Manifiesto en Defensa del País Leonés: Por la Recuperación de la Soberanía y la Justicia Social

Desde hace décadas, el País Leonés ha experimentado un proceso alarmante de despoblación, que amenaza con convertir nuestras tierras en un desierto poblacional. Cada año, miles de personas, mayoritariamente jóvenes, se ven obligadas a emigrar en busca de un futuro mejor, mientras nuestras aldeas y pueblos se vacían. Esta situación no es casual ni fruto del destino, sino la consecuencia de políticas estatales que han condenado a nuestra región a ser un territorio de segunda, sin inversión en infraestructuras vertebradoras ni en servicios básicos.Bajo el modelo actual, nuestro territorio, especialmente las zonas rurales, se convierten en reservas de recursos para los grandes centros poblacionales y las multinacionales, que los expolian sin consideración alguna no sólo desde el punto de vista medioambiental, si no tampoco por las personas que lo habitan y sostienen. Las políticas capitalistas impuestas por los distintos gobiernos, tanto liberales como socialdemócratas, desmantelan los servicios públicos y precarizan el empleo, dejando a las y los leoneses sin alternativas para desarrollarse en su tierra natal.Este, es otro de los grandes males que asola al País Leonés. Las tasas de desempleo en nuestras comarcas son sistemáticamente más altas que la media del Estado, y la mayoría de los puestos de trabajo que se ofrecen son precarios, temporales y mal remunerados. La falta de una industria fuerte y el abandono del sector primario son el resultado de decisiones políticas que han priorizado el beneficio de unos pocos a costa del empobrecimiento de la clase trabajadora leonesa.El capitalismo, así como el centralismo y la negación del autogobierno defendido por absolutamente todos los partidos políticos, exceptuando los de corte leonesista, han destruido cualquier posibilidad de desarrollo sostenible para el País Leonés. El cierre de empresas, el recorte de inversiones y el abandono del campo han sido constantes en las últimas décadas, forzando a las y los trabajadores a elegir entre la emigración o la explotación en condiciones indignas.A ello se suma, la reciente oleada de proyectos de instalación masiva de parques eólicos y solares que no es más que una nueva forma de colonización. Aunque disfrazados de sostenibilidad y progreso, estos proyectos no tienen otro propósito que el de beneficiar a grandes empresas energéticas, que roban impunemente nuestros recursos naturales y transforman nuestros paisajes sin consultar ni reparar adecuadamente las comunidades locales.Esta «transición ecológica» no responde a los intereses de ningún pueblo, sino a la lógica capitalista que busca maximizar el beneficio económico de las multinacionales, que después de reventar con la burbuja inmobiliaria, encuentran aquí un nuevo nicho. En lugar de ser una oportunidad para un desarrollo justo y equilibrado, se nos impone un modelo extractivista que destruye nuestro entorno, desvaloriza nuestras tierras y perpetúa la desigualdad territorial. La energía generada no se queda en nuestra tierra ni revierte en mejoras para la población local, sino que se exporta para alimentar las necesidades de las grandes metrópolis.Todo esto, evidencia como el Estado español ha demostrado ser incapaz de atender las necesidades de los territorios que quedan fuera del eje centralista que articula su economía. Las políticas gubernamentales, diseñadas en despachos de Madrid -y Valladolid en nuestro contexto-, ignoran sistemáticamente las particularidades del resto de pueblos del Estado, en especial de los del oeste, y perpetúan un modelo que favorece a las regiones más ricas a expensas de las más desfavorecidas. Los planes de despoblación y las promesas de reactivación económica, se quedan en papel mojado, mientras se sigue aplicando una lógica de mercado que condena a nuestras comarcas al olvido.A su vez, los sindicatos mayoritarios han abandonado su función de defensa de la clase trabajadora, siendo cómplices de un sistema que perpetúa la explotación y la precariedad. Han aceptado las migajas del sistema, priorizando el mantenimiento de sus estructuras burocráticas y sus acuerdos con el poder económico.Ninguna de estas instituciones, ni políticas ni sindicales, nos engañan. Sus movilizaciones, son vacías de significado si no se centran en la raíz de la problemática, instrumentalizando el sentir leonesista a conveniencia con el que consiguen llenar las calles. Ejemplo de ello es la famosa Mesa por León, de la que no se está es trayendo absolutamente ningún hecho tangible.Frente a esta situación de opresión y marginación, la única respuesta válida pertenece al pueblo leonés, que debe alzar la voz y reclamar su derecho a decidir sobre su propio futuro, sin dejarse manipular por las promesas necias de organizaciones de mandato central, a las que no les importa lo más mínimo los territorios y cuyo único fin es sacar réditos para sus propios beneficios. Es necesario construir un movimiento popular que luche por la recuperación de nuestra soberanía política, energética y alimentaria y que promueva un desarrollo que ponga en el centro a las personas.Solo así podremos frenar la despoblación y garantizar una vida digna. Sólo la organización y la lucha son el camino contra las políticas que nos empobrecen y nos despojan de nuestro futuro. Frente al centralismo, el neoliberalismo y la pasividad de los sindicatos mayoritarios, los leoneses y leonesas debemos tomar las riendas de nuestro destino y construir un proyecto basado en la justicia social y la sostenibilidad.¡Por la defensa del País Leonés, la soberanía de nuestros pueblos y la justicia social!