Edición 1992, licencia No. 002357 del Ministerio de Gobierno. 

Quincena del 30 de Septiembre al 13 de Octubre de 1998. 

SUMARIO

Resumen VOZ 15 DÍAS  


Economia: 

Hechos & Cifras 

¿Son incompatibles las propuestas de las FARC con el proceso de globalización? 


Paginas editoriales: 

Enfoque: Guerrilla y neoliberalismo 
(por Alvaro Vásquez del Real) 

Editorial: ¿Es hora de reforma política? 
(por Omer Calderón) 

Mirador:El libro de Rangel 
(por Carlos A. Lozano Gillén.) 


Cartas 
Nacionales:

La Cumbre Social contra la Pobreza, por la Equidad y la Paz.

El despeje es inminente.

La convención del ELN.


Tema central: 

17 Congreso del Partido Comunista Colombiano.

Habla el secretario general del Partido Comunista Jaime Caycedo Turriago.

Saludos al 17 Congreso.

En Arauca.


Laborales: 

Convocado Paro Estatal Indefinido para las primeras semanas de octubre.

Contunden paro de 48 horas.

Urdanidia Amador Borges, de la FSM

El Concordato preventino de Dalhom.


Breves

 Derechos Humanos:

Procuraduría absuelve ex alcaldes de urabá, la revista Cambio los condena.


Ideología:

El hombre nuevo ese es Allende
(por Dauro Tótoro Daulis)


Regionales:

Desarrollo Comunitario.  
Tapetes rojos en Ciudad Bolívar.

Paramilitares en Antioquia.
A vuelo de la impunidad


Aniversario de la muerte de Neruda
Última página:

En libertad dirigentes populares de Viotá.

Ideología.

El hombre nuevo ese es Allende

(por Dauro Tótoro Daulis)

La revista chilena Punto Final publicó una entrevista con el legendario poeta y dirigente comunista Volodia Teitelboim, con motivo del 25 aniversario de la muerte de Salvador Allende, la cual fue reproducida en la prensa brasileña. Gracias a la traducción de Pietro Lora Alarcón, VOZ presenta una síntesis de tan importante reportaje, que es a la vez elocuente testimonio de la experiencia chilena.

Volodia Teitelboim conoció y vivió junto a Salvador Allende los dramáticos momentos que antecedieron a la muerte del presidente de Chile, el 11 de septiembre de 1973. Por eso habla con propiedad del hombre que se enfrentó, en un instante de la historia, a la disyuntiva de ser el ejemplo coherente del hacer con la vida propia lo que se ha predicado con la palabra. Aún hoy, ese hombre, delante de aquellos que pasan el resto de su vida comparándose a ese reflejo, se calza el casco de hierro y abre fuego. Pero no mata, sino que habla, educa, señala, negocia, acuerda, gobierna. 
-“El cometido de Allende no habrá sido conducir a su pueblo a una tierra prometida, sino a una tierra real, haciéndole abandonar los pretextos falsos de la retórica y de los intereses disimulados”. Palabras escritas por Alain Touraine en su diario el mismo día 11 de septiembre de 1973, pocas horas después del bombardeo a La Moneda.
“Pero es que, ante todo, ¿cuál es la tierra prometida en este caso? ¿Habrá realmente una contradicción?, se pregunta Volodia Teitelboim, como si hablara consigo mismo. “Conforme al pensamiento de Allende, esa tierra prometida no era otra que un país justo, democrático, libertario; un país en el que no existieran personas de segunda categoría, donde pudiera garantizarse para todos el cumplimiento y el respeto de los derechos humanos; aquellos derechos
que en nuestros días, por imperativos de la historia, parecen significar únicamente la posibilidad de sobrevivir a los horrores de la dictadura, pero que son más totales, más que el mero derecho a la vida... Son también el derecho de realizar esta vida con plenitud, al nivel de la potencialidad de cada persona”.

La tierra prometida

-Derechos que fueron reconocidos en el propio programa de gobierno de la Unidad Popular pero que enfrentaron la resistencia de importantes sectores del país.
“La concepción de una tierra prometida (o de una utopía, como ahora se dice en términos ambiguos, a veces peyorativos, a veces esperanzados) siempre antecede a la construcción y conquista de una tierra real. La utopía es la idea superior, y me parece que intentar desprestigiar la tierra prometida es una astucia de aquellos que no creen que los pueblos pueden realizarse a sí mismos. Creo que es fundamental reivindicar la utopía para el Siglo Veintiuno y esta sigue siendo el socialismo. Una tierra prometida que necesita, puede y debe
tener una nueva opción, una nueva oportunidad. Considerando en este nuevo intento los aciertos y los errores de los ensayos anteriores”.
-Para muchos, la utopía allendista hecha gobierno llevó al país a una tierra real que fue tierra arrasada, tierra de violencia, de ocupación militar. Es como si de pronto, orden militar mediante, se hubiese decretado la ilegalidad e inexistencia de la tierra prometida a la que usted se refiere. ¿No le parece que el análisis de país que hiciera el presidente Allende dejó de considerar algunos elementos que luego resultaron fundamentales a la hora de poner en marcha
el programa de la coalición?
“Pero ese error no fue sólo de Allende, fue de toda la Unidad Popular, de nosotros mismos como Partido Comunista, todos tenemos responsabilidad en ello. No supimos mantener, a pesar de nuestras diferencias, a pesar de nuestros variados énfasis y prioridades particulares, la fidelidad a una sola voz, la fidelidad a una idea común, representada sin lugar a dudas en ese
momento por la figura, ejemplo y conducción de Salvador Allende. Uno de los grandes déficit de la Unidad Popular, y también de Salvador Allende, fue no haber entendido desde el principio el carácter real del adversario. No supimos evaluar claramente el mundo en que nos encontrábamos, con sus clases sociales, con sus instituciones... No entendimos que para ellos, para nuestros
enemigos, si hubiese sido necesario lanzar sobre el pueblo la bomba atómica para mantener sudominio, lo habrían hecho sin remilgos”.

¿Existe la vía constitucional?

-¿Hubo también una sobrevaloración de la fuerza de apoyo nacional a las transformaciones planteadas por la Unidad Popular. Un sobredimensionamiento de la capacidad propia?
“Quizás fuera aquella, también, una de sus principales taras. Algunos, muy influenciados por la Revolución Cubana, no lograban comprender que en ese país el Ejército Rebelde había enfrentado y había derrotado al Ejército del sistema, el Ejército de Batista. Por lo tanto, el Ejército de Cuba era el Ejército de la Revolución, no meramente la ‘institución de defensa’. Entonces ¿era
realmente posible alcanzar cambios sociales profundos por la vía constitucional? ¿Lo es en nuestros días?”
-Bueno, Allende sostenía que sí...
“Claro, absolutamente. Era hermoso creer que podía alcanzarse la meta de conquistar una sociedad mejor, más justa, sin tener que derramar la sangre del pueblo. Y nosotros creimos también que aquello era posible. Habíamos ayudado a llevar adelante un proceso que, aún cuando propulsaba cambios trascendentales, no podía ser tachado de inconstitucional: habíamos llegado
al gobierno mediante elecciones democráticas, en un proceso intachable desde el punto de vista de la legalidad burguesa. El problema de Allende, el problema nuestro, el problema de todos, era que el proceso no obtendría el perdón de los enemigos de la clase trabajadora”.
“No se podía encaminar el ensayo político-social de las transformaciones chilenas hacia experiencias como la cubana. El programa de la Unidad Popular, siendo muy justo, fue un programa máximo. Para haber seguido ese camino, debía contarse con una mayoría electoral y parlamentaria real”.
-¿Sostiene entonces que era imposible llevar adelante el programa de la Unidad Popular por la vía electoral?
“Ese camino no permitía la revolución socialista, no podía pretender la aniquilación del capitalismo: sólo permitía reformas. Creo que sólo puede plantearse esa vía como una alternativa real y efectiva si se cuenta con la unión política de la izquierda con el centro... El problema de Chile es que aquí parece unirse siempre el centro con la derecha, una alianza que ahora ha atraido y absorbido a una izquierda que, como furgón de cola, adhiere y respalda conceptos políticos, sociales y económicos que no le pertenecen ni competen”.

El papel de Allende

-25 años después de la tierra prometida, ¿vivimos en democracia?
“Este mundo real, el de la libertad en lo formal, habla de democracia representativa, pero es una falacia. Nuestra sociedad y su sistema ‘democrático’ están controlados por poderes ocultos que nada tienen que ver con la voluntad del pueblo. Existe, como nunca antes, un control absoluto y creciente de los medios de comunicación, lo que articula y genera una mentalidad emanada únicamente de quienes pueden emitir los mensajes del poder, los mensajes del patrón”.
-Son conclusiones bastante amargas...
“Tremendamente amargas, por cierto ¡Y pensar que los más ‘extremistas’ dentro de los partidos de la Unidad Popular fueron los que después mejor se entendieron con el sistema neoliberal! Hay uno, Fernando Florez, que incitaba a la insurrección socialista de la marinería y que después se convirtió en presidente de multinacionales, que hoy predica durante sus conferencias las
bondades del empresariado y alaba el neoliberalismo como panacea universal. Hay que dudar siempre de quienes incitan a dar un paso adelante cuando están parados al borde del abismo”.
-¿Cuál es el papel de Allende en la historia de Chile?
“Cuando Allende nos decía que él no saldría vivo de La Moneda nosotros nos molestábamos con él porque no queríamos que muriera, porque nos parecía que su vida era necesaria. Allende tenía conciencia de su papel en la historia, y quería ser para el pueblo el prototipo de aquel que no traiciona, que no falla...”.
-¿El hombre nuevo?
“El hombre nuevo en medio de los hombres antiguos. El hombre nuevo, el que está dispuesto a entregar su vida por una causa superior y colectiva. Ese es Allende”.
-¿Fue Allende efectivamente un revolucionario o más bien un reformista ultraprogresista? “Las dos cosas. El problema de muchos es no haber comprendido aún la dialéctica de esta relación. Un reformista que va muy lejos en las transformaciones es un revolucionario”.