El 30 de septiembre de 2010 no hubo intento de golpe de Estado, nadie quiso asesinar al Presidente de la República y, por supuesto, tampoco hubo secuestro. En las elecciones del 7 de mayo el gobierno no goleó 10 a 0. El triunfo del SÍ no fue apabullante. La testaruda realidad le golpea constantemente en el rostro al presidente Rafael Correa, aunque esté convencido de que su gran maquinaria mediática, sus millonarias inversiones en publicidad oficial y sus cansones monólogos sabatinos pueden crear verdades ficticias.
Desde enero hasta mayo de este año, el gobierno ha emitido 1025 cadenas de televisión y radio, eso significan 9064 minutos de insultos, mentiras y amenazas ocupando espacios que si bien no deberían considerarse como de propiedad de ninguna empresa privada, tampoco lo debería ser de un gobierno o un movimiento político, sino de todos los ecuatorianos. Si cada una de estas largas y venenosas cadenas dura alrededor de un minuto, el costo que habría tenido todo lo que hasta ahora ha gastado el régimen, solo en producción, superaría el millón de dólares, si contar lo que cada una de las personas que trabajan estos mensajes gana como salario. Es lo que un hospital o una institución de educación superior necesitarían para desarrollar ciencia, tecnología en beneficio de la salud y la vida de los ecuatorianos. La publicidad oficial, en el 2010, de enero a agosto representó 122 millones de dólares, hay que ver en cuánto se cierra la cifra en el 2011.
Poner a correr a todo el gabinete ministerial, a sus asambleístas y funcionarios públicos para que intenten fijar en la cabeza de los ecuatorianos supuestas verdades, ya no resulta tan efectivo para el Presidente. El asitencialismo solo crea clientela electoral muy endeble, y es lo que sus militantes lograron en este último proceso electoral. Alianza País no deja de ser una agrupación amorfa y llena de disputas intestinas por parte de oportunistas que buscan espacios de dirección para prebendas personales o de grupo, lo cual afecta a gente que desde las bases de esa agrupación aún creen honestamente en que están del lado de la izquierda y del cambio.
El último proceso electoral evidenció una realidad que la izquierda había venido denunciando: la derechización del gobierno. Correa actuó junto a la derecha y el populismo, se disputa o comparte ese electorado, mientras que la unidad de las fuerzas progresistas, democráticas y de izquierda se afirma y la tendencia de cambio se califica. Es una nueva situación desde la que partirá el debate alrededor de la aplicación de las reformas planteadas en la consulta popular.
Sobre el tapete están la vigencia o no de la libertad de expresión, la democracia y una institucionalidad que represente el interés de los pueblos y no del gobierno. Sobre el tapete está la construcción de un proyecto político que recupere lo que la traición enterró y que incluso avance mucho más hacia la patria nueva y el socialismo.