Hay muchos mitos sobre el sector privado en Venezuela, el más conocido es aquel que se refiere a su incuestionable eficiencia. Son parte de esta mitología las siguientes frases: “a diferencia del sector público que es ineficiente y corrupto, el privado es la única garantía de desarrollo” o “el único que podría sacarnos de esta crisis es el sector privado, y si es extranjero, grande y trasnacional mejor todavía” o “la única manera de superar la pobreza es con la inversión privada extranjera”. En Venezuela, el mito más popular de estos tiempos es el que se resume en la siguiente frase, la cual es repetida incansablemente por neoliberales: “la culpa de la actual crisis económica es de la revolución bolivariana que desmanteló al sector privado con expropiaciones y controles”.
Creo que nada bueno cabe esperar de este recambio. Se aventó el riesgo mayor y nada más. En el 2008 y comienzos del 2009 la progresía europea y latinoamericana sucumbió a la “Obamamanía” y pensó, en un alarde de ingenuidad, que un presidente afroamericano obraría el milagro de transformar la naturaleza del imperio y convertirlo en el demiurgo de la paz eterna ambicionada por Immanuel Kant
«Barack Obama gobernó durante ocho años y no hubo ningún cambio significativo. En Estados Unidos siguieron expulsando latinos, discriminando a los negros, siguió creciendo la pobreza», ha dicho Maduro, aunque matiza que sí hubo «pequeñas reformas».
«En el mundo todo siguió igual. Golpes de Estados en Paraguay, en Honduras, en Brasil, durante el Gobierno de Barack Obama. No se nos olvida, decreto contra Venezuela, amenazando con una invasión. No nos llamemos a engaño», ha recordado Maduro durante su comparecencia dominical para la televisión pública del país.
Lo que parece claro, hasta la fecha, es que en el presente Venezuela sigue resistiendo a un imperio en decadencia que tiene en la Revolución Bolivariana un escollo inexpugnable
Adictos a la mentira. Corresponsales a sueldo, sin escrúpulos, programados para crear un imaginario de caos, violencia y muerte en Venezuela, esa es la estrategia del Grupo Prisa. En el ámbito doméstico, mantiene la versión progresista. El consejo de administración nombra directora de El País a Soledad Gallego-Díaz, la cara amable de la socialdemocracia radical. Su relación con Pedro Sánchez y Podemos es fluida, así lima asperezas.
Pero cuando se trata de informar sobre Venezuela, son periodistas expertos en manipular, dar noticias sesgadas y publicar material gráfico apócrifo. Hablan de crisis humanitaria y dan voz a quienes llaman al golpe de Estado. Bajo el título Venezuela enfrenta dos virus, el lunes 6 de abril y firmada por Leopoldo López, en tanto coordinador del Centro de Gobierno de Juan Guaidó, se publica una columna de opinión. Recuérdese que López fue juzgado por participar en el frustrado golpe de abril de 2002 y reincidir el 30 de abril de 2019, en su poder armas de grueso calibre y un plan para atacar el palacio presidencial. En titulares, sin enlaces para corroborar sus datos apunta: “no hay batas, gorros, guantes, mascarillas, provisiones de alcohol, jabón y demás artículos… no hay medicamentos, desinfectantes… el único recurso la voluntad de los trabajadores de la salud… sólo existen 84 respiradores en el sector público… menos de 7 por ciento dispone de agua potable constante, 18 por ciento no la recibe nunca… menos de 10 por ciento recibe servicio eléctrico constante y 6 por ciento tienen garantizado elementos para vivir… y menos de 1 por ciento tienen acceso al combustible…” En su columna, ninguna alusión a las acciones de sabotajes, estrangulamiento o sanciones de EU que condenan a la población venezolana.
Enredado en su delirio de fortalecer aún más la supremacía militar de Estados Unidos, violando todas las leyes internacionales, desconociendo los derechos de los países del mundo, y la pandemia económica que estaba enfrentando el capitalismo moribundo, el presidente de EE.UU se ha convertido en el mayor peligro que enfrenta la humanidad y el pueblo norteamericano.
Había una vez una economía monoproductora que solo producía petróleo, el resto de los bienes era, y sigue siendo, importado, incluyendo los alimentos. Allí nadie trabaja, para qué, si todos viven de la renta petrolera. Todos, absolutamente todos, son unos vagos y unos flojos. Es la razón por la que se encuentran sumidos en la pobreza y el subdesarrollo.
Afortunadamente hay un grupo de grandes empresarios privados, la mayoría de ellos extranjeros, que desde inicios del siglo pasado han apostado al país. Se pierde de vista la cantidad de capitales que han llevado e invertido. Si no fuese por ellos no habría que comer, porque el Estado, a todas estas, es extremadamente ineficiente.
Estos, como muchos otros, son algunos de los cuentos que durante décadas nos han echado acerca de la economía venezolana y de nosotros los venezolanos. Forman parte de nuestra cultura popular. Los repetimos a diario. No son relatos inocentes.
Tienen una intencionalidad: buscan desdibujar la realidad económica en el imaginario del pueblo venezolano para encubrir y, sobre todo, justificar el principal e histórico negocio de la burguesía nacional y transnacional: la apropiación de la “renta petrolera”, además de desmoralizarnos como pueblo.
Otros cuentos más recientes, como por ejemplo el supuesto fracaso del modelo socialista de la Revolución Bolivariana, pretenden encubrir con teorías neoliberales y monetaristas los planes, acciones y agresiones enmarcadas en una guerra no convencional y multidimensional del imperialismo estadounidense contra el pueblo venezolano.
Nos dimos a la tarea de desmontar, con datos estadísticos y análisis económicos, las falacias que durante décadas nos han contado. En un libro que titulamos “La economía venezolana. Cuentos y verdades” rescribimos la otra versión de las historias
En esta entrevista, la autora del libro, Arantxa Tirado, habla sobre las motivaciones para escribir sobre el país suramericano y sobre las falsas informaciones que predominan en los medios sobre la situación venezolana.
En las páginas iniciales del libro ‘Venezuela. Más allá de mentiras y mitos’, escrito por la politóloga Arantxa Tirado, surge una pregunta clave: ¿por qué es necesario un libro sobre un país sobre el que hay información continua?
La respuesta, paradójicamente, es precisamente por eso, porque entre «la avalancha de noticias» hay poca información y existe «una distancia abismal» entre «lo que se nos cuenta del país suramericano y lo que en realidad se vive ahí», escribe la autora en la introducción.
Tirado, quien también es doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha estado relacionada con Venezuela desde hace casi 20 años. En la Feria Internacional de Libro pasada, realizada en Caracas, presentó este título de Ediciones Akal.
La visita de Juan Guaidó a España, el autoproclamado presidente interino de Venezuela (en un mitin), luego autocorregido a presidente encargado (¿?) ha servido para dejar en evidencia a la derecha en su triple versión y también a la izquierda complaciente.
Que la Unión Europea es una institución creada para que los mercaderes y el gran capital lucre a expensas de las grandes mayorías (de aquí y de allá), es una verdad demostrable. Que en los años que lleva de funcionamiento siempre la ha gobernado la derecha en cualquiera de sus acepciones (liberales, conservadores, democrata-cristianos, socialdemócratas, extrema derecha, nacionalistas de derecha, etc), también. Solo así puede entenderse que el gobierno legítimo de Venezuela sea sancionado por combatir el golpismo impulsado desde EE.UU y la propia U.E