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Carta a ese 44% (que no va a leer esto)

Viernes 19 de enero de 2024

He visto varias estadísticas donde la clase y la ocupación se cruzan con el sexo y resulta que no sois más que los de siempre: el espectro conservador, una importante parte de los de uniforme, nada nuevo cara al sol

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Así trataba de ridiculizar la propaganda misógina a las sufragistas. TWITTER.COM/FEMERENAS

Irene Zugasti 17/01/2024 CTXT

“El 44% de los hombres creen que las políticas de igualdad han llegado tan lejos que les discriminan”. Ese ha sido el titular unánime y compartido en casi todos medios de comunicación para informar sobre los resultados del estudio “Percepciones sobre la igualdad entre hombres y mujeres y estereotipos de género” que publicaba el CIS el 15 de enero. Como decían las brillantes Proyecto Una, parecería que, más que un titular, era un anuncio patrocinado del Banco Santander o de Endesa de esos que uniformizan las portadas de todos los periódicos.

Pero cuando Tezanos hace ¡CIS! y aparece a tu lado, lo suyo es coger la estadística con cuidado y calma, tabla a tabla, porque el diablo está en los detalles y ésta no es una ciencia sencilla, y porque en materia de encuestas, como advierte Fallarás, la formulación de la pregunta lo es todo. Pero ese dichoso 44% era un titular demasiado jugoso, y por desgracia, en casi todas las redacciones somos esclavas de la urgencia y el clickbait. Con unas horas más, los matices y las lecturas pausadas nos están revelado datos diferentes y bastante más significativos, como el hecho de que existe una mayoría social de mujeres y hombres que se considera bastante feminista, o que hay un 16% de mujeres que, de hecho, se perciben como “MUY” feministas (lo que de toda la vida llamamos vanguardia, queridas). También hay otros datos objetivamente buenos, sobre todo, si hiciéramos un histórico comparado, como el creciente nivel de concienciación masculina sobre la desigualdad laboral, la corresponsabilidad o la violencia sexual, o el dato menor, pero muy ilusionante, de que las pacifistas generan mucha simpatía a todo el mundo, aunque nadie les haga ni puñetero caso, pero esa es otra encuesta. Por el lado de las sombras, claro, hay un hecho innegable, y es que hay un 44% de hombres que creen que con eso de la igualdad nos hemos pasado de rosca, de frenada, y en nuestra acelerada carrera, les hemos pasado por encima. A ellos, que no van a leerme, quisiera dirigirme aquí:

Querido 44%. Has de saber que muchas compañeras creen que debemos seguir haciendo pedagogía con vosotros. Que hay que convenceros, seduciros, explicaros otra vez por qué ser feminista es bueno para ti y para quienes te rodean. Pero sinceramente, te estaría engañando, creo yo. Deshacerse de privilegios no es nada agradable y creo que el argumentario sobre abrazar la igualdad, los cuidados o las vidas más saludables y sostenibles no termina de convencerte. Si lo hubiera hecho, ya no estarías dentro de ese porcentaje. Y si siglos de desigualdad no han despertado en ti la sed de justicia, o las decenas de asesinadas cada año no te han hecho plantearte qué es lo que causa tal violencia, si ni siquiera te emociona un poquito ver cómo el feminismo nos ha hecho más libres e iguales, si nada de esto te ha hecho cambiar de idea, dudo que una semana más de baja parental vaya a hacerlo.

Amigo 44%. Sé que tú y yo no vamos a entendernos, y aunque creo en las misiones pedagógicas con la fuerza de mil mares, hay días en que una no tiene el coño para evangelios. Te huelo, te percibo: puedo sentir tu indiferencia al fondo del aula, el sopor que te causa otra chochocharla a la que acudes obligado, como me sé de memoria el argumentario de Roma Gallardo que traes para machacarme, los datos que compartirás con tus compañeros a la salida para tirar por tierra mi trabajo. Y aun así, fíjate si es generoso el feminismo que sigue permitiéndoos la fortuna de escucharnos, de disfrutar de la enorme producción intelectual, política o cultural de tantas compañeras, a ver si, por el camino, se produce la epifanía. No aspiro a que compartamos valores como iguales, porque sé que los míos son mejores, pero sí aspiro a que los tengas a mano, por si, en algún momento, la vida te obliga a tener que cambiar de idea.

Querido 44%: he visto varias estadísticas basadas en los resultados de esta encuesta donde la clase y la ocupación se cruzan con el sexo y resulta que, al final, no sois más que los de siempre: los del espectro conservador, votantes de la derecha, una importante parte de los de uniforme, nada nuevo cara al sol. Ni sois la voz de la clase trabajadora, ni del pobre hombre blanco despojado de sí mismo, aunque os digan lo contrario esos tipos que dicen ser de izquierdas pero añoran más la Reconquista que la Guerra Civil española. Ni siquiera creo que seáis un 44%, como dice La Fallarás, sino el relato, la ficción necesaria para de nuevo distinguir entre un turbofeminismo histerizado y sin frenos y un feminismo moderado, cómodo, tranquilo, que logra las cosas despacito y con buena letra, que se va con la reina a hacer obras de caridad, preso de la institución y a gustito en sus límites, temeroso de despertar al 44%.

¿A quién conviene este relato del feminismo asolador y excedido? Obviamente, a los damnificados por el acelerón, los hombres que ven su tesis respaldada por una supuesta mayoría, que insisto, no creo que sea tal. Pero también –y esto me preocupa más– a un inmovilismo que prefiere vivir del escándalo, del relato de terror, de cosechar pesimismo, de recocinarse en sus porcentajes y sus titulares. ¿Que los datos de violencia machista son insoportables?, por supuesto. ¿Que hay un problema con los monetizadores de odio y la violencia digital que cala en cierta masculinidad en crisis?, también. ¿Que la desigualdad material y el capital-patriarcado nos sigue reventando la vida? Qué duda cabe, por eso estamos en la pelea. Pero estar en la pelea implica que a la alarma y a los datos le sigan soluciones, movilización y acción colectiva. Y de nuevo, no está de más recordarlo: el feminismo está siendo el ariete para hacerlo. Que fue el voto femenino y progresista el que frenó a la derecha y le salvó el culo, todo sea dicho, a los amigos de 40 y 50 de Pedro Sánchez. Que son las feministas las que están construyendo alianzas de paz en este mundo en llamas. Que es el feminismo el que está planteando debates para redistribuir, para reparar, para ajusticiar, para reconocer, para vivir mejor, y para gozar también. Así que quizá debería plantearme qué hago aquí, hablando contigo, explicándote lo evidente, preguntándonos otra vez qué podemos hacer por ese 44%, cuando él jamás se preguntaría qué puede hacer por nosotras.

Quizá sea hora de que esa pregunta os la hagáis entre vosotros. Yo, me temo, lo mejor que puedo hacer es advertirte de que las feministas seguiremos aspirando a llegar lejos, así que ponte el cinturón y aprieta los dientes, porque cuando se llega muy lejos, al girar la cabeza, lo que se deja atrás se queda, a la vista, cada vez más y más pequeñito.

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