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Más allá del caso Sancho: los descuartizadores de mujeres

Sábado 13 de abril de 2024

ANA BERNAL TRIVIÑO 10/04/2024 Público

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Daniel Sancho en Tailandia.- EFE

Hace una semana, Thais fue asesinada por su expareja y descuartizada. Él tenía antecedentes.

Junio de 2023, Raúl Díaz Chacón confiesa cuatro años después que asesinó a su pareja, Romina Celeste. Troceó el cadáver, lo quemó en la barbacoa del jardín de su casa y lo arrojó al mar. Por cierto, él había sido denunciado.

Diciembre de 2022, se confirma la sentencia para César Román, conocido como El Rey del Cachopo, después de haber asesinado y desmembrado el cuerpo de su expareja, Heidi Paz.

Junio de 2021, Rocío Caíz, 17 años, con un bebé de pocos meses, asesinada y descuartizada por su pareja. Guardó los restos en bolsas de basura que escondió por todo el pueblo.

Empieza el juicio de Daniel Sancho en Tailandia: los momentos clave del caso

Verano de 2021, una mujer fue asesinada, descuartizada y localizada en Pontons casi dos años después del crimen. El ADN confirmó que había sido su expareja.

Son solo cinco casos, pero hay muchos más. Les pregunto: ¿salvo uno, que fue más mediático, recuerdan cuánto tiempo se dedicó a informar de ellos o, aún más, a incluirse en tertulias políticas? ¿Recuerdan cuánta expectación generaron? En verdad, no se esfuercen, porque no tanta.

Ya arrancó el juicio de Daniel Sancho, asunto al que se han dedicado horas y horas en televisión. Por supuesto, ser el hijo del actor Rodolfo Sancho y que todo ocurriese en un país como Tailandia, provocó mayor interés. Pero también fue el cómo, el crimen. El hecho de que el cuerpo de Edwin Arrieta fuese descuartizado y abandonado en diversas partes aportaba al crimen esa capa de terror y sensacionalismo. Fue la percha para análisis de perfiles psicológicos, todo tipo de hipótesis y recrear todo tipo de escenas para intentar comprender al milímetro el asunto.

Desde que este caso estalló no dejaba de pensar en cómo cambia la historia según sus protagonistas, según el lugar... y también según el sexo. Quienes estamos al pie del cañón en la información de violencia machista no podemos dejar de pensar en cuánto habría servido tener un diez por ciento de la visibilidad de este caso. Porque sí, la violencia contra las mujeres es física, psicológica, sexual y también la criminal. Cuando la deshumanización y cosificación de nuestros cuerpos ha hecho que muchos de los crímenes machistas acabaran en descuartizamientos. Algo, lamentablemente, habitual en estos casos. Trocearnos y tirarnos por vertederos y contenedores porque, imaginen, nos ven solo como un trozo de basura.

Se encoge el estómago solo de pensar así, ante tanto dolor y terror que han tenido que vivir esas mujeres. Hagan una búsqueda por hemeroteca, en Google mismo, y rescaten de la memoria tantos nombres. Algunos fueron casos mediáticos, pero no por la forma en que se ejerció violencia contra ellas, sino porque ellos eran conocidos, como el Rey del Cachopo, al que incluso se intentaba justificar. Otros, muestran cómo el drama no tiene fin cuando incluso el único resto localizado de Romina Celeste fue destruido en la investigación y dejó a su madre sin posibilidad de enterrar nada de su hija.

Siempre he dicho que en los registros estadísticos de la violencia machista debería detallarse el modo del asesinato para tomar conciencia de la carga de violencia tan tremenda sobre nosotras. De cuerpos afectados por violencias psicológicas o físicas previas, para acabar quemadas, desmenuzadas, aniquiladas, borradas por su odio, con los restos desaparecidos. Y cuando no son ellas, son sus hijos e hijas. Recuerden el caso Bretón.

Mujeres descuartizadas, olvidadas, silenciadas o relegadas a unos minutos en una noticia de sociedad o sucesos, no en política. Mujeres descuartizadas por sus parejas, pero también las que han aparecido guardadas en maletas por desconocidos que luego han sido descubiertos como puteros. Madres que ni siquiera han podido enterrar a sus hijas porque estos tipos quisieron eliminar cualquier rastro de ellas para siempre.

Ojalá haber tenido en los medios tanto tiempo de dedicación a cada una, para reflexionar del por qué tanta violencia sobre las mujeres, tanto desprecio y tanta deshumanización. Pero el asunto de Daniel Sancho vende y, de paso, en criminología dejan caer que son unos seres apartados de nuestra sociedad. Esos monstruos excepcionales que nos cuentan. Pero si mirasen la realidad sobre nosotras, el enfoque cambia. Quizás cuesta asumir, decir y explicar el porqué los descuartizadores de mujeres están, y muy sanos, entre nosotras.

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