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Las mujeres ya no lloran, las mujeres renuncian

Jueves 28 de septiembre de 2023

HELENA SOTOCA, Divulgadora de arte en Femme Sapiens 26/09/2023 Público

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Un meme realizado por la autora a partir de la obra "Dos chicas sonrientes" de Carlos Bloch

Hace ya más de medio año que Shakira sacó junto a Bizarrap aquella canción que elevó a un nivel nunca antes visto la monetización de las miserias personales. El ánimo no es el de reabrir el debate sobre si era éticamente reprobable el lugar en el que dejaba a la nueva pareja del Gerardet, sino recordar aquella frase que por algún motivo se convirtió en un nuevo reclamo feminista: "Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan". Shakira facturó, vaya si lo hizo. Pero la realidad es que las mujeres, en el momento en que luchamos por obtener un trato de igualdad en nuestros trabajos, terminamos renunciando.

Las jugadoras de la selección española de fútbol han llegado, como todos sabemos, a lo más alto en sus carreras profesionales este verano. Y ahora, después de que un alto cargo de la institución para la que trabajan haya hecho patente en forma de beso sin consentimiento las dinámicas de abuso de poder dentro de la misma, les ha dado por pedir algunos pequeños cambios. Detallitos. Como por ejemplo que se despida a todos aquellos señores que en algún momento han cometido abusos, sean del tipo que sean.

A priori, no parece una petición demasiado bizarra: poder estar tranquilas durante la ejecución de su actividad profesional sin que venga nadie a ejercer presiones, a tocarles el culo, a tirarles de la oreja o a dar "piquitos". Por lo que tengo entendido, sus homólogos masculinos gozan de esta normalidad que parece haberse convertido en un privilegio de género más.

Sin embargo, durante este proceso que apenas lleva sucediendo un mes desde que explotó el día de la final del Mundial, y que nos ha dado una nueva noticia en forma de comunicado, denuncia o huelga de hambre prácticamente cada día, hemos visto cómo se las ha ninguneado, infantilizado, presionado y chantajeado. Se ha mentido a caraperro sobre sucesos que estaban grabados desde diferentes ángulos y que el mundo entero había podido ver. Se ha intentado enfrentar entre ellas a unas mujeres que han demostrado que iban en bloque.

Finalmente, después de mucha negociación, el pasado miércoles dos jugadoras —Mapi León y Patri Guijarro— decidieron renunciar. No quiero ponerme obvia, pero llegar a formar parte de una selección nacional de fútbol es una cosa dificilísima, altamente improbable y seguramente el sueño de estas dos personas. Y aún así, desistieron de la convocatoria. ¿Cómo de insoportable debe ser lo que están viviendo allí dentro para tomar semejante decisión?

Esta historia me recuerda especialmente a la pintora Aurelia Navarro. En el año 1908 presentó su cuadro Desnudo femenino a la Exposición Nacional. La obra fue muy aplaudida por el público y la crítica, dando el pistoletazo de salida a la que podría haber sido una carrera prometedora. Sin embargo, a pesar de tratarse de una obra inspirada en la Venus del Espejo de Velázquez —pintada unos 350 años antes y con la que el sevillano no se expuso a ningún juicio moral— sobre Navarro recayó todo el peso del patriarcado.

Por tratarse de una mujer, ni a su familia ni a la sociedad española les pareció que era correcto que pintara un cuerpo desnudo, a pesar de ser una práctica no sólo habitual, sino también motivo de aplauso, entre los pintores desde el Renacimiento. Las consecuencias de las presiones de su familia fueron terribles para la pintora: terminó retirándose a un convento, renunciando a una carrera que, de no haber sido frustrada, nos hubiera dejado sin lugar a dudas verdaderas obras maestras.

No puedo saber si Mapi León y Patri Navarro lloraron el miércoles pasado; ni si lo hizo Aurelia Navarro mientras cruzaba las puertas del convento de las Adoratrices por primera y última vez. Lo que sí sé, es que si renuncias a tus sueños porque la sociedad no está preparada para ofrecerte condiciones de igualdad, a pesar de haber demostrado que eres una excelente profesional, no sólo no facturas, sino que la vida se vuelve profundamente injusta.

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"Desnudo de mujer" de Aurelia Navarro

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