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Palestinas en España: “Duermo con el teléfono en la mano”

Lunes 13 de noviembre de 2023

La diáspora palestina en España vive con preocupación la limpieza étnica que está llevando a cabo Israel en Gaza mientras hacen pedagogía y defienden su identidad en un país que ha denegado el asilo a 2.000 palestinos en tres años.

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Duha Alzaiti, durante una manifestación en Madrid en contra del genocidio en Gaza. ÁLVARO MINGUITO

Sara Plaza Casares 12 NOV 2023 El Salto

Los primeros recuerdos de Mai Al Bayoumi y Duha Alzaiti son en un campo de refugiados. Hania nació en Madrid. Las tres viven en España y son palestinas de origen. Hania vio la luz en un hospital de aquí, pero lleva marcada a fuego la identidad de su padre como símbolo de resistencia. Su familia procede de Haifa, en la Palestina histórica, hoy territorio israelí. Ahora están en Cisjordania, soportando la violencia de los colonos. Mai y Duha son de la Franja de Gaza, el objetivo de los ataques de Israel desde el pasado 7 de octubre. Atienden a El Salto durante esta semana, mientras ya van casi 11.000 palestinos y palestinas asesinados por las bombas israelíes. Más de 4.000 de las personas muertas son niñas y niños.

Las tres viven estos días con elevadas dosis de preocupación pero quieren dejar claro que la limpieza étnica no comenzó el 7 de octubre, sino desde el minuto uno de la ocupación israelí, que arrancó en 1948. “A lo largo de mi vida he perdido cuatro tíos por los ataques de Israel. Durante estos días he perdido a uno y a tres amigas, una de ellas estaba embarazada. Mis primos se han quedado sin padre, mi primo ha perdido media cabeza y a mi prima, embarazada, se le introdujo un trozo de misil en el cuerpo. Ha perdido un riñón”. Duha explica al otro lado del teléfono lo acaecido en los últimos días entre su familia con la misma fortaleza con la que lo explicó el pasado 3 de noviembre durante una concentración en Leganés (Madrid).

Duha o cómo ver que tu mundo desaparece

Duha es de Jabalia, y su infancia se desarrolló en el campo de refugiados de esta ciudad del norte de Gaza que Israel lleva bombardeando desde hace una semana de manera intensa. Ya son centenares las víctimas en este enclave que entre el martes 31 de octubre y el jueves 2 de noviembre perdió a más de 200 personas en bombardeos consecutivos. “A veces dudo de si estoy en un sueño o es de verdad. Si algún día vuelvo, ninguna de estas personas estarán allí. Todos los días me duermo llorando recordando todas las vivencias con mis amigas, mis familiares”, expresa Duha en relación a las personas que ha perdido durante estos bombardeos.

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Duha en una manifestación en Madrid. DAVID F. SABADELL

Duha tiene 21 años y vive en Alcorcón con sus padres y sus seis hermanos. Salió de Gaza con catorce años, huyendo del genocidio. “Mis padres no veían futuro, querían que tuviéramos estudios”, explica. Estudió en Palestina hasta la ESO, y describe cómo es dar clase entre ataques de Israel. “Cuando empiezan a bombardear se cancela todo y se abren los colegios para que la gente que pierde sus casas tengan un hogar, pero aún así bombardean los colegios”.

Desde que está en España, una forma de resistencia es mantener viva su identidad y lo hace de todas las maneras posibles. “Conservamos nuestro idioma, nuestra comida, nuestras tradiciones. Siempre estamos en contacto con la familia de allí, nunca nos olvidamos de que somos palestinos, somos de la franja de Gaza y con orgullo lo decimos”, expresa. Un orgullo que se choca con la burocracia en muchos ocasiones: cuando se graduó de un grado superior en 2022 no quisieron poner que era de Palestina, ya que España aún no ha reconocido a este Estado. “Me querían poner como israelí, me negué”, afirma tajante.

Este no reconocimiento tiene implicaciones globales: cuando se busca en el Instituto Nacional de Estadística (INE) cuántos palestinos y palestinas hay en España no se puede encontrar porque Palestina no aparece en las tablas de este organismo. La única aproximación demográfica oficial nos la ofrece la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio de Interior, que en sus informes periódicos sí recoge a Palestina entre los orígenes de las personas que solicitan asilo. Haciendo un sumatorio de los informes disponibles, entre 2021 y 2019 se han registrado 1.060 solicitudes de asilo de palestinos y palestinas. En ese mismo tiempo se han denegado 1.904 solicitudes. Para comprender estos datos hay que tener en cuenta que cada solicitud de asilo tarda años en ser admitida o denegada. Y cada vez el proceso se dilata más.

Mai, con el teléfono en la mano

Así lo confirma Mai Al Bayoumi, que tiene 39 años y llegó a Madrid hace doce desde el campo de refugiados de Rafah, en la frontera con Egipto. Por aquel entonces, apenas le costó seis meses conseguir el asilo y ya ha alcanzado la nacionalidad. “Ahora es casi imposible coger una cita, la gente tarda años”, explica. Para la administración Mai ha sido apátrida. En su DNI figura como nacida en el Sinaí de Egipto, porque cuando vio la luz su familia se encontraba allí desplazada. Pero si hubiera nacido en Palestina, pondría Israel.

“Cuando yo tengo que hacer cualquier gestión es una movida explicar que soy de Palestina. Tengo que explicar por qué soy apátrida. A veces aprovecho para hacer pedagogía, pero otras me canso. Cuando mando dinero a mi familia no encuentran Palestina. Me encuentro como fuera del mundo”, expresa Mai, cuya vida en Madrid ha sido retratada en el documental Rajaá, de la periodista Selena Pizarro.

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La diáspora palestina ha tenido una gran presencia en las protestas de Madrid. DAVID F. SABADELL

Mai está en España sola. Se quedó dentro de estas fronteras cuando en un intercambio cultural cerraron las suyas. Y aún no ha podido volver. Desde el 7 de octubre, todas las mañanas lo primero que hace es hablar con su familia para que le digan “seguimos vivos”. “A veces pierdo el contacto por algunos días. La primera vez que pasé tres días sin saber de ellos, yo dormía con el móvil en la mano. Esperaba más la noticia mala que la buena. Tengo mucho miedo a lo que pueda pasar mañana pero ellos me dan la fuerza, me lo explican de una manera natural. Me dicen que les ha tocado eso, pero el pueblo está luchando y sigue vivo”, cuenta.

La familia de Mai ha tenido que desplazarse dentro de su propia ciudad, Rafah. La primera semana en su puerta cayó un misil y no explotó. Han estado viviendo al lado de una bomba, mientras el barrio se iba despoblando. Ahora, explica Mai, se encuentran en casa de su tío. “Mi familia ahora vive con 50 personas en un mismo piso. Con la electricidad cortada, con comida escasa, cuidándose entre el vecindario, cocinan en la calle para que todos puedan comer. Hay falta de todo, agua, electricidad... pero al final el barrio se ayuda. Todas las mañanas cogen los móviles y van a una escuela o un hospital para cargar los teléfonos”, explica Mai, que está muy preocupada por la infancia. “Los niños de mi familia la primera semana se quedaron sin hablar. Empezaron a hacer actividades en casa para incitarles al juego. La situación se está alargando mucho y los niños se están quedando sin habla, los niños no hablan”.

Hania, con la identidad como resistencia

Según los datos de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) desde el comienzo de la ocupación israelí en 1948, cientos de miles de habitantes de la Palestina histórica y sus descendientes viven refugiados dentro de su propio territorio o en otros países de Oriente Próximo, como Siria, Líbano y Jordania. 800.000 fueron expulsados de sus hogares durante los primeros años de la ocupación. Un total de 5,9 millones viven como refugiadas hoy. La familia de Hania perdió todas sus posesiones en Haifa, territorio perteneciente a la palestina histórica, y hoy vive en Cisjordania.

“Yo nací en Madrid. Cuando llegué por primera vez a Cisjordania ya sabía como olía. Me educaron para tener muy clara nuestra identidad palestina a través de cuentos e historias. Nuestra lucha ha sido remarcar nuestra identidad, y el conocimiento de las costumbres en una sociedad que era muy progresista”, cuenta Hania.

El exilio de su familia hacia España comenzó en los años 60. “Ellos juegan con que Palestina era un país vacío antes de la llegada de Israel, pero eso no es así. Aún conservamos los documentos de nuestras propiedades”, explica Hania. “En Palestina antes de la ocupación, había teatro, cine, asociaciones de mujeres, asociaciones de lectura, arqueólogos. Era de las mayores exportadoras de naranja del mundo, una sociedad muy abierta y muy plural. El nacimiento de Israel destruyó todo eso, incluso la conexión entre palestinos, creando una sociedad fragmentada”, cuenta Hania.

En estos días, vive preocupada por lo que sucede en Gaza y por la violencia que se ha recrudecido en Cisjordania. Según los datos de la Autoridad Palestina, en Cisjordania y Jerusalén Este ya van más de 170 palestinos y palestinas asesinadas por disparos de las fuerzas israelíes y de los colonos. “Mi familia está siendo atacada por los colones israelís apoyados por el ejército de Israel. Son como un segundo ejército, muy agresivos. Antes del 7 de octubre, solo en el 2023 más de 300 palestinos habían sido asesinados”, denuncia Hania, quien tiene la sensación de que los ataques a Gaza se desplazarán a Cisjordania.

Hania es activista del BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), el movimiento internacional más grande que lucha por la justicia en Palestina a lo largo del planeta desde hace 15 años en varías líneas: boicot económico, cultural, deportivo e institucional a Israel, desinversiones de las empresas israelíes que se benefician del apartheid y, por último, fomentar las sanciones institucionales para frenar a Israel.

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Manifestantes recuerdan a las personas asesinadas en Gaza. DAVID F. SABADELL

En estos días, hay veces que las fuerzas de Hania flaquean. Pero no hay tiempo de desfallecer. “Personas como mi padre confían mucho en nuestro trabajo, no podemos darnos el lujo de decaer. No queremos dar la imagen de flaqueza. Ahora hay muchos ojos encima de Palestina, pero, ¿qué pasará cuando esté silenciada?", se pregunta.

Mientras, Duha y Mai desean poder volver a Gaza en algún momento de su vida. Volver a pisar su tierra, que Israel ya había convertido en un campo de prisioneros a cielo abierto y que hoy está devastando. Mientras, hacen pedagogía, explican en España lo que está pasando en medios, charlas y corrillos. Y tienen claro que la resistencia es su mejor seña de identidad.

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