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Entrevista a Virginie Despentes: “Tengo un lado capullo”

Domingo 29 de octubre de 2023

A Despentes, las solapas de sus libros ya no la describen como “diva destroy punk” sino como “referente del posfeminismo”. Ella dice seguir siendo punk. Por eso ha escrito una novela que indaga en los grises del feminismo. Podría vender millones de libros, pero prefiere ser sincera, dice.

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ELVIRA MEGÍAS

Patricia Reguero Ríos 19 SEP 2023 El Salto

Los únicos cancelados o canceladas de verdad siempre son de gente que no tenía nada de poder

El feminismo que acaba siempre en la policía es un feminismo con el que tengo problemas

Estar cabreada tiene que ser un movimiento colectivo

Virginie Despentes (Nancy, 1969) no tiene perfiles personales en redes sociales, pero su última novela desguaza las dinámicas de la cultura de la cancelación. Lo que sí tiene —y subraya— es un pasado como adicta a las drogas, que es el tema que vertebra su novela, aunque lo que salte a la vista en Querido capullo (Random House, 2023) —que se lanza también en catalán como Benvolgut imbécil (Sembra)— sea el MeToo y su evolución mediante la rabia feminista.

A Despentes, las solapas de sus libros ya no la describen como “diva destroy punk” sino como “referente del posfeminismo”. Ella dice seguir siendo punk, o al menos encontrarse en plena investigación de qué es ser una mujer punk de más de 50 años. Sabe que es el momento de una Teoría King Kong 2, pero prefiere ahondar en las zonas grises del movimiento feminista, un movimiento que, al tiempo que lo está cambiando todo, da cobijo a feministas heterofachas, feministas propolicía o feministas que profesan el mismo amor a la autoridad que los tíos, en palabras de Zoe Katana, uno de los personajes de su novela, el que le es más familiar. Katana comparte páginas con Oscar, un escritor de izquierdas que ha sido metooizado, y con Rebecca, una actriz olvidada por haber pasado de los 50 y a la que, por ello, le conviene el feminismo. A la hora de escribir, dice la escritora, prefiere ponerse en lugares que le resulten incómodos aun a riesgo de no convencer del todo a las suyas.

En tu trilogía Vernon Subutex utilizaste un protagonista masculino. Decías que habías notado cómo ese personaje suscitaba una empatía que no hubiera suscitado si hubiera sido una mujer. En Querido capullo, uno de los coprotagonistas es un imbécil del que se escribe desde la empatía. ¿Por qué hay que entender a los capullos?

No hay que entenderlos, pero es más o menos lo que he hecho en estos diez años en mi trabajo como novelista. Supongo que hablo del capullo dentro de mí, de los capullos que hay dentro de mí, y que identifico mucho mis aspectos capullos con la masculinidad. Pero también es porque escribo desde Francia, donde la cosa más impactante es la subida de la extrema derecha, que era un poco el tema de Vernon Subutex. Te encuentras con personas que son cercanas a ti que se convierten en capullos. Antes de que dejen de ser tus amigos, tienes este tiempo donde acabas intentando entender capullos. Esto es muy femenino saberlo: tengo capullos dentro de mí, un lado capullo. Espero que no demasiado, pero tengo un lado capullo.

Está muy bien que digas eso cuando parece que el feminismo hoy supone no tener contradicciones, ser coherente con todo, no ser capulla. ¿Las feministas también pueden ser capullas?

Sí, y creo que dentro del feminismo hay muchos feminismos y que no son todos blanco o negro. Es un trabajo que hacemos desde hace décadas donde tenemos espacio para pensar las cosas, a veces sin tener respuestas. Yo siento que, en el feminismo, este espacio existe. En las redes sociales no tanto, porque la charla es súper dura inmediatamente, pero en la vida real, sea aquí, en Barcelona, en España o en Francia en general, o con mis amigas americanas, tenemos espacio para hablar de las cosas que no quedan claras. Por ejemplo, es muy interesante el libro de Sarah Schulman El conflicto no es abuso. Es un libro súper interesante sobre las redes sociales y el nivel de violencia que tenemos los unos contra los otros y sobre qué dice de nuestros ámbitos de izquierda si no podemos aguantar que alguien no esté exactamente de acuerdo con nosotros. Hay muchas cosas que cambiar, y tenemos que pensarlas. Y en las redes sociales yo no lo hablo.

No tienes perfiles personales en redes, pero en tu libro hay un análisis muy perspicaz, muy actual, de las redes.

No participo porque sé que es demasiado violento para mí. Tuve un blog hace veinte años y cerré los comentarios en tres días en un momento donde nadie cerraba los comentarios.

Nunca has insultado a un capullo en redes...

No es mi ámbito, no tengo la paciencia. No miro mi nombre en internet desde hace veinte años. A veces pido a gente que conozco que lo mire, pero yo si veo mi nombre cierro inmediatamente. No quiero enfrentarme a esto, porque sé que la violencia es tremenda.

En Querido capullo, Oscar, uno de los coprotagonistas, ha sido metooizado. Y recibe un castigo tremendo. Pero Zoe, la bloguera que le acusa por haberla acosado cuando era responsable de prensa en su editorial tampoco acaba precisamente bien. ¿Crees que tu libro puede ser interpretado como una crítica antifeminista al MeToo?

Me parece que no puede ser una crítica antifeminista al MeToo porque tengo más familiaridad con Zoe. Somos de la misma línea. No me burlo de ella, no pienso que lo que le pasa no es grave. Tengo conocimiento de Oscar como personaje, pero tengo más admiración por Rebecca por ejemplo. Entonces no. Me ha interesado mucho el movimiento MeToo y creo que he dedicado mucho tiempo a leer todo lo que encontraba que me interesaba sobre lo que pasaba en el feminismo. Y no, no tengo dentro de mí el sentimiento de que el MeToo es algo que hay que criticar. La masculinidad, más. Me interesa en el personaje de Oscar, porque cuando es criticado su primera respuesta es decir “no he hecho nada”, pero al final el chico vende muchos libros. Está bien, ha tenido una trayectoria, ha cambiado algo en la situación. Esto no es una crítica hacia el movimiento, es más una invitación a la masculinidad, a decir: “Podéis tener fuerza como para cambiar algunas cosas”. O pensar que si hay tantas chicas que se quejan de la misma cosa, quizás hay algo que escuchar. ¿Tú lo has leído como una crítica al movimiento MeToo?

Creo que si no fueras tú la autora se podría hacer la lectura de que el feminismo anda cancelando a pobres chicos...

Pasa un mal rato. Se queja mucho. Pero al final su libro es un éxito porque tiene el apoyo de todos sus colegas masculinos y publicará otros libros. No hay cancelación para nada.

El sistema está tan bien montado que al final le favorece, incluso cuando es cancelado…

Es lo que veo. Y no quería esconder el hecho de que él no es únicamente un capullo, es una persona que también tiene otras características y que hace otros cambios. No intento invisibilizar que hay redes de chicos que son solidarios. No he visto yo tanta cancelación, sino personas que tenían que responder de actos. Pero entre los poderosos no he visto cancelados. Los únicos cancelados o canceladas de verdad siempre son gente que no tenía nada de poder.

Bueno, precisamente en el contexto estatal Luis Rubiales, hasta hace poco presidente de la Real Federación Española de Fútbol, un hombre con poder, ha sido cancelado con bastantes consecuencias…

Veremos en cinco años dónde está. Porque hablamos también el año en que el festival de Cannes ha abierto con una película de Johnny Depp o que el Festival de Venecia ha invitado a Roman Polanski y al señor Woody Allen —que ha hablado del caso Rubiales— y no veo que hayan sido cancelados para nada. Han pasado por un mal momento, cierto. Pero hacen películas con mucho dinero y son invitados a los festivales. Me parece a mí que el punto que criticaría en la cultura de la cancelación es esto, que al final veo que los que realmente han pagado un precio alto siempre son los o las que no tenían poder.

Entonces no hay crítica antifeminista al MeToo. Pero, ¿hay una crítica al feminismo que busca castigar y que además lo hace de una forma muy rápida gracias a las redes sociales?

Para mí, el feminismo que acaba siempre en la policía es un feminismo con el que tengo problemas. En Francia tenemos una policía muy concreta, que es muy facha, y no podemos no pensar a quién vamos a dar fuerza. Nuestro presidente tiene un problema de machismo y de racismo. Entonces, cuando vamos a la policía, vamos a la misma policía que pide el derecho de matar a jóvenes negros o musulmanes en la calle sin ser castigados. No podemos llevar todos los asuntos a la policía de manera sistemática, en mi opinión. Pero tengo la edad que tengo, tengo la cultura que tengo. Pienso que sí necesitamos otras maneras de pedir justicia o reparación para las víctimas o exigir un tipo de castigo o de consecuencias.

Oscar ha cometido acoso y él al principio piensa: “Yo estaba enamorado y punto”. Lo entiendo perfectamente. Es un chico que casi tiene mi edad en la novela y que ha pasado una vida entera sin que nadie nunca le haya dicho que pasaba algo malo. Hace diez años, era perfectamente normal que un chico abusara de su poder sin que nadie nunca le dijera nada. Esto me interesa. Entiendo que los chicos de mi edad de repente estén sorprendidos, porque he vivido esta vida donde nosotras nos callamos siempre. O no nos callábamos, pero nadie nos escuchaba...

Entonces, ¿hay parte de responsabilidad en las mujeres por no haber hablado?

Sí, las mujeres de mi edad tenemos una responsabilidad. Muchas se callaban porque, aquí viene la clase burguesa y blanca, las chicas la primera cosa que sabían hacer era callarse. Tengo 54 años, he vivido con muchas mujeres que pensaban que callarse era el top, y que tampoco escuchaban a otras. No siento responsabilidad porque no era mi caso, yo no me he callado y no he rechazado escuchar lo que decían las demás. Pero aquí viene mi clase, además de mi género. No soy de la clase de la burguesía, no fui educada para callarme siempre.

En los años 70 y 80 al feminismo no se le tenía en cuenta y tú has argumentado que eso era porque nunca se ha cobrado una víctima. Hoy el feminismo puede influir. ¿Crees que es por esta ira, por este cabreo que hay entre mujeres feministas?

No, es porque ha pasado algo que yo nunca había visto. Ha pasado que se han creado unas redes donde poder hablar y poder ser escuchadas, y eso es totalmente nuevo. Antes no existían redes de mujeres capaces de decir “yo hablo” y otras capaces de decir “yo te escucho”. Creo que es uno de los aspectos milagrosos de las redes sociales. Una vez que hay millones de voces, es más difícil decir que no pasa nada. Si te quejas de algo y otras son capaces de decir “te escucho”, cambia completamente la situación de hace veinte años, cuando al decir algo todo el mundo te respondía que tenías que aguantarlo. Algo ha cambiado en la escucha. Creo que ahora nuestra opinión, como opinión pública, cuenta. Antes estábamos aquí, pero un poco invisibles.

¿Y no es por estar más cabreadas?

Es por ser más capaces de acoger el mensaje. Y por estar cabreadas, sí, también.

¿Tú estás más cabreada?

No, porque estoy vieja.

No tanto...

No, pero más que las que realmente hacen el movimiento sí. Es un movimiento que no es el movimiento de mi generación. Veo que a muchas de mis colegas no les gusta tanto en realidad el MeToo, este cabreo… Y para tener el derecho a estar más cabreada necesitas colegas, si no te cabreas en tu rincón y acabas mal. Estar cabreada tiene que ser un movimiento colectivo.

¿El cabreo moviliza?

Sí, pero pienso también que una de las consecuencias de décadas de feminismo es que en un momento existen jóvenes que realmente piensan “no voy a tener una vida de ciudadana de segunda por ser mujer”, “no voy a ir a trabajar sintiéndome mal por ser mujer”. Venimos de épocas donde el machismo era el aire que respirábamos, nos parecía normal, esto ha cambiado. Me gusta pensar que ha cambiado también porque ha habido décadas de feminismo y que ahora las chicas se lo crean de verdad es maravilloso. He visto un montón de chicas jóvenes capaces de estar súper enfadadas con los hombres como categoría entera, esto era impensable en los años 90. Cuando hemos hecho la película Fóllame, en cualquier país, cuando nos preguntaban si teníamos un problema con los hombres, era una acusación súper grave.

En 2020 la escritora francesa Pauline Harmange publicó Hombres, los odio y trató de prohibirse por incitación al odio.

Sí, pero lo ha hecho, ha escrito su libro. En el libro hablo de Valerie Solanas, me interesa mucho el efecto de Solanas y veo jovencitas que se lo toman realmente en serio. Esto nunca había pasado.

Solanas es autora del Manifiesto SCUM —las siglas de Society for Cutting Up Men—, un texto donde aboga por destruir a todos los hombres. ¿Qué diría Solanas del MeToo?

Valerie Solanas era dura y no le gustaba estar de acuerdo con mucha gente, creo yo. Me parece que se cargaría a la humanidad entera hoy en día. Lo que me impacta de Valerie Solanas es que sigue teniendo un impacto máximo casi 70 años después. Esto me gusta de lo que es un libro. Te planteas cosas, te da un placer que no deberías tener, pero a la vez por qué no. Creo que es una experiencia feminista muy intensa, muy interesante.

En la edición española de Teoría King Kong de 2007 se te describe como “una diva destroy punk”. En Querido capullo eres “un referente del posfeminismo”. ¿Se puede seguir siendo una diva punk cuando se es referente posfeminista?

Espero que sí. Pero la punki madura de 54 años es algo que estamos inventando, porque si eres una punki dura no llegas a los 54. Me interesa mucho ser sincera. Por eso he escrito un libro que no es exactamente lo que se espera de mí. Me interesa mucho buscar la sinceridad y acercarme a los problemas tal como los veo. Y esto me parece punk, no bullshit. No estoy aquí para complacer. No estoy aquí para ser un líder de no sé qué. No estoy aquí para obedecer a lo que yo tendría que hacer como personaje público. Estoy aquí para acercarme lo más posible a lo que es, y si veo algo que es opaco o que es problemático, pues lo describo tal cual, o intento hacerlo.

¿Qué crees que se espera de ti? ¿Sientes presión por ser considerada un referente?

No es una presión para nada, pero lo más pragmático después del MeToo sería escribir Teoría King Kong 2, supondría mucho dinero, no sé si mi editor se ha dado cuenta [risas]. Además, puedo hacerlo, sinceramente, me interesa mucho y he leído todo lo que encontraba. Pero no es lo que quiero hacer.

En Teoría King Kong anticipaste el tema de la violencia sexual que ha sido central en el feminismo en los siguientes años. ¿Fuiste una visionaria?

Es verdad que no era un tema central en el feminismo entonces. Habíamos hecho esta película, Fóllame, que explica por qué he escrito Teoría King Kong después. Visionaria, no. Estaba en el feminismo en un momento donde no se esperaba tanto éxito mainstream de él. Fue como con el rock, cuando entré en el rock no se esperaba algo como Nirvana después. Realmente no pensaba que el feminismo sería tan clave en la sociedad, me parece súper guay, pero no lo esperaba.

Tu novela transcurre en un contexto de confinamiento por el covid. Se dijo durante la pandemia que íbamos a salir mejores, íbamos a aprender muchísimo. ¿Te ha cambiado la pandemia? ¿Te ha hecho mejor a ti?

No, para nada. He disfrutado mucho del primer confinamiento, porque se podía salir lo justo para que fuera soportable. Y me ha parecido increíble que colectivamente pudiéramos decidir parar del todo. Si nos quedamos en casa y cerramos, todo se para; esto lo hemos experimentado por primera vez en nuestras vidas. Sabemos que no vamos a hacerlo mañana, pero quizás un día todo el mundo se pueda poner de acuerdo para lo mismo: una huelga mundial es posible. Y esto lo hemos aprendido en el covid. Después no, fue súper duro. En el libro utilizo el covid para tener a dos personas que están solas, cada una en su espacio, que se hablan, que quitan capas y capas hasta hablarse de manera realmente íntima. Esto es lo que me interesaba.

Mención aparte para el feminismo de Rebecca.

Rebecca no tiene feminismo.

Pero es interesante como feminista...

Sí, porque es femenina. Es un personaje femenino súper fuerte, pero la verdad es que es una actriz, no tiene ni idea. Le interesa el feminismo porque tiene 50 años y las chicas feministas se interesan por ella. Es muy pragmática, es muy antisocial, es muy individualista. El personaje me viene de varias amigas que tengo, que son este tipo de bichos, un poco malas que no pueden pertenecer a nada.

¿Es una capulla?

No, para nada, pero es anti cosas buenas. No le interesa ser una buena persona. Me gusta mucho manejar este tipo de personajes. Disfruto mucho jugando. Pero, para mí, el punto de partida del libro no era tanto el MeToo, lo que me interesaba más era la relación que tienen el uno y la otra con las drogas.

Oscar y Rebecca son adictos a las drogas, pero los redimes porque intentan dejarlas... ¿No hay una lectura puritana en esa redención?

Son personas que no son felices con las drogas, son gente para la que las drogas se han convertido en un problema. Es una clase concreta de personas, a la cual pertenezco yo. Sé que cuando hablo de esto, en realidad es un subdiálogo con las personas que, como yo, tienen este problema que no depende de tu género. Yo no fui una adicta feminista, mi adicción ocurrió en un cuerpo de mujer, pero también mi adicción me permitía olvidarme de mi género. Y pienso que para muchos de nosotros que entramos en esta cosa adolescentes, es el caso. Es una manera de olvidarte de tu clase, de tu género, de tu raza, cuando estás racializado...

La adicción a las drogas no es ni machista ni feminista, entonces.

Tiene un impacto. Probablemente si eres machista, el alcohol te hará más violento o más machista. Es algo que nunca pensamos, la relación entre la violencia masculina y las drogas, sería guay que los chicos se plantearan que quizás si tienes problemas de violencia, pues si no consumes mejor. El hecho de pararlo para mí es súper interesante porque estamos tan acostumbrados a consumir las drogas que nos venden de la manera que las venden, que ni siquiera nos planteamos que para algunas de nosotres no es una buena idea en realidad. Es interesante que emplees la palabra “puritanismo” porque es exactamente como en el MeToo. Creo que llegará un momento en el que pensemos que quizás las cosas que nos parecen normales con las drogas no lo son para nada. Hay muchas personas para quienes la droga es un problema, mucho más de lo que pensamos, y vemos como normales cosas que no lo son.

Mi frase favorita del libro es esta: “Tenemos que enseñar a las chicas a estar orgullosas de sus mamadas”. ¿Por qué hay que enseñar esto a las chicas?

Me llama la atención, en primer lugar, que en las redes sociales sea posible avergonzar a una chica por chupar una polla. Y también que nosotros, como adultos, no nos hayamos sentido llamados a decir que chupar pollas es guay. Que en 2024 siga siendo algo vergonzoso para una chica ser vista chupando pollas me parece increíble y creo que esto se puede cambiar. Si te apetece chuparlas, es un buen gesto. El mundo te debe gratitud.

Al final es una reivindicación del deseo.

Sí, del deseo. Y de las chicas que follan con todos. Siempre me interesan.

La puta, la calientapollas.

La caliente, la zorra... En los ámbitos feministas quizás nos olvidamos de vez en cuando de saludar a las zorras, a las putas. Son personajes en realidad súper olvidados, pero en la cultura popular no. En el pop, en el rap, en el reguetón… sí existe este personaje de la chica superpoderosa que sale.

Dentro de poco se estrena en España Orlando, mi biografía política, la película de Paul B. Preciado sobre personas trans, donde tienes una aparición. Y hay algo que aparece de forma secundaria en tu novela pero que está ahí: tus personajes no son tan heterosexuales como parecen. ¿Te interesa este cuestionamiento de la identidad y la orientación sexual?

Es una invitación a los heterosexuales. Aquí viene mi generosidad y pienso: pues si queréis, ¡benvinguts! También creo que es una suerte increíble poder pensar si estás de acuerdo con tu género o no. No me extraña que haya mucha gente que de repente se lo plantee, porque no es el caso de todes el sentirse de acuerdo con el género. La bisexualidad y el no binarismo me parece algo maravilloso para los más jóvenes, para los de mi edad también, pero esta experiencia que tienen los jóvenes que tienen hoy entre 15 o 20 años me parece estupenda.

Porque se permiten preguntarse...

Sí. Y, si la pregunta existe, las respuestas son diversas. Yo veo mucho, especialmente hombres de mi edad, que se definen como más hombres alfa y piensas: “Joder, eres una puta chica con tetas enormes. ¿No lo sabías?”.

O sea que la no heterosexualidad da la bienvenida a quien se acerque a ella...

Sí. [Risas]

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