¡Oirás con las orejas! Yo te advertí, elé por porfiado, anda viendo lo que te sucede guambra sordopenco, decía mi abuelo cuando nos daba sus consejos para no irnos por el mal camino o llevarnos con malas juntas.
Daniela era una hormiguita que nunca había vivido en el mariposario. Tenía enormes ojos negros, cabello castaño y coquetos hoyitos. Cada mañana, sus padres la acompañaban al bus que la llevaría a la escuela de entrenamiento de vuelo.