para desgastar la experiencia bolivariana.

Derechos económicos y sociales

Docente de historia de profesión y ex-alcalde de Caracas aún en la IV República (régimen anterior a la llegada de Chávez al poder, en 1999), Istúriz rebate pedagógicamente las insinuaciones sobre el supuesto bajo carácter democrático del proceso liderado por Chávez. "Hay dos concepciones de democracia, es normal una confrontación de concepciones”, resalta. "Una de ellas, de origen liberal, se restringe a la garantía de libertades y derechos políticos. No tiene contenido social y básicamente circunscribe el papel del ciudadano al voto que delega poder a sus representantes. El salto que dimos fue para un concepto más amplio, la democracia participativa, que incluye a las salvaguardias políticas, pero incorpora los derechos económicos y sociales, además de crear instituciones para la acción política permanente de la ciudadanía”. Para el dirigente del PSUV, la concepción participativa predomina desde la Constitución de 1999, que fundó la V República. Resalta algunos artículos que registran el predominio de esa tendencia. "En la Carta de 1961, se decía que la soberanía reside en el pueblo, que la ejercería mediante el sufragio para los organismos del poder público”, indica. "La nueva carta mayor fue más allá, afirmando que la soberanía es intransferible y puede ser ejercida tanto de forma indirecta, por el voto, como directa, a través de mecanismos creados para el protagonismo popular”.

Los enemigos de Chávez lo acusan de minar los fundamentos democráticos, pero difícilmente se podría apuntar a alguna institución que haya sido derogada en los últimos 14 años. Los bolivarianos mantuvieron intactos los mecanismos de la democracia representativa, pero fueron creando nuevas esferas y espacios de decisión alejados del pensamiento más conservador.

El hecho es que Venezuela puede exhibir algunos atributos constitucionales bastante atípicos. Su Constitución prevé referéndum y plebiscitos que pueden ser convocados tanto por el parlamento como por el gobierno o por la voluntad autónoma de los ciudadanos, siempre que reúnan el 20% de los electores nacionales en una petición. Estas consultas, además de vinculantes e irrevocables, también pueden interrumpir el mandato de parlamentarios y gobernantes. El propio presidente ya enfrentó una de ellas en 2004, y preservó su mandato con un 60% de los votos.

Ningún país afiliado a la democracia occidental posee instituciones con esta envergadura en su repertorio constitucional. Algunos analistas incluso interpretan a estos dispositivos como formas de avasallar las instituciones a partir de la furia plebiscitaria manipulada por un gobernante populista. Para los chavistas, sin embargo, son mecanismos para la ruptura con la vieja política de acuerdos parlamentarios y acomodación a los intereses filtrados por la burocracia estatal. Aunque, en la práctica, todo sea más confuso y aturdido, el choque en el terreno de las ideas es real.

Este debate, sin embargo, no es cómodo para la derecha venezolana. Proponer la reducción de la participación política podría ser una movida electoralmente arriesgada, además de contradictoria para las fuerzas que quieren presentarse como las líderes de la democracia, contra un gobernante supuestamente autoritario. Dadas las circunstancias, la oposición señala preferir el discurso que apunta a eventuales manipulaciones o restricciones en la implementación de las garantías constitucionales.

"No hay igualdad de condiciones políticas”, se queja Leopoldo López, del partido Voluntad Popular, uno de los líderes de la MUD (Mesa de Unidad Democrática), alianza de partidos que sostienen a Henrique Capriles en la disputa por la presidencia. "El uso de recursos públicos, en el campo de las comunicaciones, es tendencioso. El juego, a pesar de democrático, está desequilibrado".

El PSUV, sin embargo, considera estas críticas como un aviso de que la oposición puede estar preparándose para poner bajo sospecha el proceso electoral que está aflorando y no reconocer los resultados de octubre. En los últimos meses, de hecho, distintas delegaciones de los partidos de derecha viajaron a Europa y a los Estados Unidos con el propósito de compartir sus preocupaciones acerca de la idoneidad de las elecciones presidenciales, pese a que el sistema electrónico de votación venezolano sea considerado uno de los más seguros del mundo. Chávez afirma reiteradamente que respetará los resultados de las urnas, independiente del veredicto registrado. Los socialistas exigen de sus adversarios el mismo compromiso.


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