Por: Jacqueline Unapanta.
Daniela era una hormiguita que nunca había vivido en el mariposario. Tenía enormes ojos negros, cabello castaño y coquetos hoyitos. Cada mañana, sus padres la acompañaban al bus que la llevaría a la escuela de entrenamiento de vuelo. Mucho cuidado con picar a tus amiguitas, recuerda colocarte el casco le recomendaban sus papas. Desde el portal su hermano Pablito agitando sus alas le animaba: tranquila ñaña, no es difícil, solo cierra los ojos y deja que el viento te lleve.
Daniela, se prometía: Esta vez lo haré, y corría al bus moviendo rápidamente sus peludas patitas. En el bus, unas niñas de alas tornasol comentaban:
-¡Qué extraña! No tiene alas.
- Tiene muchas patas. ¡Qué asco!
Rosario, la conductora, le dijo: Tú eres linda, y más cuando sonríes. Regálame una sonrisa, o te rasco la pancita.
En el área de práctica de vuelo, la señorita Mendoza al ver a Daniela, con mucha discreción se le acercó y susurándole al oído. No olvides colocarte las alas que tus abuelitos, Alberto y Vilma, te regalaron.
-Muy bien jovencitas están aquí para aprender a volar con estilo y elegancia, recuerden que el viento puede ser su mejor aliado o su peor enemigo. Uno, dos, tres, posición, alas extendidas, mirada al frente, caminen… corran… vuelen…
Una a una, las mariposas iban despegando, llenando el cielo de figuras y colores. Llegó el turno de Daniela que con mucho donaire extendió sus alas y…. zas, rodó estruendosamente colina abajo, ante el susto y luego risa de sus compañeras que en coro, le gritaban:
-Daniela es una hormiga y las hormigas no vuelan…Ella es una hormiga… Es una hormiga….
La señorita Mendoza exclamó: ¡Basta! Daniela preséntese en mi oficina por favor. La instructora rodeó con sus alas a la niña para calmar su dolor: No llores, seguro tú puedes, sólo déjate llevar por el viento.
De regreso a casa, al interior del bus, reinaba absoluto silencio. Daniela quería llegar pronto a casa, en su cabeza retumbaba la palabra: “hormiga”. Su mamá, la esperaba en la puerta, notó que sus ojitos negros querían explotar en llanto.
Daniela preguntó: mami ¿Qué es una hormiga? ¿Es verdad que yo soy una hormiga?
-Una hormiga es el mejor regalo que el creador les dio a dos mariposas que ya habían perdido todas las esperanzas de tener una hija, es la niña más dulce y tierna que llegó a llenar la vida de Pablo con risas y gritos que inundaron toda la casa, es la que hace las más hermosas tarjetas para los abuelitos y la niña por la que al papi se le van las babas, como él dice, esa hormiguita eres tú Daniela.
Secándose las lágrimas, la pequeña contestó:
-Pero yo quiero ser mariposa y tener alas…. y volar, quiero ser como todos, quiero parecerme a ustedes.
-Danielita estás pidiendo mal, yo quisiera tener patitas como las tuyas para sentir el césped, para correr, pero no las tengo y soy feliz, porque mientras más diferentes somos, más nos parecemos, porque nos unen lazos que aunque no vemos aprietan fuerte.
-Mami y si tú eres mariposa y yo soy hormiga…. ¿Quiere decir que yo no soy tu hija?
-No Daniela, solo quiere decir que la naturaleza me regaló una hija diferente, pero hermosa que salió de mis sueños y creció en mi corazón.
-¿Nunca seré mariposa? ¿No podré volar?, musitaba entre lágrimas la niña.
-Nosotros pensábamos que nunca más seríamos padres, que era imposible y aquí te tenemos a ti, a nuestra hija, a nuestra amada Daniela. Mejor ven y abrázame con tus patitas que me hacen cosquillas.
Aquella noche cuando sus padres adoptivos fueron a acostarla el silencio reinaba en la habitación, hasta que Daniela preguntó:
-¿Papi, somos diferentes? ¿Verdad?
-Toca mi pecho. ¿Qué escuchas?
-Solo un pum, pum, pum…
-¿Y en el tuyo qué suena?
-Cierto papi, el mío suena igual que el tuyo.
-Claro mi amor, porque por dentro todos somos iguales.
A la mañana siguiente la familia se levantó a desayunar y cuando Daniela se aprestaba a partir tuvieron una idea: Hoy te llevaremos nosotros.
Durante el trayecto la pequeña hormiguita pensaba ¡Oh no! esta vez, mis papás, me verán rodar por la colina.
Una vez en el campo de práctica, Daniela se alineó, tomó aire, esperó su turno, caminó, corrió, pero no abrió los ojos, porque tenía miedo, entonces se lanzó al vacío, sintió el viento en su cara por primera vez, el olor del rocío, estaba volando. Al abrir sus ojos observó que no iba sola, sus padres la escoltaban y adelante su hermano Pablito gritaba….dando vueltas ¡Daniela es fácil, sólo déjate llevar!
Sabía que lo lograrían, aplaudía desde la tierra la señorita Mendoza.