CEPRID

Cuba: un debate inacabado sobre el socialismo

Martes 1ro de marzo de 2011 por CEPRID

Jesús Sánchez Rodríguez

CEPRID

La difícil coyuntura de Cuba lo es también para un modelo de socialismo El VI Congreso del PCC convocado para abril de 2011 ha levantado importantes expectativas por la coyuntura especial en que se desarrolla. Diversos factores están contribuyendo a ello: La retirada de Fidel Castro a un plano más discreto de la vida política tras su grave enfermedad. El hecho de que éste será seguramente el último Congreso para la generación que protagonizó la revolución y que es portadora del carisma legitimatorio que ello supone, especialmente en Cuba. Su pérdida de atractivo como modelo para otras experiencias de América Latina. La grave situación económica que atraviesa uno de los últimos vestigios de la época del socialismo real.

Este último aspecto se ha vuelto el más urgente e importante en estos momentos para el régimen comunista cubano, como lo demuestra su carácter de punto monográfico para el VI Congreso del PCC, aplazándose otras cuestiones de índole política u organizativa a una Conferencia Nacional del partido a celebrara con posterioridad. La mayoría de los observadores y analistas intuyen que las reformas que se pretenden no son simplemente un expediente temporal para sortear un momento difícil, tras el cual volver al modelo originario, aunque dados los vaivenes que ha conocido la revolución en sus más de 50 años de historia, con dicha expresión solo se puede señalar un modelo estatista de socialismo dirigido por un partido único. El propio documento de Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución (en adelante PL), parece abrir las puertas a un camino similar al de China o Vietnam.

La grave situación por la que atraviesa Cuba se puede enfocar a partir de un reconocimiento tardío, pero honesto, del propio Fidel Castro, cuando, en un discurso en noviembre de 2005, reconocía que el error más importante cometido “era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía cómo se construye el socialismo”. En 2005 ya existía toda una experiencia detrás para avalar esta afirmación y para concluir que, al menos, ahora se sabía cómo no se construía el socialismo, no se construía según el modelo del socialismo real en sus diferentes versiones, soviética, china, yugoslava y cubana. Porque todas son versiones diferentes de un mismo modelo troncal. No es posible intentar una separación según resultados verificados históricamente y concluir, la versión soviética y yugoslava fueron un fracaso evidente porque colapsaron y ya no existen; la versión china está por ver porque si bien su deriva capitalista es más que evidente, el Estado es aún controlado por el PCCh y no está todo perdido; y la versión cubana ni siquiera ha tenido una deriva capitalista, aunque atraviese graves dificultades. Llegados a este punto la frase de Fidel puede leerse al revés, dado que nadie sabe cómo se construye el socialismo hay que realizar tanteos, pero entendidos como nuevas versiones dentro del mismo modelo. Ésta será nuestra lectura del documento de PL.

Si es necesario tantear para saber cómo se construye el socialismo, y se podría haber reconocido abiertamente este hecho en 1990, el problema es doble. Primero porque para tantear se debería abrir el espacio de discusión a las diferentes opciones sobre cómo construir el socialismo y sobre lo cual se ha discutido de manera teórica y amplia a lo largo de decenios. Porque, en caso contrario, no se quieren sacar todas las consecuencias de la frase de Fidel citada, nadie sabe cómo se construye el socialismo, pero si se sabe que debe ser dentro del modelo nodal, es decir, debe ser una versión nueva de este modelo. Como hemos indicado, lo más original de este modelo es su carácter estatista de partido único.

El segundo problema de este enfoque es de oportunidad. Los problemas ahora evocados en el PL no son nuevos, pueden que se hayan agravado como consecuencia de la crisis económica internacional, pero el rendimiento económico viene de atrás. Entonces, si la estrategia adoptada es la de esperar a que las dificultades y disfuncionalidades alcancen un punto crítico para tomar medidas, las opciones se reducen mucho y se pierde una gran parte de la autonomía para elegir el camino deseado. Éste puede ser el caso de Cuba en la actualidad. Es cierto que las variables externas han estado siempre fuera del alcance de su voluntad, como ha sido el caso del bloqueo americano, el derrumbe del comunismo eurosoviético, la transformación de China o la actual crisis económica. Pero si ha dispuesto soberanía interna para ensayar soluciones a algunos de sus graves problemas.

Nuestro escepticismo desde este enfoque se refiere a la posibilidad de que se puedan encontrar soluciones a los problemas económicos que tiene Cuba, es decir si funcionaría mejor su economía. Porque desde un enfoque más amplio social, político y cultural no parece que el modelo estatista de partido único se haya mostrado como el más adecuado para el objetivo último que busca el socialismo y sin el cual no puede existir: la socialización de ciudadanos en un compromiso pleno con dicho sistema social. Porque sin restar ni un ápice de reconocimiento las actitudes de internacionalismo solidario de la revolución cubana desde su origen hasta la actualidad de las que ha dado sobradas muestras, sin embargo, con una visión más amplia se puede constatar que el modelo nodal de socialismo, de la que es una versión la cubana, ha propiciado que fuesen los propios ciudadanos de los antiguos países del socialismo real los que le derrumbasen en Europa y la antigua Unión Soviética y los que han asistido pasivamente a la introducción del capitalismo en China. Y centrándonos en Cuba, después de 50 años, el PL viene a reconocer este tipo de deficiencias socializadoras cuando apela a la necesidad de corregir el igualitarismo, porque es un lastre ideológico, de “elevar la disciplina y el nivel de motivación del salario”, de “fomentar la cultura tributaria y la responsabilidad social de la población (…)para desarrollar el valor cívico de contribución al sostenimiento de los gastos sociales y altos niveles de disciplina fiscal.”; de “rescatar el papel del trabajo como la vía fundamental para contribuir al desarrollo de la sociedad y a la satisfacción de las necesidades personales y familiares.”; de suprimir la libreta de abastecimiento porque “induce a las personas a prácticas de trueque y reventa, y propicia un mercado subterráneo”; o, igualmente, cuando en el discurso de Raúl Castro del 18 de diciembre de 2010 se dice que “hay que luchar para desterrar definitivamente la mentira y el engaño de la conducta de los cuadros, de cualquier nivel”; que es necesario “suprimir el exceso de secretismo a que nos habituamos durante más de 50 años de cerco enemigo”; que “se trata sencillamente de transformar conceptos erróneos e insostenibles acerca del Socialismo, muy enraizados en amplios sectores de la población durante años, como consecuencia del excesivo enfoque paternalista, idealista e igualitarista que instituyó la Revolución en aras de la justicia social”; que “muchos cubanos confundimos el socialismo con las gratuidades y subsidios, la igualdad con el igualitarismo”.

Si además de lo acontecido con el socialismo eurosoviético o el asiático, los propios dirigentes de la revolución cubana reconocen que después de 50 años estos son algunos de los graves defectos en la socialización de la población, deberían hacer una reflexión más profunda sobre donde se halla el origen de estos fenómenos. Reducir despilfarros o gastos irracionales, rebajar plantillas, incrementar la disciplina laboral, vincular el salario a la productividad, o promocionar actividades laborales de autoempleo, tal como se recoge en el PL, son recetas aplicadas desde siempre en las sociedades de libre mercado, que a veces han resultado eficaces económicamente a las economías capitalistas, pero que nunca han contribuido a formar ciudadanos socialistas, sino todo lo contrario. Si se consideran las experiencias históricas del socialismo real en Europa, Rusia y Asia, y la descripción deslavazada que hacen las propias instancias oficiales cubanas de su situación, entonces, podríamos conceder el beneficio de la duda sobre que las nuevas medidas económicas estabilicen la situación de la isla, pero no es creíble que se avance con ellas al socialismo.

Análisis del Proyecto de Lineamientos

Nada más iniciada la lectura del PL ya se puede constatar este defecto de reflexión, se van a enumerar toda una serie de medidas a tomar para superar los problemas, hasta un total de 291, pero no se parte de la base de analizar previamente el origen de estos problemas. Entonces, ¿cómo saber si estas son las medidas correctas si no se reconoce donde radican sus causas? Éste debería haber sido el primer debate público a fondo, la autocrítica.

Porque no se puede considerar un análisis serio el desarrollado telegráficamente en apenas dos páginas, menos aún cuando va a servir de base para 291 medidas. Los fenómenos externos responsables de la situación se resumen en dos, la crisis económica internacional y su impacto negativo en el precio de las importaciones y las exportaciones, y el bloqueo norteamericano, aunque se mencionan aspectos positivos como la inserción de Cuba en el ALBA. A ello se añade el impacto de fenómenos meteorológicos negativos.

En el orden interno el escueto análisis es de un tipo tecnocrático y aséptico, y podría figurar perfectamente en un análisis de cualquier país capitalista: “baja eficiencia, descapitalización de la base productiva y la infraestructura, envejecimiento y estancamiento en el crecimiento poblacional (…) las limitaciones de la economía para enfrentar el déficit de la cuenta financiera de la balanza de pagos, las retenciones bancarias de transferencias al exterior y el elevado monto de los vencimientos de la deuda; todo lo que significó una gran tensión en el manejo de la economía”. Pero va a servir para delinear los objetivos que se quieren conseguir y que se detallarán en las 291 medidas.

Descritos también de manera escueta, estos puntos se justifican en el análisis de las causas que hemos mencionado y en la insuficiencia de las medidas que se han adoptado para corregirlas. Mencionaremos las más importantes según lo que creemos que es la escala de su impacto social y político: “Eliminar las ‘plantillas infladas’ en todas las esferas de la economía y producir una reestructuración del empleo, incluidas fórmulas no estatales, aplicando un tratamiento laboral y salarial a los trabajadores interruptos que elimine los procedimientos paternalistas”.

Incrementar la productividad del trabajo, elevar la disciplina y el nivel de motivación del salario y los estímulos, eliminando el igualitarismo en los mecanismos de distribución y redistribución del ingreso. Como parte de este proceso, será necesario suprimir gratuidades indebidas y subsidios personales excesivos”, “Otorgar mayores facultades, en los marcos del plan, a las empresas”, “Buscar alternativas de fuentes de financiamiento para detener el proceso de descapitalización de la industria y la infraestructura productiva del país”, “Recuperar la capacidad exportadora en rubros tradicionales”, o “Poner en explotación las tierras todavía ociosas, que constituyen cerca del 50 %”.

Si entre las causas no se mencionan responsabilidades en el diseño del modelo económico y la implementación de la política económica, tampoco, entonces, figuraran medidas de corrección a éstas, todo se resume en un exceso de igualitarismo y un déficit de disciplina. No se puede dudar de las buenas intenciones, y menos cuando se plasma por escrito en el PL que se preservarán las conquistas de la revolución (1), aunque inmediatamente volvemos a encontrar una declaración de principios que deja confundido al lector: “En la política económica que se propone está presente que el socialismo es igualdad de derechos e igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, no igualitarismo. El trabajo es a la vez un derecho y un deber, motivo de realización personal para cada ciudadano, y deberá ser remunerado conforme a su cantidad y calidad.”

Inmediatamente viene a la mente que la base de la meritocracia occidental es justamente eso, la igualdad de derechos y de oportunidades para todos los ciudadanos. Pero incluso esta desafortunada frase del PL le alinea más con las posiciones de la derecha conservadora occidental que con la socialdemocracia, porque es conocida la dicotomía que separa ambas posiciones entre la igualdad de oportunidades de la derecha y la igualdad de resultados de la izquierda, que a veces se expresa como libertad negativa o positiva, y tiene su efecto práctico en el papel que se le asigna al gobierno. Si se habla de igualdad de oportunidades, se refiere a que todos los miembros de una sociedad tienen, teóricamente, las mismas oportunidades para acceder a los bienes sociales o económicos, y el resultado se diferenciara por los recursos de que disponga cada persona (educación, posición social, etc.), en este escenario el gobierno se limita a garantizar la libertad negativa (la ideológica, la de expresión, la de asociación, etc.) y dejar que los ciudadanos concurran libremente en la obtención de los bienes en disputa; se trata de un típico Estado liberal de derecho decimonónico, etapa anterior al actual Estado social de derecho de los países desarrollados europeo.

Pero si el objetivo buscado es la igualdad de resultados, entonces esa libertad positiva reclama la intervención del Estado en el plano económico y social para proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad y evitar enormes diferencias sociales. Un resultado ideal sería una sociedad con diferencias no sustanciales entre los ciudadanos, en última instancia una forma de socialismo. Un resultado real ha sido el Estado de Bienestar en Europa, actualmente en proceso de desmantelamiento bajo la presión de las políticas neoliberales de los mercados y las instituciones financieras internacionales.

Es difícil pensar que se trata de un simple error de quienes han redactado el PL, lo cual ya de por sí sería muy preocupante, porque en realidad es congruente con parte del articulado que le sigue. La estrategia del PL viene a consistir en realizar primero una declaración de principios socialistas y luego introducir los cambios para que de esta manera queden legitimados desde antes de describirse. Así por ejemplo se señala que la planificación socialista primara sobre el mercado. Y luego se plantean las modificaciones. La primera, que el trabajo deberá ser remunerado conforme a su cantidad y calidad, lo que en definitiva es un corolario de su denuncia de falta de interés y disciplina laboral, y la solución propuesta para corregirlo. Pero la pregunta que se escatima a estas alturas es porque después de tantos años de socialismo no existe ese interés. ¿Se trata de un efecto negativo del modelo estatista de partido único?, si es así, entonces habría que cambiar el modelo de socialismo no corregir su efecto, porque puede que la solución adoptada no lo corrija o, incluso, genere otros defectos mayores. Pero incluso si fuese la solución, entonces se está corrigiendo la esperanza de un futuro comunista. La dirigencia cubana estaría afirmando que después de tantos años de socialismo, su conclusión es que el horizonte máximo a que se puede aspirar es a un trabajo remunerado conforme a su cantidad y calidad.

No es cuestión de olvidar las reflexiones de Marx (2) sobre la distribución de los frutos del trabajo, cuando indicaba que en la sociedad en transición debería primar como forma de distribución de los bienes producidos el “a cada cual según su trabajo”, dejando para una etapa superior, la comunista, cuando haya una enorme abundancia, la distribución basada según “a cada cual según sus necesidades”. Pero en la misma obra indicaba que “si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva, esto determinaría por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual [del modo de producción capitalista]”.

Sin embargo, el PL plantea justamente lo contrario, un acercamiento a las formas de producción y distribución características del capitalismo, y ello bajo la justificación de restablecer “la ley de distribución socialista (de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo)”. Una de estas es la que hemos visto sobre la forma de remuneración que se propone. Pero la siguen otras. La paulatina separación de las funciones estatales y empresariales, con un incremento de las facultades y autonomía de las empresas en su gestión, finanzas, plantillas, precios, etc. que las haga ser competitivas e independientes y cuyo futuro esté sujeto a sus resultados económicos, primero porque si no son rentables se liquidan, y después, porque se añade una condicionalidad más al salario de los trabajadores de las empresas. Su remuneración no solo dependerá de la cantidad y calidad de su trabajo, también de los resultados de las empresas donde trabajen. Los trabajadores no deciden las grandes líneas económicas de la planificación nacional, ni tampoco sobre la gestión de las empresas donde trabajan, pero están sometidos a sus resultados. Si los tecnócratas estatales y empresariales cometen errores, los trabajadores van a sufrir sus consecuencias, pero no podrán exigir responsabilidades. Porque cuando se dice en el punto 109 que las inversiones deberán realizarse, “erradicando la espontaneidad, la improvisación, la superficialidad, el incumplimiento de los alcances, la falta de profundidad en los estudios de factibilidad y la carencia de integralidad al emprender una inversión”, se está reconociendo que ésta era una práctica imperante, y sin embargo no se han producido depuración de responsabilidades, más allá de algún cargo. Solo cuando la situación se ha vuelto insostenible, el gobierno decide implantar otra versión del modelo basada en la disciplina laboral, la autonomía de las empresas, el cumplimiento de las deudas externas y la erradicación de la improvisación. Con la promesa de que ésta es la solución correcta, decidida por la infalibilidad de la burocracia estatal y partidaria.

El PL denomina unidades presupuestadas a las que cumplen funciones estatales y de gobierno o prestan otros servicios como salud y educación, y respecto a ellas se plantea reducir su número y ahorra en personal y presupuesto, y si son capaces de financiarse sus propios gastos, podrían pasar a ser empresas.

La política económica externa gravita en todo el PL como condicionante de la mayoría de sus puntos. Los objetivos del gobierno cubano, en la difícil situación económica en que se encuentra, son el aumento de las exportaciones y la reducción de importaciones mediante un proceso de sustitución, la obtención de financiamiento internacional, y la promoción de la asociación con el capital extranjero. Para su consecución el PL hace una declaración de principios orientada a los mercados internacionales, “Trabajar con el máximo rigor para aumentar la credibilidad del país en sus relaciones económicas internacionales, mediante el estricto cumplimiento de los compromisos contraídos”, y, “Garantizar que los compromisos que se adquieran en el reordenamiento de las deudas se cumplan estrictamente”.(3) A lo que siguen la descripción de algunas de las medidas orientadas a estos objetivos, como la diversificación de la participación de empresarios extranjeros, la creación de Zonas Especiales de Desarrollo, la valorización especial de “la participación de constructores y proyectistas extranjeros para garantizar la ejecución de inversiones cuya complejidad e importancia lo requieran, regulando lo necesario para garantizar la correcta utilización de estas figuras y asimilar las experiencias positivas que de ello se deriven.”, o, “Priorizar la aplicación de los incrementos salariales a los puestos de trabajo que generan ingresos en divisas o produzcan ahorro de las mismas”. Por último, en los apartados relativos a las políticas sociales y salariales se encuentran medidas y justificaciones que son alegadas también por los gobiernos de los países capitalistas en la actual coyuntura de crisis económica mundial para justificar los recortes sociales y el desmantelamiento del Estado de Bienestar.

Nuevamente encontramos aplicado el esquema descrito, primero la declaración de principios, luego la descripción de los cambios. En este caso la declaración se refiere a “Continuar preservando las conquistas de la Revolución”. Y los cambios se desgranan a continuación, redimensionar los centros educativos, “disminuir los gastos [en la enseñanza media y media superior] por conceptos de transporte, alimentación y base material de vida.”, “Ratificar que las condiciones que se creen para que los trabajadores puedan estudiar son bajo el principio de que debe ser a cuenta del tiempo libre del trabajador y a partir de su esfuerzo personal.”, “Potenciar la calidad del servicio [de salud] que se brinda, así como el ahorro, la utilización eficiente de los recursos y la eliminación de gastos innecesarios.”, “Disminuir la participación relativa del Presupuesto del Estado en el financiamiento de la seguridad social”, “Modificar la estructura del empleo, reducir las plantillas infladas y ampliar el trabajo en el sector no estatal; para ello se debe: Ampliar el ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo que contribuya a elevar la oferta de bienes y servicio”, “Fortalecer el papel del salario en la sociedad, para lo cual será necesario reducir gratuidades indebidas y subsidios personales excesivos, estableciendo compensaciones a las personas necesitadas. Implementar la eliminación ordenada de la libreta de abastecimiento, como forma de distribución normada, igualitaria y a precios subsidiados”, “Garantizar que la protección de la asistencia social la reciban las personas que realmente la necesitan por estar impedidos para el trabajo y no contar con familiares que brinden apoyo, eliminar prestaciones que pueden ser asumidas por las personas o sus familiares”.

La política agrícola, industrial y comercial sigue la misma estela, reducir importaciones, especialmente de alimentos, y conseguir divisas, dando un mayor impulso a las formas productivas no estatales, con mayor autonomía de los productores, “otorgando u papel más activo a los mecanismos de libre concurrencia”, dejando que la formación de la mayoría de precios responda a la oferta y la demanda.

¿Persistir en el mismo modelo?

Antes de que se celebre el Congreso y se refrende el PL, el gobierno cubano ya ha anunciado la supresión de medio millón de empleos estatales en 2011, que deberán ser cubiertos por formas de autoempleo, que se permitirán ahora, en un entorno en el que no parece que vayan a existir mecanismos asistenciales amplios, por la propia descripción que de ellos hace el PL. (supresión de la cartilla, asistencia subsidiaria del Estado si no existiera cobertura familiar, etc.) En este contexto, los dirigentes cubanos proponen la discusión del PL por todos los cubanos, que durará hasta la celebración del Congreso. Pero, en las condiciones de la versión cubana del socialismo estatista de partido único, esto no es más que un simulacro de democracia participativa para legitimar una medicina amarga y un rumbo desconocido, o uno similar al de China.

Para que fuese una discusión seria y creíble deberían de cumplirse condiciones inexistentes en Cuba. La línea planteada en el PL está elaborada por los dirigentes del único partido permitido que, además, controla al Estado y al resto de las organizaciones de masas existentes. Para poder criticar o enmendar el PL, para poder proponer y discutir cualquier otra alternativa socialista diferente, sería necesaria la posibilidad de poder organizar otras corrientes socialistas, con medios de expresión para poder acceder a la población cubana y ofrecer en discusión abierta sus proposiciones, pero estaríamos hablando no de una versión diferente, sino de un modelo diferente de socialismo y eso, ni por asomo está entre los objetivos de los dirigentes políticos cubanos. En este caso no va a haber Glasnost, como tampoco lo hubo en China. Quizás porque no se quiera correr el riesgo de seguir el camino de la antigua Unión Soviética, pero no es el único riesgo, o el único camino de llegar al mismo resultado.

Como de lo que se trata es de implementar una versión nueva del único modelo existente de socialismo ensayado en la práctica en la antigua zona eurosoviética, en Asia y en Cuba, el procedimiento es el usual en todos ellos, es la máxima instancia del PCC quién refrenda la decisión de la cúpula. Porque ni siquiera en el interior del partido aparecen documentos alternativos al PL que planteen otros análisis y otras alternativas. Todo se va a limitar a correcciones más o menos formales al articulado, o como dice Raúl Castro (4), la discusión por todo el pueblo de los enunciados del PL permitirá enriquecer estos enunciados. Y para terminar de aclarar en qué consiste la participación, señala a continuación en dicho discurso, “las diferencias de opiniones, expresadas preferiblemente en lugar, tiempo y forma, o sea, en el lugar adecuado, en el momento oportuno y de forma correcta, siempre serán más deseables a la falsa unanimidad basada en la simulación y el oportunismo. Es por demás un derecho del que no se debe privar a nadie”. Solo ha faltado aclarar cuál es ese lugar, cuando es ese momento y en qué consiste la forma correcta. De todas las maneras, y como si fuese una confesión del temor a un cierto rechazo al PL, señala que “pienso que estamos [la Generación Histórica] en la obligación de aprovechar el peso de la autoridad moral que poseemos ante el pueblo para dejar el rumbo trazado [en el VI Congreso]”.

Para los defensores incondicionales de las decisiones de la dirigencia cubana, éstas son una serie de medidas dolorosas, pero necesarias, para poder preservar las conquistas de la revolución y asentar el socialismo sobre bases más sólidas después de corregir algunos defectos que se habrían producido en los últimos años. Su línea principal de apoyo a las medidas propuestas por el PL no se encuentra en una argumentación sobre estos, se basa en la garantía de los aspectos heroicos y solidarios de la revolución cubana: el carácter épico de su revolución; su osadía para proclamar su carácter socialista a pocos kilómetros de EEUU; las conquistas educativas y sanitarias alcanzadas para su población; su capacidad de resistencia frente a las persistentes agresiones del imperialismo; el despliegue de su internacionalismo solidario, en aspectos militares como frente a la agresión sudafricana contra Angola, y en aspectos humanitarios por todo el mundo. Pero esto equivale a una defensa del modelo soviético por haber sido la cuna de la primera revolución proletaria triunfante o por su contribución a la derrota del nazismo. Prácticamente nadie defiende hoy el modelo soviético derrumbado, pero se reconoce la importancia de los dos aspectos mencionados. La diferencia sustancial, sin embargo, no se expresa abiertamente entre defensores de ese modelo, apenas inexistentes, y sus críticos, si no que se manifiesta en algo más sutil, entre quienes consideran que la debacle fue debida a las presiones imperialistas a las que contribuyeron dirigentes traidores y corruptos, y los que sitúan las causas principales en la propia incapacidad del modelo para cumplir sus promesas.

Para algunos sectores trotskistas, se trata de algo más grave, “un giro a formas de ‘socialismo de mercado’, con reminiscencias del ‘modelo’ vietnamita o chino, que abren camino a un curso de restauración capitalista en la isla” (5).

Desde posiciones más matizadas, no cabe duda que el documento imprime un giro sustancial a la versión cubana del modelo estatista de partido único y se opina que “Hay que llamar las cosas por su nombre: no van en la dirección de más justicia, más igualdad, más solidaridad, más socialismo sino en la dirección contraria”.(6)

Para terminar, es necesario recordar que no estamos asistiendo a una situación y a un debate nuevo, y sería conveniente volver a recodar la opinión expresada al efecto por una estudiosa de le experiencia yugoslava: “desmarcándose del estalinismo sin una crítica radical de su sistema político, los reformadores yugoslavos (¿pero no es esto mismo a menudo en el Este?) han estado tentados a tomar una falsa alternativa: planificación burocrática (y totalitarismo de Estado) o racionalidad de mercado (y libertad). Por tanto, la parálisis actual del sistema yugoslavo (después de su crisis abierta en el cambio del decenio de los 80) expresa en nuestra opinión, una situación de “estancamiento”, en un combate de sombras entre dos “reguladores”: un imposible (y retrógrado) regulador de mercado y un regulador “consciente” que no ha encontrado su sustancia.... Porqué sólo una democratización radical de la sociedad entera puede permitirle de tomar cuerpo”.(7)

Notas:

(1) En un artículo escrito en La Jornada el 28/11/10, titulado “El cambio que ve Atilio Boron”, Guillermo Almeyra señala porque hay que ser escépticos con las buenas intenciones: “también tenían buenas intenciones [los dirigentes cubanos] cuando se lanzaron a la zafra de 10 millones de toneladas destruyendo las bases de la economía, o cuando se ataron a la Unión Soviética creyendo que ésta sería eterna, apostándolo todo a la mera exportación de hombres y de azúcar y níquel, o cuando Fidel Castro defendió la invasión soviética de Checoslovaquia y el aplastamiento del partido de ese país, o cuando calificó de grandes marxistas a Brezhnev, al dictador etíope Haile Marian, o el dictador somalí Siad Barre, entre otros. Dejemos pues las buenas intenciones para los confesionarios o para los intenciómetros que habría que inventar y juzguemos en cambio por el tipo de medidas propuestas y por su dinámica.”

(2) Carlos Marx, Crítica del Programa de Gotha, en Marx-Engels, Obras escogidas, págs. 11-16, Tomo III

(3) Este compromiso expresado en el PL es lo que lleva a exclamar con asombro que “¡Y la dirección cubana era la abanderada, en los 80 y 90, del rechazo de la deuda externa en toda Latinoamérica!”, Marcelo Yunes, “Socialismo de mercado” burocrático hacia la restauración capitalista, Socialismo o Barbarie, periódico Nº 191, 10/12/10

(4) Raúl Castro, Discurso en la Asamblea Nacional, el 18 de diciembre de 2010, publicado en Rebelión el 19/12/2010

(5) Marcelo Yunes, op. cit.

(6) Guillermo Almeyra, op. cit.

(7) Catheryne Samary, El mercado contra la autogestión. La experiencia yugoslava, pág. 14

Jesús Sánchez Rodríguez es doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/, o en la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje


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