CEPRID

Paisaje después de la derrota. Hacia la reconfiguración de nuestro esquema conceptual y operativo (III)

Equipo Kollontai CEPRID

Viernes 4 de julio de 2014 por CEPRID

Equipo Kollontai CEPRID

4.- POR UN COMUNITARISMO (COMUNISMO…) UNIVERSALISTA Y NO ORGANICISTA

Elogio de lo comunitario y recuperación del vinculo social

“Se desmorona un sistema que no fue la invención de gente o de gobiernos corruptos, eso es muy simplista como explicación, se requiere una más profunda y estructural. Una manera breve de decirlo es que se tendió a la financiarización de todo. Va con el capitalismo transformar todo en algo que se pueda vender; pero financiarizar, transformar todo en un derivado… Su pensión ya no es simplemente dinero que se guarda; está titulizada y financiarizada.[…] Manifestarse y ocupar es importante, pero hay que hacer nuestra ciudadanía, nuestra economía. Me gusta la palabra “make” en inglés por ese significado de hacer algo material. No basta con que uno pague sus impuestos y consuma los beneficios de ser ciudadano”. (Saskia Sassen)

En la formación social de los “Capitales sin Fronteras”, en su delirante dialéctica lleno-vacío, opulencia-escasez, se confunden constantemente mercancías y bienes. Las mercancías son objetos o servicios que se compran; los bienes se corresponden con una necesidad. Hay mercancia que no son bienes (cada vez más...) y bienes que no son mercancias (ni deberían haberlo sido o serlo nunca).

La “liberación” de los bienes de ese carácter de mercancias es parte de la tarea que nos espera en los años venideros. Habrá que hacerlo también con el trabajo. Conseguirlo significará de forma simultanea que habremos podido reconstruir un sistema de necesidades menos delirante y más consensuado social e internacionalmente.

La revalorización de los bienes comunes como forma de disfrute compartida del territorio y de los servicios es pues sólo un aspecto del proceso necesario: también muchos de los bienes de consumo que parecen “irreductiblemente” individuales como la alimentación, la vestimenta o la vivienda constituyen ámbitos privilegiados del intento de recomponer la solidaridad y de una vida rica en vínculos sociales.

Llegadas a este punto, la pregunta que surge es: ¿Qué relación ocurre entonces entre el conflicto social que se basa en la movilización para conseguir una mayor cooperación social e internacional y los bienes comunes y la lucha de clase entre trabajo y capital?

En la guerra contra los trabajadores/as desatada por el capital financiero, comercial e industrial, éste tiene en sus manos gracias a la lamada globalización, además de las formas tradicionales de explotación de la fuerza de trabajo, el arma de las deslocalizaciones: para poder cortar a los proletarios la hierba bajo los piés (o las mismas piernas...) en cualquier momento o cualquier lugar. Por esta razón, es dificil imaginar que los trabajadores de todo el mundo puedan reconstituir conexiones, organizaciones o redes suficientemente extendidas para oponerse al mismo nivel a este ataque global.

Hace tiempo que las luchas de trabajadores y trabajadoras tienen en escasas ocasiones unas dimensiones nacionales, tanto en las empresas como en los sectores, y nunca trasnacionales. Por cierto...habría que preguntarse a que se han dedicado en los últimos 25 años las principales centrales sindicales. Incluso cuando sus protestas tienen éxito, dificilmente consiguen resultados que vayan más allá de la parcial contención de la agresión contra las condiciones de trabajo, renta o vida. Esta carrera “a la baja”, que constituye la sustancia y el motor de la globalización ultraliberal, puede pararse unicamente sustrayendo el trabajo – a trozos, a jirones- al diktat de una competición sin límites. Es decir, mediante una serie de procesos de socialización y conversión ecológica y “humana” del sistema productivo que subraye la centralidad, además que de la supervivencia del planeta, de unas producciones orientadas a la satisfacción de necesidades básicas y a la mejora de las formas de convivencia de las comunidades de referencia: una vez más los bienes comunes. Por esta razón creemos que el conflicto social para los bienes comunes constituye el soporte y el reto indispensable también para retomar la iniciativa en la lucha contra la explotación laboral.

La tozuda realidad de estos años ha puesto en evidencia muchas de las tonterías de la izquierda postmoderna y las fabulaciones sobre la presunta muerte de la clase obrera o la sociedad de la información. Si nos permitís la brutalidad de la cita: “El debate no es si la clase obrera está representada por un obrero de mono azul o una reponedora. La clase obrera no es ni ha sido nunca un ente inamovible ajeno a las mutaciones del capitalismo. La clase obrera se ha ido transformando al compás de las propias transformaciones capitalistas y por tanto, obviamente, su representación varía en función de muchos factores: histórico, geográfico, cultural, etc. Mientras sigáis pensando que la clase obrera es únicamente un tipo con mono azul que fuma ducados, seguiremos nadando en ese mar de incertidumbre y relativismo que tanto parece gustaros a los postmodernos. El problema es que cierta izquierda, erróneamente a mi juicio, ha convertido fordismo y clase obrera en un binomio indisoluble. Craso error: la clase obrera existía antes del fordismo, existe en el postfordismo y existirá mientras haya un cabrón repartiendo sobres de dinero en cuentas B. De hecho ni Marx ni Engels (unos tipos que sabían algo de la clase obrera) conocieron el fordismo”. (Nega, 2013)

Hemos hablado de forma reiterada de una vuelta a “lo local”, de la defensa de lo bienes comunes y, podría parecer, que nos referimos a una mera protección del propio “patio” o a una nueva forma de localismo autarquico. Sin embargo el “patio” que concebimos es de grandes dimensiones: a veces, como en el caso del agua, de la biodiversidad, de la atmosfera o de la necesaria cooperación internacional, de dimensiones planetarias. Otras de dimensión nacional, como las luchas para la salvaguarda de los sistema de salud o educativo. Además, las razones de los que luchan para defenderlo son ya mucho más serias, documentadas y mas profundas que las de sus adversarios, cuyo argumentario es contradictorio, masoquista y, sobre todo, superficial. “Primacía de los mercados”; “defensa de Occidente”; “apoyo a la castigada clase media”; “austeridad para un nuevo crecimiento”; “lo impone Europa”; “reformar las pensiones para hacerlas sostenibles”, etc... Son pseudoargumentos que sirven sobre todo para enmascarar intereses y acuerdos especulativos inconfesables. Será fundamental también llegar a una redefinición válida y manejable de Internacionalismo. En nuestra concepción, supone una relación “entre naciones diferentes e iguales” y no ciertamente la negación de la identidad nacional, contrariamente a lo que considera el tópico del estamento semiculto politicamente correcto de “izquierda”. Y esto tiene que ser válido a partir de nuestro propio Estado...

Liberación nacional y liberación social, pues. Dos elementos que no tienen porque ser opuestos, sino que deben ser absolutamente complementarios. Sin el elemento social, que prevee el conflicto (externo e interno), en efecto, las instancias emancipadoras de una lucha por la indipendencia y la soberanía nacional se arriesgarían a desembocar en la xenofobia, en el racismo y en el nacionalismo. Así, lo que podría ser un instrumento de liberación de los pueblos de la opresión capitalista y del mercado mundial se trasformaría en un medio utilizado por los dominantes para integrar la nación dentro de los mismos mecanismos de opresión y discriminación.

Es indispensable, pues, integrar y hacer interactuar los dos planos (la cuestión nacional y la cuestión social). Para conseguirlo es, sin embargo, importante redefinir el concepto de Clase que, gracias a la cuestión nacional, sepa adaptarse a la mutación de las realidades sociales. “Por una suerte de lógica interna impecable, todos los particularismos, del tipo que sean, se consideran incompatibles con la lógica del sistema capitalista, o como mínimo un obstaculo para su funcionamiento óptimo. Por consiguiente, en el seno del sistema capitalista es imperativo proclamar una ideología universalista [bien diferente dal concetto filosofico de “universalismo” – n.d.r.] e introducirla en la realidad como un elemento fundamental en la incesante persecución de la acumulación de capital. Así, decimos que las relaciones sociales capitalistas son una forma de “disolvente universal” que lo reduce todo a una forma de mercancía homogénea cuyo único criterio de valoración es el dinero”. ( Balibar, Wallenstein, 1991)

La democracia desde abajo y el espacio público que se va desarrollando en contextos en conflicto como los mencionados o en otros, se basan y estan corroborados por un riguroso conocimiento de los problemas, de los costes y de los beneficios de las soluciones propuestas; se caracterizan por la confianza reciproca en sus propias fuerzas y tienen soporte en una amplia variedad de saberes técnicos y de gestión socializados en el territorio y diseminados en la ciudadanía (14). En este sentido, las nuevas formas de participación –o las nuevas reivindicaciones a conseguir de forma participada- son inseparables del “bien común” del conocimiento.

También son de interés los multiples analisis filosoficos que vuelven a florecer sobre Comunitarismo, sobre todo los que pretenden “re posicionarlo” metapolíticamente frente a las urgencias actuales. Los más interesantes son las reflexiones referidas a sus fundamentos filosoficos profundos, las que nos remiten a los clásicos: Aristoteles, Hegel, Marx.

El rechazo de la dicotomia Comunidad/Sociedad impuesto por el Positivismo a partir de Ferdinand Tönnies, nos parece clave: la sociedad necesita de la comunidad y la comunidad de la sociedad. Más aún, sin una comunidad prepolítica no es posible ninguna sociedad. Esto nos lleva a recordar que es función de la política entonces facilitar la comunicación entre esas dos realidades. ¿De qué manera? Reforzando los pilares de ese puente natural, ya existente, como enseñaba Aristóteles, entre comunidad y sociedad: entre ser y deber ser. ¿Cómo?: apuntando al sincero y estable reconocimiento del Otro. No sólo como miembro de la misma comunidad de lengua y nación (el ser social), sino como miembro de una comunidad lo más amplia posible, incluso mundial (el deber ser social). Es así como se conjugan democracia, dialogo y respeto de las diversidades (religiosas, políticas, culturales), en un marco universalista. Y en este sentido Marx es también un pensador comunitarista, probablemente el máximo comunitarista, puesto que recibe el pensamiento de Aristoteles (el ser humano como ser social) y de Hegel (el ser humano como resultado de una ética comunitaria) traduciendolos en el “Comunismo” como máxima forma de comunitarismo: una realidad donde finalmente convergen sociabilidad y ética (ser y deber ser), como efectos de una creciente puesta en común (por decirlo de alguna manera) de sueños y necesidades. Los primeros vinculados a la creatividad humana, las segundas a sus condiciones materiales y fisiológicas.

Nos interesa que un “elogio del comunitarismo” sea sobre todo un elogio al ser humano creativo, libre y solidario, como entitas coesencial a cualquier proyecto comunitario. Se trata de una verdad, o mejor, de una idea reguladora centenaria, para no olvidarla nunca.

Lógica Glocalizadora, convergencia y nuevo sujeto político “Lo que está en juego, en otras palabras, es poder pensar desde fuera de la utopía y de la ideología, las posibilidades de una praxis de trasformación. Hoy, cuando el capitalismo se presenta más que nunca como ineludible "jaula de acero”. (Maria Turchetto)

Sin embargo, en la lógica del presente texto se nos hace prioritario “utilizar” a otro autor, Roland Robertson, (algunas de cuyas ideas han sido recogidas por Ulrich Beck, entre otros) a la hora de intentar esquematizar la respuesta a las preguntas clave de hoy en día que resumiremos en las siguientes formulaciones: ¿El cambio global comporta una creciente homogeneidad o una creciente heterogeneidad, o una mezcla de ambas? En realidad, los interrogantes están estrechamente conexionados, en cuanto a que la heterogeneidad sería intrinseca a la prevalencia de lo local y la homogeneización al predominio de lo global (Robertson, 2001). Dando por descontado que existe siempre una mezcla entre local y global y entre heterogeneidad y homogeneidad, enuncia el concepto “Glocalización”, que subraya la integración entre lo global y lo local. A pesar de ser un concepto integrador, y que el autor mira sin duda a ambos aspectos del continuum glocal-global y homogeneización-heterogeneización, su análisis apunta a recalcar la importancia de lo glocal y la existencia de la heterogeneidad.

Pensando en la naturaleza de los procesos trasnacionales, podemos definir la glocalización como la interpenetración entre global y local que da resultados únicos en areas geográficas diferentes. George Ritzer, acuña entonces el segundo concepto de Grobalización, como integración necesaria del primero. Grobalización hace referencia a las ambiciones imperialistas de estados, multinacionales, organizaciones supranacionales y otros agentes y de su voluntad o, mejor, necesidad de imponerse en diferentes areas geográficas (Ritzer, 2004).

Su principal interés es el crecimiento (growth, de allí grobalización) de su propio poder, influencia y, en en la mayoría de los casos, beneficio, a escala planetaria. Esto implica diferentes sub-procesos, tres de los cuales -capitalismo, americanización y mcdonaldización- constituyen fuerzas motoras decisivas de la grobalización y fenomenos de gran relevancia para la difusión mundial de la “nada”. Esta “nada” adquiere importancia capital en nuestro interesante autor, y suele exhibirse y venderse en “no lugares”, como podrían ser los grandes centros comerciales iguales en todo el mundo, la shopping areas de los aeropuertos internacionales o las gasolineras de las autopistas.

Ritzer mantiene que la grobalización tiene tendencia a acompañarse de la proliferación de la nada, mientras la glocalización aspira a vincularse a algo y por ende, al menos en parte (y conjuntamente con lo local) a contraponerse a la nada. Dicho en otras palabras: ciertos aspectos de la globalización (los relativos a la grobalización) favorecen la difusión de la nada, mientras otros, (los relativos a la glocalización) tiene tendencia a difundir “algo”.

En general, retomando a Robertson, los elementos esenciales de la glocalización serían:

1) El mundo se hace tendencialmente más pluralista. La teoría de la glocalización es extremadamente sensible a las diferencias entre y en el interior de las diversas areas del mundo. 2) Los individuos, grupos locales y comunidades tienen grandes capacidades para adaptarse, innovar y maniobrar en el interior de un mundo glocalizado. La teoría considera a los individuos y a los grupos actores importantes y creativos. 3) Los procesos sociales son relacionales y contingentes. La globalización provoca multiples reacciones –desde el atrincheramento nacionalista al abrazo cosmopolíta –que recaen sobre la grobalización, transformándola y produciendo glocalización. 4) Las mercancias y los medios de comunicación, escenario y fuerzas cruciales de la mutación cultural de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, no se consideran total y meramente coercitivas, sino fuentes de material para usar en la creación individual y colectiva en todas las areas glocalizadas del mundo.

Dos términos estrechamente conexos con la glocalización son la hibridación y la criollización.

El primero subraya las mezclas derivada de la combinación de dos o más elementos culturales o de zonas diversas del mundo (ejemplo: unas argentinas que escuchan rap asiatico tocado por un grupo latinoamericano en un local de Londres de propiedad de un saudí). El segundo, la criollización, que desde la mezcla de sangre se ha extendido a la idea de “criollización del lenguaje”, osea una combinación de lenguas con anterioridad incomprensibles la una para la otra.

Como ya hemos ampliamente demostrado en la primera parte del trabajo, el capitalismo es, de forma muy evidente, la fuerza que a lo largo de la historia más ha contribuido a la globalización, y, como Marx había comprendido perfectamente hace más de siglo y medio, sus empresas necesitan seguir expandiéndose sin cesar para no morir. Su funcionamiento es pues, también, la forma más virulenta, de la grobalización, sobre todo en los aspectos que podemos llamar Mcdonaldizació y Americanización, siendo esta última la fuerza que más contribuye a la proliferación de la “nada”.

Solo subrayar que se trata de tipos ideales. Es decir, no existen líneas de demarcación absolutamente clara entre ellos.

Si nos fijamos, hay que admitir que, al menos en cierta medida, existe una glocalización de la “nada” y una grobalización de “algo”. Sin embargo, cualesquiera sean las tensiones entre ellos, son mucho menos importantes que las que se dan entre la grobalización de “nada” y la glocalización de algo. Lo esencial es que es mucho más fácil glocalizar el “algo” que la “nada”; el desarrollo de la glocalización crea un ambiente favorable al desarrollo y a la proliferación del “algo”, que es fácil de glocalizar.

Esto tiene importantisimas consecuencias en el plano práctico: lo primero que tenemos que hacer es defender lo que queda del “algo” a nivel local, partiendo de la convicción de que gran parte del “algo”, al menos desde un punto de vista histórico, ha brotado desde lo local. A esto hay que sumar la idea de que lo local soporta el asalto de lo grobalizado. Por esta razón, lo más probable es que esta dimensión esté destruida, reducida a los minimos términos o...glocalizada. En cualquier caso, lo local, en su forma pura, está desapareciendo rapidamente.

La defensa de lo local que planteamos parte de la premisa de que es mucho más facil proteger lo que ya existe o lo que está naciendo, que recrear fenomenos desaparecidos. Cuando desaparece un fenómeno, se esfuma o desaparece también el interés hacia ello: el artesano (por ejemplo) o incluso la artista que ha creado un fenomeno local puede salir rapidamente de la escena o tener que pasar a otra actividad. El recuerdo de ese fenomeno se eclipsará de las mentes de los consumidores. Nacerán generaciones enteras desprovistas de un conocimiento directo de los fenomenos locales que antaño estaban considerados “algo”.

Partiendo de lo que está protegido y que se defiende, será posible expandir la producción de formas del “algo” ya existentes y producir nuevas. Hace falta defender, a la vez que crear, otros lugares, cosas, personas y servicios. Pretendemos, esto es, conjurar una ulterior erosión y promover la creación de nuevos lugares, cosas, personas y servicios que sean únicos y solos en su género, que tengan vinculaciones geográficas, que sean específicos del periodo, que comporten relaciones humanas y sean encantados (no recubierto de una falsa aura de encanto mágico, tal y como se logra que se consuma compulsivamente con la “nada”).

En segundo lugar, esto significará sostener aquellos lugares, cosas, personas y servicios que tienen un aura de permanencia, son locales, ofrecen a las personas una fuente de identidad y son auténticos. Para ir un pasito más allá de las generalizaciones, vamos a poner un ejemplo de organizaciones empeñadas de forma muy activa en la defensa de lo “local”. Se trata de los sectores más estructurados y conscientes del llamado “movimiento alimentario” o de defensa de la soberanía alimentaria que hacen frente a una de las alteraciones globales (grobales) más llamativas y recientes: el sector agroalimentario está adquiriendo una nueva centralidad en el sistema socioeconómico mundial que coincide con una intensificación del proceso de desregulación política y la entrada masiva en el mismo de nuevas corporaciones con un marcado interés especulativo, que consideran los alimentos básicos más que como fuente de vida, como nuevos mercados de futuro para la especulación mediante el eufemismo de derivados financieros.

Estos movimientos llevan adelantes prácticas reales que son también políticas, peleando en lo local pero coordinados y con iniciativas a la vez globales, para asegurar la existencia del “algo” en la esfera de la comida. El “algo”, en esa como en todas las esferas, tiene necesidad de organizaciones y de iniciativas si no quiere ser sumergido por un oceano de “nada”. No hay ninguna razón por la que no puedan nacer organizaciones globales analogas con el objetivo de apoyar “algo” y neutralizar los asaltos de la “nada” en los campos más diversos. Si la conservación y defensa de “algo” es importante, lo es más aún recordar que el movimiento alimentario no quiere ser considerado como el guardian de un museo, no pretende limitarse a conservar el pasado y el presente, sino que se preocupa sobre todo de crear futuro.

Para no morir deprimidas en la Gran Depresión del Capitalismo, para que su agonía no arrastre a todo en el abismo, es el momento de que todas las estructuras organizativas que vayamos construyendo se comprometan activamente en la creación de nuevas formas de “algo”, hecho que puede llevar a nuevas combinaciones entre cosas ya existentes o a la creación de situaciones, lugares, cosas, personas y servicios del todo novedosos. En la batallas de los bienes comunes pasará lo mismo. No es tarea facil, mas es de las escasas apuestas que merecen la pena.

Recientemente escribía Alberto Acosta que “«no hay alternativa alguna dentro del capitalismo. Son inviables opciones dignas en una civilización en esencia depredadora y explotadora que vive de sofocar a la vida y al mundo de la vida» (Bolívar Echeverría). La Humanidad, entonces, tiene que superar tal civilización, que además está en crisis. Y no se puede esperar que esta abra la puerta a los cambios; ellos deben ser construidos e impulsados como parte de una acción política preconcebida que se aproveche de la crisis del capitalismo. En ese sentido, es muy importante estar atentos a aquellos elementos que configuran la esencia civilizatoria de ese sistema, para no insistir en ellos y dar paso, dentro de él, a la construcción de una alternativa. La salida del capitalismo se cristalizará incluso arrastrando, inicialmente, algunas de sus taras propias”. (Acosta, 2013)

Notas (14) Se ha visto, en estos últimos años, nacer un nuevo tipo de ciudad, fenómenos de urbanismo de nuevo cuño que han estado en el centro de muchas reflexiones e investigaciones. Saskia Sassen, la gran socióloga holandesa afincada en Estados Unidos, escribió en el año 1991 el fundamental La ciudad global y muchos articulos posteriores sobre estas temáticas (muy útiles y en castellano: www.macba.cat/PDFs/saskia_sassen_manolo_laguillo_cas.pdf. Ver también Sassen, 2003).


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