Xarxa Feminista PV

Por una sexualidad no patriarcal.

Lunes 16 de mayo de 2005

POR UNA SEXUALIDAD NO PATRIARCAL: ALGUNAS IDEAS PARA ORGANIZAR LA RESISTENCIA Y RECUPERAR NUESTRA SEXUALIDAD

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La utopía es posible: no como se imaginó, sino como puede concretarse: parcial, insuficiente, sincrética” (Claves feministas para la autoestima de las mujeres, Marcela Lagarde)

El mal menor, el pacto y el sentimiento de culpabilidad: ¿cómo afrontamos el aquí y el ahora?

Constatamos el sufrimiento que nos produce vivir y resistir en un mundo que no está pensado para el bienestar humano, las carencias afectivas con las que cargamos, producidas por la herida primaria, por la falta básica y la consecuente imposición de la autoridad como valor regulador de nuestras relaciones futuras.

Partimos así de esa contradicción entre lo que somos y lo que queremos ser, entre nuestra posición de sujetas atravesadas por el patriarcado y nuestro deseo creador de estructuras no autoritarias. Empleando muchas de nuestras energías en cambiar este mundo mientras nuestras vidas transcurren en él.

Por eso, es fundamental aprender a discernir en cada una de las situaciones a las que nuestras opciones individuales y colectivas nos llevan, dónde se encuentran las fisuras del sistema y las opciones menos contraproducentes, haciendo consciente en todo momento el “precio” de defender o relativizar nuestra lucha ética y política.

Es así como hablamos de las contradicciones. Contradicciones que encontramos no sólo en la distancia que algunos planteamientos políticos guardan de nuestras prácticas cotidianas, sino también, las que surgen desde la práctica cuestionando los planteamientos mismos, a veces anquilosados en unas perspectivas imposibles de adaptar a las circunstancias, a los elementos que la realidad que vivimos nos brinda. Desde ahí parece imposible evolucionar las cosas.

Así nos planteamos que la coherencia no tiene por qué ser una meta que alcanzar, porque no queremos asumir una idea de coherencia dogmática, que por cerrada y alejada nos implique la necesidad de simplificar situaciones, obviando factores importantes que molestan para alcanzar una idea predeterminada.

No queremos un modelo de coherencia que ya nos venga dado. Pensamos que hay que inventar y construir sin esa pesada losa, sólo con la práctica politica, transformando la realidad que necesitamos vivir y afrontar. Porque si no, se nos paraliza la capacidad de hacer, ya que es imposible ser coherentes, y empezamos a relativizar las cosas, y nos decimos que somos parte del sistema y que no hay nada que hacer...

Y esto tiene un alto riesgo al parecer una postura que justifica las posiciones más relativistas respecto a cualquier cambio radical de las estructuras mentales, afectivas, sociales o políticas.

En absoluto estamos diciendo esto, porque el relativismo es la otra cara del dogmatismo. Luchar desde el dogmatismo es potenciar el relativismo como válvula de escape. Desde ahí lo hacemos grande nutriéndolo de todas nuestras frustraciones que son muchas y variadas. Además de que son viscerales y parten de nuestros sueños, nuestros deseos, anhelos, y pasiones íntimas...

Toda nuestra existencia se hace, así, relativa, porque ningún elemento de nuestra vida cabe en esa “coherencia” (por ser perfecta, dogmática, predeterminada...),y así vemos cómo el relativismo se convierte en una opción política que termina siendo tan rígida y estática como el dogmatismo, sólo que más plural (cada una tenemos nuestro propio relativismo...). Vamos, que una cosa lleva a la otra y ambas producen el mismo efecto.

El relativismo es lo más capitalista que hay, por individual y asqueroso. Digamos que es la opción política del capitalismo !!!!

No queremos caer en la justificación del relativismo o del escepticismo ante la dura realidad, engañándonos al crear un discurso político que justificaría nuestras propias contradicciones. Cuando se renuncia a lo que se quiere o a lo deseable, debemos reconocerlo, hacerlo consciente y no justificarlo, nunca.

Queremos romper la dualidad entre esa idea de coherencia dogmática y el relativismo, para quedarnos con el espacio de potencialidad que esa ruptura genera, de intercambios colectivos, de pactos. Como mal menor o como bien mayor, según se mire. Porque es ahí donde se integran nuestros planteamientos, nuestras prácticas y nuestras contradicciones. Y es en las contradicciones donde se expresan todos los elementos susceptibles de transformación.

Vivir las contradicciones de forma política supone un compromiso con nosotras y con las demás. Por eso es tan importante saber encontrar el mal menor y el pacto más favorable que deje más resquicio a la vida, a la crítica constructiva y su disfrute, y donde la rebeldía tenga su más alto grado de eficacia y de expresión.

En estas circunstancias, vivir entre el deseo y la realidad puede generar, con frecuencia, sentimientos de culpabilidad, por no responder a nuestros valores y principios como quisiéramos. Para empezar, el orden social va en contra del bienestar humano y, específicamente, en contra de la expansión de la vitalidad de las mujeres. Si no nos queremos resignar a este orden, y buscamos nuestros espacios, no nos podemos culpabilizar por no acertar a la primera, como se pretende, porque si te sales del camino marcado y fallas, enseguida te dicen: “lo ves, por no hacer lo que tenías que hacer...”, y además te echan la culpa. Y si te lo crees, ya no volverás a intentar salirte del camino, para evitar sentirte culpable.

Porque el poder siempre traslada la responsabilidad a la víctima, haciéndola culpable. El sentimiento de culpabilidad es el mayor enemigo de la rebeldía. La culpa es el castigo no visible por desobedecer el principio de autoridad. Tenemos que erradicar el propio sentimiento de culpabilidad y pensar que en nuestras vidas no nos dejan demasiado margen de maniobra. Aprendemos con el método experimentar-errar-volver a experimentar. No queremos generar sentimientos de culpa por no responder a lo que se espera de nosotras, provenga de los mandatos de género, familiares, laborales, políticos, culturales... y/o de expectativas del entorno más afín. Además, esta sociedad nos agrede imponiéndonos un ritmo inhumano con resultados de productividad, criminalizando toda disidencia que cuestione el orden establecido. Se trata de que lo urgente, afrontar nuestras vidas aquí y ahora, no relegue lo importante, quiénes somos y qué proyectos personales y colectivos queremos... Necesitamos poder equiparar los dos conceptos, mezclarlos. Si lo importante nunca es urgente, no es transformable, porque transformamos desde la urgencia, y si lo urgente no es lo importante, nuestra vida carece de motivaciones profundas, y sólo nos da para construir según el sistema nos va marcando, a su ritmo y voluntad.

Detectamos la culpa cuando nos vemos impulsadas a justificar nuestra conducta, cuando nos ponemos a la defensiva si alguien la cuestiona, cuando nos resulta difícil examinar nuestras acciones. La culpa nos hace víctimas y nos paraliza. Sintámonos responsables de nuestras vidas y estaremos más cerca del cambio que buscamos. Esto nos lleva a otra reflexión: no juzgar las prioridades o las opciones de las demás, desde las nuestras. Como venimos diciendo, el dogmatismo o la cerrazón es el enemigo en casa. La autoexigencia y la exigencia a las demás nos impide desarrollar iniciativas de ayuda mutua y noa aboca a sentimientos de culpabilidad (victimismo...). Respetar las opciones de las demás es imprescindible para poder recuperar el apoyo mutuo.

Necesidad de crear tejido social de ayuda mutua entre mujeres

Nuestra condición humana implica la vinculación afectiva a otras personas, es decir querer y que nos quieran, lo cual está marcado totalmente por el patriarcado que nos atraviesa, dejando la seguridad psicológica necesaria para el equilibrio y el desarrollo pleno, a merced de la construccion que de nuestra intimidad hace el sistema.

La manipulación del amor, transformando las necesidades afectivas en un producto de mercado susceptible de chantaje, y por tanto, de control, junto con la carencia de afecto y de respeto que ello conlleva, son el origen de inseguridades y desconfianza personal que nos dificultan para percibirnos capaces de afrontar, de otra manera, las relaciones y la vida. Y que, en última instancia, generan el malestar social y las violencias estructurales. Vemos pues, cómo las carencias materiales que provoca el capitalismo no son, en sí mismas, el origen de estas miserias. Sin duda, la falta de recursos materiales condiciona y agrava la proyección vital, pero no determina el desarrollo personal. No creemos que podamos distinguir la línea divisoria entre patriarcado y capitalismo, sus efectos. La alianza entre capitalismo y patriarcado es letal, y es en ella, en esa alianza, en la que se desarrollan nuestras vidas, sin poder diferenciar qué cosas son provocadas por cada una de estas dos realidades sin necesitar mezclarlas. Nosotras entendemos el apoyo mutuo y la creación de redes sociales como una herramienta para salir del individualismo al que nos aboca esta sociedad capitalista, así como una alternativa a la familia nuclear patriarcal, que son los dos grandes pilares que sustentan el orden de las cosas. El apoyo mutuo es una estrategia de lucha y una propuesta para una nueva organización social-relacional que nos permita romper con las estructuras de poder. Entendemos los espacios no-mixtos y, en concreto los colectivos de mujeres, como lugar donde desarrollar el apoyo mutuo entre mujeres y donde articular la lucha de las mujeres contra el Patri-capitalismo, porque partimos de que la organización y la gestión de la lucha debe surgir de nosotras mismas. Así pensamos que una forma de recuperar la seguridad y la autoestima que machaca el patriarcado y de huir del individualismo capitalista, es demostrarnos que juntas podemos crear nuestras propias vidas, re-creando relaciones de solidaridad y apoyo mutuo, re-encontrando el eco de nuestra historia, re-valorizando nuestras palabras, nuestros sentimientos, nuestros deseos de vivir y con-vivir como se nos antoje, más allá de las jerarquías impuestas, del trabajo que oprime, de tantos y tantos elementos que nos aprisionan en una vida que no queremos y a lo que llamamos ampliamente "sistema". Y es que cuando decimos apoyo mutuo nos referimos a la práctica política que concilia nuestras necesidades con nuestros deseos de transformación, haciendo política desde lo que nos pasa, lo que vivimos en nuestro día a día, con lo íntimo y con lo público mezclado. Y con nuestras colegas. Defendiendo las alianzas estratégicas entre mujeres.

No vamos a esperar cambios globales para inventar la construcción de nuestras vidas, ni para deconstruirlas tampoco.

Las soluciones parten de nosotras, y aunque las agresiones son continuas ¡no asumimos el rol de víctimas! Nada ni nadie nos va a paralizar. Tomamos nuestro poder para cambiar las estructuras patriarcales opresoras. Por todo esto vemos fundamental posibilitar espacios donde desarrollar la autonomía de grupos de mujeres feministas, como estrategia de lucha antipatriarcal, con el fin de deconstruir la "condición femenina" (construcción patriarcal) y pensarnos como seres completos (sin el filtro masculino que parece que persigue nuestras vivencias).

Una de las versiones más comunes del "mal menor" en nuestras vidas son las relaciones de a dos, como forma más sencilla de socializar el afecto. Esto nos lleva, por las analogías que se pueden generar, a la necesidad de analizar la pareja patriarcal como institucón social.

La pareja patriarcal es una estructura en sí misma por estar definida y construida desde lo externo, como modelo que nos viene dado, lleno de una lógica política y moral que determina lo que ahí ha de pasar.

Es el lugar donde se generan y se expresan las relaciones de dominación de forma más directa; una estructura que implica y necesita del ejercicio del poder para existir, provocando continuamente un juego de jerarquías, de autoridad-sumisión, de violencia, que impide el desarrollo libre de las emociones, utilizando chantaje y tiranía donde socialmente se dice que hay "amor".

El deseo sexual, la fuerza física, el dinero, el cuidado, la compañía, las sabanas limpias... todo se convierte en moneda de cambio en el ejercicio del poder, dejando nuestro sosiego emocional dentro de una espiral de jerarquías y violencia que NO NOS GUSTA NADA y nos caga la vida.

La pareja patriarcal se expresa en el ámbito de la heteronormatividad como única opción sexual-social-económica válida, como un "supuesto" incuestionado e incuestionable y como inclinación "místico-biológica" que no necesita explicación. Y está claro que no se trata simplemente de una cuestión de preferencia sexual, sino que es una institución política, porque nos es impuesta y porque nos afecta a todas, estigmatizándose como "anormal" cualquier otra expresión de la sexualidad. Así hablamos de falocentrismo, de dominación-sumisión y de violencia. Y de las intimidades que usa el sistema para colar en nuestras camas la matriz heterosexual.

Por eso reconocer la heterosexualidad como una herramienta de control y dominación masculina, como una forma de garantizar el acceso sexual masculino a las mujeres y como una imposición en la construcción y en la proyección del amor, nos parece un paso fundamental para comenzar a recuperar nuestra autonomía sexual y poder analizar con coraje las condiciones habituales del consentimiento a tanta sumisión y a tanta violencia.

Y recalcamos que este modelo heteronormativo -pareja patriarcal- de relación erótico-afectiva no depende del sexo de las personas que la conforman, pues otras parejas de dos chicas o de dos chicos pueden generar las mismas relaciones de dominación, inseguridades, dependencias... que las formadas por chica-chico.

Es pues una estructura relacional que se basa en la complementariedad, unida al mito romántico de la “media naranja”. Con ello nos vamos conformando como seres incompletos, que necesitamos de la otra para nuestra plenitud, delegando en nuestro ideal de vida compartida en pareja ciertos procesos de desarrollo personal imprescindibles para nuestro bienestar.

Y dado que el modelo afectivo actual es masculinista, nos esforzamos para generar otros amores desde los que, escapando o no de las lógicas del sistema, nos sepamos mujeres pensantes y actuantes, y no inventadas por otr@s, no adoptando en nuestras vidas los esquemas y las prácticas que nos impone la heteronorma. Vemos, pues, cómo la pareja patriarcal es un obstáculo para el apoyo mutuo y la creación de redes entre mujeres, debido a la exclusividad que ésta genera. Y es desde ahí desde donde la analizamos, intentando inventar formas de amar que no impliquen sufrimiento ni bloqueen posibilidades de cambio en las rigideces, en las estructuras.

Y por no hablar de las dependencias afectivas, ni de la anulación de la integridad personal o de la complementariedad jerarquizada en la que la “cultura del amor” parece que se basa, paramos aquí de darle vueltas a las cabezas y a las ideas, quedándonos con la construcción del apoyo mutuo como horizonte desde el que vislumbrar otras formas.

Queremos acabar transmitiendo el mucho gusto que nos viene dando compartir nuestras vidas, nuestras construcciones y deconstrucciones, sentir que se nos acercan las prácticas a las transformaciones tímidas pero firmes cuando jugamos a replantearnos la cotidianidad desde las grietas, desde los pliegues, desde los huequitos que vamos encontrando, como quien encuentra el gazapo.

Pues por ahí seguiremos un tiempo. 

Grup de reflexió feminista Valencia, invierno 2004.

Más información, pincha aquí: Mujeres Preokupando

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