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Artículos de historia y otras historias
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José Fernando Mota Muñoz – octubre de 2024
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Hoy visitamos por primera vez el Jerusalén oeste, el Jerusalén judío, ocupado por Israel y del que ha sido expulsada toda población palestina. Nos dirigimos a visitar el barrio de la comunidad ultraortodoxa, el barrio de Mea Shearim.
Antes de llegar al barrio topamos con una iglesia de la comunidad copta etíope. Se trata de una iglesia circular, con entradas separadas para hombres y mujeres, a la que estas entran con la cabeza tapada por un pañuelo. Se trata de unas pequeñas puertas al pie de las cuales se acumulan los zapatos de los fieles que, como los musulmanes, acceden descalzos a su templo. Alrededor de la iglesia se pueden ver los aposentos de los monjes etíopes.
Un cartel en varios idiomas, con un tono más bien poco amistoso, pidiendo decencia en el vestir y respeto a la santidad del barrio, nos da la "bienvenida" al barrio de Mea Shearim. Hay alguna zona donde los carteles advierten directamente a los visitantes que el acceso a esa zona está prohibido a turistas. Entrar en este barrio es como sumergirse en el túnel del tiempo. La mayoría de sus residentes son judíos asideos, algunos no reconocen al estado de Israel, ellos siguen esperando al mesías, aunque la mayoría si que están dispuestos a recibir sus subvenciones y beneficios. Sólo una parte, la secta de los Neturei Karta, denuncian actualmente al estado israelí como una blasfemia y en carteles en hebreo e inglés, visibles en su zona del barrio, proclaman que son antisionistas y contrarios a la ocupación, de hecho miembros de esta secta colaboran con la OLP.
El barrio parece pobre, esta superpoblado, ya que los judíos ultraortodoxos, como los religiosos cristianos y musulmanes, son contrarios a la contracepción. La calle central está en obras, lo que acentúa el aspecto de dejadez. Por la calle pululan cientos de asideos vestidos con sus levitas y luciendo sus tirabuzones por delante de las orejas. Ignoran casi totalmente la presencia de turistas y sus cámaras, sólo algunos se tapan cuando intuyen que algún objetivo los está enfocando. Carteles escritos en hebreo pueblan las paredes, muchos de ellos arrancados, en lo que parece son divergencias entre sectas o seguidores de un rabino u otro. Se trata de imágenes que de rodarse en blanco y negro nos recordarían los guetos judíos de la Europa de entreguerras.
Días más tarde Sergio Yahni, miembro del AIC, nos explicará más cosas sobre los judíos ultraortodoxos. Se trata de comunidades religiosas originarias del este europeo. En ellas el hombre consagra su vida al estudio de la Torá, tiene prohibido trabajar, por ello en sus comunidades de origen tenían que buscar pareja en la misma comunidad judía, sino eran repudiados por la familia, entre las familias ricas, a fin de que los pudieran mantener económicamente. Esto forjó una alianza entre judíos ricos y religiosos. Con su llegada a Palestina el problema es encontrar ricos que los mantengan, así que se ven obligados a llegar a un pacto con el estado israelí, dirigido por sionistas laicos. Los religiosos ultraortodoxos se habían negado a reconocer al estado de Israel por considerar una blasfemia que se pueda hablar de una nación de los judíos hasta que no regrese el mesías. A cambio de acatar a Israel, el Estado se comprometió a dotar económicamente a los rabinos para que pudieran mantener sus escuelas y a sus seguidores, además los eximió del servicio militar y les permitió mantener sus propios colegios y barrios separados. La mayoría de los rabinos, los ultraortodoxos están divididos en múltiples sectas, aceptaron el pacto y algunos hasta reconocieron a Israel, sólo los ya citados Neturei Karta se mantuvieron en sus posiciones antisionistas. El pacto entre religiosos y Estado se amplió durante el mandato de Sharon al frente del Ministerio de Vivienda. Como hemos dicho los religiosos son contrarios a cualquier método de contracepción, así que sus barrios están superpoblados, lo que ha creado problemas económicos y de vivienda. Para paliar este problema Sharon les propuso viviendas baratas y más subsidios si poblaban los asentamientos judíos que estaba construyendo en Cisjordania. Muchos rabinos aceptaron y hoy existen colonias ultraortodoxas en los territorios ocupados. De nuevo se utiliza población pobre, como se había hecho anteriormente con los sefarditas, para poblar la frontera. Para paliar el tema económico algunos rabinos han autorizado a las mujeres a trabajar, antes también lo tenían prohibido, ya que su papel era el de ama de casa dedicada a su marido e hijos. Esto ha creado una mano de obra barata y dócil que ha sido explotada por empresas instaladas en los asentamientos ultraortodoxos.
Hay que tener en cuenta que es difícil romper con la comunidad religiosas. Los rabinos de cada secta tienen un poder total sobre sus seguidores, ya que que son los encargados de administrar las generosas subvenciones estatales y de corroborar ante el Estado quien es ortodoxo. Así cualquier discípulo díscolo con su rabino se arriesga a ser borrado del registro de la comunidad y por tanto a quedarse sin "sueldo" y encima tener que cumplir con sus obligaciones militares.
Salimos del barrio ortodoxo y nos damos una vuelta por el centro comercial del Jerusalén judío, por la calle Yehuda. No se diferencia mucho de cualquier centro comercial de una ciudad europea, excepto que el Burger King de turno sirve comida kosher.
Por la tarde visitamos el Monte Sión, lugar donde se ubica el Cenáculo, allá donde la leyenda cristiana sitúa el lugar de la última cena, y cerca de donde las leyenda judía emplaza la tumba del rey David. Un judío ortodoxo da vueltas a la supuesta tumba rezando a media voz. Aquí se puede observar de nuevo el diferente trato que dan a sus lugares santos los judíos respecto a otras religiones, la gente pasa fumando, dos palestinos -vestidos de futbolistas- hacen de improvisados guías.
Tras callejear por el Jerusalén antiguo desembocamos de nuevo en el Santo Sepulcro, donde por fin podemos visitar la supuesta tumba de Jesús, acompañados, eso sí, de más de un centenar de peregrinos de la India, todos vestidos de blanco de los pies a la cabeza y acompañados de sus mujeres, tapadas sus cabezas con un pañuelo, y todos descalzándose antes de entrar en la tumba.
En el hotel hemos conocido a Alfonso, un arqueólogo asturiano que ha venido de prácticas a estas tierras superpobladas de yacimientos. Nos comenta como arqueología y política van íntimamente ligadas en Israel. Como ejemplo nos explica las excavaciones realizadas al pie de la muralla de la mezquita de Al-Aqsa, con el objetivo de encontrar restos del primer templo judío. Los arqueólogos iban bajando estratos y los supuestos restos no aparecían. A medida que se bajaban estratos el silencio en la excavación era más grande, finalmente llegaron a los estratos inferiores sin hallar ningún rastro (de hecho no hay ninguna evidencia arqueológica o histórica de la existencia de este primer templo). Las conclusiones de esta excavación se publicaron en una revista especializada del Oriente Medio. Como respuesta el estado israelí encarceló al arqueólogo palestino que había redactado el artículo durante 100 días.
Historiadores y arqueólogos, incluso israelíes, están poniendo en evidencia mucho de los mitos sobre los que se había fundado el sionismo y el estado de Israel. Por ejemplo cada vez parece más claro que Masada, mito de la resistencia judía contra los romanos explotado a fondo por la propaganda sionista, no finalizó con un suicidio colectivo de su población sino con una negociación con los propios romanos.
El mismo arqueólogo nos comentó como las mismas autoridades palestinas le pedían que si en el curso de sus excavaciones encontraba algún resto de la edad de hierro no lo hiciera público, pues estos hallazgos eran aprovechados por colonos sionistas para crear asentamientos en territorios ocupados, justificándolos por la presencia antigua de judíos en aquellas tierras.
Las manipulaciones históricas están presentes en museos históricos y arqueológicos, donde los periodos no judíos son minimizados, todo para justificar la actual ocupación. Un ejemplo, como nos explicó Alfonso, es el montaje que han realizado en la llamada Burnt House (casa quemada), un pequeño yacimiento de la época en que los romanos expulsaron a los judíos de su tierra prometida por haberse rebelado. En la casa se exhiben algunas de las piezas cerámicas recuperadas, pero lo espectacular es el audiovisual que han montado con la excusa del yacimiento. En él se reconstruye la hipotética vida de la familia judía que ocupaba la casa, los debates entre un padre religioso, preocupado sólo en el más allá, y un hijo zelote dispuesto a resistir con las armas a los romanos, una traslación a la época romana del debate entre laicos y religiosos en el actual Israel, con una llamada final a la unidad frente al enemigo. El único superviviente acaba siendo el hijo que lanza una proclama final donde afirma que el pueblo judío volverá a habitar esa casa y ese barrio. Esta discurso final está acompañado de imágenes del actual barrio judío del Jerusalén antiguo. El público sionista, sobre todo yanqui, de hecho el audiovisual es en inglés con acento norteamericano, aplaude a rabiar este final y sale visiblemente satisfecho de su visita. Es un ejemplo más del uso político de la historia que se hace desde el sionismo, de la necesidad de manipular el pasado para justificar un presente de ocupación.