Xarxa Feminista PV

Las invisibles. Reflexiones sobre la cárcel y las mujeres

Viernes 14 de enero de 2005

¿De dónde viene la prisión? Yo diría que un poco de todas partes. Sin duda ha existido “invención”, pero invención de toda una técnica de vigilancia, de control, de identificación de los individuos, de cuadriculación de sus gestos, de su actividad, de su eficacia. Y esto, a partir del siglo XVI, del siglo XVII, en el ejército, los colegios, las escuelas, los hospitales, los talleres. Una tecnología de poder fina y cotidiana, una tecnología de poder sobre los cuerpos. La prisión es la última figura de esta edad de las disciplinas.” Michel Foucault Saber y verdad

Hacer referencia al tema de la prisión, y más concretamente a la mujer en el sistema penitenciario en una revista como es Mujeres Preokupando, es algo más que necesario. Aunque lo que aquí se diga ya se haya repetido en muchos otros medios e incluso en este, nunca está demás acercar una luz a las invisibles. El decir que la cuestión de género se ve reflejada con más ímpetu en el ámbito carcelario que en ese cuarto grado al que llamamos calle, es algo que deberíamos tener en cuenta si hablamos, trabajamos o vivimos la cárcel desde cerca. La situación de las mujeres en las cárceles no ha mejorado mucho a lo largo de los años, y aunque podríamos pensar que esto sí ha pasado en la calle, es sólo una pequeña ventaja la que llevamos desde este lado.

Estudios de diferentes criminólog@s hacen “visible” que, la política penitenciaria que se aplica en las cárceles de mujeres es claramente sexista y discriminatoria, una de las razones sería que la población femenina reclusa es, más o menos, un 10% del total y que la mayoría de las instalaciones están orientadas a una población masculina. Así por ejemplo, los hombres se encuentran distribuidos en cárceles específicamente pensadas y diseñadas para recluirlos, sin embargo, las mujeres se distribuyen en tres tipos de dependencias penitenciarias muy diversas: pequeños módulos, unidades o departamentos situados en el interior de las cárceles de hombres, pequeñas cárceles de mujeres dentro de grandes complejos penitenciarios de hombres (macrocárceles), y cárceles exclusivamente femeninas.

Ya que este número sale desde València y aquí, muy cerca, tenemos la cárcel más grande del Estado, o una de las de mayor capacidad (por supuesto rebasando ampliamente la población para la cuál fue diseñada), nos centraremos en hablar de esta macrocárcel, Picassent. No haremos sin embargo demasiadas diferencias, sino mas bien un cierto paralelismo con el resto de prisiones que “gozan” de tener módulos especiales para mujeres o, como en este caso, también módulos mixtos, condición únicamente compartida con Navalcarnero. En la cárcel de Picassent, el módulo dos es únicamente de mujeres (80 reclusas). Hablar de condiciones laborales es ceñirnos a que el único taller ocupacional existente es el de confección de bolsas. Como también sucede en el caso de los hombres, el salario está por debajo del mínimo en la calle. También tienen acceso a cursos de formación, graduado escolar, secundaria, monitora de salud, así como cursillos de sexo seguro, o terapias para gente que está en tratamiento: metadona... y una ventaja, hay un taller de informática. Habría que decir algo tan tópico como real que es que no se les ofertan talleres de oficios que están, tradicionalmente, reservados a los hombres, como podría ser electricidad, sino que las ofertas se orientan a costura, música... En el mod. 4, mixto, no cambian mucho las cosas, además del hecho de que se comparte patio con los hombres, el “privilegio” consiste en que se les da opciones a un estudio superior, como puede ser técnica en peluquería o jardinería... ¿es eso lo que les tiene que motivar por ser mujeres?

En la cárcel las diferencias son muy marcadas entre ambos sexos, quizás las propias presas contribuyen a ello, exceptuando las llamadas presas políticas que, por una educación “privilegiada”respecto a las demás, deciden no jugar ese papel. Sin embargo, en una sociedad-cárcel donde los muros son muy visibles, es complicado luchar “también” contra eso. La reflexión podría ser también porque son “presos en lucha” (con la “o”), porque por ambas partes nos cuesta relacionarnos de mujer a mujer si una de nosotras está en ese lado de los muros. ¿Acaso no existen mujeres presas?. Las invisibles...así es como se podrían llamar... En realidad, el esfuerzo es mayor por ambas partes, en realidad las mujeres cumplen una doble condena: ser mujer y estar presa... en realidad nosotr@s deberíamos romper dos barreras... lo que está claro es que es difícil. La mayoría de las mujeres presas tiene a su pareja en prisión, teniendo por ello, y por otras razones, menos apoyo familiar, cosa que en los hombres no sucede. De hecho si vais a visitar a un preso en un módulo no mixto comprobareis que la sala de comunicaciones está, casi toda, llena de mujeres...

Las mujeres en prisión suelen cumplir condenas más cortas (normalmente por delitos “contra la salud pública”). Al mismo tiempo, deben mantener su papel como madres y en muchos casos, su ingreso en prisión supone la suspensión del único ingreso económico estable. Todos estos condicionantes contribuyen a que su implicación en la lucha contra las prisiones se vea limitada e invisibilizada y su disponibilidad para entrar en contacto con realidades que vayan más allá de su situación personal se ve menguada. De todas maneras, y para finalizar, esas barreras las tenemos que romper desde un lado y otro de los muros. No sólo con las mujeres, a pesar de que ellas estén más aisladas que los hombres, sino con todas las personas presas... el creerse la lucha contra las prisiones es algo más que no estar de acuerdo con su existencia, es vivirlo como algo cercano, porque ell@s luchan por nosotr@s también, porque al final tod@s somos pres@s...¿o no?.

Hasta que todas seamos libres, estaremos todas aprisionadas.

TOKATA Y FUGA fugasenlared@mixmail.com

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