Voz nº1992

Durante su reciente visita al país la asesora jurídica de la Federación Sindical Mundial en entrevista con VOZ se refirió al sindicalismo y la coyuntura que vive la isla, estableciendo una especie de parangón con los fenómenos del capitalismo que por primera vez apreciaba en Colombia. Pese a las limitaciones del bloqueo impuesto por el imperio, se queda con el modelo defendido en la patria de Martí.

Once años después de desarrollar sus primeros pasos como sindicalista de provincia, Urdanidia Amador Borges fue promocionada como dirigente nacional de la Central de Trabajadores de Cuba, CTC. Y en estos nueve años se hizo profesional del derecho, carrera que le permitiría escalar como asesora jurídica de la oficina de reclamaciones de la Federación Sindical Mundial en
América. Es la voz cantante de la confederación clasista ante instancias como la Organización Internacional del Trabajo, OIT y Naciones Unidas. Para esta cubana salerosa, de mirar profundo y sonrisa a flor de labio, la situación de los
trabajadores a nivel continental es sumamente crítica. «Independientemente de los convenios firmados, muchos países no respetan sus compromisos en el mundo del trabajo». «Ahora mismo, con el caso de Colombia, pasamos dos reclamaciones por la muerte de Eduardo Umaña Mendoza y los dirigentes agrarios de Fensuagro desaparecidos, muertos y prisioneros. Es increíble, éste es el país más violento del continente». Pese a que la FSM se debilitó con el derrumbe del campo socialista, «estamos dando seminarios de integración en México y Costa Rica, a final de año queremos impulsar otro de la parte
andina, damos cursos de instructores sindicales y seminarios sobre neoliberalismo y la globalización: tratamos que los dirigentes sindicales de América se integren y conozcan lo que realmente hacen».
—«El socialismo es un sistema que, por lo menos en Cuba, está a favor de defender todas las conquistas que hemos logrado. A cualquier precio. Incluso, nuestro gobierno ha tenido que tomar decisiones difíciles, de esas que en otras condiciones no habrían pasado. Pero hemos ido saliendo. Del 92 al 94 decrecimos. A partir del 95 Cuba ha ido creciendo, así no se vea mucho
porque el país llegó a tocar menos cero».
«Aunque continúa el período especial, hemos ido desarrollando el turismo, se han creado fórmulas para lograr empresas mixtas, gracias a la unidad que tiene el pueblo y, principalmente por la dirección y la línea que ha mantenido el Partido. Nosotros vivíamos muy bien, nuestro comercio se desarrollaba a través del CAMI, con intercambios y precios módicos. Hemos tenido que entrar al mercado internacional en medio del bloqueo: para adquirir un producto tenemos que dar una vuelta que nos cuesta quizá el doble».
«El trabajador lo ha entendido. Preferimos que nos falten unas cosas para mantener otras. No hay mayor tranquilidad que tener resuelto el problema de salud propio o de la familia, sin pensar en costos. Está todo garantizado: desde la alimentación en el hospital hasta los medicamentos y todos los exámenes diagnósticos, como igual pasa en la educación, obligatoria hasta los 15 años cuando termina la secundaria básica. El joven puede estudiar gratuitamente lo
que quiera, siempre y cuando responda desde el punto de vista académico. No hay niño en Cuba que no vaya a la escuela. Urdanidia recuerda los aumentos salariales en Cuba antes del Período Especial porque la economía no aguanta, aclarando que a quien queda cesante por cierre o fusión de la empresa se
le garantiza una subvención en su casa. El salario mínimo oscila entre 100 y 200 pesos cubanos. Un profesional puede ganar hasta 400 pesos, equivalente a unos 20 dólares después que en el 94 el dólar se llegó a cotizar hasta en 150 pesos: «no es tan poco como parece si tenemos en cuenta que nosotros tenemos garantizada la canasta mínima familiar básica, aparte del mercado agropecuario». También se refirió a las mujeres. «La mujer aquí en tu país no tiene los mismos derechos que los hombres, la maternidad es motivo de persecución, además del abuso y acoso sexual, algo que no existe en Cuba, como tampoco el drama de los niños y jóvenes».
«En el Congreso de la Sociedad Civil por la Paz observé un niño que mostraba un dibujo que le llevaba a su papá a la cárcel y no se lo dejaron ingresar, porque pintó un pajarito con colores. Eso me chocó. En mi país, los niños son sagrados, pueden tener los zapatos rotos pero son inmensamente felices, disfrutan la vida».