Articles d’història i d’altres històries
Tots els textos que trobareu en aquesta web poden ser copiats, modificats i distribuïts, citant la seva procedència i respectant la Llicència de Creative Commons.
*******************************************************************************************************************************************************
Artículos de historia y otras historias
Todos los textos que encontraréis en esta web pueden ser copiados,
modificados y distribuidos, citando su procedencia y respetando la Licencia de Creative Commons.
José Fernando Mota Muñoz – octubre de 2024
por
De buena mañana nos dirigimos a la explanada de las mezquitas, es nuestro cuarto intento de acceder, los anteriores los han abortado militares israelíes que vigilan sus puertas y que nos han impedido el paso, un día porque era viernes y sólo dejan entrar a mujeres, niños y ancianos, otro día porque era sábat, también lo intentamos una tarde pero nos dijeron que a esas horas sólo dejaban entrar a musulmanes. Hoy por fin, por la rampa que hay en el Muro de las Lamentaciones, única puerta por la que pueden entrar los guiris, y tras pasar los correspondientes controles, hemos podido acceder a la explanada. Lo primero que impresiona es un majestuosidad, su enormidad, de hecho ha de ser un sitio grande ya que según el Corán aquí se realizará el juicio final a los musulmanes. Nada más entrar se topa uno con la mezquita de al-Aqsa, y tras caminar unos metros por los jardines nos plantamos ante el símbolo de la Jerusalén musulmana, la reluciente y dorada cúpula de la Roca, con sus paredes azules y blancas. Como no somos musulmanes no podemos visitar por dentro ninguno de los templos. Se cerraron al público no musulmán tras los incidentes provocados por la visita de Sharon a la explanada, origen de la segunda intifada. Cuando hemos entrado había poca gente, pero a medida que avanza la mañana van llegando fieles y contados turistas. Otras cúpulas pequeñas completan el recinto.
A la salida seguimos nuestro tour por el aséptico, reformado y restaurado barrio judío de la ciudad vieja. Destaca la nula presencia de árabes. En los barrios árabes si que se ven algunos judíos ortodoxos que la atraviesan casi a ciegas camino de la explanada o de este barrio. También se pueden ver algunos niños judíos con sus kipás que atraviesan esos barrios con un segurata delante y otro detrás, vestidos de paisano, pero con micro conectado a la oreja y un pistolón marcando en el cinto.
En el barrio judío visitamos, previo pago de 7 $ y del encasquetamiento de una kipá de las que te ofrecen, las cuatro sinagogas sefarditas que hay. Sorprende, para el neófito en la visita de este tipo de templos, acostumbrado a los católicos, la sobriedad, la falta de decoración de la pieza de una sola estancia donde se alinean los bancos frente a un atril. Unos armarios para guardar el arca sagrada con los rollos de la Tora y unas lámparas completan todo el atrezo.
Por la tarde cogemos un bus público desde la parada central de Jerusalén este con dirección a Ramala. El control que separa Jerusalén de Ramala es menos moderno que el de Belén, se asemeja a un peaje de la autopista pero con muro a lado y lado y soldados armados. No hace falta bajar del autobús, es un militar con cara de niño y una metralleta colgando el que sube a pedir los papeles a los pasajeros. Para nosotros el pasaporte de un país europeo es un salvoconducto, cuando ven el primero ya no nos lo piden al resto. En cambio los pasajeros palestinos han de mostrar sus diferentes tarjetas.
Llegamos a Ramala, el autobús nos deja en una atiborrada estación en el mismo centro. La zona es un auténtico caos, el de cualquier ciudad árabe: multitud de gente, coches, puestos de venta, taxis, shuttles, todos pitando a la vez. La presencia de taxis es numerosa pues poca gente se desplaza a pie -excepto en la zona centro- ya que es una ciudad muy difusa, con bloques aislados de casas y oficinas rodeados de solares sin construir y casas a medio edificar. Es una ciudad grande en extensión pero que no está urbanizada. Alrededor de la carretera que la une con Jerusalén, a los lados del asfalto, han ido creciendo barrios de bloques y casas de dos plantas hasta donde se pierde la mirada. La mayoría son bloques de nueva construcción.
El centro comercial es estéticamente horroroso, lo culmina una plaza con cuatro leones dorados. Si te alejas un poco del bullicio de esta zona, sin salir de la parte histórica, descubres barrios de construcción más antigua, parecido a lo que hemos visto en Belén o Beit Sahour, pero sin restaurar, de hecho se ven casas medio derruidas por el tiempo. En algunos dinteles de las puertas de las casas se ven cruces, que ponen de manifiesto la existencia de una importante comunidad cristiana en la ciudad. Puedes ver una iglesia ortodoxa del siglo XIX al lado de una mezquita que exhibe un gran cartel con los candidatos de Hamás. Esta zona es un oasis de paz al lado del ruidoso centro comercial.
Nos desplazamos hacia las afueras, a las zonas adyacentes a la carretera para acudir a una reunión con una organización de mujeres y desarrollo rural. La reunión es fruto de los contactos con una diputada comunista que había viajado a Barcelona, ya que la organización está controlada políticamente por el Partido del Pueblo de Palestina, antiguo partido comunista. Como vamos descubriendo aquí la mayoría de ONG están vinculadas a algún partido político.
Tras la reunión nos acercamos de nuevo al centro donde nos han informado de una concentración contra la guerra convocada para las 18 h. muy bien no se sabe por quien. La concentración no es muy numerosa, son sobre todo jóvenes, que según nos comentan se autoorganizan al margen de facciones para convocar esta protesta. A parte de gritos de consignas y exhibición de pancartas dibujan con sus zapatos el símbolo de UN, nos sorprende está protesta. Un fotógrafo palestino-catalán que hemos encontrado nos explica que en la cultura árabe uno de los gestos más despectivos que se pueden hacer es golpear a alguien con un zapato. Nos queda claro, también por los carteles en inglés, que la protesta va dirigida sobre todo contra el silencio de los organismos internacionales, como la ONU, ante la agresión al Líbano y Gaza.
Paseando por la ciudad se pueden ver banderas del Líbano y de Hezbolá. También hay puestos callejeros que venden estas enseñas y carteles del jeque Hassan Nasrallah, así como cintas con cánticos patrióticos y los militaristas vídeos de la organización chiita..