Declaración ante el 8 de marzo 2022

¿De qué sirve un Día Internacional de la Mujer? Cada año a principio de marzo nos vemos bombardeadas por la misma pregunta. Cada 8 de marzo millones de personas en todo el mundo reivindican a todas las mujeres que han luchado, y luchan, por los logros sociales que las primeras han conseguido a pulso a lo largo de la historia. Teniendo que recordar que el 8M es el Día Internacional de la Mujer, rememorando las ideas de igualdad y el reclamo de condiciones laborales más justas e iguales que a los hombres, por las que muchas fueron asesinadas y que son la base sobre la que empieza a armarse el 8M. Siendo Clara Zetkin en la II Conferencia de Mujeres Socialistas en 1910 la que propuso que el 8M fuera un día de lucha. Sin embargo, más de 100 años después las violencias, sexual, social, cultural, política y económica a las que las mujeres nos enfrentamos a diario en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida se traduce en desigualdades sociales y éstas directamente en una falta de derechos, derechos que en teoría pueden parecer más que alcanzados, pero que basta con hacer un análisis superficial de la práctica para ver cómo las violencias ejercidas contra las mujeres, las dificultades de acceso al espacio público por la dificultad en la conciliación o la feminización de la pobreza, causa directa de las anteriores, siguen siendo desigualdades pendientes que deberían estar muy presentes en el debate público, pues afectan de forma directa al 50% de la población.

La sociedad ha comprendido la fuerza del feminismo, las luchas feministas han logrado avances, derechos y libertades a lo largo de la historia, y en los últimos años han puesto en el debate público todas aquellas problemáticas y opresiones que sufren las mujeres. Por ello, es más importante que nunca que defendamos un discurso feminista que ponga en cuestión el sistema patriarcal y capitalista, para que no se lo apropien todos aquellos poderes, partidos o empresas que lavan su imagen esgrimiendo ideas feministas a las que vacían de contenido, mientras siguen condenando a la mayoría de las mujeres a la miseria y negando derechos y libertades. Para desarrollar estas luchas feministas es necesario que las prácticas sean desde el apoyo mutuo, entendimiento y respeto de las diferentes circunstancias y opresiones que sufren las mujeres por su condición de clase, cuerpo, raza, procedencia, condición sexual y un largo etc.

Las mujeres migrantes son uno de los sectores que sufren de una manera más extrema un mayor nivel de violencia, ya sea por no tener unos derechos formales que las instituciones estatales y europeas les niegan, por el abaratamiento de su fuerza de trabajo, que hace que se vean abocadas a los trabajos peor retribuidos y en pésimas condiciones laborales, siendo estas en la mayoría de los casos ilegales y en régimen de semi-exclavitud. Esto tiene un nombre, racismo, y deriva de forma directa en invisibilización social que, sumado a la carga del cuidado y trabajo del hogar, deja a las mujeres migrantes en situaciones realmente agónicas.

En cuanto a la feminización de la pobreza, es más que evidente que el rostro de la pobreza tiene cara de mujer, siendo este un fenómeno estructural y global del sistema capitalista que, asentado bajo el patriarcado, deja en una posición de inferioridad y opresión mayor a las mujeres debido a toda la serie de violencias que se ejercen contra nosotras. El capital ha tenido que perfeccionar los mecanismos de explotación para garantizar la extracción de beneficios en el mundo laboral, condenando a las mujeres a situaciones laborales cada vez más miserables, siendo esta la mano de obra para los sectores poco valorados como los cuidados, limpieza, servicios, o los industriales no cualificados. Aun así, cada vez más sectores laborales feminizados llevan a cabo luchas para hacer frente a estas prácticas, demostrando que la autoorganización de las mujeres de la clase trabajadora es esencial y que somos nosotras las que tenemos que liderar estas luchas.

Los cuidados de menores y del resto de la familia es la gran carga que sostienen las mujeres de clase trabajadora, haciendo que recaiga sobre ellas la gran labor social que sustenta que el mundo gire; la crianza, los cuidados, alimentación, el mantenimiento del hogar…etc., poniendo de manifiesto aquel lema del 1º Paro Internacional de Mujeres el 8 de marzo de 2017, “si las mujeres paran, se para el mundo”. Estamos desprotegidas, teniendo que asumir grandes cantidades de trabajo, por ejemplo, en cuidado de personas mayores y dependientes mientras las instituciones se lavan las manos y no desarrollan mecanismos para hacer frente a esta situación cada vez más grave.

El movimiento feminista ha colocado encima de la mesa nuevas prácticas de relación social y educativas para hacer frente a la violencia sexista, el acoso, la lgtbfobía… que hacen que podamos caminar hacía una sociedad más libre, inclusiva, plural y liberada de opresiones. Por ello debemos asumir y exigir, que, en cualquier ámbito de nuestras vidas, se pongan en práctica y se utilicen todas estas herramientas que nos permiten poder establecer condiciones y relaciones dignas y respetuosas para las mujeres, y para la sociedad en general.

Para finalizar, y más en los momentos que nos encontramos de convulsión, manipulación y violencia por las diferentes guerras que asolan el mundo, creemos básico visibilizar a los invisibles. Son los pobres lo que acaban muriendo y matando en sus guerras imperialistas. Concretamente son las mujeres las más perjudicadas, teniendo que soportar migraciones, miseria, hambre, y niveles de violencia salvaje contra sus cuerpos, en muchos casos con sus hijas e hijos a cuestas.

El 8M y siempre, las mujeres en lucha caminamos hacia nuestra liberación y transformación social.