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Modelos de lo trans y quirófanos feministas

Lunes 25 de octubre de 2021

El discurso sobre lo trans, al mismo tiempo que avanzaba, ha emprendido un caminito simultáneo de sobresimplificación

Elizabeth Duval 24/10/2021 CTXT

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Bandera trans en el World Pride de San Francisco (California) en 2019. Quinn Dombrowski

Decía Susan Stryker, teórica trans del género, unas cuantas cosas muy interesantes en su artículo fundamental “Mis palabras para Victor Frankenstein sobre el pueblo de Chamonix: performando la ira transgénero”. La primera: que es el discurso científico y médico el que ha construido buena parte de los “cuerpos transexuales” del presente, y así las posibilidades de su discurso; que esas prácticas médicas producen algo más allá de la naturaleza y están íntimamente ligadas a una parte de la existencia trans actual, y a la “monstruosidad trans”, capaz de declararse como producto reapropiado de la técnica, monstrum, advertencia divina.

Sandy Stone también decía cosas muy interesantes en “El imperio contraataca. Un manifiesto postransexual”. ¡A finales de los ochenta! Declaraba, por ejemplo, de forma muy crítica, “que la esencia de lo transexual es el acto del passing”, o sea, la capacidad para no ser leída, no ser identificada como trans, no ser visible, que no se note demasiado. Añadía que el passing constituía una obediencia al imperativo de Jacques Derrida: “Los géneros no deben mezclarse”, estableciendo un análisis muy interesante sobre la invisibilidad –o el dolor– que puede surgir cuando uno decide “construirse una identidad totalizadora, monística, unívoca, cerrando la oportunidad de tener relaciones auténticas [por ocultar toda su historia]”.

Imagínense ustedes mi sorpresa cuando digo cosas ni de lejos tan rompedoras como las de Stryker y Stone y me doy cuenta de que el discurso sobre lo trans, al mismo tiempo que avanzaba, ha emprendido un caminito simultáneo de sobresimplificación. No lo digo con nostalgia: lo digo con un poco de tristeza. Lo que planteé era una cosita muy breve: que me parecía absolutamente terrorífico un modelo extendido entre personas trans muy jóvenes, cuyos mayores exponentes encontraba en plataformas como TikTok o Instagram. ¿Cuáles son sus características? Un culto a la hiperfeminidad quirúrgica que acumula operaciones estéticas: en su reverso masculino, un culto similar al passing, al hacer desaparecer la condición de ser trans. Y un planteamiento de la transición físico-hormonal como contenido a consumir, casi en directo, como livestream, ya presente desde hace unos años en YouTube, pero exacerbado gracias a la inmediatez y acumulación de TikTok.

Hubo quien interpretó que, al decir eso, estaba censurando las elecciones individuales que llevan a uno a plantearse una cirugía. Nada más lejos de la realidad, y bastante absurdo sería, habiendo pasado yo por bloqueadores hormonales y luego un tratamiento, que no fuera consciente de que esos procesos no vienen en ocasiones por libertad de elección o albedrío, sino por necesidad, sentimiento, dolor irracional. Lo que veía no era eso, sino a mujeres trans, víctimas de un modelo igual de presente entre mujeres cis, que acumulaban decenas de operaciones estéticas con tal de acercarse a un modelo ideal, tóxico, inalcanzable. Yo declaraba simplemente preferir un mundo en el que no hiciera falta pasar varias veces por quirófanos para estar bien con una misma.

No implica eso que el mundo esté vivo en el presente, sino que hay que construirlo. Y aceptar que muchas operaciones estéticas no pueden entrar dentro de concepción alguna de quirófanos feministas. Responder a críticas sobre el funcionamiento de estructuras sociales con un acercamiento al terreno personal es un gran mecanismo para desactivar la crítica y el análisis social. Y es un mecanismo entristecedor. Por motivos sociológicos e históricos, que quizá traté de esbozar un poco en mi primer artículo para CTXT, “Los flujos de lo trans”, parece que hemos retrocedido en las cosas que podemos discutir sin que nos resulten dolorosas. Lo que me entristece no es la discusión: es que ahora discutir pueda provocar dolor.

Tiene que ser posible discutir sobre lo trans sin que esa discusión recuerde inmediatamente la violencia que se ha sufrido en los últimos meses por parte de la reacción transexcluyente. Se ha de debatir, de pensar, de entender, de compartir experiencias y relatos, visiones dispares: todo lo necesario para comprenderse. Y hace falta, dentro de todo ello, proponer un modelo de lo trans que, lejos de depender en todo momento de lo médico-científico, se muestre crítico con su hegemonía. Una parte de la reacción a mi posicionamiento me recuerda a otras reacciones relacionadas con fragmentos de Después de lo trans. Ojalá un debate más templado pueda de verdad desplegarse sin sentir que, dentro de una misma comunidad, nos convertimos en amenazas los unos para los otros.

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