José Fernando Mota Muñoz

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José Fernando Mota Muñoz – març de 2024


4 de agosto de 2006

por José Fernando Mota Muñoz


El vuelo sale de Madrid hacia Israel sin novedad. El avión va medio vacío, la mayoría del poco pasaje lo forman judíos argentinos que en cuanto anuncian que estamos sobre Israel se encasquetan la kipá. El vuelo en realidad es Buenos Aires-Madrid-Tel Aviv.

Llegada al aeropuerto de Ben Gurion. La entrada al final ha sido más fácil que todo lo que nos habían explicado, supongo que es una de las pocas ventajas de viajar en Air Madrid. En el puesto fronterizo paso con mi compañera, nos han hecho las preguntas de rigor: qué pensábamos visitar, si no teníamos miedo, han preguntado por el nombre de mi padre (quizás eso de Mota les sonaba a árabe), no mucho más que en otras fronteras. No todos los pasajeros del vuelo han tenido la misma suerte, a pie de escalerilla ya han parado a varios, uno de ellos con rasgos árabes y que, por lo que he entendido al pasar, debía tener ciudadanía israelí. Ha puesto la cara de fastidio del que ya está acostumbrado. A la salida del aeropuerto había más agentes de seguridad parando gente, pero nosotros hemos podido salir sin novedad.

En la parada hemos cogido un shuttle (taxi compartido de una decena plazas y con paradas personalizadas) y cuando por fin se ha llenado, hacia las 5 h., nos hemos puesto en marcha hacia Jerusalén. Por el camino podemos ver como en medio del terreno yermo y pedregoso que nos separa de Jerusalén aparecen pueblos de reciente construcción, todos con el mismo tipo de piedra y similar arquitectura. Nosotros nos bajamos los últimos, cerca de la Puerta de Damasco, en la entrada al barrio árabe de Jerusalén. Un despliegue militar nos da la bienvenida. Parece que como es viernes, día de oración musulmán, el control es mayor que otras fechas. Nos internamos en las callejuelas del barrio viejo, son las 6 de la mañana y todavía no han abierto las paradas del zoco, las calles están vacías.

Tras hospedarnos en la pensión nos vamos a dar una vuelta por la zona. Todo vacío, poca gente por las calles, a partir de las 8.30 h. empieza el movimiento. Callejeando sin rumbo, todavía no nos orientamos, hemos llegado al Muro de las Lamentaciones, pasamos un control y entramos en una gran explanada. Hasta 1967, en que fue demolido por los israelíes, se levantaba en este lugar el barrio árabe de Magharibah. A pesar de la hora temprana la parte habilitada para rezos del muro está bastante concurrida. Una valla separa la parte para hombres de la de mujeres, cada género reza por separado. Naturalmente la parte para mujeres es más pequeña. El espectáculo de irracionalidad es como el de todas las religiones, pero quizás con más parafernalia. Los hombres llevan los tefilin, unas cintas enrolladas en los brazos y un pequeño cubo de madera atado a la cabeza, algunos van ataviados con una especie de toquillas, otros con un pistolón en el cinto (supongo que el dios vengativo del Antiguo Testamento los autoriza a rezar armados).

Las primeras impresiones después del paseo de tanteo por la ciudad vieja son el contraste entre la parte árabe, similar a la de cualquier país de la región, y la zona judía, en buena parte con edificios de reciente construcción y casas restauradas.

El peso de la religión en esta ciudad se hace evidente. Desde el hostal se oye, por los altavoces de los minaretes, el rezo del muecín llamando a la mezquita, poco después son las campanas las que convocan a los cristianos a misa. También se oyen rezos.

Hemos podido comprobar la constante presencia militar y policial, muchas veces en patrullas conjuntas, por toda la ciudad vieja. Normalmente están apostados en las puertas de entrada y en esquinas estratégicas o a la entrada de la explanada de las mezquitas y sobre todo son omnipresentes en la zona cercana al Muro de las Lamentaciones. En la zona judía se hace evidente el patrioterismo israelí, con banderas en los balcones, tejados y coches: Incluso se pueden ver banderas con la estrella de David dentro del barrio árabe, ya que desde hace años se han instalado algunos colonos israelíes. Destaca como provocación máxima la casa que Sharon compró en la calle que va de la Puerta de Damasco al Muro, en la parte árabe, con una gran bandera israelita y un candelabro de siete brazos gigante en el techo.

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Casa-provocación de Sharon

La ciudad vieja, todavía no hemos salido de las murallas, es un auténtico mosaico de personajes y vestimentas: judíos ortodoxos, cada uno con el traje de su secta, palestinos, beduinos, popes ortodoxos, religiosos coptos, monjes armenios con su gorro cónico, judíos con kipá, jóvenes hebreos armados con fusiles, árabes cristianos con sus medallas por fuera para dejarlo claro…. y poco turismo, parece que el actual conflicto los ha espantado.

Llega la hora de la comida, nuestra hora porque aquí la gente come a cualquier hora. Y directos al falafel, la kefta, el humus, las ensaladas de pepino y el café turco, con sus posos y el toque de cardamomo. En el restaurante topamos con tres curiosos turistas de Terrassa, que como no habían podido ir a Birmania han decidido venir a Israel !!!. De vuelta al hotel una guiri desesperada porque la habían robado intenta explicárselo a la policía por móvil (será el único caso que veamos).

Por la tarde nuevo callejeo exploratorio. Después de la reglamentaria siesta nos hemos acercado al Santo Sepulcro para hacer una primera aproximación a este templo. Entramos por el techo, donde están las cúpulas y unos monjes coptos etíopes descansan ante una pequeña entrada. Bajamos por unas estrechas y oscuras escaleras, pasando por diferentes capillas de las diferentes iglesias cristianas que se reparten el control del recinto (ortodoxos griegos, católicos, armenios, coptos, sirio-malaquitas y etíopes). El templo es un añadido de capillas y diferentes alturas, las paredes están ennegrecidas por el humo de las velas, sobre todo en las zonas de rito oriental, donde diferentes lámparas, muy recargadas, cuelgan del techo.

Salimos del templo. Rodeamos el barrio armenio por la carretera que bordea la muralla, donde algunos restaurantes, centros religiosos y carteles sobre el genocidio armenio nos recuerdan la presencia de esta comunidad en Jerusalén. Llegamos a un párking donde empieza el espectáculo. Son cerca de las 19 h., hora oficial de inicio del sabbat, y decenas de judíos se dirigen al Muro de la Lamentaciones ataviados con sus trajes de fiesta. Hay gente trajeada a lo occidental con su kipá, mujeres endomingadas (tipo Opus Dei de aquí), ortodoxas con la cabeza tapada y largas faldas, ortodoxos de origen ruso, polaco, ucraniano con gorros circulares de piel (spidic streimal), asideos con levita y rizos colgando por delante de las orejas (pehot), otros con gorros de diferentes formas. Los hay con trajes de diferentes colores, largas barbas, jóvenes vestidos estilo hippy, normalmente rabiosos sionistas a pesar de su indumentaria. Hemos entrado en la explanada, pasado un nuevo control y seguido discretamente el espectáculo desde las escaleras. La explanada se va llenando poco a poco, sobre todo la zona más cercana al Muro, donde unos rezan dando cabezazos, mientras la masa va girando para que todos puedan tocar el Muro. De repente se une un grupo de jóvenes abrazados que cantan voz en grito. También hay militares armados haciendo sus plegarias y civiles con sus fusiles colgando, supongo que colonos, que tienen derecho a llevar armas. Las imágenes tienen su punto de surrealismo, trajes pensados para el frío este europeo en una explanada de Oriente Medio, gente armada rezando, lo que sorprende a los que venimos de países de cultura cristiana, jóvenes bebiendo en la explanada, gritos, cánticos,…

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"Soldadas" ante el Muro de las Lamentaciones

De la misma forma lenta que se ha ido llenando la explanada se va vaciando. Regresamos junto a grupos de ortodoxos que se dirigen a su barrio extramuros acortando por calles del barrio árabe, pasan acelerando el paso y sin mirar a los lados, de hecho algunos llevan los ojos entreabiertos, se asemejan a miopes sin gafas, parece que vivan en su propio mundo interior sin darse cuenta de los que se mueve a su alrededor. La presencia militar en estas calles es apabullante. Los árabes se miran todo con cierta indiferencia, supongo que acostumbrados al espectáculo.

Cena de pastas saladas árabes y al sobre.


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