Patricia Villegas (presidenta del canal): “TeleSUR aprendió a resistir de la sociedad venezolana”

Martes 21 de julio de 2020 por Círculo La Puebla

Fuente: Misión Verdad / Insurgente.

Idea original de Hugo Chávez y Fidel Castro, TeleSUR, es hoy por hoy uno de los pocos proyectos vivos que le quedan a una región debilitada por el contragolpe de sus verdugos habituales.

De 2005 a 2020 América Latina atendió cambios como nunca en su historia. No hubo nada en la vida social, política, económica y cultural de la región que no sintiera los embates de aquello que se movió, y que hoy en medio del espejismo que produce la desesperanza, parece quieto. La idea de una señal multiestatal que abriera paso al registro de acontecimientos estremecedores para la vida de cientos de millones de latinoamericanos y caribeños resultó no solo acertada sino trascendental. Idea original de Hugo Chávez y Fidel Castro, TeleSUR, es hoy por hoy uno de los pocos proyectos vivos que le quedan a una región debilitada por el contragolpe de sus verdugos habituales.

Con su sede central en la asfixiada Venezuela, TeleSUR siente las consecuencias de construir memoria en un país y una región castigada por sus atrevimientos. A finales de mayo la compañía estadounidense de telecomunicaciones AT&T anunció, sin previo aviso, el retiro de su empresa DIRECTV de Venezuela, atentiendo a las medidas coercitivas impuestas por Estados Unidos. La señal de TeleSUR salió de esta manera de algunas de las más importantes cableoperadoras de la región, asentando un duro golpe al proyecto, justo en el año de su aniversario número 15.

Cuatro meses antes, a mediados de enero, Juan Guaidó anunciaba el intento de usurpación de la señal y el proyecto, nombrando a una supuesta “Comisión para la Reestructuración de TeleSUR”, que traducido a perfecto venezolano no significa otra cosa que el intento de secuestro y saqueo del canal y sus activos en el exterior.

A mitad de un 2020 que no para de registrar acontecimientos abrumadores, conversamos con Patricia Villegas, actual presidenta de TeleSUR, a quien le ha tocado pilotear el proyecto en el momento más complejo desde su fundación.

Fundadora del canal, periodista y ciudadana colombiana, Patricia nos acompaña en un repaso necesario de la historia de TeleSUR y la suya propia.

Patricia, primero gracias por sacar tiempo y conversar con Misión Verdad. Nos gustaría hacer un repaso por los momentos clave de la historia de este proyecto, sus hitos y puntos de inflexión. Hablemos de cómo la propia historia ha justificado la existencia de TeleSUR.

Muchas gracias por esta conversación, sobre todo porque nos permite plantear hacia el futuro cosas que TeleSUR ha hecho y cosas que quiere seguir haciendo. Una de las claves a nuestro entender está en el periodismo colaborativo y Misión Verdad es uno de los esfuerzos de comunicación más importantes que han tenido lugar en los últimos años en Venezuela. No solamente porque ayuda a contar lo que está pasando, sino fundamentalmente porque ayuda a entenderlo. Así que, el que estemos juntos representa que es posible trabajar de la mano.

Me pides que haga un recorrido por los momentos claves del proyecto. Uno de los temas más importantes que le ha valido a TeleSUR sus mayores críticas, amenazas y enemigos, es nuestra cobertura del conflicto armado en Colombia. Cuando TeleSUR nace hace 15 años recordemos que gobierna Álvaro Uribe Velez, para quien no había un conflicto político sino una guerra. Nuestra posición al asumir la cobertura de esa realidad fue poner las cámaras del lado de las víctimas, que para ese momento fue un acto muy subversivo para la institucionalidad y lo sigue siendo, nosotros hemos tenido una posición consecuente con el conflicto colombiano a lo largo de estos años, y la historia demuestra que nuestra posición editorial y el lugar donde nos pusimos para hacer periodismo tenía que ver completamente con la realidad que estaba sucediendo ahí y que hoy lamentablemente sigue sucediendo.

Podemos ver en retrospectiva también nuestra cobertura del golpe de estado en Paraguay, los intentos secesionistas en Bolivia, las movilizaciones del año pasado en Ecuador y Chile, los intentos de golpe de estado e invasión en Venezuela. Muchos de los grandes hitos de TeleSUR fueron en los primeros años luego de su fundación y luego vino como una consolidación del canal en el relato cotidiano de la transformación de nuestra región y del mundo. Esta consolidación de una voz alternativa al relato de las élites ha tenido como consecuencia que en los últimos años hayamos recibido duros golpes con nuestra distribución: el saboteo permanente de los cableoperadores, múltiples problemas con las distribuciones de satélite, y ahora finalmente la salida de la señal de TeleSUR por DIRECTV de toda América Latina.

Por último está el hito más reciente de este proyecto: hemos logrado fundar una señal de contenidos independientes en inglés, con el objetivo fundamental de ir al Caribe Oriental y a los pueblos de África, hoy ya tenemos nuestra señal allí. Nuestra producción de contenidos exclusivos para esas regiones ya empieza a generar ese tejido que retroalimenta y que crea comunidad, porque eso es exactamente lo que estamos buscando, crear un sentido de pertenencia común que nos permita tener visiones reales sobre otras regiones históricamente marginadas. Si no hubiera estado TeleSUR, el relato que imperaría ahora sería uno completamente distinto, eso es lo que valida nuestro nacimiento hace 15 años y nuestra existencia en la actualidad

TeleSUR además ha tenido que sobrevivir a sus propias tormentas internas, un tema del que casi no se habla: intentos de censura y usurpación de la señal, ataques desde los centros de poder, acoso por colegas de profesión, crisis financiera. ¿Cómo se vive desde adentro esta realidad?

Nosotros siempre hemos tenido muy claro que las tecnologías que permiten la distribución de la señal no están en nuestro dominio, entonces debíamos trabajar en todas ellas, por si caía una, mantener las otras. Una de las claves ha sido trabajar en la producción de contenidos diferenciadores en ese otro relato que no estaba presente en los medios de las élites y por lo cual se hace difícil emular a TeleSUR, que ha sido uno de los últimos objetivos de Estados Unidos y la derecha venezolana en cabeza de Juan Guaidó: trataron de usurpar el logo, la marca, el reconocimiento, pero es difícil emular una señal como la nuestra si tus pensamientos están del lado del poder hegemónico y no de los pueblos.

El segundo elemento fue trabajar una distribución multiplataforma, puedes tener a TeleSUR por cable pero al mismo tiempo por satélite, pero también por Internet, y al mismo tiempo la tienes como una señal de audio para que la utilicen las radios. Ahora además logramos que varias plataformas de periodismo popular incluyan nuestra señal en streaming. Esto no quiere decir que no nos golpee una salida del aire, sobre todo en medio de una coyuntura como las de Ecuador o Bolivia o Chile, pero la señal de TeleSUR sigue estando viva. Con el auge de Internet estos últimos años, todos los que le damos vida a TeleSUR hemos logrado aprovechar un montón de oportunidades, y por más que lo intenten, no es tan fácil bloquear y censurar nuestro canal.

Los trabajadores de TeleSUR han sido estigmatizados, perseguidos, señalados incluso por sus propios colegas, a veces ni siquiera es por quien dirige el país o el poder. Es como un pensamiento muy resiliente aprendido de la realidad venezolana: te golpean pero siempre hay oportunidades y siempre se puede salir adelante, y lo importante es que nunca se te cierre por completo la puerta.

Capítulo aparte merece la monumental crisis económica que ha sufrido Venezuela producto del acoso y la decisión de Estados Unidos de bloquear al país. Ustedes no han sido inmunes a esto, es decir, la crisis se vive aquí con la misma exactitud.

No es fácil, no hay una fórmula. Esto no se sostendría si no hubiera un montón de gente que tiene dentro de sí la idea-fuerza de TeleSUR. Me gusta siempre hacer un paralelo con las mujeres que hacen parte de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que tienen que sortear todas las dificultades para que la caja de alimentos llegue a las familias venezolanas a pesar de todas las condiciones adversas, bueno, un poco ese es el espíritu que sienten los trabajadores de TeleSUR.

Nosotros sentimos y sabemos que este proyecto tiene que resistir. Cuando hay un acontecimiento trascendental hemos encontrado mil formas para estar allí, para contarlo, por eso te hablo del periodismo colaborativo, gente que por años trabajó con nosotros y que ahora no lo hace de manera constante pero que cuando hay una coyuntura inmediatamente se comunica y dice: estoy aquí. Hay un sentido de pertenencia que permite comprender que cueste lo que cueste hay que mantener esta señal.

Todos nuestros trabajadores en Venezuela sufren el rigor del bloqueo y de la agresión económica, esto no es una isla, todos tenemos las heridas de la guerra y por fuera todos tienen las mismas heridas. Sin esa capacidad de sobreponernos a las adversidades no habríamos podido contar historias tan tremendas como aquella de los apagones en Venezuela. Prácticamente todos los canales tuvieron que poner enlatados o disminuir su capacidad de producción, nosotros no solamente no cambiamos nuestra programación, sino que hicimos todavía mucho más, porque la realidad lo ameritaba y eso solo fue posible porque la gente caminó horas para llegar a trabajar.

En honor a la verdad, es Venezuela junto a Cuba quienes han sostenido esta señal, desde todo punto de vista.

Quiero preguntarte por el lado personal de tu historia aquí: ser mujer y extranjera en un país como Venezuela, estar en esa especie de estado de sospecha permanente, la familia, el tiempo, la guerra.

Yo me siendo honrada de estar aquí, a pesar de todas las dificultades y de todas las complejidades de estar aquí, yo me siento feliz de estar aquí, no cambiaría un segundo de los 15 años que también voy a cumplir, porque yo cumplo paralelo a TeleSUR. Yo soy fundadora del canal, eso se suele decir poco, yo no empecé aquí como presidenta, conozco desde que teníamos una pequeña oficinita en el hotel ALBA y en el centro de Caracas hace 15 años, y me siento parte de cada ladrillo de esta institución y lo defiendo con toda la energía posible.

Llegué aquí con bastante consciencia de la guerra de mi país, caminando con tatuajes y alta carga de dolor. No es sencillo vivir con sensación de temor y con el corazón partido de ver tantos huérfanos, viudas, mutilados, pobreza en cada esquina, sonrisas que son muecas. Lo sabes y lo sabe el mundo, Colombia no logra salir de ese estadio en el que la tragedia se vuelve paisaje. Caracas en ese momento fue un respiro, por primera vez yo percibía un ambiente que me alejaba de la zozobra.

Y no hablo de obviar la violencia urbana de Venezuela, sino de esa sensación de paz, casi indescriptible, que no existe en Colombia, de no encontrarte en cada espacio con una historia de despojo, de violaciones y mutilaciones. Luego muere el Comandante Chávez y se instala un estado de guerra permanente, pero muy distinta a la colombiana, porque aquella te aniquila la paz cotidiana, pero esta te reta en el día a día y ha probado una y otra vez a esta sociedad en su deseo infinito de no matarse entre hermanos. Eso hace de esta guerra algo opuesto a la colombiana. Ambas son, sin duda, gestionadas por intereses externos y estimuladas por los poderes económicos, pero en Venezuela no se ha logrado que se maten entre hermanos.

Gestionar un multimedio en el marco de la guerra es el mayor reto personal y profesional. Acompañarnos, cuidarnos, buscar siempre caminos para mantener un apoyo a los compañeros trabajadores, tener la certeza que con un plan no es suficiente y que debes tener pensado hasta el plan Z, es un ejercicio de alto riesgo, pero muy aleccionador. La guerra de allá me formó para enfrentar la de acá y la de acá me permite luchar para que no se vuelva nunca como la de allá. Es un trabalenguas, pero la guerra es peor que eso.

Por último, es inevitable pedir tus reflexiones sobre la guerra informativa, sobre el qué hacer, sobre pelear con una proporción de 10 a 1. Venezuela en medio de todo esto como un objeto de ultraje.

En nuestras salas de noticias tenemos muy claro lo que están haciendo los otros, estudiamos al enemigo, cómo no, sabemos cómo cuentan sus historias en beneficio de sus intereses, pero ese no es nuestro centro. Meternos en la dinámica de estar respondiendo a las agendas de otros nos impide de manera estructural construir agenda propia. Entonces, para que la gente se sienta representada tiene que sentir el proyecto como suyo, la agenda tiene que ser la agenda de la gente, ahí es donde tiene que haber una sintonía de espejo total.

Una de las líneas de trabajo de TeleSUR, que en particular me emocionan más, se desprende de esta premisa: no abandones nunca ninguna historia. Si la quieres, trabaja por ella. Habrá muchos que intentarán desestimar tu esfuerzo y hay varios ejemplos de ello: colegas colombianos criticaban nuestra búsqueda de darle voz a quienes por años estaban metidos en la selva colombiana privados de libertad. Nos acusaron de todo, también el gobierno de la época, pero esa determinación nuestra permitió visibilizar el costo humano de un conflicto que debía terminar, mostrar los actores en conflicto y la degradación a la que había llegado la confrontación en el país.

Similar a lo que nos ocurrió en Libia al inicio de la ocupación, algunos colegas de agencias internacionales se preguntaban qué hacíamos allí siendo un canal latinoamericano y yo pensaba: y quién dijo que las historias tienen propietarios. Ya sabemos lo importante que fue estar allí y contar lo ocurrido cuando todo el mundo decidió devolverse, incluso gente que iba con nuestros reporteros se devolvió sin siquiera bajarse del avión, porque cuando llegamos al aeropuerto de Trípoli nos dijeron: esto aquí está muy peligroso. Nuestro equipo se bajó y llegó a la plaza de Trípoli.

Y ya estando ahí nosotros decíamos: ¿dónde están las bombas? ¿Dónde están los muertos? Porque lo que veíamos no era precisamente lo que contaban las grandes cadenas, entonces logramos llegar con nuestros reporteros y yo misma le decía al reportero: “No, eso no es verdad, muéstrame los parques y las plazas”, y cuando no veía nada de lo que decían esos medios que también son responsables de la destrucción de ese país, les pedía más: “Muéstrame otras plazas”.

Y ahí es cuando nos damos cuenta que la realidad era distinta, y que eso debía contarse, porque cuando tienes una verdad de ese tamaño en tus manos tienes que hacerla pública, por deber con la historia tienes que sacarla al aire. Eso fue un hito muy trascendental para TeleSUR.

Con esto quiero decirte que ciertamente hay que ver lo que hacen los otros, hay que analizarlo, a nosotros nos sirve mucho seguirlos a ustedes que están pensando todo el tiempo en eso y que nos están entregando claves, pero nosotros en el ejercicio periodístico tenemos que estar conectados con la realidad inmediata y hacer de eso realmente un espejo sin manipulaciones.

Lo otro te desgasta y pierdes mucho tiempo valioso en tratar de contestar lo que otros llevan planeando años porque tienen una construcción y tienen sus medios para imponerlo. Y ese relato es el que al final logra entrar en sus televisores, aquellas imágenes de La Carlota el 30 de abril de 2019, esas imágenes de Libia, esas imágenes de la situación con los rehenes colombianos por las FARC, esos hitos periodísticos de TeleSUR lo único que confirman es que tienes que confiar en esa conexión que tienes con la gente y con la calle.

(Gustavo Borges Revilla / Misión Verdad)


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