La fiesta de la democracia

Terminaron unas nuevas elecciones generales —o al menos el periodo de votación de representantes, que luego son quienes se encargarán de pactos, chalaneos y nombramientos— con la abstención ganando de calle en el País Leonés al partido más votado, en un puesto compartido entre la derecha neoliberalista y la socialdemocracia capitalista. Durante este lapso hemos tenido que soportar los típicos lugares comunes de la “fiesta de la democracia”, el “todos a una”, el “mal menor” o el más novedoso “¡qué vienen los fachas!”. El fascismo, sea dentro del sistema electoral o fuera en la calle, es un instrumento a voluntad de la oligarquía dominante para reconfigurar situaciones que no caminan por los derroteros que esta pretende, y, en cualquier caso, el Estado español del régimen del 78 nunca ha dejado de ser orgánicamente neofranquista, lo que se pone de relevancia cada vez que alguien tensa la cuerda alzando su voz para impugnar claramente su legitimidad, entre ellos varios raperos, sindicalistas andaluces, republicanos catalanes o las víctimas del último montaje contra el independentismo gallego.

Quienes esperan “tomar el cielo por asalto” depositando su voto en unas elecciones estatales, no deberían perder de vista que el poder se suele servir de instituciones transnacionales totalmente antidemocráticas, como el FMI, que imponen sus decisiones a los gobiernos títere, los cuales encuentran cada vez mayores respuestas populares como en Ecuador o Chile, ni tampoco olvidar que es capaz de rechazar, sin ningún rubor, las decisiones mayoritarias de un parlamento cuando no le satisfacen (Cataluña), impedir participar a actores que le son molestos (Lula en Brasil) o directamente organizar golpes de estado —consumados (Honduras, Bolivia) o en curso (Venezuela, Nicaragua)—, y aun así presentarse como adalides de la democracia y defensores del orden público, para lo cual se valen de cuerpos armados instruidos por el mismo manual. Por no hablar de situaciones donde se apoya indisimuladamente en dictaduras amigas, caso de los conflictos de Yemen y Siria.

En todo caso, es evidente que, en nuestro mundo globalizado, se están acrecentando las contradicciones del capital, las cuales explotan de manera distinta —guerras comerciales, crisis, violencia armada, etc.—, pero con un trasfondo común, cual es la precarización de cada vez más capas de la población. Desde Hong Kong a Chile, pasando por Siria, Francia, Nicaragua, Venezuela, Rojava, Bolivia…está claro que no son unas meras elecciones las que conforman una democracia real. A las clases populares solo nos queda afinar la inteligencia al máximo para sobrevivir y transformar nuestra realidad. pues queda patente que los de arriba ya aprendieron demasiado.