Xarxa Feminista PV

Cine de verano

Viernes 11 de agosto de 2023

GABRIELA WIENER 10/08/2023 Públco

Para vivir ese clásico español, el cine de verano, arrastramos nuestras sillas hasta la plaza de Garvín de la Jara, en Cáceres, donde como parte de los festejos municipales de agosto se iba a poner Destello Bravío, la película de la directora extremeña Ainhoa Rodríguez que en el 2021 se hizo gira de festivales y premios con su inmersión en la vida de un puñado de mujeres en la vaciada Extremadura. Cuentan que, para hacer la película, la Ainhoa se fue a Tierra de barros, el pueblo de su familia, una comarca de 600 habitantes, huyendo de la pandemia y que no hubo una sola mesa camilla que se le resistiera, dio talleres de cine a las viejas y se tomó todos los tintos de verano con ellas para escuchar sus historias.

Así que ahí estábamos nosotras, cinco mujeres llegadas de Madrid, aún sin menopausia, pero acercándonos a velocidades espeluznantes, con la bolsa de pipas, los cigarros, la silla y el abanico bajo las estrellas, dispuestas a ver en vivo y en directo cómo se toman de bien las señoras de Garvín que una joven directora se haya apropiado de la realidad de sus vidas para hacer con ellas puro surrealismo.

Nos estábamos quedando a 20 minutos de ahí, en El Planchón, un latifundio convertido en oasis de investigación creativa y de memoria rural gracias al espacio que están impulsando el Instituto de la Tierra y la curadora chilena Andrea Pacheco. De ella salió la idea de exhibir esta película en pleno agosto y de invitarnos. Bastó una pantalla bajo la luna amarilla y ascendente y unos grandes altavoces para neutralizar el barullo incesante de lxs niñxs en el parque. Queríamos matarlos uno por uno. La alfombra de pipas nos daba verosimilitud. La luna era otro reclamo esotérico.

Y, entonces, aparece esa primera escena en que dos mujeres hacen el tonto a la orilla de un lago. No sabemos aún que detrás de esas risas hay una tragedia y una liberación: una señora que vuelve al pueblo y a su soledad, otra que está atrapada en su matrimonio soporífero, alguna más que se graba para no olvidar. El misterio es el ingrediente esencial de la película de Rodríguez y lo que nos va a guiar por esos caminos mágicos y plásticamente decadentistas. El montaje encadena imágenes salidas de los sueños, la fe, ese anhelo por retroceder el reloj y volver a ser niñas por una operación fantasmagórica. Algunos de mis momentazos preferidos: la merienda orgía lésbica con ese temazo "Madre yo quiero un novio aceitunero", la señora que habla del cura peruano o boliviano, "da igual, de esa raza", y el lecho conyugal como mausoleo de cruces y lámparas que cortocircuitan, "dime a qué sabe el techo".

Las señoras presentes cuchichean, se abanican, más de una se arranca de ahí. El cine espejo no siempre es un viaje fácil. Ver una localidad rural tan parecida a la suya, detenida en el tiempo, golpeada por la diáspora a las ciudades. Ver la opacidad de las horas que conforman sus vidas. Aún peor, ver en la ficción cumplirse deseos que también son suyos pero creen abandonados e irreversibles.

No sé hasta dónde se puede llegar con esta experimentación ficcional sobre el material de la propia vida ajena. Algunas espectadoras no lo aprueban, les parece extractivista con las señoras. El arte siempre lo es. Una de las cualidades de la película es su absoluto morro para mezclar el documental con el cine de autor experimental, onírico y lírico. Su potencia para abrir el debate. Destello Bravío es incómoda, personalísima y extraña, extrema y extremeña, cada escena es un destello poético y cada idea una locura punk. Nada es real, pero todo es real. Cine de tributo y desobediencia, de memoria y de actos liberadores para seguir vaciando o volviendo a llenar España de otras cosas, para hacer que vuelva a correr el tiempo y la sangre.

Comentar esta breve

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0