José Fernando Mota Muñoz

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José Fernando Mota Muñoz – abril de 2024


7 de agosto de 2006

por José Fernando Mota Muñoz


Nos dirigimos desde la estación de autobuses de Jerusalén Este a Belén. El recorrido del bus acaba en el mismo muro, al lado del check-point que hay que pasar para entrar en Belén. Se trata de uno de los nuevos, con más medidas de seguridad y cámaras. Entrar a Belén es fácil, sólo tienes que ir siguiendo el recorrido que te marcan las vallas hasta pasar un torno y voila, ya estás en Cisjordania.

Después comprobaremos que retornar a Jerusalén desde Belén es mucho más difícil: son varias las barreras que hay que pasar, tornos, puertas electrónicas, vallas, que vas siguiendo como si fueras ganado que va al matadero. Nos van guiando hacia unos puestos blindados donde se encuentran, sentados, riendo, haciendo bromas o dormitando, los soldados encargados de revisar nuestros papeles. Todo esto ha de suponer una humillación para los pocos palestinos que pueden entrar desde Belén a Jerusalén, ya que sólo está permitido a los que poseen la "tarjeta azul" de residente en Jerusalén, a los que son ciudadanos de Israel o a los que tienen un pase temporal para trabajar (difíciles de conseguir, tras costosos y largos trámites burocráticos, y anulables cada vez que la situación se encabrona). Para los guiris es otra cosa, sólo ha tenido que enseñar el pasaporte el primero del grupo, al resto ni nos los han pedido.

Nada más pasar el control de entrada a Cisjordania un cartel gigante del Ministerio de Turismo israelí, colgado del muro, nos despide al entrar en los territorios ocupados con un cínico “Id en paz” en inglés, hebreo y árabe.

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El moderno check-point de Belén y su cínico cartel de bienvenida

Tras pasar el torno al otro lado no hay ningún control. Un camino de tierra pegado al muro, que en esta zona esta lleno de pintadas y carteles, nos conduce a una zona de taxis. A la sombra de unos árboles esperan media docena de taxistas. Un par se nos acercan para ofrecer sus servicios. Tras aclararles que nos vienen a buscar de ATG, y mientras esperamos, entablamos conversación con ellos, incluso hay uno que chapurrea el castellano. No será el único caso que nos encontremos, ya que desde principios de siglo XX ha habido una importante emigración de palestinos cristianos de esta zona a países latinoamericanos, sobre todo Chile, Honduras y El Salvador. En estas ciudades hay una importante comunidad cristiana -80% de la población de Beit Sahour, 60% de la de Belén y 60% de la de Beit Jala)- que ha tenido históricamente más fácil la emigración, por razones culturales, a América Latina, pero sobre todo a Europa y EEUU. Esta emigración se ha convertido en un problema para esta comunidad, pues muchos jóvenes huyen de la situación. Para intentar paliar, en parte, el problema la municipalidad esta construyendo pisos a bajo precio en terrenos cedidos por las iglesias (entre los cristianos hay sobre todo católicos y greco-ortodoxos). Y es que el problema de la vivienda es grave, las confiscaciones de tierra por parte israelí, que han aumentado con las construcción del muro, más las limitaciones para construir cerca del mismo muro (está prohibido a los palestinos construir a menos de 300 m. del muro) han encarecido las tierras y por tanto las viviendas.

Una furgoneta del Alternative Tourism Group (ATG) nos ha recogido, la conduce un joven que cojea, después sabremos que es porque recibió tiros de tropas israelíes. Nos trasladamos a la sede de la parte palestina del Alternative Information Center (AIC) donde tenemos una entrevista con su director Nasser Ibrahim. La AIC nació en 1984 impulsada por militantes trotskistas palestinos y judíos, de hecho es de las pocas asociaciones palestino-israelí, con sedes en Jerusalén y Beit Sahour. Hoy en día es más plural políticamente y su objetivo es crear puentes entre las dos sociedades, siendo conscientes de que son una ínfima minoría. Su idea es la creación de un estado único para palestinos y judíos, aunque aceptan la solución de dos estados como primer paso. Para la AIC, no sólo para ellos, la clave del problema es el colonialismo, aquí llamado sionismo, y luchan por el fin de la ocupación y por cambiar las mentalidades mayoritarias. Su director, que es también escritor, nos relata pausadamente todos estos temas y nos conduce a una visita por la sede, donde podemos ver a varios internacionales trabajando.

Nos aposentamos en el Hotel 3 Kings. Los hoteles de la zona, que hace tiempo que estaban medio vacíos por la huida del turismo cristiano, se encuentran ahora llenos de refugiados palestinos de clase media con ciudadanía israelí, provenientes del norte de Israel, de la zona galilea y ciudades como Haifa o Nazaret. Son familias enteras que huyen de los cohetes de Hezbolá (recordemos que estamos en pleno conflicto entre Israel y esta milicia del Líbano) y que se alojan en estos hoteles porque son más baratos que los de Jerusalén. Observamos que tanto los trabajadores de la ATG, como del hotel en el que nos han alojado, son mayoritariamente militantes del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP), un partido formalmente marxista con más fuerza en zonas cristianas como es esta. Y es que aquí los partidos son algo más que un instrumento político. Tu adscripción política te marca, es una sociedad donde no puede haber neutrales, muchas veces es la familia en la que naces la que determina a que partido pertenecerás, pero hay muchas familias divididas políticamente y el momento de escoger el partido es importante porque aquí es desconocido el transfugismo político. Además el partido, como es el caso, se ocupa también de buscarte trabajo. En el hotel coincidimos con el grupo que conocimos en la preparación del viaje, bueno con los tres que al final se decidieron a viajar. Realizan un tour organizado por la ATG y este hotel es su campamento base. También conocemos a Sílvia, cooperante catalana que lleva cerca de un año viviendo aquí.

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El muro del apartheid avanza arrasando tierras

Por la tarde nos desplazamos a una cima, cercana al núcleo urbano, desde donde se pueden ver las obras de construcción de la nueva carretera de circunvalación del muro. Se trata de una carretera que sólo pueden transitar israelíes y que dividirá Beit Sahour, separando la población de buena parte de sus campos de cultivo, que ahora quedaran en la zona bajo control israelí, lejos de la frontera marcada en 1967. Sílvia conoce un restaurante en esta zona, una casa de campo con mesas en el exterior cubiertas por la sombra de las parras, una escena plenamente mediterránea. La comida es magnífica y la culminamos con una fumada de narguile o shisha como le dicen aquí, las típicas cachimbas que sólo conocía como souvenir de viajes a Egipto o el Magreb.


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