Daniel Libreros Caicedo
Aporrea
El 21 de noviembre (21N), Colombia presenció una explosión social sin precedentes en la historia del país desde mediados del siglo pasado. Ese día había sido convocada una marcha de protesta en contra de los anuncios gubernamentales de reformas económicas regresivas por el Comando Nacional de Paro, integrado por las centrales sindicales (Central Unitaria de Trabajadores – Confederación General de Trabajadores – Confederación de Trabajadores de Colombia) y por organizaciones de estudiantes, campesinos, indígenas, afros, pensionados y ambientalistas que en años recientes habían liderado resistencias de esos sectores sociales a las políticas estatales. La iniciativa de la convocatoria de las centrales de trabajadores, repitiendo el formato de años anteriores, de impulsar marchas rutinarias a finales del año para ambientar la negociación sobre el salario mínimo con los gobiernos de turno que, por obligación legal, deben citarla en este período. El límite a la capacidad de convocatoria de las centrales es la escasa cobertura de sus afiliados que representan tan solo el 4% del total de los asalariados, lo que debe explicarse por la legislación laboral regresiva y por la criminalización de las resistencias sindicales (1). En el plano interno, esta fragilidad en la interlocución social remite al aislamiento, resultado de una forma de organización vertical y cerrada que en su funcionamiento requiere acuerdos "por arriba" entre las direcciones de la burocracia sindical, de los partidos de izquierda y de la izquierda social no partidaria. Adicionalmente, sus plataformas de acción se reducen a la esfera de las reivindicaciones corporativas.
> continuarFranklin Ramírez Gallegos
Nueva Sociedad
En estos años viene reconfigurándose el paisaje político ecuatoriano. Lenín Moreno, sucesor de Rafael Correa, se acercó a los intereses empresariales y buscó desandar parte del camino «populista», al tiempo que se enfrentaba con el ex-presidente. Para ello montó una coalición político-empresarial que mantuvo diálogo con diferentes sectores. Sin embargo, la decisión de quitar los subsidios a los combustibles trajo de nuevo a escena el estallido social y a un viejo actor: el movimiento indígena ecuatoriano.
> continuarPablo Dávalos
Le Monde diplomatique
La viabilidad política del actual gobierno ecuatoriano llegó a punto cero. Negado por el legislativo su proyecto de reformas acordadas con el FMI y con un movimiento social constituido en Parlamento de los Pueblos, con amplio apoyo a lo largo del país, lo que tiene ante sí Lenín Moreno, y los grupos económicos que lo sostienen, es el amargo pasar de los días, hasta que llegue el día para dejar el Palacio de Carondelet.
> continuarNíkolas Stolpkin
CEPRID
Introducción
¿Cuáles fueron las causas que llevaron al denominado "estallido social"? ¿Cómo entender todo esto? ¿Qué se hizo mal? ¿Cómo pudimos pasar de una aparente paz social ("oasis") a una convulsión social como la actual? ¿Cuáles serán las consecuencias a futuro? ¿Cómo solucionar la crisis? Son preguntas que debemos tratar de responder.
> continuarBárbara Ester
CELAG
El proyecto de reforma de la Constitución fue debatido por 8 años y casi 9 millones de personas, cuyo aporte modificó en un 60% el formato inicial.
> continuarDiego Sztulwark
Revista Anfibia
¿Puede volver el fascismo? Ni Trump, ni Le Pen, ni Bolsonaro repiten el fascismo histórico. Probablemente sea más acertado hablar de un fascismo posmoderno, un tipo específico de vitalismo que se afirma en cierta esencia o pureza étnica, de clase o nacional por medio de una violencia intolerante y a través de la inferiorización de poblaciones enteras, se trate de migrantes, negros, mujeres u homosexuales. La pregunta por la actualidad del fascismo supone un ejercicio de caracterización de fuerzas y circunstancias políticas e históricas.
> continuarClaudio Aguayo
Observatorio de Crisis
INSURRECCION “CUMA”, REBELIÓN CONSTITUYENTE
“Ya no necesitamos declararnos vanguardia” Gladys Marín Millie.
1
La pregunta más importante de la izquierda chilena desde que estallido de forma más o menos espontánea la revuelta de octubre—con la emergencia de una insurrección de los sectores más afectados por la desposesión neoliberal: estudiantes secundarios de colegios precarizados, “cumas”, barras bravas, jubilados y pobladores—refiere a las posibilidades que abre esta coyuntura. ¿Qué salida positiva para las demandas democrático-sociales puede surgir de una insurrección como esta? Desde luego, las respuestas no han sido ni unívocas ni fáciles.
> continuarManuel Acuña A.
Rebelión
CARACTERÍSTICAS DE UN FENÓMENO
Un estallido social tiene por característica que la comunidad toda sale a la calle a manifestar lo que siente. No lo hace con congoja, con tristeza sino, por el contrario, con ímpetu y alegría. A menudo, con rabia porque, como nos lo enseñan los psicólogos, la satisfacción de la rabia también produce bienestar, satisfacción. Por eso los manifestantes corren, saltan, bailan, rayan, expresan a gritos y con consignas lo que buscan, lo que desean; por eso, aunque en menor medida, se vuelven agresivos. Hay un estado especial, un estado anímico que identifica lo que sucede al interior de cada individuo cuando, de improviso, explota un movimiento social. Para Francesco Alberoni, que estudiara este fenómeno,“La historia de Occidente está hecha, en gran medida, por movimientos. Movimientos religiosos, políticos, culturales de todo tipo […] Observando estos fenómenos heterogéneos puede llegarse a la conclusión que el fenómeno más original, más específico que los caracteriza es algo que sucede en la mente del individuo. Una experiencia, un modo de ver el mundo y de relacionarse con los otros que he llamado estado naciente” [1] .
> continuarAlejandro Teitelbaum
CEPRID
Bolivia parecía seguir –con algunos sobresaltos- un proceso de mejoras socioeconómicas, culturales y políticas a favor de las capas populares, incluidas entre estas últimas el reconocimiento de la identidad y de la igualdad de derechos de las mayorías indígenas.
> continuarRafael Bautista
Bolpress
Eso que se tenía que cambiar acabó domesticando a los revolucionarios y a la revolución: el pueblo desaparece de un proyecto hasta revolucionario y el mismo proyecto se reduce a una mera mantención del poder como único horizonte político. Y es el propio gobierno el que da los mejores argumentos para vaciar al propio pueblo del espíritu del cambio y trasladar éste a los contingentes de reserva sobre todo clasemediero que activa el discurso señorialista. Ya circulan testimonios al interior del propio gobierno donde se advierte un proceso de derechización que atraviesa ámbitos de decisión que trabajan en contra del “proceso de cambio”. La derechización en la propia base social del gobierno hace que el pueblo desaparezca como actor de liberación y se constituya en competidor del poder espurio.
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