Paisaje después de la derrota. Hacia la reconfiguración de nuestro esquema conceptual y operativo (y IV)
Miércoles 6 de agosto de 2014 por CEPRID
5.- VOLVER A EMPEZAR NO ES VOLVER ATRÁS Pero tú sabes: Donde termina el reino de la mercancía comienza la vida (Jorge Riechmann)
Hacia la construcción de sujeto político revolucionario nuevo
¿Hay posibilidades, entonces, de plantear instancias de trasformación radical de lo existente, de pensar el conflicto y la rebelión? Desde luego, únicamente si la política restablece su primacía, y con la condición de que la organización, el poder, la voluntad colectiva, vuelvan a gobernar sobre los cascotes de la metrópolis, de la ciudad productiva
La necesidad de un “sujeto político” nuevo no es una extremización política o lingüística. No podemos seguir en la senda de la miniaturización y de la dispersión, al contrario, es el momento de que las diversas propuestas confluyan en un ejercicio de coherencia donde las opciones se complementen y refuercen.
Resistir al miedo y aprender a golpear juntos es pues el actual sine qua non. Hay que conseguir hacerlo pasando a la ofensiva, acometiendo por “arriba” y por “abajo”, y esto nos pone por delante una ingente tarea de reconstrucción de la capacidad de militancia, de formar(nos), disciplinar(nos) y de crear complicidades. Como apostillaba el gran Lukács (Lukács, 1925), la relación entre "conciencia atribuida" y la empírica se percibe como un proceso dialéctico en el cual la clase, asistida por su vanguardia, se eleva a una conciencia inclusiva (zugerechnetes Bewustsein) por medio de su propia experiencia de lucha. Es decir, desde un punto de vista dialéctico, el proceso histórico "no es ni evolucionista ni orgánico", sino que es contradictorio; se desarrolla espasmódicamente en avances y retrocesos”. Rosa Luxemburgo percibía muy correctamente que “la organización es un producto de la lucha”. Solamente sobreestimó el carácter orgánico de este proceso.
Además, “Nada excluye que, cuando vean seriamente amenazados sus privilegios, las oligarquías acaben saltándose las pocas reglas del juego democrático que aún siguen aplicándose y recurran, como tantas otras veces, a la dictadura pura y simple. Es más, resulta altamente probable que así sea. Razón de más para que tengamos preparado y funcionando el maquis antes de que lleguen los nazis…” (Allosonati, 2011) Superar la impotencia significará, de forma inevitable, ir consiguiendo la capacidad de autodefensa y de imposición de la justicia popular.
Sin embargo, nos limitaremos, en este trabajo, a plantear algunos criterios de trabajo referidos a lo que antaño se denominaba “línea de masas”.
Por su mismo origen, tan vinculada a años de lucha en diferentes especificidades, coordinaciones, plataformas, frentes y “mareas”, este nuevo sujeto político deberá más bien moverse hacia una organización en red. Es decir con la capacidad de conseguir que realidades diversas se conecten, dialoguen y actúen de común acuerdo. En el liderazgo será fundamental la capacidad de persuasión y traducción, la habilidad de “hilvanar”, “coser” y garantizar complicidades, superando de una vez también las ataduras patriarcales.
Se hace indispensable la apertura y la creación de formas organizativas potentes e incluyentes, puesto que según nuestro ideario en la política hay espacio tendencialmente para todas y todos. A lo largo de este texto hemos intentado expresar que la participación no puede reducirse a una mera subordinación o a una simple afiliación. Un grupo cada vez más amplio de trabajadores y trabajadoras, ciudadanos (hombres y mujeres) cualificados, informados y activos, tendrán que asumir la responsabilidad de recitar la poesía pública, para utilizar la frase del poeta norteamericano Walt Whitman.
Ahora bien, unas de las primeras batallas a vencer mediante la persuasión, los argumentos y la demostración práctica, será aquella contra el rechazo (casi odio) a estar organizados. Se trata de un ideologismo reaccionario que ha calado en profundidad en los embriones de movimiento social español, resultante de un peligroso cocktail entre anarquismo ibérico mal digerido, individualismo burgués y personalismo cristiano. (Evidentemente, será interés de todo infiltrado en nuestro seno exasperarlo al máximo).
Hace falta militancia, compromiso y organización: “El hecho de “militar” combina racionalidad y sentimiento, comprensión y pasión (dejamos de lado las patologías y la fe… que constan también como los ingredientes malsanos de nuestra labor). La combinación de comprensión y pasión es diferente en cada persona. Para algunas la militancia es lo más importante, para otras solo algo más…y en medio, todas las combinaciones posibles. Una combinación de máximos de comprensión y pasión genera “cuadros” y “dirigentes”…pero caben todas las combinaciones posibles: todo el mundo es necesario.” (Puig, 2013).
Habrá pues que aprovechar de forma novedosa las inmensas contradicciones que se están dando entre democracia representativa y democracia participativa, sin regalar nada al enemigo, entrando también por esos resquicios que nos deja, por ejemplo, el artículo 11 del Tratado de Lisboa y la directiva 211/2001, único islote potencialmente democrático en un océano de derecho comunitario market oriented. No aprovecharlo sería suicida, aún sabiendo de la escasa comunicación y difusión de la CEI (ECI por sus siglas en inglés: The European Citizens’ Initiative) y las dificultades que todas las iniciativas (excepto una, la del derecho básico al agua) están teniendo para recoger firmas y otras trabas político-administrativas que demuestran que la Iniciativa Ciudadana Europea está lejos de haber alcanzado en su primeros pasos una velocidad de crucero significativa. Dentro del Estado español, experiencias como la de la Iniciativa Legislativa Popular contra los desahucios sabemos que pueden conseguir que millones de personas se den cuenta, de repente, de que “el emperador está desnudo”. Y al mismo tiempo es muy útil dejar muy en claro quien apoya los intereses de quien.
Nuestra tarea práctica tiene que estar volcada en frenar lo más posible la fuga decisional hacia “arriba”, hacia lo “inexplicable” y lo abstracto. Hay que alimentar los procesos opuestos, los que destituyan, des construyan, cedan, descentralicen, bajen, distribuyan, feminicen y difundan poder. Privilegiando la dimensión territorial local (no el “localismo”) expandiendo todos esos espacios en los cuales el gobierno, el poder de decidir y la ciudadanía estén próximos el uno al otro.
Municipios, barrios, pero no sólo.
En estos años, ha aparecido una demanda social explicita de ruptura que pone en su centro una nueva percepción del espacio público* , que ya no puede ser reducido ni a la actividad cada vez más degradada de los grandes partidos políticos ni a los códigos de por si privatizadores del “mercado”. Entre las ciudadanas y ciudadanos se ha ido acrecentando el deseo de volver a apoderarse de lo que es común, no solo en lo referido a bienes, sino también a procesos.
Frente a los nuevos fenómenos de neo feudalismo capitalista, habrá que tener la capacidad de ir más allá de lo local, dimensión como hemos reiterado, necesaria pero, evidentemente no suficiente, y apostar por formas adecuadas de glocalización. Con la crisis el escenario se ha modificado drásticamente y se ha hecho mucho más urgente una nueva recomposición de fuerza, en perspectiva un nuevo bloque social antimonopolista y antioligopolista, al que un nuevo sujeto político compartido podrá dotar de un impulso hasta hoy inexistente. En este sentido, no nos queda más que valorar como inútil la re proposición sectaria de los residuos ideológicos neo socialdemócratas, neo estalinistas o neo trotskistas. Esas estructuras organizativas, en la mayoría de las veces fantasmales y empecinadas en lógicas minoritarias y nostálgicas, han demostrado en largas décadas ser meras rémoras para cualquier práctica política ofensiva consecuente y a la vez, en su pelea ridícula para el control del miserable mercado político antineoliberalista realmente existente, fuente de todos los sectarismos posibles.
Tampoco parece tener más utilidad el llamado movimiento autónomo, los sedimentos importados del “obrerismo” de Antonio Negri y algún secuaz suyo que, tras acuñar la categoría de “obrero social" (que, hay que reconocer, rompió cierta esclerosis y aportó cierta “ vitalidad" en términos de movimiento de contestación contracultural), se ha metido en un camino que ha conducido a la aceptación acrítica de casi todas las ideologías postindustriales a partir de los ’80: desde las utopías tecnológicas, a la idea del "fine del trabajo", a aquella de la "sociedad inmaterial". El obrerismo naufraga en el perseguir de nuevos léxicos y viejas consignas, súcubo de las modas culturales y, a través de estas, de las peores políticas neoliberales.
Al subjetivismo negrista le gustan, en general, las palabras que alimentan nuevos mitos y que vienen siendo usadas para imaginar futuros subjetos antagonistas puros que sucedan al "obrero profesional", al ’"obrero masa", a su mismo "obrero social" que – ¡ay de nosotras!– nunca se ha manifestado. Como tampoco han tenido el buen gusto de existir los "Immaterial Workers of the World" que deberían de haber fundado un nuevo "sindicalismo revolucionario" y transformado los "centros sociales" en "cámaras del trabajo postfordistas". En esta fuga onírica, Negri se sitúa una vez más en primera línea: se casa con la globalización, con el proyecto europeo, con el federalismo con formulaciones cada vez más delirantes ("federalismo nomáda" como "programa de los proletarios europeos" para la "re apropriación proletaria de espacios administrativos"), etc.
Lo más aconsejable es que sus militantes más inteligentes y que conserven todavía algún equilibrio psicológico (los/as hay) se disuelvan en las nuevas estructuras anticapitalistas y revolucionarias que se vayan creando en el movimiento, aportando allí libremente y “gratuita y humildemente” sus conocimientos y experiencias. Pretendemos para nosotras, y aconsejamos al prójimo, ser revolucionari@s y animamos a “conocer y usar con la mayor honestidad y rigor la historia de todos los combates por la emancipación humana, situarlos en sus contextos históricos y participar en la búsqueda colectiva de análisis para la transformación” (Puig, 2013).
Como consideración general, parafraseando a Marta Harnecker más de cuarenta años después, creemos firmemente que no bastan las citas célebres, se necesita una aplicación creadora de un punto de vista materialista. En fin, y sin in ánimo de ofender,…creemos que interrogarse sobre el futuro del capitalismo en clave de destino (como sustancialmente hacen todavía los agitadores de fantasiosas “multitudes en movimiento”) no lleva muy lejos; y tenga, al contrario, mucho más sentido procurar entender en profundidad los mecanismos, los conflictos, los procesos que operan en el curso de enormes transformaciones hegemónicas como la que estamos viviendo.
En este sentido el sujeto colectivo de la transformación, “revolucionario”, no es aquel que únicamente se quiere libre, sino el que ve su libertad en la negación del mecanismo capitalista y se forja en dicha lucha. Para organizar este sujeto (que tampoco esta vez, como no lo ha sido jamás en la historia, será en estado “puro”), habrá que identificar la figura y la consistencia de los sectores lesionados en las diferentes fronteras en las que se sitúa hoy la acumulación de capital. Hemos visto que para ensanchar la política y hacerla más incluyente y radical, además de la lucha contra la explotación laboral, la lucha por los bienes comunes y democracia real pueden ser líneas de trabajo fundamentales. Estas implican cierta ruptura (incluso de paradigma), y sin embargo son ineludibles si se pretenden resolver seriamente las cuestiones del mercado y de la crisis de los procedimientos democráticos.
Nuestros movimientos y grupos de iniciativa locales “autosostenibles” deben de asumir, y ya asumen, su propia praxis, ejerciendo su necesaria autoconciencia y autoorganización. Deben aprender a diseñar, es costoso pero están en ello, sus tácticas y estrategias a partir de unas dinámicas específicas y de las relaciones de fuerza concretas. Desde la autonomía de su conciencia, teoría y práctica, tendrán que dar sus propios pasos hacia la esfera de la politización “global” anticapitalista. Solo así se podrá dejar el minoritarismo, se podrá volver a hablar a la mayoría de la gente, reconstruir la confianza y la solidaridad con quienes no tienen no solo trabajo o vivienda sino ni voz ni historia. Con quienes han sido convertidos en “objetos”, en target group de hipermercados o Tele5, en marginados solitarios o en seres abducidos por el Whatsapp.
Solo así tendremos las condiciones decisivas para recuperar la capacidad de proyecto y de expansión-generalización. Solo así podremos, tal vez, acumular fuerzas y garantizar un horizonte estratégico a nuestras propuestas socio-políticas.
La apuesta es conseguir la creación de instituciones sociales en las que se unan solidaridad social, eficiencia económica, empoderamiento político y el uso sostenible de los recursos. Instituciones que, ademas, nos ayuden a defendernos de la actual rapiña de la dictadura financiera. Tenemos un problema mundial. Y no es la crisis, o las crisis: el problema es el sistema socio-político-económico capitalista. En el plano internacional, es la humanidad en su conjunto la que debe comprometerse seriamente en la construcción de una alternativa si las luchas de los países de otros contextos y de los países emergentes van reduciendo las rentas imperialistas y debilitan las posiciones de los oligopolios de los antaño países del Norte, el desafío en nuestros países es entonces que la opinión general no se limite a encerrarse en la defensa de “sus” relativos privilegios a costa de los demás pueblos o países: esta es otra de las tareas de unas organizaciones solidarias por fin adultas y conscientes de su nuevo papel.
La geopolítica también vuelve a escena por la renacionalización de la política mundial. El sueño de un concierto de grandes potencias o de un órgano liberal que gobernara el mundo sobre la base de un mandato democrático no se ha hecho realidad. Los temores por la futura omnipotencia de las corporaciones internacionales también tendrán que matizarse. Estas y los círculos relacionados con las mismas son muy influyentes, sin duda, pero en muchas partes empiezan a verse obligadas a ceder ante los Estados y ante las políticas de sesgo nacional.
Si se mira en serio, “el auge de Asia representa el auge de los Estados-nación fundados sobre la soberanía y los valores de la política exterior tradicional. Por otra parte, el retorno de la geopolítica es resultado de la desaparición de la hegemonía bipolar de la Guerra Fría y de la década unipolar de 1990. Las relaciones de antaño eran injustas, pero impusieron un marco externo de comportamiento y congeló conflictos, incluidos los territoriales, que ahora resurgen”. (Karaganov, 2013). Para las que seguimos valorando (de forma laica) la inmensa contribución de Karl Marx al desvelamiento de los mecanismos materiales de la explotación y opresión capitalista, permanece como razonablemente verdadera su intuición de que, en última instancia, es en los puntos más altos de la producción capitalista donde pueden alumbrarse oposiciones revolucionarias realmente inter modales. Más a medio alcance, tiene que ser nuestra “otra” política la que tenga la capacidad de construir este trozo de agenda popular, que podrá (o no…) transformarse en un momento de conexión entre dos circuitos políticos, si el circuito “oficial”, o al menos algunos de los partidos que lo conforman, se dieran cuenta de que se está jugando un partido decisivo.
Habrá que temblar y luchar, que pensar corriendo. En tiempos revolucionarios, es necesario entender donde se va rompiendo la falla y plantear propuestas de ruptura de parecido alcance. No necesitamos de medias occurrencias, viejos apoltronados, politiqueros machistas y vacilantes. Ese tiempo ha caducado.
* Llegadas a este punto no podemos dejar de hacer una breve alusión al fetichismo informático y a la virtualfilia: ante la euforia por el potencial de Internet y las redes sociales virtuales para explicar el desarrollo de movilizaciones y revueltas, nosotras recordamos que los vínculos necesarios para hacer las revoluciones no se dan a través de medios y plataformas sociales virtuales, sino más bien a través de vínculos comunitarios (Nachawati, 2011). Las redes sociales virtuales son instrumentos, herramientas muy potentes y que están amplificando las capacidades, los alcances y las posibilidades de comunicación durante las movilizaciones, pero también están disponibles, con todo su potencial, para la represión de las movilizaciones. (Revilla y Hovanyi, 2013). Sin ser exhaustivas, pues es un tema sobre el que se podría escribir otro artículo, otro aspecto crucial al analizar el potencial de Internet es la constatación de que en la actualidad (con las excepciones de múltiples iniciativas de cyberactivistas de pequeño y mediano alcance y de los servidores antagonistas, como nodo50.org que pronto cumplirá veinte años) el uso masivo de las redes sociales es propiedad de grandes corporaciones que cotizan en bolsa y a las que cedemos nuestros datos a cambio de la “gratuidad” de las redes, cuyo uso está arbitrado por “sus normas de seguridad” y de facto pretende conformar y heterodirigir nuestras propias formas de sociabilidad.
** Equipo Kollontai está formado por militantes de diferente género, nacionalidad, edad, recorrido organizativo y formación.
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